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jueves, 27 de septiembre de 2012

Para los que han estado en Tierra Santa y para todos

Por J. Gil

Cumplido el tiempo de la purificación de la Madre, según la Ley de Moisés, es preciso ir con el Niño a Jerusalén para presentarle al Señor (Santo Rosario, IV misterio gozoso). 

Vista del Monte del Templo desde el “Dominus Flevit”: el lugar donde, según la tradición, Jesús anunció que el templo sería destruido. FOTO: LEOBARD HINFELAAR
Vista del Monte del Templo desde el “Dominus Flevit”: el lugar donde, según la tradición, Jesús anunció que el templo sería destruido. FOTO: LEOBARD HINFELAAR

Para un cristiano, la Ciudad Santa reúne los recuerdos más preciosos del paso por la tierra de Nuestro Salvador, porque en Jerusalén Jesús murió y resucitó de entre los muertos. Fue también escenario de su predicación y milagros, y de las horas intensas que precedieron a su Pasión, en las que instituyó la locura de Amor de la Eucaristía. En ese mismo lugar –el Cenáculo– nació la Iglesia que, reunida en torno a María, recibió el Espíritu Santo el día de Pentecostés.

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El torrente Cedrón desde el Monte de los Olivos.  FOTO: ALFRED DRIESSEN
El torrente Cedrón desde el Monte de los Olivos. FOTO: ALFRED DRIESSEN

Historia de la Ciudad Santa

Pero el protagonismo de Jerusalén en la historia de la salvación ya había comenzado mucho antes, con el reinado de David, entre los años 1010 y 970 antes de Cristo. Por su situación topográfica, la ciudad había permanecido durante siglos como un enclave del pueblo jebuseo inexpugnable para los israelitas en su conquista de la tierra prometida. Ocupaba la cima de una serie de colinas dispuestas como peldaños en orden ascendente: en la parte sur de la zona más elevada –conocida todavía hoy con los nombres de Ofel o Ciudad de David–, se encontraba la fortaleza jebusea; en la parte norte, el monte Moria, que la tradición judía identificaba con el lugar del sacrificio de Isaac (Cfr. Gn 22, 2; y 2 Cro 3, 1). 

El macizo, con una altura media de 760 metros sobre el nivel del mar, estaba rodeado por dos torrentes profundos: el Cedrón por el lado oriental –que separa la ciudad del monte de los Olivos–, y el Ginón o Gehenna por el oeste y el sur. Los dos se unían con un tercero, el Tiropeón, que atravesaba las colinas de norte a sur.


Cuando David tomó Jerusalén, se estableció en la fortaleza y realizó diversas construcciones (Cfr. 2 Sam 5, 6-12), a la vez que la constituyó capital del reino. Además, con el traslado del Arca de la Alianza, que era el signo de la presencia de Dios entre su pueblo (Cfr. 2 Sam 6, 1-23.), y la decisión de edificar en honor del Señor un templo que le sirviera de morada (Cfr. 2 Sam 7, 1-7. También 1 Cro 22, 1-19; 28, 1-21; y 29, 1-9), la convirtió en el centro religioso de Israel. Según las fuentes bíblicas, su hijo Salomón empezó las obras del Templo en el cuarto año de su reinado, y lo consagró en el undécimo (Cfr. 1 Re 6, 37-38.), es decir, hacia el 960 a. C. Aunque no es posible llegar a las evidencias arqueológicas –por la dificultad de realizar excavaciones en esa zona–, su edificación y su esplendor están descritos con detalle en la Sagrada Escritura (Cfr. 1 Re 5, 15 – 6, 36; 7,13 – 8, 13; y 2 Cro 2, 1 – 5, 13).


Lugar de encuentro con Dios

El Templo era el lugar del encuentro con Dios mediante la oración y, principalmente, los sacrificios; era el símbolo de la protección divina sobre su pueblo, de la presencia del Señor siempre dispuesto a escuchar las peticiones y a socorrer a quienes acudieran a Él en las necesidades. Así queda manifiesto en las palabras que Dios dirigió a Salomón:
Gráfico de
Gráfico de "National Geographic"

