Páginas vistas

miércoles, 25 de junio de 2014

Para pensar: en la Economía y en los demás campos de la vida.

Un directivo no es un robot (nadie es un robot)

Por Antonio Argandoña, Catedrático de Economía Universidad de Barcelona

“Demasiados directivos siguen robóticamente las reglas en lugar de tomar decisiones con su cabeza y su corazón”, leo en una entrada del blog del Chartered Management Institute (aquí, en inglés). Estoy de acuerdo: dirigir es, para muchos, actuar de acuerdo con normas, con reglas… con el comportamiento burocrático que señaló Max Weber hace ahora un siglo, definiendo la cultura de la empresa moderna. La tentación es siempre la de más controles, más reglas… y menos ética, porque la ética no es (solo) la aplicación de reglas

Las reglas hacen falta, pero la ética es mucho más que eso: es también hacer el bien y desarrollar virtudes.

Esto depende, claro está, de las personas, pero me temo que también, y mucho, de las organizaciones. Y muchas organizaciones modernas actúan  del modo burocrático que he mencionado antes. Por eso, antes de aplicar una norma hay que pararse a pensar: ¿es esto lo que conviene hacer en este caso? Y esto vale, sobre todo, si alguien va a salir perjudicado a consecuencia de esa decisión.

Algo parecido leí también hace unos días en The Business Journal (aquí, en inglés): “para ser un líder ético debes aprender a romper las reglas”. La entrada empieza con un caso: una empresa está teniendo en su fábrica un fallo que va contra las normas 
medioambientales. Un directivo sugiere parar inmediatamente la planta; el otro le dice que antes de aplicar la norma hay que pensar si eso es lo que hay que hacer en ese caso

“Nadie nace sabiendo qué hay que hacer”, aclara el autor, “es una capacidad adquirida”, que exige años de experiencia, profundidad en la reflexión y la ayuda de mentores y asesores capacitados. Lo que los clásicos llamaban la virtud de la prudencia. 

domingo, 15 de junio de 2014

Era lesbiana y anticlerical... hasta que aquel chico la invitó a tomar café, a confiar y a perdonar

“Anna”, la fundadora de la web italiana Exhomovox.com, no da su nombre real pero sí cuenta su historia real, que recoge también Benedetta Frigeria en Tempi.it. 

Antes de octubre de 2013 Anna, de 25 años, era feminista, anti-clerical y lesbiana. Llevaba 6 años comprometida en una relación sexual con otra mujer.

Entonces conoció un chico, Marco, y todo cambió. “Yo misma digo hoy que mi historia es increíble”. Pero es la que es…

En octubre de 2013 Marco la invitó a tomar un café. "Yo no entendía por qué quería volver a verlo", explica. 

Más aún: “ya no podía ver en mi novia lo que siempre había buscado." 

Cuando por primera vez Marco y Anna se besaron, ella entendió que había pasado algo insólito hasta entonces en su vida. 




"Fue la primera vez que podía confiar en un hombre. No más miedos y celos”. 

Pero ¿de dónde viene ese “confiar” y toda la sanación y transformación y cambio que incluye eso? 

“Confío en Marco porque confiamos en Dios. Es Dios quien me ha permitido perdonar a mi padre y vivir felices. Nunca voy a dejar de darle las gracias por sacarme de la oscuridad y quiero mostrarlo a todos mis amigos… que ahora me odian".

Cuando Anna se dio cuenta de sus sentimientos por Marco quiso investigar, buscar más gente que hubiera pasado por algo similar. En Tempi.it encontró el testimonio de Francesca , también una lesbiana anticlerical que se enamoró de un hombre, está felizmente casada con él y ha encontrado la fe. 

“Me identifiqué con ella de inmediato y me aseguró que todo era verdad. Que yo no estaba sola y traté de reunir experiencias similares en un solo sitio, la web donde ahora escribo tantos ".

Anna, como Francesca, pudo rastrear el origen de su temor y odio a los hombres… en este caso, el odio al padre que la abandonó.

"Mi abuela me enseñó a rezar", recuerda. Pero los desacuerdos entre sus padres, provocaron que el padre abandonara a su madre. La madre de Anna, que tenía 27 años cuando fue abandonada, se alejó de la Iglesia. 

"Yo reaccioné tratando de aliviar el dolor de mi madre deprimida haciendo las veces de padre. Quería juguetes, ropa, cortes de pelo masculinos. Jugaba al fútbol, pasaba todo el tiempo con niños y crecí con abandono y extravío”.

