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martes, 28 de abril de 2020

¡Roma: qué bella eres!

El trabajo de cuidar al mundo

La República, 28.04.2020
El día del trabajo, este año, invita a considerar diversas realidades y aspectos, que la crisis del coronavirus ha puesto más de relieve: que en el mundo hay tantísimas personas buenas; que el progreso ha de ir unido a un dominio de la naturaleza que sea a la vez respeto; que dependemos unos de otros; que somos vulnerables y que una sociedad, para ser humana, necesita ser solidaria.
En la respuesta a la pandemia, resaltan sobre todo las profesiones relativas al cuidado de las personas. Palabras relacionadas con “cuidar” ocupan los titulares: acompañar, llorar, proteger, escuchar… Esta situación nos hace pensar sobre el “para qué” y el “hasta dónde” de cualquier trabajo. De alguna manera, comprendemos mejor que el servicio es el alma de la sociedad, lo que da sentido al trabajo.
El trabajo es más que una necesidad o un producto. El libro de la Sagrada Escritura que relata los orígenes de la humanidad señala que Dios creó al hombre “para que trabajara” y cuidara del mundo (Génesis 2,15). El trabajo no es un castigo, sino la situación natural del ser humano en el universo. Al trabajar, establecemos una relación con Dios y con los demás, y cada uno puede desarrollarse mejor como persona.
La reacción ejemplar de tantas y tantos profesionales, creyentes o no, ante la pandemia, ha manifestado esta dimensión de servicio y ayuda a pensar que el destinatario último de cualquier tarea o profesión es alguien con nombre y apellido, alguien con una dignidad irrenunciable. Todo trabajo noble es reconducible, en última instancia, a la tarea de “cuidar personas”.
Cuando procuramos trabajar bien y en apertura al prójimo, nuestro trabajo, cualquier trabajo, adquiere un sentido completamente nuevo y puede hacerse camino de encuentro con Dios. Hace mucho bien integrar en el trabajo, aún el más rutinario, la perspectiva de la persona, que es la del servicio, que va más allá de lo debido por la retribución percibida.
Como ya en los primeros tiempos del cristianismo, se advierte también ahora con fuerza el potencial de cada laico que intenta ser testigo del Evangelio, codo con codo con sus colegas, compartiendo pasión profesional, compromiso y humanidad en medio del sufrimiento presente provocado por la pandemia y la incertidumbre futura.
Todo cristiano es “Iglesia” y, a pesar de las propias limitaciones, en unión con Jesucristo puede llevar el amor de Dios “al torrente circulatorio de la sociedad”, en una imagen que usaba san Josemaría Escrivá, que predicó el mensaje de la santidad a través del trabajo profesional. También con nuestro trabajo y nuestro servicio podemos hacer presente el cuidado de Dios hacia cada persona.
La celebración del 1 de mayo es hoy también preocupación por el futuro, por la inseguridad laboral a corto o medio plazo. Los católicos acudimos con especial fuerza a la intercesión de san José Obrero, para que nadie pierda la esperanza, que sepamos ajustarnos a la nueva realidad, que ilumine a quienes tienen que tomar decisiones y que nos ayude a comprender que el trabajo es para la persona y no al revés.
En los próximos meses o años, será importante “hacer memoria” de lo vivido, como pedía el Papa Francisco, y recordar que “nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”.
Ojalá este 1 de mayo nos lleve a desear que la libertad recuperada al término del confinamiento sea verdaderamente una libertad “al servicio de los demás”. El trabajo se hará entonces, como es el designio de Dios desde el principio, cuidado del mundo, en primer lugar, de las personas que lo habitan.

