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jueves, 2 de junio de 2016

Entrevista al Cardenal Carlo Caffarra sobre la familia y «Amoris Laetitia»



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Ciudad del Vaticano, Basílica de San Pedro, Altar de la Cátedra, 13 de mayo de 2011, festividad de Ntra. Sra. de Fátima, Santa Misa presidida por S.Emcia. Cardenal Carlo Caffarra, concelebra Mons. Juan Antonio Reig


"Hablar acerca de la familia no ha sido nunca tan complicado. Incluso dentro de la Iglesia. Es problemático sobre todo el objeto del discurso: ¿qué es verdaderamente la familia? ¿Cómo se puede pretender que no haya confusión en la sociedad civil si incluso en la Iglesia se ocultan a veces verdades fundamentales sobre el matrimonio? Desconciertan la controversia respecto al capítulo VIII de la exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco y la reciente ley italiana sobre las uniones civiles", afirma Marco Ferraresi en La Nuova Bussola Quotidiana.

Y habla de todo ello con el cardenal Carlo Caffarra, arzobispo emérito de Bolonia. Caffarra es el fundador del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, del que fue también presidente. Participó en calidad de experto en el sínodo de los obispos sobre la familia de 1980 y es miembro de nombramiento pontificio de los sínodos de 2014 y 2015. Responde a las preguntas con la sencillez y la franqueza de los hombres de su tierra: “Ese pedazo de tierra entre el gran río y la gran carretera”, dice con orgullo, citando a Giovanni Guareschi [el autor de Don Camilo era, como Caffarra, natural de la provincia de Parma, en la región de la Emilia-Romaña]. Es la entrevista que reproducimos a continuación.

-Eminencia, ¿qué es la familia?
-Es la sociedad que tiene origen en el matrimonio, pacto indisoluble entre un hombre y una mujer, que tiene la finalidad de unir a los cónyuges y transmitir la vida humana.

-De una unión civil, según la ley Cirinnà, ¿nace una familia?
-No. El presidente de la República Sergio Mattarella, al firmar esta ley, ha apoyado la redefinición de matrimonio. Pero una medida normativa no cambia la realidad de las cosas. Hay que decirlo claramente: los alcaldes (sobre todo, naturalmente, los católicos) deben hacer objeción de conciencia. Al celebrar una unión civil serían, de hecho, corresponsables de un acto ilícito grave en el plano moral.

-¿Por qué hay esta crisis de identidad de la familia en Occidente?
-Me lo pregunto a menudo, pero no tengo una respuesta exhaustiva. Sin embargo, una concausa es un proceso de “desbiologización” según el cual ya no se considera que el cuerpo tiene un lenguaje -y, por consiguiente, un significado- objetivo. Este significado está, por lo tanto, determinado por la libertad de la persona. En la conciencia occidental se ha fracturado el vínculo entre bios logos.

-En una perspectiva de fe, ¿no hay también causas sobrenaturales?
-En 1981 estaba fundando, por voluntad de Juan Pablo II, el Instituto para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia. La fundación estaba prevista para el 13 de mayo, fecha de la primera aparición de la Virgen de Fátima. El Papa, ese día, fue víctima del atentado del que salió milagrosamente vivo por gracia -según palabras del propio Pontífice- de la Virgen. Unos años después de fundar el Instituto escribí a sor Lucía, la vidente de Fátima, para pedirle que rezara por la obra y añadiendo que no esperaba una respuesta por su parte. Pero la respuesta llegó.

-¿Qué le respondió?
-Sor Lucía escribió -y quiero subrayar que estamos hablando de principios de los años 80- que llegaría el tiempo de una "lucha final" entre el Señor y Satanás. Y que el terreno de esta lucha sería el matrimonio y la familia. Añadía que todos los que estarían involucrados combatiendo en favor del matrimonio y la familia serían perseguidos, pero que no debían tener miedo porque la Virgen ya había aplastado la cabeza de la serpiente infernal.

-Palabras proféticas: ¿es lo que está sucediendo?
-Vivimos una situación inédita. Nunca había sucedido que se redefiniera el matrimonio. Es Satanás, que desafía a Dios, como diciendo: "¿Lo ves? Tú propones tu creación. Pero yo te demuestro que constituyo una creación alternativa. Y verás que los hombres dirán: estamos mejor así". Todo el arco de la creación se sostiene, según la Escritura, en dos pilares: el matrimonio y el trabajo humano. Este segundo pilar no es ahora nuestro tema, aunque está siendo sometido a una "crisis definitoria"; en lo que concierne el matrimonio, en cambio, éste ha sido institucionalmente destruido.