Aunque el padre de Anna volvió a casa, la herida ya estaba hecha. "Estaba feliz, pero no perdonaba a mi padre. Odiaba a los hombres y no podía confiar en ellos". 

Por esto Anna, dice, buscó cobijo y afecto en las mujeres "de las que me sentía atraída". Tenía 17 años y “me enganché de Simona”.

"Los míos, por desgracia, aceptaron la triste situación. No hablábamos mucho en casa, pero al final esto parecía ser el mal menor en comparación con todas las cosas locas que hice, sin darme cuenta que en mi homosexualidad estaba la causa de mi malestar". 

"Yo era agresiva, llena de resentimiento; prefiero no describir todo lo que hice en el pasado y la violencia que contenía".

Con Marco descubrió el amor, la confianza y la fe cristiana que él tenía. Perdonar, confiar y nacer de nuevo iban juntos. Y el dogma repetido por el lobby gay (“se nace gay, te define, no es posible cambiar, es lo que eres…”) se mostró falso. Y no sólo en su caso, sino en muchos más que recoge en su web Exhomovox.com , asombrada.

Anna mantiene su web porque "he recibido una gracia” y quiere compartirla, quiere evitar que otros pasen el sufrimiento que ella pasó. ”Prefiero decir la verdad, que en un principio duele pero después libera”, asegura. 

Entrevista a Tamara Falcó

Belén Manrique

“¿Te parece si invocamos primero al Espíritu Santo?”, nos pide Tamara antes de comenzar la entrevista. Nos encontramos disfrutando de una coca-cola en una terraza del céntrico barrio madrileño de las Letras, con su perra Vanilla, que hace las delicias de los viandantes.

Momentos antes, la hemos acompañado a la librería San Pablo, donde quería hacerse con los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola para regalárselos a una amiga. Y es que Tamara está decidida a compartir el tesoro que ha descubierto con todo el que esté dispuesto a recibirlo.

- Comenzó su conversión tras leer la Biblia en el verano de 2011. ¿Qué aspectos de su vida vio reflejados en ella?
- Vi mi vida reflejada continuamente. Desde el Génesis vi lo que Dios había hecho conmigo: separar las luces de las sombras de mi vida.

Cada capítulo de la Biblia tiene un significado. Yo había estudiado religión en el colegio, pero no era mi momento para entenderla. Él es rey y Señor, y decide cuando estás preparado.

- ¿Estaba ya buscando a Dios?
- A Dios padre siempre le había tenido presente, pero como un Dios de muertos al que íbamos a ver solo cuando muriéramos; no sabía que estaba realmente presente en el día a día.

No conocía a Jesucristo, que es fundamental porque sin Él no se puede conocer a Dios ni saber qué es lo que quiere de ti.

Recuerdo haber pensado que si Jesús estuviera vivo, le seguiría, pero era algo que había pasado hacía 2000 años. Sin embargo, la Virgen me llevó a Jesús y empecé a descubrir al Dios vivo.

- Acudió a un retiro carismático con el padre Ghislain, ¿qué vivió allí?
- Fue como un máster en catolicismo; vi muy claro que el demonio existía, que actúa en nuestras vidas y la importancia de la confesión para cerrarle las puertas.

El padre Ghislain me impuso las manos y me habló directamente al corazón, sabía cosas de mi vida que era imposible que conociera un sacerdote canadiense que nunca había abierto un Hola.

Después del retiro comencé a ver los frutos, me empezó a apetecer muchísimo ir a misa y hacer oración.

- ¿Cómo había sido su relación con Dios durante su infancia y juventud?
- Me había bautizado y había hecho la primera comunión, y rezaba a Dios por las noches, pero una vez en el colegio me enfadé con un sacerdote, porque no me supo contestar a lo que yo necesitaba en ese momento.

Acudí a él para que me ayudara con una situación difícil y, al verle perdido, estando yo también ya perdida, me desilusioné y me reboté. Hasta entonces pensaba que los sacerdotes lo tenían que saber todo, sin darme cuenta de que también son humanos.

Pero en 1991, mi abuela materna se vino a vivir con nosotros desde Filipinas. Ella es muy religiosa, de misa diaria, y yo por entonces ni siquiera sabía que había misa todos los días, por lo que me chocaba mucho que ella fuera.