domingo, 26 de abril de 2020

El coronavirus “contagia” también a las libertades

Luis Luque, en Aceprensa, 20 de abril 2010

La imposición de restricciones a los ciudadanos como vía para frenar la expansión del coronavirus ha sido materia frecuente en la mesa de quienes toman decisiones en las sociedades democráticas. La emergencia las justifica, si bien despiertan recelos de que se perpetúen. 
En los países no democráticos, la adopción de medidas de ese tipo no suscita mayor polémica. Una democracia a medias, Singapur, donde una única fuerza política –el Partido de Acción Popular– rige los destinos del país desde la independencia en 1965, ha aplicado medidas tan extrañas a los derechos individuales como publicar los detalles de ciudadanos infectados por coronavirus, incluidas sus relaciones con otras personas.
“El caso 219 es un varón de 30 años; trabaja en la estación de bomberos Sengkang, está aislado en una habitación del hospital de Sengkang y es familiar del caso 236”, dice una entrada en la web del Ministerio de Salud, citada por el New York Times.
Asimismo, la ciudad-estado ha “puesto a disposición” de sus ciudadanos una app de rastreo: TraceTogether. Con ella en el móvil, una persona infectada tiene que declararse como tal. En caso de haber estado en la proximidad de otras durante 30 minutos, el Ministerio le envía telemáticamente la orden de volcar el historial en los rastreadores de contacto, que se encargan de enviar aviso al resto del grupo. Quien no entregue estos datos al Ministerio se arriesga a ser procesado.
En Singapur, las autoridades publican los detalles de personas infectadas por coronavirus, incluidas sus relaciones con otros individuos
También la mayor dictadura del mundo, China, tiene mecanismos de control parecidos. El gobierno ha ordenado a los ciudadanos que descarguen en sus móviles un software que identifica a cada persona con un código de color, según su riesgo de contagio por Covid-19. Por ese medio, las autoridades comunican a los ciudadanos si pueden circular libremente o tienen que guardar cuarentena por siete o catorce días. Y ello, sin que los afectados conozcan cómo el programa hace las distinciones.
“¿Andas sin teléfono? Multa”
Pero a los dirigentes de las democracias también puede entusiasmarles la posibilidad de ahondar en el control por vía digital. En la región italiana de Lombardía, las autoridades utilizan los datos de la telefonía móvil para observar cómo se respetan las cuarentenas y las distancias que se recorren cada día. De hecho, un funcionario a cargo revela al diario neoyorquino que un 40% de la población se mueve “demasiado”.
En Israel, entretanto, el Shin Bet –la agencia de seguridad interna– recibió el encargo gubernamental de rastrear y acceder a los móviles de las personas infectadas, mediante un software concebido originalmente para seguir a presuntos terroristas. Al principio, la Corte Suprema puso pegas, pero finalmente la medida se mantuvo. Aquellos que desafíen la orden de aislamiento y sean detectados, pueden ir a la cárcel por hasta seis meses.
En Corea del Sur, varias agencias del gobierno están utilizando la huella digital del móvil y la de las compras con tarjeta para seguir los movimientos de los pacientes con coronavirus y rastrear la cadena de contagios, mientras que en Taiwán se monitorea por el teléfono a aquellos que deben guardar cuarentena. A tal efecto, se ha impuesto la rara obligación de tener que andar siempre con ese dispositivo encima. A quien “cacen” en la calle sin su teléfono, le espera una buena multa.
¿Puede ayudar el rastreo tecnológico a pararle los pies al virus? Para algunos, la utilidad es muy limitada. Albert Fox-Cahn, director ejecutivo del Surveillance Technology Oversight Project, en Nueva York, dice a Aceprensa que “en la mayoría de los casos, no hay evidencia de que esto ayude a contener el Covid-19. Ninguna de las tecnologías de seguimiento que se han utilizado o que se están considerando adoptar puede rastrear eficazmente el progreso de la enfermedad, sin haberse aplicado previamente tests fiables a todos los individuos identificados por las herramientas de localización”.
“La suposición de que todos los individuos posean suficientes habilidades digitales o tengan pleno acceso a herramientas digitales, también puede conducir a discriminar a grupos vulnerables, por ejemplo, a personas sin un teléfono inteligente, a otras con discapacidades mentales o físicas, a ancianos, etc.”, nos comenta Francesca Fanucci, asesora legal del European Center For Not-For-Profit Law.
“En la mayoría de los casos –añade–, tampoco está claro cómo se recopilarán y procesarán los datos, cómo y dónde se almacenarán, durante cuánto tiempo, quién tendrá acceso a estos datos y con qué propósito, ahora o en el futuro”.
Ahora bien, en su celo por atajar la pandemia, las autoridades de varios países democráticos no han circunscrito sus decisiones únicamente al campo de las tecnologías. Los propios israelíes, por ejemplo, han visto que la crisis ha servido para que el primer ministro Benjamin Netanyahu decrete el cierre de todos los tribunales… incluido el que debe juzgarlo a él por acusaciones de corrupción.
Por su parte, los británicos, que tienen incrustada en su memoria melódica la certeza de que Britons never, never, never shall be slaves!, asisten a la realidad de que las fuerzas del orden, bajo la nueva ley de emergencia nacional, pueden multar a discreción si ven reunidas a dos personas en la calle, y que policías y oficiales de Inmigración pueden detener a alguien por estar infectado o por sospechas de estarlo, y recluirlo por un tiempo. “Es como un Estado policial”, se ha quejado Jonathan Sumption, exjuez del Tribunal Supremo.
“Ninguna de las tecnologías de seguimiento puede rastrear eficazmente el progreso de la enfermedad”
Peor, sin embargo, parece irles a los húngaros, cuyo primer ministro, Víktor Orbán, ha aprovechado el contexto y hecho aprobar, gracias a su mayoría parlamentaria, una ley que le permite gobernar por decreto sin límite temporal.
De temporales a ilimitadas
Ciertas experiencias sobre los poderes extraordinarios que asumen los gobiernos invitan a ser cautos respecto a la “temporalidad” de esas facultades. Fox-Cahn confiesa no tener ninguna razón para creer que las agencias gubernamentales, ansiosas por ampliar sus poderes en respuesta al coronavirus, estén dispuestas a dejarlos caducar una vez que se erradique la epidemia.
“Esto es básicamente cierto porque la amenaza del Covid-19 no desaparecerá sin más. Probablemente enfrentemos algún grado de riesgo en los próximos años. No podemos creer que los gobiernos hagan retroceder estas redes de vigilancia invasivas, simplemente porque digan que lo harán”.
El ejemplo, en su propio país: “Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 –señala–, EE.UU. puso en vigor la PATRIOT Act, que otorgó al gobierno amplios poderes de emergencia. Pero en vez de dejar que estos expiraran en 2005, fueron renovados, y vueltos a renovar, y ahora mismo pueden renovarse hasta 2024”.
“Lo que es aun peor –agrega Francesca Fanucci– es que la mayoría de las veces este cambio de poderes al Ejecutivo se aprueba con poca consulta de expertos, y mucho menos de la sociedad civil, y se está implementando sin supervisión independiente o revisión periódica de la asamblea parlamentaria”.
Lo que se implanta, cuesta arrancarlo. Un editorial de Le Monde lo ilustraba con el caso francés: “Una vez que se ha aplicado la restricción, es raro que el legislador vuelva a los textos más liberales. Adoptada al comienzo de la guerra de Argelia, la ley de 1955 sobre el estado de emergencia fue actualizada y adaptada, nunca derogada. Las disposiciones adoptadas en 2015 para hacer frente al terrorismo se han incorporado al derecho común”.
“El estado de emergencia sanitaria –añade el diario– es una primicia en nuestras democracias. Pero la amenaza de una nueva pandemia permanecerá grabada en la mente de la gente. Por lo tanto, la tentación será grande para los gobiernos de convertir lo provisional en definitivo”.
Por su parte, Jordi Nieva, catedrático de Derecho Procesal en la Universidad de Barcelona, lamenta la facilidad con que las autoridades implementan, en estos días, medidas restrictivas de los derechos fundamentales, así como la aquiescente actitud de los ciudadanos –algunos incluso muestran una activa complicidad como delatores de sus semejantes– ante todo ello.
“Muchos de los que ocupan cargos públicos –señala en un artículo en la Revista Catalana de Dret Públic–, sufren una tradicional e incomprensible amnesia a futuro, es decir, son incapaces de entender que no siempre estarán al mando, y que tras ellos, con completa seguridad, vendrán otros que aprovecharán lo que hicieron los anteriores, quién sabe con qué finalidades. Y que entonces, siendo ya de nuevo ciudadanos corrientes, no podrán hacer nada para impedirlo, sino simplemente sufrirlo como los demás”.