Gráfico de "National Geographic": http://ngm.nationalgeographic.com

He escuchado tu oración y he elegido este lugar como Templo para mis sacrificios (...). Desde ahora mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la plegaria hecha en este lugar. Pues ahora he elegido y he santificado este Templo para que permanezca mi nombre en él eternamente, y mis ojos y mi corazón estarán siempre ahí. Si tú caminas en mi presencia como caminó tu padre David, cumpliendo todo lo que te he mandado y guardando mis normas y mis decretos, Yo consolidaré el trono de tu realeza como establecí con tu padre David: «No te faltará un descendiente como soberano de Israel». Pero si vosotros me abandonáis y no guardáis mis decretos y mis mandatos como os he propuesto, sino que seguís y dais culto a otros dioses, y os postráis ante ellos, Yo os arrancaré de la tierra que os he dado, apartaré de mi vista el Templo que he consagrado a mi nombre y haré de vosotros motivo de burla y de fábula entre todos los pueblos. Este Templo, que era tan excelso a los ojos de los que pasaban ante él, se convertirá en ruinas (2 Cro 7, 12-21. Cfr. 1 Re 9, 1-9). 

La historia de los siguientes siglos muestra hasta qué punto se cumplieron estas palabras. Tras la muerte de Salomón, el reino se dividió en dos: el de Israel al norte, con capital en Samaría, que fue conquistado por los asirios en el año 722 a. C.; y el de Judá al sur, con capital en Jerusalén, que fue sometido a vasallaje por Nabucodonosor en el 597. Su ejército arrasó finalmente la ciudad, incluido el Templo, en el año 587, y deportó la mayor parte de la población a Babilonia.

Antes de esta destrucción de Jerusalén, no faltaron los profetas enviados por Dios que denunciaban el culto formalista y la idolatría, y urgían a una profunda conversión interior; también después recordaron que Dios había condicionado su presencia en el Templo a la fidelidad a la Alianza, y exhortaron a mantener la esperanza en una restauración definitiva. De este modo, fue creciendo la convicción inspirada por Dios de que la salvación llegaría por la fidelidad de un siervo del Señor que obedientemente tomaría sobre sí los pecados del pueblo.

El segundo templo y la llegada de los romanos

No tuvieron que pasar muchos años para que los israelitas sintieran de nuevo la protección del Señor: en el año 539 a. C., Ciro, rey de Persia, conquistó Babilonia y les dio libertad para que regresaran a Jerusalén. En el mismo lugar donde había estado el primer Templo, se edificó el segundo, más modesto, que fue dedicado en el año 515. La falta de independencia política durante casi dos siglos no impidió el desarrollo de una intensa vida religiosa. Esta relativa tranquilidad continuó tras la invasión de Alejandro Magno en el 332 a. C., y también durante el gobierno de sus sucesores egipcios, la dinastía ptoloméica. 
Gráfico: J. Gil
Gráfico: J. Gil

La situación cambió en el año 200 a. C., con la conquista de Jerusalén por parte de los Seléucidas, otra dinastía de origen macedonio que se había establecido en Siria. Sus intentos de imponer la helenización al pueblo judío, que culminaron con la profanación del Templo en el 175, provocaron un levantamiento. El triunfo de la revuelta de los Macabeos no sólo permitió restaurar el culto del Templo en el 167, sino que propició que sus descendientes, los Asmoneos, reinasen en Judea.

En el año 63 a. C., Palestina cayó en manos del general romano Pompeyo, dando inicio a una nueva época. Herodes el Grande se hizo nombrar rey por Roma, que le facilitó un ejército. En el 37, tras afianzarse en el poder por medios no exentos de brutalidad, conquistó Jerusalén y empezó a embellecerla con nuevas construcciones: la más ambiciosa de todas fue la restauración y ampliación del Templo, que llevó a cabo a partir del 20 a. C.
Los peregrinos solían llegar al templo por el suroeste.  FOTO: ALFRED DRIESSEN
Los peregrinos solían llegar al templo por el suroeste. FOTO: ALFRED DRIESSEN


La ruta de la Sagrada Familia al Templo

Zona de excavaciones arqueológicas al sur del Monte del Templo. Foto: Leobard Hinfelaar
Zona de excavaciones arqueológicas al sur del Monte del Templo. Foto: Leobard Hinfelaar
Santa María y san José habrían peregrinado a Jerusalén en su niñez, y por tanto ya conocerían el Templo cuando, cumplidos los días de su purificación, fueron con Jesús para presentarlo al Señor (Lc 2, 22). Eran necesarias varias horas para cubrir a pie o a lomos de cabalgadura los diez kilómetros que separan Belén de la Ciudad Santa. Quizá tendrían impaciencia por cumplir una prescripción de la que pocos sospechaban su verdadero alcance: «la Presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 529). Con el fin de recordar la liberación de Egipto, la Ley de Moisés ordenaba la consagración a Dios del primer hijo varón (Cfr. Ex 13, 1-2 y 11-16); sus padres debían rescatarlo mediante una ofrenda, que consistía en una cantidad de plata equivalente al jornal de veinte días. La Ley también determinaba la purificación legal de las madres después de haber dado a luz (Cfr. Lv 12, 2-8); María Inmaculada, siempre virgen, quiso someterse con naturalidad a este precepto, aunque de hecho no estaba obligada.