Estoy segura de que Dios la puso en la vida de mi familia para que rezara por nosotros con mayor intensidad, porque no rezas igual por una persona que se encuentra lejos de ti que si convives con ella.

Para mí fue como santa Mónica, la madre de san Agustín. Le debo parte de mi conversión.

- ¿Ha cambiado su vida desde que Dios ha entrado en ella?
- Radicalmente. No soy la misma de antes. Él está sanando, poco a poco, las heridas que acumulaba en el corazón. Ha ido sacando a la luz todas esas oscuridades que tenía en mi vida, de forma muy didáctica y muy suave.

- Y todo por pura gracia y por medio de la oración, porque no pertenece a ningún movimiento...
- Soy muy afortunada, porque se me ha ido poniendo en el camino todo lo que necesitaba.

Cuando he necesitado amigos cristianos, conocí al grupo de amigos con el que viajé al santuario de Medjugorje; me confirmé con la gente del Camino Neocatecumenal; también tengo amigos de la Obra y de los Legionarios de Cristo, ahora soy muy amiga de las Siervas del Hogar de la Madre, el fin de semana pasado estuve con las monjas de Iesu Communio...

Me fascina la diversidad de la Iglesia, todos los grupos que he conocido tienen cosas maravillosas...

Cuando hice las catequesis con los del Camino, me encantó ver que son como una familia, la forma tan sencilla, honesta y valiente que tienen de dar su testimonio: cómo cuentan cosas tan personales a personas desconocidas. estar en la Iglesia es precioso.

- ¿Cómo puede ser entonces que la Iglesia esté tan desprestigiada?
- No creo que eso sea cierto. Al principio solamente eran doce apóstoles, así que algo hemos conseguido. Es importante la función de los laicos, personas normales que se toman copas, van al gimnasio y, al mismo tiempo, llevan una vida activa dentro de la Iglesia.

Jesús era un hombre normal, no iba vestido de forma rara, si se tenía que perfumar se perfumaba, sabemos por las bodas de Caná que bebía copas,...

Al principio yo me ponía limitaciones muy estrictas, si un amigo me pedía que le acompañara a un concierto, pensaba que no podía ir porque tenía que hacer oración, pero mi director espiritual me ayudó a utilizar el sentido común.

Jesús sanaba en sábado, por lo que lo importante no es la rigidez, sino hacer lo que brote del corazón.

- ¿Ha cambiado su visión de la sexualidad?
- Muchísimo. Tú solo no puedes llevar una vida casta si Dios no te da la gracia, aunque las tentaciones siempre existen.

Cuando empezó mi conversión, tenía novio y no estaba dispuesta a dejar de tener relaciones con él. Pero justo cuando yo estaba asistiendo a las catequesis de confirmación, le ofrecieron un trabajo en Italia y la relación se acabó de manera natural.

Las cosas de Dios no ocurren de forma traumática ni forzada; si Él lo quiere, lo hace posible y llevadero.

Mi director espiritual actual me ha explicado los tres pasos del amor, y que la entrega total es el último paso. pero no habría podido salir de esas relaciones sin la fuerza de Dios.

Lo mismo ocurre con lo de la consagración, que me preguntan si me voy a consagrar o no. Si Dios no te da la gracia, vivir en un convento sería como estar en una cárcel, pero si Dios te quiere para estar ahí, será donde vas a ser feliz.

- ¿No le parece que ha tenido que renunciar a mucho?
- Al principio pensaba que ser cristiana me iba a suponer tener que renunciar a muchas cosas, no me daba cuenta de todo lo positivo que había.

Cuando estaba con un chico, dejaba todo a un lado y me entregaba totalmente a él, por lo que Dios quitó todo lo que había entre Él y yo, y me llenó de otra forma. Estoy segura de que me lo va a devolver, pero bien ordenado. No he dejado nada, al revés, lo he ganado todo.

Creo que estoy llamada al matrimonio y claro que echo de menos compartir mi vida con otra persona, pero sé que Dios tiene un plan para mí. Él no se olvida de nosotros en ningún momento, porque hasta cada uno de nuestros cabellos está contado.

- Es guapa y rica... ¿se necesita a Dios con una vida tan “perfecta”?
- Nada es perfecto sin Dios. Si Dios es el que hace todo perfecto, si no le tienes a Él, por mucho que tengas fama y dinero, no tienes nada. Mi vida era perfecta materialmente hablando, pero no espiritualmente. estas dos dimensiones se necesitan la una a la otra.