Google quiere ayudar, pero con datos anónimos

Para acopiar datos que puedan ayudar a vencer al virus, los gobiernos de más de 130 países pueden contar con el apoyo de gigantes tecnológicos. Google anunció recientemente que ayudaría a las autoridades de salud con el rastreo de los movimientos poblacionales, para lo que pondría a su disposición sus amplios registros.
También están las aplicaciones que utilizan el protocolo de Google, las cuales detectan la proximidad a otros móviles mediante Bluetooth.
Así lo ilustra el Wall Street Journal: una mujer se sienta cerca de un hombre en un banco del parque. Sus teléfonos emiten números de identificación anónimos y cada uno registra el número emitido por el otro. Si el hombre marca en la aplicación haber dado positivo al Covid-19, las claves de ese resultado suben a un servidor. La aplicación en el teléfono de la mujer detecta las claves de las personas en derredor que han dado positivo, y encuentra una coincidencia. Entonces, y sin que se le informe la identidad del infectado, le aparece en pantalla una guía sobre lo que debe hacer a continuación, como autoaislarse, notificar a los funcionarios de salud y hacerse el test.

viernes, 24 de abril de 2020

Policías intentan interrumpir una Misa.

Os pongo un vídeo italiano: dos carabinieri irrumpen en una Misa -¿os suena?- pero el cura no se deja intimidar.  
Cuando el alcalde se entera (Sgarbi, un personaje muy conocido en Italia), reacciona como se verá. 
Ese alcalde, que parece un poco “excesivo” en su reacción, es un gran intelectual, uno de los mejores historiadores del arte de Italia, no creáis que es una especie de "Jesús Gil". Me conforta enormemente ver que queda gente así, alcaldes así, en Europa.

jueves, 23 de abril de 2020

Marcos Mundstock, orador de Les Luthiers, fallecido ayer.




Un pequeño homenaje a su persona y a su buen humor.

1. Todo tiempo pasado fue anterior.

2. El que nace pobre y feo tiene grandes posibilidades de que al crecer se le desarrollen ambas condiciones.

3. El ego es ese pequeño argentino que todos llevamos dentro.

4. Si no puedes convencerlos, confúndelos.

5. Evite accidentes. Hágalo a propósito.

6. Lo importante es el dinero, la salud va y viene.

7. Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía.

8. No soy un completo inútil. Por lo menos sirvo de mal ejemplo.

9. Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.

10. Todo es relativo. El tiempo que dura un minuto depende del lado de la puerta del baño en que te encuentres.

11. El que es capaz de sonreír cuando todo le está saliendo mal es porque ya tiene pensado a quién echarle la culpa.

12. Toda cuestión tiene dos puntos de vista: el equivocado y el nuestro.

13. La verdad no es lo que importa, sino tener razón.

14. La pereza es la madre de todos los vicios, y como madre hay que respetarla.

lunes, 20 de abril de 2020

Los problemas éticos de la pandemia


Jürgen Habermas (CC Wolfram Huke)
En una larga entrevista concedida a Le Monde, el filósofo alemán Jürgen Habermas sostiene que la crisis del coronavirus nos ha situado ante graves desafíos éticos: el triaje en los hospitales desbordados y la decisión sobre cuándo levantar el confinamiento. En los dos casos, existe el peligro de responder a ellos con decisiones contrarias a la dignidad humana.
Por un lado, explica, ante la saturación de los servicios de salud, especialmente de las unidades de cuidados intensivos, los médicos pueden verse obligados a decidir a qué enfermos dar preferencia cuando no es posible atender a todos como se debería. Se pueden colar así, en los protocolos de clasificación, motivaciones utilitaristas, y los profesionales sentirse arrastrados a “comparar el valor de una vida humana con el valor de otra”, dando preferencia, por ejemplo, a los de menor edad frente a los mayores.
A juicio de Habermas, se debe evitar, en una situación tan grave como la que estamos viviendo, que sean las razones económicas las que determinen las decisiones sobre la salud de las personas. De otro modo, se conculcaría el deber de tratar igual a todos, con independencia del estatus, el origen y “la edad”, apunta el filósofo alemán. La ética exige que, en estas circunstancias trágicas, el médico tome sus decisiones “exclusivamente a tenor de indicios clínicos que permitan pensar que el tratamiento en cuestión tiene gran probabilidad de éxito”.
Cuándo terminar con el aislamiento social
Junto al triaje, la pandemia plantea otra cuestión que afecta especialmente a la dignidad humana: cuándo se debe poner fin al confinamiento. En este caso, son las autoridades las que deben resistirse a la “tentación utilitarista” al sopesar, “por un lado, los daños sociales y económicos y, por otro, las muertes que se pueden evitar”. Los políticos, dice Habermas, no deben levantar apresuradamente el aislamiento para aliviar la consiguiente crisis económica, si eso pone en peligro la vida de los ciudadanos. Pues los derechos fundamentales “prohíben que las autoridades públicas tomen decisiones que supongan la muerte de personas”.
De hecho, proteger a las personas es lo único que puede justificar la restricción de las libertades en una situación excepcional como la pandemia del coronavirus, que amenaza la vida y la integridad física de los habitantes del país.
Por otro lado, desde un punto de vista filosófico, Habermas cree que la crisis del Covid-19 ha servido para que la opinión pública tome conciencia de los límites del saber de los expertos, que en circunstancias como las actuales no pueden indicar con seguridad qué se ha de hacer. “El escenario en que se desarrolla una acción política sumida en la incertidumbre pocas veces se ha puesto de manifiesto de una manera tan clara”.
Habermas, que ha firmado con otras personalidades (Joschka Fischer, Volker Schlöndorff, Daniel Cohn-Bendit, Margarethe von Trotta…) un manifiesto en el que piden a los países del norte de Europa solidaridad con los del sur, se muestra partidario de los “coronabonos”, que, en su opinión, ayudarían a asegurar la integridad monetaria. Frente a la política del gobierno alemán, menos sensible a las necesidades de los socios de la UE, cree que, justo en estos momentos, ningún país miembro puede desentenderse de lo que ocurre en otro.