-La Iglesia, ¿puede responder a este desafío?
-Tiene que responder, por razones que llamaría estructurales. La Iglesia se interesa por el matrimonio porque el Señor lo ha elevado a sacramento. Cristo mismo une a los esposos. Cuidado, no es una metáfora: según las palabras de San Pablo, en el matrimonio el vínculo entre los esposos se injerta en el vínculo esponsal entre Cristo y la Iglesia, y viceversa. La indisolubilidad no es ante todo una cuestión moral ("los esposos no deben separarse"), sino ontológica: el sacramento obra una transformación en los cónyuges. De modo que, como dice la Escritura, ya no son dos, sino uno. Esto está expresado claramente en la Amoris Laetitia (párrafos 71-75). El sacramento, además, infunde en los esposos la caridad conyugal. Y de esto hablan claramente los capítulos IV y V de la Exhortación. Además, el sacramento constituye a los esposos en un Estado de vida pública en la Iglesia y en la sociedad. Como cualquier Estado de vida en la Iglesia, también el estado conyugal tiene una misión: el don de la vida, que continúa en la educación de los hijos. Aquí el capítulo VII de la Amoris Laetitia colma, en mi opinión, una laguna que había en el debate de los obispos durante el Sínodo.

-En la práctica, ¿qué debería hacer la Iglesia?
-Sólo una cosa: comunicar el Evangelio del matrimonio. He dicho "comunicar" porque no se trata sólo de un acontecimiento lingüístico. La comunicación del Evangelio significa sanar al hombre y a la mujer de su incapacidad de amarse, e introducirles en el gran Misterio de Cristo y la Iglesia. Esta comunicación tiene lugar a través del Anuncio y de la catequesis. Y a través de los sacramentos. Ha habido personas que después de una catequesis sobre el sacramento del matrimonio se han acercado para decirme: "¿Por qué nadie me ha hablado de estas maravillosas realidades?" Los jóvenes deben ser, principalmente, el centro de nuestra preocupación. La cuestión educativa en esta materia es "la" cuestión decisiva. El Papa habla de ello extensamente en los párrafos 205-211.

-Eminencia, ¿qué piensa acerca de la cuestión del acceso a los sacramentos de los divorciados que se han vuelto a casar? El Papa trata este tema en el capítulo VIII, sobre el cual se han ofrecido sin embargo lecturas contrapuestas entre sí.
-Ante todo, quiero subrayar que el propio Papa en el párrafo 307 afirma que antes de ocuparnos sobre los matrimonios fracasados debemos preocuparnos por los que hay que construir. Y añado: el problema de su pregunta sigue siendo cuantitativamente limitado. Ciertamente, en el plano doctrinal no hay que desatenderlo en absoluto. A este propósito, respondo a partir de cuatro premisas.
»1) El matrimonio es indisoluble. Como decía, antes que una obligación moral, la indisolubilidad es un dato ontológico. Me entristece observar que no todos los Padres sinodales tenían claro dicho fundamento ontológico.
»2) La fidelidad conyugal no es un ideal que hay que alcanzar. La fuerza para ser fieles está dada en el sacramento(¿se imaginan el marido que le dice a la esposa: "Serte fiel es un ideal que intento alcanzar, pero que aún no consigo"?).La palabra "ideal" se utiliza demasiado a menudo en la Amoris Laetitia, es necesario prestar atención sobre este punto.
»3) El matrimonio no es un hecho privado, disponible sólo para los esposos. Es una realidad pública para el bien de la Iglesia y de la sociedad.
»4) El capítulo VIII, objetivamente, no es claro. ¿Cómo se explicaría entonces el "conflicto de interpretaciones" que ha estallado entre los obispos? Cuando esto ocurre, es necesario verificar si hay otros textos del Magisterio que sean más claros, teniendo presente un principio: en materia de doctrina de la fe y moral el Magisterio no puede contradecirse. No se debe confundir contradicción y desarrollo. Si digo S es P y luego digo S no es P, no significa que he profundizado lo primero. Lo he contradicho.

-La Amoris Laetitia, por lo tanto, ¿enseña o no enseña que existe un espacio de acceso a los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar?
-No. Quien vive en un estado de vida que objetivamente contradice el sacramento de la Eucaristía no puede acceder a ella. Como enseña el Magisterio precedente, pueden acceder en cambio quienes, no pudiendo satisfacer la obligación de la separación (por ejemplo, a causa de la educación de los hijos nacidos de la nueva relación), viven en continencia. El Papa toca este punto en una nota (la n. 351). Ahora bien, si el Papa hubiera querido cambiar el Magisterio precedente, que es clarísimo, habría tenido el deber, y el deber grave, de decirlo clara y expresamente. No se puede cambiar la disciplina secular de la Iglesia con una nota, y además de tenor incierto. Estoy aplicando un principio interpretativo que siempre se ha admitido en Teología. El Magisterio incierto se interpreta en continuidad con el precedente.

-Por consiguiente, ¿ninguna novedad?
-La novedad, además de la posibilidad dada por el Santo Padre de objetar, según el prudente juicio de los obispos, a algunas normas canónicas, es sobre todo la atención a estos hermanos divorciados que se han vuelto a casar, intentando imitar a nuestro Salvador en la modalidad de "médico" con la que Él se relacionaba con las personas más necesitadas. El capítulo VIII ("acompañar, discernir, integrar") es, en mi humilde opinión, la guía de este "cuidado". No debemos caer en el engaño de los medios de comunicación de reducir todo a "Eucaristía sí - Eucaristía no".

Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).

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