- Pero hay un Evangelio que dice que no se puede seguir a Jesús siendo rico...
- No, no. Dice: no podéis servir a dos señores, a Dios y al dinero. Creo que no hay que demonizar las cosas materiales, el problema no está en ellas, sino en buscar la felicidad en ellas.

Lázaro era rico y Jesús lo resucitó, pero la diferencia entre Lázaro y el joven rico es que este último no sigue a Jesús.

- ¿Cómo encaja la Tamara que reza el rosario y va a misa todos los días en el mundo glamuroso que le rodea?
- Todos necesitamos momentos de intimidad con el Señor que den orden a nuestra vida, pero tampoco te puedes quedar eternamente en el monte Tabor.

A ti te han dado una luz y Jesús te enseña que hay que salir y ser luz, porque hay muchísima oscuridad.

Aunque tampoco sirve de nada que salgas y seas la más borracha de la fiesta; pero incluso eso también tiene solución: te confiesas y a volver a empezar. No sabes por qué te está poniendo el Señor en esa fiesta, a lo mejor hay una niña que necesita que la lleves a misa, o a ese grupo de amigos tuyo cristiano que la va a acoger.

- ¿Ha notado algún cambio en la actitud hacia la fe de su entorno?
- Empiezo a ver pequeños cambios. Antes a nadie le importaba este tema, y ahora de repente todo el mundo me lo saca. Es como un cuento que quieren escuchar continuamente, veo la sed en la gente.

Si me hubiese salido todo bien desde el principio, estaría juzgando si los demás lo hacen bien o no, pero como el Señor me sacó de las mayores barbaridades, veo que se puede salir de todo.

Por eso, cuando vienen amigos a pedirme ayuda, sé que mi labor no es juzgarlos, sino darles esperanza y decirles que Dios es amor. Es lo mejor que tengo.

- ¿Qué diría a alguien que, como usted, siente ese vacío, busca y no encuentra?
- Yo puedo hablarles, pero el Señor tiene que hacer primero su labor de abrir el corazón.

Recuerdo que el actor mexicano Eduardo Verástegui se sentó a mi lado en una cena y me contó su con- versión. Yo pensé: “qué bien por él”, porque en ese momento no tenía nada que ver conmigo.

La persona tiene que estar buscando. Pero todo el que busca a Dios lo encuentra, como está escrito: “Llamad y se os abrirá”.

viernes, 13 de junio de 2014

Entrevista al papa Francisco en "La Vanguardia", Barcelona, España





"Nuestro sistema económico mundial ya no se aguanta", dice el Obispo de Roma | "No soy ningún iluminado; no traje bajo el brazo ningún proyecto personal", asegura | "Descartamos toda una generación por mantener un sistema que no es bueno", opina respecto a los jóvenes parados


“Los cristianos perseguidos son una preocupación que me toca de cerca como pastor. Sé muchas cosas de persecuciones que no me parece prudente contarlas aquí para no ofender a nadie. Pero en algún sitio está prohibido tener una Biblia o enseñar catecismo o llevar una cruz... Lo que sí quiero dejar claro una cosa: estoy convencido de que la persecución contra los cristianos hoy es más fuerte que en los primeros siglos de la Iglesia. Hoy hay más cristianos mártires que en aquella época. Y no es por fantasía, es por números".

El papa Francisco nos recibió el pasado lunes en el Vaticano –un día después de la oración por la paz con los presidentes de Israel y Palestina– para esta entrevista en exclusiva con "La Vanguardia". El Papa estaba contento de haber hecho todo lo posible por el entendimiento entre israelíes y palestinos.

La violencia en nombre de Dios domina Oriente Medio.

Es una contradicción. La violencia en nombre de Dios no se corresponde con nuestro tiempo. Es algo antiguo. Con perspectiva histórica hay que decir que los cristianos, a veces, la hemos practicado. Cuando pienso en la guerra de los Treinta Años, era violencia en nombre de Dios. Hoy es inimaginable, ¿verdad? Llegamos, a veces, por la religión a contradicciones muy serias, muy graves. El fundamentalismo, por ejemplo. Las tres religiones tenemos nuestros grupos fundamentalistas, pequeños en relación a todo el resto.

¿Y qué opina del fundamentalismo?