jueves, 16 de abril de 2020

La Pandemia del COVID-19... una gran oportunidad ... Reflexiones

La pandemia que estamos padeciendo nos obliga a múltiples reflexiones acerca de la misma y del mundo en que vivimos. Lógicamente, lo más inmediato en estos momentos es el debate acerca de cómo empezó esto, cómo se ha propagado, si nos dimos cuenta, o no, con la debida prontitud de su gravedad, si se tomaron, o no, las medidas oportunas en su momento, cuál debe ser el reparto de responsabilidades, etc, etc,; pero no es menos lógico, levantar un poco nuestra mirada y analizar qué enseñanzas podemos obtener de esta crisis y que debemos aprender. 
En los últimos años, a través de diferentes portavoces, se han alzado voces llamando la atención acerca de los dos grandes fantasmas que amenazan a la humanidad; por una parte, una extinción rápida como consecuencia de un conflicto nuclear masivo, o un planeta tóxico debido a una debacle nuclear limitada; y por otra, una extinción más lenta como consecuencia de un calentamiento global descontrolado. Enfrentarse a estas amenazas exige un cambio global en nuestra forma y estilo de vida; llevar a cabo esta profunda transformación requiere un esfuerzo conjunto, el mayor de toda la historia de la humanidad, de planificación, modificación del sistema económico, investigación, inversión, educación pública y protección social.
Con esta visión en mente qué significado podemos dar a la actual crisis mundial provocada por el coronavirus…. todos sabemos que cuando se construye un puente, antes de abrirlo para su uso cotidiano, se le somete a pruebas de carga extrema para valorar su resistencia….esta pandemia ¿no podríamos suponerla como una prueba de carga, ante otras posibles y futuras pandemias incluso más agresivas que la actual?, o tal vez ¿no podría convertirse en una oportunidad para probar nuestra resistencia a posibles catástrofes naturales, o no, más destructivas que la pandemia actual? 
Indudablemente, nuestro forma de vida actual se ha visto sometida a un test de esfuerzo imprevisto; no ha sido un cataclismo nuclear o una consecuencia directa del calentamiento global, sino un pequeño microorganismo de una gran virulencia y capacidad de difusión, ¡algo impensable hace unos meses!. No podemos aceptar que volver a la "normalidad", sea, sencillamente, recuperar la "normalidad" previa a esta pandemia; esa "normalidad" ha mostrado demasiados puntos débiles como para demostrar que es un mecanismo eficaz de defensa de la humanidad. Debemos hacer un buen diagnóstico y sacar conclusiones para construir una nueva "normalidad" en la que nos podamos sentir protegidos frente a crisis que se ciernen sobre el futuro de la humanidad. 
Nuestro sistema sanitario público ha resistido, a duras penas, la embestida pero indudablemente tiene que ser reforzado; la consideración y tratamiento de las personas ancianas alojadas en las residencias, denominadas de mayores, debe ser revisado y profundamente reformado; tenemos que afrontar una mayor digitalización y difusión de los modernos sistemas de intercomunicación; tras la deslocalización de numerosas industrias durante los últimos años a otros países en busca de mayores beneficios económicos, se hace necesario, recuperar una producción propia de materiales básicos de supervivencia que elimine la dependencia de terceros países y un plan de almacena-miento logístico de dichos materiales en previsión de nuevos acontecimientos; hay que incentivar la investigación en todos los campos de la ciencia; ya que como se ha puesto de manifiesto, ninguna nación tiene la fortaleza económica suficiente para afrontar esta crisis, necesitamos reformar nuestras instituciones supranacionales haciéndolas más eficaces y solidarias; algo que también se ha hecho patente es la existencia de grandes desigualdades entre la población, consecuencia, del capitalismo neoliberal imperante en el que el mercado se muestra incapaz de corregir dichas desigualdades, y que en opinión de muchos economistas, como Thomas Piketty, Branco Milanovic y J.K. Galbraith, entre otros, necesita una profunda reforma con una mayor participación democrática, concluyendo que para que nuestro sistema económico siga funcionando es absolutamente necesario frenar la desigualdad.
Las lecciones que podemos extraer de esta pandemia son muchas y muy importantes y las conclusiones y su aplicación global deben alumbrar un orden nuevo económico y social; es mucho lo que nos jugamos, nada menos que nuestra supervivencia como especie humana. 