La ruta hasta Jerusalén sigue en ligero descenso la ondulación de las colinas. Cuando ya estaban cerca, desde algún recodo verían perfilado el monte del Templo en el horizonte. Herodes había hecho duplicar la superficie de la explanada construyendo enormes muros de contención –algunos de cuatro metros y medio de espesor– y rellenando las laderas con tierra o con una estructura de arcos subterráneos. Formó así una plataforma cuadrangular cuyos lados medían 485 metros en el oeste, 314 en el norte, 469 en el este y 280 en el sur. En el centro, rodeado a su vez de otro recinto, se levantaba el Templo propiamente dicho: era un bloque imponente, recubierto de piedra blanca y planchas de oro, con una altura de 50 metros.


El camino desde Belén iba a parar a la puerta de Jaffa, situada en el lado oeste de la muralla de la ciudad. Desde ahí, varias callejuelas llevaban casi en línea recta hasta el Templo. Los peregrinos solían entrar por el flanco sur. A los pies de los muros había numerosos negocios donde san José y la Virgen podían comprar la ofrenda por la purificación prescrita a los pobres: un par de tórtolas o dos pichones. Subiendo por una de las amplias escalinatas y cruzando la llamada Doble Puerta, se accedía a la explanada a través de unos monumentales pasillos subterráneos.


El pasadizo desembocaba en el atrio de los gentiles, la parte más espaciosa de aquella superficie gigantesca. Estaba dividido en dos zonas: la que ocupaba la ampliación ordenada por Herodes, cuyo perímetro exterior contaba con unos magníficos pórticos; y la que correspondía a la extensión de la explanada precedente, cuyos muros se habían respetado. Atronado siempre por rumores de multitudes, el atrio acogía indistintamente a cuantos querían congregarse en el lugar, extranjeros e israelitas, peregrinos y habitantes de Jerusalén. Este bullicio se mezclaría además con el ruido de los obreros, que seguían trabajando en muchas zonas aún sin terminar.
Mezquita de la Cúpula de la Roca. Foto: Alfred Driessen
Mezquita de la Cúpula de la Roca. Foto: Alfred Driessen

El recinto del Templo: el encuentro con Simeón

San José y la Virgen no se detuvieron allí. Atravesando por las puertas de Hulda el muro que dividía el atrio, y dejando atrás el soreg –la balaustrada que delimitaba la parte prohibida a los gentiles bajo pena de muerte–, finalmente llegaron al recinto del templo, al que se entraba por el lado oriental. Probablemente fue entonces, en el atrio de las mujeres, cuando el anciano Simeón se les aproximó. Había ido allí movido por el Espíritu (Lc 2, 27), seguro de que aquel día vería al Salvador, y lo buscaba entre la multitud. Vultum tuum, Domine, requiram! , repetía San Josemaría al final de su vida para expresar su afán de contemplación. 

Mentiría si negase que me mueve tanto el afán de contemplar la faz de Jesucristo.Vultum tuum, Domine, requiram. Buscaré, Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no "como en un espejo y bajo imágenes oscuras… sino cara a cara"(1 Cor, 13-12) (San Josemaría, Apuntes tomados en una reunión familiar, 10-IV-1974). 
Gráfico de
Gráfico de "National Geographic"


Por fin, Simeón reconoció al Mesías en el Niño, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: –Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra: porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos (Lc 2, 28-31).

«En esta escena evangélica –enseña Benedicto XVI– se revela el misterio del Hijo de la Virgen, el consagrado del Padre, que vino al mundo para cumplir fielmente su voluntad (cfr. Hb 10, 5-7). Simeón lo señala (...) y anuncia con palabras proféticas su ofrenda suprema a Dios y su victoria final (cfr. Lc 2, 32-35). Es el encuentro de los dos Testamentos, Antiguo y Nuevo. Jesús entra en el antiguo templo, él que es el nuevo Templo de Dios: viene a visitar a su pueblo, llevando a cumplimiento la obediencia a la Ley e inaugurando los tiempos finales de la salvación» (Benedicto XVI, Homilía en la celebración de las Vísperas de la fiesta de la Presentación del Señor, 2-II-2011).