Un grupo fundamentalista, aunque no mate a nadie, aunque no le pegue a nadie, es violento. La estructura mental del fundamentalismo es violencia en nombre de Dios.
Algunos dicen de usted que es un revolucionario.

Deberíamos llamar a la gran Mina Mazzini, la cantante italiana, y decirle “prendi questa mano, zinga" y que me lea el pasado, a ver qué (risas). Para mí, la gran revolución es ir a las raíces, reconocerlas y ver lo que esas raíces tienen que decir el día de hoy. No hay contradicción entre revolucionario e ir a las raíces. Más aún, creo que la manera para hacer verdaderos cambios es la identidad. Nunca se puede dar un paso en la vida si no es desde atrás, sin saber de dónde vengo, qué apellido tengo, qué apellido cultural o religioso tengo.
Usted ha roto muchos protocolos de seguridad para acercarse a la gente.

Sé que me puede pasar algo, pero está en manos de Dios. Recuerdo que en Brasil me habían preparado un papamóvil cerrado, con vidrio, pero yo no puedo saludar a un pueblo y decirle que lo quiero dentro de una lata de sardinas, aunque sea de cristal. Para mí eso es un muro. Es verdad que algo puede pasarme, pero seamos realistas, a mi edad no tengo mucho que perder.

¿Por qué es importante que la Iglesia sea pobre y humilde?

La pobreza y la humildad están en el centro del Evangelio y lo digo en un sentido teológico, no sociológico. No se puede entender el Evangelio sin la pobreza, pero hay que distinguirla del pauperismo. Yo creo que Jesús quiere que los obispos no seamos príncipes, sino servidores.

¿Qué puede hacer la Iglesia para reducir la creciente desigualdad entre ricos y pobres?

Está probado que con la comida que sobra podríamos alimentar a la gente que tiene hambre. Cuando usted ve fotografías de chicos desnutridos en diversas partes del mundo se agarra la cabeza, no se entiende. Creo que estamos en un sistema mundial económico que no es bueno. En el centro de todo sistema económico debe estar el hombre, el hombre y la mujer, y todo lo demás debe estar al servicio de este hombre. Pero nosotros hemos puesto al dinero en el centro, al dios dinero. Hemos caído en un pecado de idolatría, la idolatría del dinero. La economía se mueve por el afán de tener más y, paradójicamente, se alimenta una cultura del descarte. Se descarta a los jóvenes cuando se limita la natalidad. También se descarta a los ancianos porque ya no sirven, no producen, es clase pasiva… Al descartar a los chicos y a los ancianos, se descarta el futuro de un pueblo porque los chicos van a tirar con fuerza hacia adelante y porque los ancianos nos dan la sabiduría, tienen la memoria de ese pueblo y deben pasarla a los jóvenes. Y ahora también está de moda descartar a los jóvenes con la desocupación. A mí me preocupa mucho el índice de paro de los jóvenes, que en algunos países supera el 50%. Alguien me dijo que 75 millones de jóvenes europeos menores de 25 años están en paro. Es una barbaridad. Pero descartamos toda una generación por mantener un sistema económico que ya no se aguanta, un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como han hecho siempre los grandes imperios. Pero como no se puede hacer la Tercera Guerra Mundial, entonces se hacen guerras zonales. ¿ Y esto qué significa? Que se fabrican y se venden armas, y con esto los balances de las economías idolátricas, las grandes economías mundiales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente se sanean. Este pensamiento único nos quita la riqueza de la diversidad de pensamiento y por lo tanto la riqueza de un diálogo entre personas. La globalización bien entendida es una riqueza. Una globalización mal entendida es aquella que anula las diferencias. Es como una esfera, con todos los puntos equidistantes del centro. Una globalización que enriquezca es como un poliedro, todos unidos pero cada cual conservando su particularidad, su riqueza, su identidad, y esto no se da.

¿Le preocupa el conflicto entre Catalunya y España?

Toda división me preocupa. Hay independencia por emancipación y hay independencia por secesión. Las independencias por emancipación, por ejemplo, son las americanas, que se emanciparon de los estados europeos. Las independencias de pueblos por secesión es un desmembramiento, a veces es muy obvio. Pensemos en la antigua Yugoslavia. Obviamente, hay pueblos con culturas tan diversas que ni con cola se podían pegar. El caso yugoslavo es muy claro, pero yo me pregunto si es tan claro en otros casos, en otros pueblos que hasta ahora han estado juntos. Hay que estudiar caso por caso. Escocia, la Padania, Catalunya Habrán casos que serán justos y casos que no serán justos, pero la secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa hay que tomarla con muchas pinzas y analizarla caso por caso.