miércoles, 15 de abril de 2020

El cardenal Pell, absuelto

El Card. George Pell fue puesto en libertad el pasado 7 de abril, tras quedar exonerado de los abusos de menores de los que le acusó un hombre que de niño fue cantor del coro de la catedral de Melbourne. El Tribunal Supremo de Australia ha revocado la condena impuesta en diciembre de 2018 y confirmada después por la Corte de Apelaciones.
Los abusos habían ocurrido supuestamente a finales de 1996 y a principios de 1997, cuando Pell era arzobispo de Melbourne, al término de la misa dominical presidida por él, en la sacristía y en un pasillo cercano. No había más pruebas de cargo que el testimonio de una única víctima y acusador, que entonces tenía 13 años. Según este, también sufrió abusos otro antiguo miembro del coro, de la misma edad, pero el segundo no corroboró las acusaciones y murió antes de que comenzara el proceso.
Varios testigos de la defensa pusieron en duda que Pell hubiera tenido ocasión de cometer los abusos en esas circunstancias. Alegaron que Pell, después de la misa, acostumbraba detenerse para saludar a los fieles a la puerta de la catedral; que –como cualquier obispo– llegaba a la sacristía para quitarse los ornamentos litúrgicos acompañado de un asistente o maestro de ceremonias, y que en esos momentos había gente que entraba y salía de la sacristía. Sin embargo, el jurado y los jueces consideraron que el acusador era digno de crédito. (Los detalles del caso se pueden consultar en los artículos relacionados.)
Duda razonable
Pero el Tribunal Supremo afirma en su sentencia que “el jurado, juzgando racionalmente a la vista del conjunto de las pruebas, debería haber mantenido una duda sobre la culpabilidad del recurrente con respecto a cada uno de los cargos por los que fue condenado”.
“Existe una posibilidad significativa de que se haya condenado a una persona inocente, porque las pruebas no eran suficientes” (Tribunal Supremo de Australia)
También señala que los jueces de la Corte de Apelaciones vieron la grabación audiovisual de la declaración del denunciante, y su fallo –adoptado por mayoría, con un voto discrepante– lo calificó de “testigo convincente”. En cambio, no valoró de igual manera las alegaciones de los testigos favorables a Pell. Los jueces de la mayoría, dice el Tribunal Supremo, “estimaron que ningún testigo [de la defensa] pudo asegurar que esas rutinas y prácticas nunca dejaron de cumplirse”, y de ahí “concluyeron que el jurado no tuvo motivo para albergar una duda razonable sobre la culpabilidad del recurrente”.
El Supremo replica: “El análisis de los jueces [de la mayoría] omitió afrontar la cuestión de si (…) había una posibilidad razonable de que no hubieran tenido lugar los delitos”. Y, citando dos precedentes, afirma: “Existe una posibilidad significativa de que se haya condenado a una persona inocente, porque las pruebas no eran suficientes para determinar la culpabilidad con la certeza requerida por la ley”.
Único testigo
La sentencia del Supremo, decidida unánimemente por siete jueces, puede ser relevante con respecto al modo de juzgar causas en las que la acusación se basa en el solo testimonio de la persona que denuncia, lo que no es raro en casos de abusos o agresiones sexuales, no solamente a menores de edad. Para Chris Merritt, comentarista del diario The Australian, la absolución de Pell cuestiona los procedimientos que se siguen en el estado de Victoria, donde el cardenal fue juzgado.
En primer lugar, la ley de Victoria limita a la defensa la posibilidad de cuestionar al acusador. Esto se aprobó, señala Merritt, para proteger a quienes denuncian haber sufrido abusos o agresiones sexuales. Antes, los abogados defensores, para poner a prueba la credibilidad de la supuesta víctima, hurgaban en su vida privada.
En el caso Pell, la defensa no pudo interrogar al acusador ni acceder a documentos que podrían haber puesto en duda la credibilidad de este. Merritt destaca algo que no se supo en su momento, porque el juez prohibió publicar pormenores del proceso, a fin de evitar influencias en los miembros del jurado. Había unos informes sobre trastornos psicológicos por los que el querellante recibió tratamiento. El juez no permitió a la defensa de Pell acceder a ellos, ni tampoco que el jurado supiera que existían y que a los defensores se les había negado consultarlos.
En opinión de Merritt, Victoria debería plantearse cambiar esas normas procesales, quizá desequilibradas a favor de la acusación. Pero eso “no significa volver a los tiempos en que mujeres que denunciaban agresiones sexuales eran de hecho sometidas a juicio por su vida sexual”.
Merritt discute también la oportunidad de que haya jurado en casos como este, tan propicios al escándalo. El acusador de Pell ha estado siempre a cubierto de la curiosidad de la gente: no se ha revelado su identidad, declaró a puerta cerrada. En cambio, el cardenal, inevitablemente, ha sido objeto de abundantes comentarios, en buena parte desfavorables, en los medios de comunicación desde que la policía de Victoria comenzó a investigarle en 2013. Lo que los miembros de jurado no podían desconocer.
Por eso, el estado de Nueva Gales del Sur decidió que se pudiera juzgar sin jurado a las personas de especial notoriedad pública. Según Merritt, Victoria debería hacer lo mismo.

“No guardo rencor”
El cardenal Pell ha cumplido 13 meses de los 6 años de prisión a que fue condenado. Tras salir de la cárcel hizo pública una declaración donde dice: “No guardo rencor a mi acusador, y no quiero que mi absolución añada más dolor y amargura al dolor y amargura que tantos sienten”.
Después de recordar que siempre ha mantenido su inocencia y de calificar su condena de “grave injusticia”, señala: “Mi juicio no fue un referéndum sobre la Iglesia católica, ni un referéndum sobre el modo en que las autoridades eclesiásticas australianas afrontaron los delitos de pedofilia en la Iglesia. La cuestión era si yo había cometido tales crímenes, y no los cometí”.
Pell, de 78 años, se ha retirado a vivir junto a un monasterio de monjas carmelitas cerca de Melbourne.