Simeón bendijo a los jóvenes esposos y después se dirigió a Nuestra Señora: mira, este ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción –y a tu misma alma la traspasará una espada–, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones (Lc 2, 34-35). En el ambiente de luz y alegría que rodea la llegada del Redentor, estas palabras completan cuanto Dios ha ido dando a conocer: recuerdan que Jesús nace para ofrecer una oblación perfecta y única, la de la Cruz (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 529). En cuanto a María, «su papel en la historia de la salvación no termina en el misterio de la Encarnación, sino que se completa con la amorosa y dolorosa participación en la muerte y resurrección de su Hijo. Al llevar a su Hijo a Jerusalén, la Virgen Madre lo ofrece a Dios como verdadero Cordero que quita el pecado del mundo» (Benedicto XVI, Homilía durante la Misa en la fiesta de la Presentación del Señor, 2-II-2006).

Maqueta del Templo de Herodes que se encuentra en el Israel Museum. FOTO: ALBERTO PERAL- ISRAEL TOURISM.
Maqueta del Templo de Herodes que se encuentra en el Israel Museum. FOTO: ALBERTO PERAL- ISRAEL TOURISM.
La purificación de la Virgen

Todavía impresionados por las palabras de Simeón, a las que siguió el encuentro con la profetisa Ana, san José y la Virgen se dirigirían a la puerta de Nicanor, situada entre el atrio de las mujeres y el de los israelitas. Subirían las quince gradas de la escalinata semicircular para presentarse ante el sacerdote, que recibiría las ofrendas y bendeciría a la joven esposa mediante un rito de aspersión. Con esa ceremonia quedó rescatado el Hijo y purificada la Madre.

–¿Te fijas?, escribió san Josemaría contemplando la escena. Ella –¡la Inmaculada!– se somete a la Ley como si estuviera inmunda.
¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios?
¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! –Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. –Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón. 
(Santo Rosario, IV misterio gozoso).

La Iglesia condensa los aspectos de este misterio en su oración litúrgica: “Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con el alma limpia” (Cfr. Misal Romano, Oración colecta en la fiesta de la Presentación del Señor).

La destrucción del Templo

Jesucristo había profetizado que del Templo no quedaría piedra sobre piedra (cfr. Mt 24, 2; Mc 13, 2; Lc 19, 44 y 21, 6). Esas palabras se cumplieron en el año 70, cuando fue incendiado durante el asedio de las legiones romanas. Cincuenta años más tarde, sofocada la segunda sublevación y expulsados los judíos de Jerusalén bajo pena de muerte, el emperador Adriano ordenó construir una nueva ciudad sobre las ruinas de la antigua. La llamó Aelia Capitolina. Sobre las ruinas del Templo, fueron levantados monumentos con las estatuas de Júpiter y del mismo emperador.

En el siglo IV, cuando Jerusalén se convirtió en una ciudad cristiana, se construyeron numerosas iglesias y basílicas en los Lugares Santos. Sin embargo, el monte del Templo quedó abandonado, aunque se permitió el acceso a los judíos un día al año para rezar a los pies del muro occidental, ante lo que se conoce todavía hoy como el muro de las Lamentaciones.

La expansión del islam, que llegó a Jerusalén en el 638, seis años después de la muerte de Mahoma, cambió todo. Los primeros gobernantes centraron su atención en la explanada del Templo. Según una tradición, Mahoma habría ascendido al cielo desde ahí. Pronto se construyeron dos mezquitas: en el centro, sobre el lugar que antaño podría haber ocupado el Santo de los Santos, la de la Cúpula de la Roca, terminada el año 691, que conserva aún la arquitectura original; al sur, donde estaba el mayor pórtico de la época de Herodes, la de Al-Aqsa, que se acabó en el 715, aunque ha sufrido varias restauraciones importantes a lo largo de su historia. 
Desde entonces, exceptuando los breves reinos de los cruzados de los siglos XII y XIII, los musulmanes siempre han detentado el derecho sobre el lugar: denominado Haram al-Sharif –el Santuario Noble-, lo consideran el tercero más sagrado del islam, después de la Meca y Medina. 