La oración por la paz del domingo no fue fácil de organizar ni tenía precedentes en Oriente Medio ni en el mundo. ¿Cómo se sintió usted?

Sabe que no fue fácil porque usted estaba en el ajo y se le debe gran parte del logro. Yo sentía que era algo que se nos escapa a todos. Acá, en el Vaticano, un 99% decía que no se iba a hacer y después el 1% fue creciendo. Yo sentía que nos veíamos empujados a una cosa que no se nos había ocurrido y que, poco a poco, fue tomando cuerpo. No era para nada un acto político –eso lo sentí de entrada– sino que era un acto religioso: abrir una ventana al mundo.

¿Por qué eligió meterse en el ojo del huracán que es Oriente Medio?

El verdadero ojo del huracán, por el entusiasmo que había, fue la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro el año pasado. A Tierra Santa decidí ir porque el presidente Peres me invitó. Yo sabía que su mandato terminaba esta primavera, así que me vi obligado, de alguna manera, a ir antes. Su invitación precipitó el viaje. Yo no tenía pensando hacerlo.

¿Por qué es importante para todo cristiano visitar Jerusalén y Tierra Santa?

Por la revelación. Para nosotros, todo empezó ahí. Es como “el cielo en la tierra”, un adelanto de lo que nos espera en el más allá, en la Jerusalén celestial.

Usted y su amigo el rabino Skorka se abrazaron frente al muro de las Lamentaciones. ¿Qué importancia ha tenido este gesto para la reconciliación entre cristianos y judíos?

Bueno, en el Muro también estaba mi buen amigo el profesor Omar Abu, presidente del Instituto del Diálogo Interreligioso de Buenos Aires. Quise invitarlo. Es un hombre muy religioso, padre de dos hijos. También es amigo del rabino Skorka y los quiero a los dos un montón, y quise que esta amistad entre los tres se viera como un testimonio.

Me dijo hace un año que “dentro de cada cristiano hay un judío”.

Quizá lo más correcto sería decir que “usted no puede vivir su cristianismo, usted no puede ser un verdadero cristiano, si no reconoce su raíz judía”. No hablo de judío en el sentido semítico de raza sino en sentido religioso. Creo que el diálogo interreligioso tiene que ahondar en esto, en la raíz judía del cristianismo y en el florecimiento cristiano del judaísmo. Entiendo que es un desafío, una papa caliente, pero se puede hacer como hermanos. Yo rezo todos los días el oficio divino con los salmos de David. Los 150 salmos los pasamos en una semana. Mi oración es judía, y luego tengo la eucaristía, que es cristiana.

¿Cómo ve el antisemitismo?

No sabría explicar por qué se da, pero creo que está muy unido, en general, y sin que sea una regla fija, a las derechas. El antisemitismo suele anidar mejor en las corrientes políticas de derecha que de izquierda, ¿no? Y aún continúa. Incluso tenemos quien niega el holocausto, una locura.

Uno de sus proyectos es abrir los archivos del Vaticano sobre el holocausto.

Traerán mucha luz.

¿Le preocupa alguna cosa que pueda descubrirse?

En este tema lo que me preocupa es la figura de Pío XII, el papa que lideró la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial. Al pobre Pío XII le han tirado encima de todo. Pero hay que recordar que antes se lo veía como el gran defensor de los judíos. Escondió a muchos en los conventos de Roma y de otras ciudades italianas, y también en la residencia estival de Castel Gandolfo. Allí, en la habitación del Papa, en su propia cama, nacieron 42 nenes, hijos de los judíos y otros perseguidos allí refugiados. No quiero decir que Pío XII no haya cometido errores –yo mismo cometo muchos–, pero su papel hay que leerlo según el contexto de la época. ¿Era mejor, por ejemplo, que no hablara para que no mataran más judíos, o que lo hiciera? También quiero decir que a veces me da un poco de urticaria existencial cuando veo que todos se la toman contra la Iglesia y Pío XII, y se olvidan de las grandes potencias. ¿Sabe usted que conocían perfectamente la red ferroviaria de los nazis para llevar a los judíos a los campos de concentración? Tenían las fotos. Pero no bombardearon esas vías de tren. ¿Por qué? Sería bueno que habláramos de todo un poquito.