sábado, 11 de abril de 2020

La Pandemia que reta a la sociedad

Hermenegildo de la Calle
En estos tiempos se habla mucho de solidaridad; la solidaridad está en boca de todos; se respira solidaridad en el ambiente y todos nos sentimos solidarios…. pero qué significado tiene y cómo se practica la solidaridad. Somos solidarios con alguien cuando nos adherimos y apoyamos sus actuaciones para conseguir un objetivo, estableciéndose una interrelación personal voluntaria y responsable apoyando los medios necesarios para conseguir el objetivo común que se estima beneficioso.  
En la actual pandemia de coronavirus, estamos sufriendo un impacto brutal en términos de salud, así como social y económico. El enemigo común es bien conocido, el coronavirus, y el objetivo actual está claro y no es otro que evitar su propagación entre las personas y sus posibles consecuencias. En estos momentos, a falta de un tratamiento eficaz o una vacuna contra el virus, el procedimiento que se ha mostrado más eficaz para contener el avance del virus y sus nefastas consecuencias es el aislamiento o confinamiento y el distanciamiento social, además de elementales medidas higiénicas. Pero para que el confinamiento sea eficaz se requiere el compromiso responsable e individual de llevarlo a cabo lo más estrictamente posible con el íntimo convencimiento de que de esta manera podemos alcanzar el doble objetivo de no contagiarnos y de no constituir una fuente de contagio para los demás.
Componentes emocionales a flor de piel, nos hacen ahora sentirnos solidarios con nuestro personal sanitario que lucha en primera fila contra el virus y con otros muchos colectivos profesionales, véase fuerzas de seguridad del Estado, militares, bomberos, transportistas, empleados de supermercados, servicios de limpieza, etc. etc. que nos protegen y aseguran los abastecimientos de productos de primera necesidad; podríamos decir que esta es una solidaridad obligada pero, digamos también, fácil de demostrar; la cuestión surge cuando las noticias nos dan cuenta de comportamientos claramente insolidarios, a todas luces minoritarios, pero en número significativo y en aumento. La insolidaridad surge cuando no se acatan las normas impuestas obligatoriamente para conseguir el objetivo deseado, en este caso, evitar la propagación del virus, convirtiéndonos así en potenciales propagadores de la infección y en un peligro para los demás. Actividades insolidarias son todas aquellas que son consecuencia de una interpretación retorcida y personal de la normativa, para la que muchos muestran una habilidad inusitada para encontrar resquicios y fisuras por las que poder burlar la norma, estableciendo el principio del "sálvese el que pueda"; esta es una práctica que aunque no secundada por la mayoría, sin embargo, encuentra, muchas veces, un nivel de tolerancia social incomprensible, amparando al listillo y al pícaro que hace de la trampa y el engaño una forma de vida, mientras la mayoría acata con disciplina la norma impuesta.
En países asiáticos, como Corea, China o Singapur las medidas de confinamiento han funcionado mejor que en Europa lo que ha contribuido al mejor control de la pandemia; como asegura Byung-Chul Han, filósofo coreano establecido en Berlín, en una publicación reciente, la población de estos países tiene "una mentalidad más autoritaria que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa". Las actitudes insolidarias son socialmente preocupantes; el virus tiende a aislarnos y nos individualiza, de forma que cada uno se preocupa de su propia supervivencia; la solidaridad debe ir más allá que el mero distanciamiento personal, tenemos que entender que cuidarnos individualmente incluye también cuidar de los otros, y que es necesario que nos planteemos racional-mente cambios de comportamiento y modificación de determinados hábitos como nuestra ilimitada y destructiva movilidad con objeto de protegernos a nosotros y a nuestro planeta.
La pandemia viral ha puesto de manifiesto que junto a comportamientos solidarios hay otros que practican la insolidaridad en plena crisis...... cuando esta crisis se supere y poco a poco vaya entrando en el oscuro mundo del olvido ¿qué quedará de la solidaridad de la que ahora tanto hacemos gala?

jueves, 9 de abril de 2020

¿POR QUÉ DIOS SE HACE HOMBRE Y MUERE EN LA CRUZ?

Por Fernando Hurtado



            Para profundizar en la Semana Santa todo lo que podamos, se hace necesario preguntarse por cuestiones que por oírlas tanto quizá nos parecen simples, y, sin embargo, son muy profundas e importantes ya que  encierran los contenidos esenciales de nuestra fe. ¿Por qué Dios se hace hombre? ¿Por qué Dios muere en la Cruz?

            San Anselmo (siglo XIII) explicaba en una famosa obra suya que Jesús se hizo hombre para morir por nosotros y librarnos de nuestros pecados. El pecado original y los pecados personales de los hombres, por la dignidad infinita del Dios ofendido –afirmaba San Anselmo- tenían un cierto valor infinito y, por tanto, el hombre no podía hacer nada para librarse de ellos.

             A primera vista, esa afirmación no parece presentar inconvenientes, pero no lo vio así Santo Tomás de Aquino, unos años más tarde. Santo Tomás corrigió a San Anselmo por sus afirmaciones. No era necesario que Dios se hiciera hombre ni que muriera por nosotros –afirmaba, y luego fue recogido como propio por el Magisterio de la Iglesia-  para que se perdonaran nuestros pecados. Lo que sucede es que Dios perdonó el pecado de una manera extremadamente perfecta, y además non consiguió otras muchas cosas de un valor muy superior al mismo perdón de las ofensas.   

            Veamos el asunto por partes. El bien mayor que Dios nos da –dice el Catecismo de la Iglesia- al tomar la naturaleza humana es hacernos hijos de Dios: queridísimos, dice el Apóstol San Juan, que ahora somos hijos de Dios; y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pues seremos semejantes a Él ya que le veremos tal cual es.

            Perdonar los pecados no significa convertirse en hijo de Dios. Ser hijo de Dios es un don infinitamente mayor. Significa que Jesucristo nos hace hermanos suyos con el Bautismo, que nace de su muerte en la Cruz. Y como somos hijos, como hemos sido metidos en la misma vida divina, como somos de la familia de Dios, hemos sido hechos herederos del Cielo, de la gloria.  Cuando veamos las procesiones de Semana Santa, aunque sean de otros años, y por televisión, pensemos en estas palabras del Evangelista San Juan:  no es que nos llamemos hijos de Dios, sino que lo somos.

            El Catecismo de la Iglesia Católica nos explica que haciéndose hombre y dando su vida por nosotros, Dios nos muestra que nos ama, y cuánto nos ama. Soy alguien a quien Dios mismo ama con un amor personal inconmensurable, hasta el punto que da su vida por mí. Tanto amó Dios al mundo –de nuevo tomamos el Evangelio- que nos entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna

            Esta afirmación –DIOS NOS AMA- que para un musulmán puede parecer que rebaja a Dios, y es por tanto blasfema, no nos puede parecer a nosotros los cristianos tan normal que no influya  en nuestras vidas.  Es lo que ha dado  sentido y fuerza a la vida de los cristianos, tantas veces heroica a lo largo de los siglos, y lo que les impulsaba a dar a conocer a Jesucristo y su Evangelio.

            Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre sino por Mí.   Otro de los motivos por el que Dios se hace hombre, y que el Catecismo resume así: Dios se hizo hombre para ser nuestro modelo de santidad. La vida cristiana por tanto no es un conjunto de normas, de indicaciones, de señalizaciones: no...  Es procurar vivir la misma vida de Jesús, y para eso nos fijamos en sus acciones, en sus palabras, en sus sentimientos, en cada cosa de su vida, pues todas tienen una importancia trascendental.