* * *

Los Hechos de los Apóstoles nos han transmitido numerosos testimonios de cómo los Doce y los primeros cristianos acudían al Templo para orar y dar testimonio de la resurrección de Jesús ante el pueblo (cfr. Hch 2, 46; 3, 1; 5, 12.20-25). Al mismo tiempo, se reunían en las casas para la fracción del pan (cfr. Hch 2, 42 y 46), es decir, para celebrar la Eucaristía: desde el inicio, eran conscientes de que «la época del templo ha pasado. Llega un nuevo culto en un templo no construido por hombres. Este templo es su Cuerpo, el Resucitado que congrega a los pueblos y los une en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre» (Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada de Jerusalén hasta la Resurrección, pp. 33-34).

martes, 25 de septiembre de 2012

De una pieza

María Luisa Ruiz-Jarabo, nació en Madrid en 1964. Hace 14 años tuvo un accidente esquiando fuera de pista en Sierra Nevada, como consecuencia del cual se quedó tetrapléjica, al seccionarse la médula espinal entre la cuarta y la quinta vertebra. Al recuperarse del coma inducido recuerda como su padre fue a visitarla y le dijo: "No sabemos que va a pasar pero estas en manos de Dios. Y me sentí tranquilísima, con paz. Porque Dios que es quien más me quiere va a decidir lo mejor para mi".
Tenía 33 años cuando su vida cambió por completo y tuvo que utilizar siempre silla de ruedas.

El actor gay Rupert Everett arremete contra los padres homosexuales

Carlos Fresneda (corresponsal) | Londres, El Mundo
Actualizado martes 18/09/2012

El actor británico Ruper Everett, símbolo y referente obligado para la comunidad gay, ha levantado una fuerte polémica después de haber declarado que no puede "pensar en nada peor que en ser educado por dos padres gays".

Everett, el actor de 'Shakespeare in Love', 'La boda de mi mejor amigo' y 'Algo casi perfecto', no sólo arremete contra los matrimonios gays que han buscando descendencia -como Elton John y su compañero David Furnish, orgullosos padres del pequeño Zachary-, sino que también repudia de su propia orientación sexual: "Salir del armario fue perjudicial para mi carrera", dice.

Everett ha realizado estas declaraciones durante una entrevista en el 'Magazine' del 'Sunday Times' en la que también ha intervenido su madre, Sara, de 77 años, quien no ha ocultado su frustración por no haber visto a su hijo casado "con una novia preciosa".

"Lo suyo es que los niños tengan un padre y una madre", declara Sara.

"Coincido con ella", asiente el hijo.

Everett no reniega a estas alturas de su condición, pero poco le falta: "No estoy hablando por boca de la comunidad gay".

Justo después, el actor confiesa que una de las peores cosas es ver a un niño educado por dos padres homosexuales. "Al menos ésa es mi opinión, sé que hay gente que no está de acuerdo conmigo".

Respuesta a sus palabras

"Lo que debería hacer Everett es salir un poco más y ver los hechos por sí mismos", replica Ben Summerskill, del grupo pro-derechos de los gays Stonewall. "No hay en absoluto ninguna evidencia de que los hijos de padres homosexuales sufran de alguna manera por el modo en que son educados".
Las declaraciones del actor han reactivado la campaña contra las bodas entre homosexuales en el Reino Unido, ahora que Escocia se propone legalizarlas a partir del 2013 y que el primer ministro, David Cameron, se propone extenderlas a todo el país antes de 2015.

Rupert Everett tenía en mente a la pareja formada por Elton John y David Furnish -el rostro más visible de los padres gays en Gran Bretaña- a la hora de expresar su fobia a los progenitores homosexuales.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Pero, ¿qué es la ética?