¿Usted se siente aún como un párroco o asume su papel de cabeza de la Iglesia?

La dimensión de párroco es la que más muestra mi vocación. Servir a la gente me sale de dentro. Apago la luz para no gastar mucha plata, por ejemplo. Son cosas que tiene un párroco. Pero también me siento Papa. Me ayuda a hacer las cosas con seriedad. Mis colaboradores son muy serios y profesionales. Tengo ayuda para cumplir con mi deber. No hay que jugar al papa párroco. Sería inmaduro. Cuando viene un jefe de Estado, tengo que recibirlo con la dignidad y el protocolo que se merece. Es verdad que con el protocolo tengo mis problemas, pero hay que respetarlo.

Usted está cambiando muchas cosas. ¿Hacia qué futuro llevan estos cambios?

No soy ningún iluminado. No tengo ningún proyecto personal que me traje debajo del brazo, simplemente porque nunca pensé que me iban a dejar acá, en El Vaticano. Lo sabe todo el mundo. Me vine con una valija chiquita para volver enseguida a Buenos Aires. Lo que estoy haciendo es cumplir lo que los cardenales reflexionamos en las Congregaciones Generales, es decir, en las reuniones que, durante el cónclave, manteníamos todos los días para discutir los problemas de la Iglesia. De ahí salen reflexiones y recomendaciones. Una muy concreta fue que el próximo Papa debía contar con un consejo exterior, es decir, con un equipo de asesores que no viviera en el Vaticano.

Y usted creó el llamado consejo de los Ocho.

Son ocho cardenales de todos los continentes y un coordinador. Se reúnen cada dos o tres meses acá. Ahora, el primero de julio tenemos cuatro días de reunión, y vamos haciendo los cambios que los mismos cardenales nos piden. No es obligatorio que lo hagamos pero sería imprudente no escuchar a los que saben.

También ha hecho un gran esfuerzo para acercarse a la Iglesia ortodoxa.

La ida a Jerusalén de mi hermano Bartolomé I era para conmemorar el encuentro de 50 años atrás entre Pablo VI y Atenágoras I. Fue un encuentro después de más de mil años de separación. Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica hace los esfuerzos de acercarse y la Iglesia ortodoxa lo mismo. Con algunas iglesias ortodoxas hay más cercanía que otras. Quise que Bartolomé I tuviera conmigo en Jerusalén y allí surgió el plan de que viniera también a la oración del Vaticano. Para él fue un paso arriesgado porque se lo pueden echar en cara, pero había que estrechar este gesto de humildad, y para nosotros es necesario porque no se concibe que los cristianos estemos divididos, es un pecado histórico que tenemos que reparar.

Ante el avance del ateísmo, ¿qué opina de la gente que cree que la ciencia y la religión son excluyentes?

Hubo un avance del ateísmo en la época más existencial, quizás sartriana. Pero después vino un avance hacia búsquedas espirituales, de encuentro con Dios, en mil maneras, no necesariamente las religiosas tradicionales. El enfrentamiento entre ciencia y fe tuvo su auge en la Ilustración, pero que hoy no está tan de moda, gracias a Dios, porque nos hemos dado cuenta todos de la cercanía que hay entre una cosa y la otra. El papa Benedicto XVI tiene un buen magisterio sobre la relación entre ciencia y fe. En líneas generales, lo más actual es que los científicos sean muy respetuosos con la fe y el científico agnóstico o ateo diga “no me atrevo a entrar en ese campo”.

Usted ha conocido a muchos jefes de Estado.

Han venido muchos y es interesante la variedad. Cada cual tiene su personalidad. Me ha llamado la atención un hecho transversal entre los políticos jóvenes, ya sean de centro, izquierda o derecha. Quizás hablen de los mismos problemas pero con una nueva música, y eso me gusta, me da esperanza porque la política es una de las formas más elevadas del amor, de la caridad. ¿Por qué? Porque lleva al bien común, y una persona que, pudiendo hacerlo, no se involucra en política por el bien común, es egoísmo; o que use la política para el bien propio, es corrupción. Hace unos quince años los obispos franceses escribieron una carta pastoral que es una reflexión con el título "Réhabiliter la politique". Es un texto precioso hace darte cuenta de todas estas cosas.

¿Qué opina de la renuncia de Benedicto XVI?