            Queridos amigos, lo que no debe suceder es que Dios se haga hombre, muera en la Cruz por nosotros, se quede en la Eucaristía, nos perdone los pecados, nos haya hablado “en directo”, y nosotros sigamos pensando que alcanzamos la salvación siendo simplemente honrados, cumpliendo exclusivamente los 10 mandamientos.  Moisés fue superado –aunque no eliminado- por el Dios hecho Hombre, Jesucristo, del que vamos a considerar -quizá en las mejores condiciones posibles- una vez más su Pasión, su Muerte y su Resurrección. El centro de la vida cristiana es Jesús, y ser cristiano es vivir y buscar -nos da su gracia para eso- ser semejante a Él.

            Por eso, el contenido central de la vida de Jesús es el contenido central de nuestra propia vida, y lo encontramos explicado de manera sencilla y sublime en el Evangelio. Allí, como decía un santo de nuestro tiempo, Josemaría Escrivá, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las circunstancias concretas de tu existencia. (...) En ese texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida

viernes, 3 de abril de 2020

¿Quién decide la educación de nuestros hijos?

Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Lo que proscribe la obligada neutralidad de los poderes públicos en el ámbito educativo es que se transmita esa formación desde un modelo antropológico y ético concreto
Tradicionalmente, la educación se consideró como un deber más que como un derecho. De ahí que las primeras declaraciones de derechos (la de Virginia, de 1776 y la francesa, de 1789) no hicieran referencia al derecho a la educación. Fue en la época de la Ilustración cuando se planteó la conveniencia de proporcionar una educación obligatoria. Dado que la tarea educativa había estado encomendada tradicionalmente a la Iglesia, en la ideología propia de la Ilustración se optó por prescindir de las confesiones religiosas para que la educación fuera asumida por el Estado. Fue así como, a raíz de la revolución francesa, el Estado asumió la gestión directa de la educación, que comenzó a concebirse como un servicio público. La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 incluyó, entre los derechos fundamentales, el de toda persona a la educación, debiendo ser, la instrucción elemental y fundamental, obligatoria y gratuita, pues tiene por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana (art. 26, 1 y 2). Y estableció que “los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”.

Principio de neutralidad

La configuración de la educación como un derecho-deber de toda persona, que debe prestar el Estado de forma gratuita (art. 27, 1 y 5 CE), implica un importante avance en el reconocimiento de los derechos humanos, pero también exige la asunción, por parte del Estado, de amplias competencias, en cuyo ejercicio queda investido de un considerable poder. En el ejercicio de la potestad que la legislación atribuye al gobierno, éste podría adoptar fórmulas de adoctrinamiento que, invadiendo el ámbito de la conciencia moral de los niños, fuera considerada como no respetuosa de las convicciones personales de los menores y/o de sus padres, sean religiosas, morales, éticas o filosóficas. Aquí es donde encaja, precisamente, el derecho fundamental que tienen los padres de elegir para sus hijos aquella educación moral y religiosa que sea conforme a las propias convicciones, derecho reconocido tanto por nuestra Constitución (art. 27, 3) como por numerosos textos y tratados internacionales, que garantiza un ámbito de autonomía e inmunidad, para que los padres puedan elegir esas enseñanzas o negarse a que sus hijos reciban las que contraríen sus convicciones. Este derecho constituye un límite a la potestad del Estado al regular el sistema educativo, que tiene que estar presidido por el principio de neutralidad.
La transmisión obligatoria de unas concretas enseñanzas carentes de la exigida neutralidad se llevó a cabo ya con la famosa Educación para la Ciudadanía, que incidía en la formación moral de los niños desde una concreta ideología y antropología, que no todos compartimos. Por ello, el Tribunal Supremo, en su sentencia de 11 febrero 2009 estableció que, al organizar el sistema educativo, el Estado debe respetar en todo caso el pluralismo, que es un valor superior del ordenamiento jurídico. “El Estado no puede llevar sus competencias educativas tan lejos que invada el derecho de los padres a decidir sobre la educación religiosa y moral de sus hijos” (FJ 9). La Administración educativa no está autorizada “a imponer o inculcar, ni siquiera de manera indirecta, puntos de vista determinados sobre cuestiones morales que en la sociedad española son controvertidas” (FJ 10). 
Para salvaguardar ese ámbito, desde la asociación Educación y Persona y la Federación España Educa en Libertad se elaboró un documento de consentimiento informado, que se distribuyó a padres y madres de toda España en marzo de 2009. En él, los padres solicitan información y manifiestan su consentimiento −o no− para que sus hijos asistan, en el centro escolar, a actividades (generalmente extracurriculares, como talleres, charlas, etc.) o reciban una formación impartida por personas ajenas al claustro de profesores, de contenido moral, sexual o ideológico, dado que esta formación se puede impartir desde perspectivas antropológicas, éticas y psicológicas muy diversas. Este documento lo han hecho suyo y difundido, en las pasadas semanas, alguna organización y un partido político, con la desafortunada denominación de pin parental. 

Núcleo de la discusión

La solicitud de información y consentimiento de los padres para actividades extracurriculares no es excepcional, y viene aplicándose en el ámbito escolar. De hecho, fue adoptada hasta fechas recientes, por administraciones educativas de Comunidades autónomas gobernadas por partidos de izquierda como Extremadura (vid. comunicación a los centros educativos de 16 octubre 2019) o Valencia. La polémica ha surgido cuando determinados lobbies y partidos políticos han visto peligrar sus pretensiones. La discusión se ha centrado en aquellas actividades, talleres o charlas, que contienen una formación afectivo-sexual, generalmente impartidas por asociaciones LGTBI (la misma Comunidad extremeña envió otro comunicado el 28 octubre 2019 para excluir, de la necesidad de consentimiento expreso, las actividades formativas sobre coeducación, educación afectivo-sexual, identidad o expresión de género o modelos de familia), cuando tienen lugar en la escuela pública, pues los centros con ideario religioso pueden hacerlo valer como cláusula de salvaguardia de su identidad religiosa y carácter propio ex art. 6 de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. Cabe recordar que la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales y sus entidades, en octubre de 2019, exigió al Ministerio de Educación y a las consejerías autonómicas que recuerden, a través de un documento escrito a sus centros educativos, la necesidad y obligatoriedad de implantar este tipo de formación en sus aulas y de ofrecerla a todos los alumnos, así como la retirada inmediata de las instrucciones que obligan a los centros a solicitar el consentimiento paterno para determinada formación.