Por Antonio Argandoña, 
Catedrático de Economía Universidad de Barcelona, Profesor Ordinario del Iese.
Dados mis intereses, procuro leer todo lo que cae en mis manos que trate de la éticadesde el punto de vista de la economía liberal (liberal europeo, no norteamericano, que quiere decir, más bien, socialdemócrata). Por eso, me picó la curiosidad al saber de una reseña de James R. Otteson a un libro de David C. Rose, titulado The Moral Foundation of Economic Behavior (el libro es de Oxford University Press, 2011, y la reseña aparece en The Independent Reviewaquí, en inglés). Reconozco que no he leído el libro, de modo que hablo por boca del comentarista.
Me gusta la idea de que la economía de mercado necesita una ética. La tesis de que la economía es “amoral” me parece un error: si la gente aprende con sus acciones y con las acciones de los demás, después de cada decisión mía hay algo que cambia en mi interior: conocimientos, capacidades y actitudes. Los primeros y las segundas los podemos incluir en nuestro razonamiento económico, pero lo que he llamado actitudes va más allá. Y ese es el terreno de la ética. Decir que la economía no necesita de la ética es decir que el ser humano no aprende a evaluar sus propias acciones y las de los demás. Y esta es una afirmación muy fuerte que, me parece, contrasta con nuestra experiencia.
Rose, a juzgar por el comentario de Otteson, parece reducir la ética al cumplimiento del deber (Kant, probablemente). Estoy de acuerdo con él en que, a base de exhortacionesno se arreglan las cosas. Pero limitar la ética a un deber es claramente limitado. Si no se incluyen los aprendizajes que menciono antes, o sea, las virtudes, me parece que la ética se queda corta. Entre otras cosas porque, ¿qué significa que yo tengo un deber moral? ¿Ante quién? ¿Ante Dios? Entonces, ¿están exentos de la ética los que no creen en Dios? ¿Ante la sociedad? ¿Cómo se materializa mi deber ante la sociedad? ¿Por la ley? Pero la ley es insuficiente, llega tarde, admite excepciones, puede ser manipulada,… ¿Por la presión social? ¿Qué diferencia, entonces, la ética de la costumbre? ¿Y no puede ser manipulada la presión social, para que la gente se comporte como una minoría quiere? No necesito dar muchos ejemplos de esto último al lector, ¿no?
Rose parece encontrar la solución cuando se pregunta ”si el único objetivo social es lamaximización de la prosperidad general“. En definitiva, ese es el objetivo de laeconomía de mercado, en el que muchos no estarán de acuerdo. Pero, aunque todos nos pongamos de acuerdo sobre esto, ¿cómo podemos encontrar eso que nos lleva a la prosperidad general? Pues de acuerdo con lo que recomeinda la economía de mercado, sin (demasiadas) intervenciones públicas, ¿no? Pero, ¿funciona esto siempre? No, dice Rose, si falta la confianza. Y la confianza procede de la generalización de las conductas éticas. O sea que hemos cerrado el círculo: nos conviene ser éticos porque esto crea las condiciones sociales necesarias para la confianza, que nos hace falta para que el mercado funcione bien y aumente la prosperidad general. Prosperidad, ¿material? No parece haber otra, al menos en los comentarios de Otteson.
La solución, pues, parece estar en “promover una adhesión basada en principios a las prohibiciones sobre acciones moralmente negativas”. “El fundamento moral de la conducta económica es, según Rose, una norma de confiabilidad incondicional hecha posible por la preponderancia de personas que posean una ética de contención moral basada en deberes, pero no en una mera recomendación como deber moral”. Perdón por la frase, que queda confusa. Pero, en todo caso, no me gusta. Al menos por dos razones (y hay más, claro).
Una: es una ética “interesada”: es bueno para mí ser ético, porque esto permite que la sociedad me lleve a la maximización de mi bienestar (¿material?). Problema: si en una circunstancia concreta yo gano más con una conducta inmoral, ¿qué me impide hacerlo? Claro que reduciré el nivel de confianza en la sociedad, pero bueno, ¿y qué, si a mí me conviene esto? Otteson explica largamente que lo de no hacer mal a otros está muy bien en las relaciones personales, pero no vale en la conducta social (¿influencia de Hayek?). Mentir para quitarle dinero a un amigo o un cliente está mal, pero mentir para cobrar el seguro en caso de accidente de automóvil no está mal, dice, porque el daño que causo es mínimo, para una compañía de seguros que maneja millones de euros al año, y que ya cuenta, de alguna manera, con mi mentira. ¡Oh, cielos! ¿Dónde acaba lo permitido y dónde empieza lo inmoral? ¿Robar 10 euros a un pobre está muy mal, pero robar 100 euros a mi compañía de seguros es correcto? ¿No estoy contribuyendo al deterioro moral de la sociedad, a la pérdida de confianza generalizada? ¿Y no estoy aprendiendo a ser un ladrón, pequeño ladrón, claro, pero ladrón al fin y al cabo? Bueno, la ética del interés personal nos lleva a esta situación. ¿Es esto lo que queremos?
Y otra razón, para acabar. Esa ética es inherentemente inestable. Supongamos una sociedad en que todo el mundo dice siempre la verdad. Si yo digo una pequeña mentira, nadie se dará cuenta, porque todos esperan que todos digan la verdad. O sea que salgo ganando,y como el daño social que produzco es muy pequeño, esa mentira parece admisible. Pero otro aprenderá lo mismo, y un tercero,… hasta que la mayoría seamos mentirosos y nadie pueda fiarse de los demás,… de mod que habremos echado a perder la sociedad.
Ya he dicho antes que me parecía bien, es más, muy necesario, conectar la economía de mercado con la ética. Pero el intento de Rose, que Otteson aplaude, no me parece una buen vía. Sigamos pensando.