Los padres, primeros responsables

Con independencia de la denominación del documento, nos encontramos ante una cuestión nuclear en que están en juego derechos y libertades fundamentales, de padres e hijos. Se acusa a los padres de intolerantes, de pretender cercenar la formación integral de sus hijos, y se apela a la obligación de los poderes públicos de velar por sus derechos. La estrategia es, ciertamente, perversa. Tanto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como la ministra de Educación, Isabel Celaá, han afirmado públicamente que el pin parental vulnera el derecho de niños y niñas a recibir una educación integral. Nada más torticero que hacer creer que son los padres quienes están privando a sus hijos del derecho a la educación, por lo que es el Estado quien debe asumir esa competencia. Craso error. Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, quienes deciden lo que es bueno para ellos. El Estado asume, de forma subsidiaria, la tarea, no de educarlos, sino de procurarles un puesto escolar, desde el respeto escrupuloso a la libertad de enseñanza y a la libertad religiosa y de conciencia. Y en base a esas libertades, el derecho a elegir la formación de los menores, en el ámbito religioso, moral e ideológico, es exclusivo de sus padres. 

El adoctrinamiento

La educación exige una formación en valores, tan necesaria hoy en día: la libertad, la igualdad y no discriminación, el respeto al otro, el pluralismo, la diversidad y la tolerancia hacia todos, valores que constituyen el sustrato moral del sistema constitucional. Es preciso y urgente educar a los niños en el reconocimiento y el respeto a la dignidad de toda persona. Y ello con independencia de cuál sea la concepción antropológica, de la sexualidad o la afectividad que se tenga. Lo que proscribe la obligada neutralidad de los poderes públicos en el ámbito educativo es que se transmita esa formación desde un modelo antropológico y ético concreto. Expresiones como “Lo que va a hacer que seas hombre o mujer no es que nazcas con unos genitales u otros, sino cómo te identificas tú” (taller de diversidad sexual impartido en un Instituto de Ciempozuelos a niños de 10 y 11 años), “curiosidad ante el sexo anal: ¿hay división clara entre quienes desean penetrar y quienes desean ser penetrados?”, tener un número elevado de compañeros sexuales no tiene por qué tener connotaciones peyorativas” (Guía del colectivo COGAM para dar charlas en institutos), o “la escuela debe impulsar una educación afectivo-sexual basada en la atracción”, “enseñar la satisfacción y disfrute sexual en solitario” (Programa Skolae, del gobierno de Navarra) exceden la mera formación objetiva y neutral y constituyen adoctrinamiento en toda regla. 

Límites a la acción educativa

No son homófobos o machistas los padres que, en su libertad, quieren educar a sus hijos en una concepción antropológica y de la afectividad distinta a la impuesta por la ideología LGTBI. Los postulados ideológicos de la ideología de género constituyen un concreto modo de concebir al hombre y la sexualidad, con importante repercusión moral, pero no es el único. Por ello, podrá informarse a los menores, sobre diversos modos de concebir al hombre, o los distintos modelos de familia que la ley reconoce, pero la valoración moral que merecen las conductas, lo que es bueno y lo que es malo, forma parte de las convicciones ideológicas, religiosas y morales, sobre las que solo los padres pueden decidir. Como ha señalado el Tribunal Supremo español, los derechos consagrados en los arts. 16,1 y 27,3 de la Constitución, se erigen en límite a la acción educativa del Estado. Los padres no deben permitir el adoctrinamiento moral de sus hijos por parte del Estado. Sea cual sea su ideología y sus creencias. Es la libertad lo que está en juego. n
Lourdes Ruano EspinaCatedrática de Derecho Eclesiástico del Estado. Presidenta de la Asociación Española de Canonistas. Facultad de Derecho, Universidad de Salamanca.

Máquinas de aislamiento

Meten a sus usuarios en un mundo cerrado de juegos y distracciones, en una burbuja, o en el mejor de los casos les acercan a personas que están lejos mientras que les alejan de quienes tienen cerca
Me escribe mi amigo Jaime D.: “Hoy he vuelto a viajar en el metro de Berlín y he podido observar el espectáculo de siempre: todas las manos ocupadas en viajar por el mundo con su Smartphone”.
Aquí en España pasa lo mismo, no solo en el metro, sino en la parada del autobús, en las familias, en los grupos de amigos en los bares o incluso en los espectáculos públicos. Los móviles son máquinas que separan de quienes están al lado, pues sirven precisamente “para desconectar”. Meten a sus usuarios en un mundo cerrado de juegos y distracciones, en una burbuja, o en el mejor de los casos les acercan a personas que están lejos mientras que les alejan de quienes tienen cerca.
Varias veces me ha pasado con alguno de mis vecinos −sobre todo, vecinas jóvenes− que al entrar en el ascensor, en lugar de hablar del tiempo como se había hecho siempre, sacan su smartphone para no tener que hablar con quien comparten el ascensor. El móvil se convierte en un escudo protector o en una escafandra silenciosa que les separa mágicamente de la persona que está apenas a dos palmos.
En estos últimos tiempos estoy desarrollando una estrategia anti-aislamiento: consiste en sonreír. Cuando voy por la calle o, sobre todo, por los pasillos de la Universidad me empeño en sonreír a los que me cruzo y, de ordinario, sorprendidos, me devuelven la sonrisa. Cuando esto ocurre me parece siempre una victoria de la humanidad sobre ese trágico aislamiento en el que nos están encerrando las máquinas.
Jaime Nubiola

Nivel récord de infelicidad

 P or MARK GILMAN, The Epoch Times en español Según Gallup, el aislamiento es uno de los principales problemas que afectan la felicidad de l...