La madre de Justin Bieber recibió presiones para abortarle tras quedarse embarazada con 17 años

 Hace un año el cantante se confesó provida. Ahora es Pattie Mallette quien aporta un testimonio muy especial.

La revista Rolling Stone publicó en febrero de 2011 una entrevista conJustin Bieber donde el cantante, que tiene ahora 18 años, se mostraba tajante sobre la cultura de la muerte: "No creo en el aborto. Es como matar a un niño", dijo.

        Año y medio después, su madre va a aportar nuevos datos sobre la vida de la estrella juvenil del pop... cuando pudo frustrarse. Será este martes en Today Show, el magazine de cuatro horas que conduce Kathie Lee Gifford en la NBC. En la edición de esta semana entrevistará a Pattie Mallette, quien se quedó embarazada de Justin y decidió traerlo al mundo como madre soltera, aunque para ello tuvo que emplearse a fondo en todo tipo de trabajos de escasa remuneración.

        Según informa el blog del programa, el diálogo fue "increíblemente sincero", y entre muchos otros detalles contenidos en el libro de memorias que justifica la entrevista, Pattie, que tiene ahora 36 años, facilitó dos muy personales.

        Uno, que sufrió abusos sexuales en la adolescencia, hasta el punto de que intentó suicidarse, "una culminación tras años de abuso y de dolor", combinados con una depresión que acentuaban las drogas y el alcohol.

        Otro, algo que sucedió tiempo después, cuando se quedó embarazada de Jeremy Bieber, padre del cantante (casado con otra mujer, con la que tiene dos hijos). A Pattie, que tenía 17 años en ese momento, empezaron a presionarla para que abortara. Pero ella expresa en la entrevista con gran emotividad que, a pesar de las tremendas dificultades en las que se encontraba y de las presiones que sufrió, no consideró esa opción: "Yo sólo sabía que no podía. Yo sólo sabía que no podía. Yo sólo sabía que tenía que conservarlo y hacer las cosas lo mejor que pudiera. No sabía cómo iba a hacerlo, pero ¿sabes? lo que sí sabía es que no podía, que no podía abortar. Tenía que dar lo mejor de mí misma. Tenía que ver qué hacer. Y estaba dispuesta a hacer lo que hiciera falta".

        Y a base de esfuerzo demostró que era capaz de sacarlo adelante. Pero antes de eso, vino el parto. Pattie dice que la primera vez que oyó llorar a Justin, le pareció que era música lo que oía: "Sé que parece una locura, pero sonaba como si estuviese cantando. ¡De verdad! ¡Oh, Dios mío, era tan precioso, tan increíble! Yo sólo quería comérmelo...".

        Un entusiasmo que comparten ahora muchas de sus seguidoras, gracias a la valentía que mostró hace dieciocho años, ante las dificultades de la vida y frente a soluciones ´fáciles´, la señora Mallette.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Nunca es tarde para encontrar a Dios

Annie Lobert era prostituta. Pero un buen día, Dios apareció en su vida. Te animamos a que veas su testimonio y que conozcas cómo se convirtió al cristianismo y decidió acercarse a Dios y fundar una asociación para ayudar a las prostitutas a salir de ese tipo de vida.



lunes, 17 de septiembre de 2012

María Franco, creadora y directora de la Fundación Lo Que De Verdad Importa (LQDVI)

  Le diagnosticaron un cáncer y comenzó a preguntarse por el sentido de la vida. Fue entonces cuando cayó en sus manos el testimonio de Nicholas Fortsmann, quien, enfermo de cáncer, escribió sus últimas reflexiones sobre los asuntos que de verdad le importaban en la vida. Conmovida, María decidió que tenía que hacer algo para que, en especial los jóvenes, descubrieran lo esencial sin necesidad de pasar por la enfermedad o la desgracia, y creó su fundación (Loquedeverdadimporta.org), que organiza congresos gratuitos para preuniversitarios y universitarios en ocho ciudades españolas donde pueden escuchar testimonios impactantes que les hacen reflexionar sobre sus prioridades. 

¿Qué es lo que de verdad le importa?
Todas esas cosas y personas que a menudo no valoramos cuando las tenemos al alcance y el sentirte bien cada noche cuando repasas el día. A mí me ocurrió algo...

¿Qué le ocurrió?
A los 33 años tuve un cáncer. Mi hija pequeña tenía un añito, la mediana tres y la mayor cuatro. En esos momentos te das cuenta de lo que merece la pena en la vida; ya no hay pegas: todo te parece maravilloso.

¿Qué le pasó por la cabeza?
Que tenía que hacer algo con mi vida, ser útil, y creé una empresa para ayudar a comunicar proyectos solidarios. Estaba feliz, pero en el 2007, tomando un té con una amiga como estamos usted y yo ahora...

...
me contó que un amigo suyo, Nicholas Forts- mann, un multimillonario norteamericano a quien también le habían diagnosticado un cáncer y que tenía tres niños pequeños, había escrito un libro para ellos con sus reflexiones sobre lo que de verdad importa.

Murió.
Sí, y su viuda editó el libro para familiares y amigos. Me tocó profundamente, porque un cáncer se puede superar pero afortunadamente no se olvida.

Hay quien lo intenta a toda costa.
Cuando me dijeron que lo había superado fui a tirar las pastillas que estaban en el cuarto de baño, pero rectifiqué: "Aquí se quedan, para verlas cuando me ponga tontorrona", me dije, y ahí están todavía.

Buena medicina.
El diario de Fortsmann era el de un tipo normal con sus defectos y sus dudas de todo tipo, como tenemos todos, pero su perspectiva era la de alguien que sabe que ha llegado su fin. Lo que leí me llegó directo al corazón y decidí que debía hacer algo, que las personas no debían descubrir lo que de verdad importa en la vida cuando se están muriendo o cuando les ha ocurrido una tragedia.

Ya.
Y es que, además, eso que importa nos une a todos, tengas la edad que tengas y vengas de donde vengas; y cuanto antes lo descubras, mejor. Estaba decidida a hacer algo para ayudar a los jóvenes a reflexionar sobre ello.

Y nació su fundación.
De entrada, un congreso gratuito, Lo Que de Verdad Importa, en el que personas de manera testimonial les dicen: "Esto me ha pasado a mí, ojalá te sirva". Reservamos el palacio de la Castellana de Madrid con más miedo que otra cosa, recorrimos todas las universidades para ver si daban créditos a los jóvenes que asistieran y buscamos entidades que nos apoyaran económicamente.

Se llenó.
Sí, el primer año (2007) tuvimos una lista de espera de 5.000 jóvenes para escuchar a gente como Kyle Maynard, que nació sin brazos ni piernas y es campeón de lucha libre contra gente sin ninguna discapacidad.

Impactante.
Subió al escenario gateando, el primer comentario fue "pobrecito", pero cuando salieron de ahí querían ser Kyle Maynard: cero complejos, se come el mundo... Son testimonios que te llegan directos al corazón; ahí no hay filtros de nadie que intente venderte nada, pero no queremos que se convierta en un circo de desgracias superadas.

Es el peligro, sí.
Buscamos testimonios positivos. Y es muy bonito ver como todos los ponentes acaban siendo amigos, se convierten en una gran familia, muy implicados con el proyecto. Actualmente el congreso ya se celebra en ocho ciudades españolas, y los ponentes van rotando; cuando las han recorrido todas, insisten: "¿Para cuándo una ciudad nueva?".

Deben de trabajar mucho para organizar ocho congresos.
Somos cinco mujeres, y como también queremos llegar a los niños, organizamos otras actividades para ellos (Kliquers), en las que intentamos darles pautas para que desarrollen su personalidad. Trabajamos como bestias, pero como una de las cosas que de verdad importan es la familia, estamos en la oficina de 9 a 15 y por la tarde teletrabajamos.

¿Cuál es el premio?
Poder ir a los congresos. Los patrocinadores nos pidieron que fuéramos a sus empresas, así que desarrollamos una iniciativa de charlas para los empleados de las empresas. Y desde hace un año mantenemos contactos con varias organizaciones locales en países de África, como Guinea Ecuatorial y Etiopía, a los que mandamos jóvenes voluntarios a enseñar a los niños, pero obviamente reciben mucho más de lo que dan.

Suele ser así.
El 17 de septiembre llevaremos Lo Que De Verdad Importa a Ecuador y en noviembre a Chiapas (México). Recibimos cientos de peticiones de ciudades.

¿Qué ha aprendido?
A no juzgar. He tenido prejuicios con gente y empresas que al conocerlas se han disipado; he descubierto a los jóvenes: son solidarios, comprometidos y tolerantes. Y de cada uno de los ponentes (ya llevamos unos treinta) me ha llegado la capacidad de perdón y la humildad... Y he descubierto algo esencial.

¿...?
Cuando tienes una ilusión y te atreves a ir por ella, la propia vida te empuja y te protege. He oído a mucho agorero, pero el camino ha sido llano.


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