El papa Benedicto ha hecho un gesto muy grande. Ha abierto una puerta, ha creado una institución, la de los eventuales papas eméritos. Hace 70 años, no había obispos eméritos. ¿Hoy cuántos hay? Bueno, como vivimos más tiempo, llegamos a una edad donde no podemos seguir adelante con las cosas. Yo haré lo mismo que él, pedirle al Señor que me ilumine cuando llegue el momento y que me diga lo que tengo que hacer, y me lo va a decir seguro.

Tiene una habitación reservada en una casa de retiro en Buenos Aires.

Sí, en una casa de retiro de sacerdotes ancianos. Yo dejaba el arzobispado a finales del año pasado y ya había presentado la renuncia al papa Benedicto cuando cumplí 75 años. Elegí una pieza y dije “quiero venir a vivir acá”. Trabajaré como cura, ayudando a las parroquias. Ése iba a ser mi futuro antes de ser Papa.

No le voy a preguntar a quién apoya en el Mundial...

Los brasileros me pidieron neutralidad (ríe) y cumplo con mi palabra porque siempre Brasil y Argentina son antagónicos.

¿Cómo le gustaría que le recordara la historia?

No lo he pensado, pero me gusta cuando uno recuerda a alguien y dice: “Era un buen tipo, hizo lo que pudo, no fue tan malo”. Con eso me conformo.



lunes, 9 de junio de 2014

¿De grandes males, grandes bienes?

Alfonso Aguiló
Este es el pueblo viejo de Corbera d'Ebre, destruido durante la guerra civil española y que se conserva tal como quedo, para que no se nos olvide lo dañina que es la guerra... 

La aparente contradicción entre la bondad de Dios y la innegable existencia del mal en el mundo ha llevado a muchas personas a una actitud un tanto trágica. Niegan una realidad compleja porque no logran entenderla totalmente, y acaban en una visión de profundo pesimismo vital ante el escándalo que les produce esa presencia del mal. Algo parecido a la triste resignación de un enfermo que muriera en medio de terribles sufrimientos, negándose a tomar una medicina mientras explica con vehemencia que no comprende cómo una cosa tan simple puede curarle.
        Hay una idea que puede contribuir a entender mejor este misterio. Si hay una inteligencia divina, ordenadora del universo y omnipotente, ese Dios no permitiría el mal si no fuera a sacar de esos males -reales o aparentes- grandes bienes.
        —¿Cómo puede salir bien del mal...? ¿No es una contradicción?
        Hay que pensar, de entrada, que no sabes si ese mal que te ha venido ha podido librarte de otro mal peor y, por tanto, te ha supuesto un bien.
        Quizá, por ejemplo, ese pinchazo que te ha impedido llegar a una cita importante y te ha hecho perder una buena oferta de trabajo, a lo mejor ha sido un contratiempo que ha impedido un accidente que habrías tenido en ese trayecto; o te ha librado de inconvenientes en ese puesto de trabajo que tú desconocías; o te ha permitido encontrar luego otro trabajo mejor. Y sin embargo, quizá estés muy enfadado y no veas ninguna lógica en ello, y pienses que se trata de un acto de crueldad por parte de Dios.
        Cuando un hombre intenta hacer el bien a su prójimo, hace directamente el bien. En cambio, cuando obra mal, hace directamente ese mal; pero es un mal que Dios aprovecha para sacar otro bien, según sus planes sapientísimos que tiene trazados desde la eternidad.
        Más ejemplos. Piensa en una persona que es habitualmente ruin y egoísta, pero que con ese mal produce un bien en otro compañero que, por reacción ante esa actitud tan desagradable, hace un firme propósito de no caer en esas actitudes. O una empresa que despide injustamente a uno de sus empleados y, sin saberlo, le aleja con eso de un peligro cierto de corrupción en el que estaba a punto de caer. O un conductor temerario que atropella a una persona, y la larga convalecencia sirve para unir a la familia del accidentado.
        La vida es misteriosa. ¿Cuántas veces al cerrarse una puerta –que parecía la elegida para nosotros– no se nos abre otra aún mejor? Esas consecuencias buenas de los males, a veces se ven al poco tiempo. En otros casos, tardan más. O no llegamos siquiera a conocerlas nunca. Pero eso no significa que no puedan existir.
        Todo esto no quiere decir que el mal deje de serlo, o que deje de tener gravedad, o importancia. El mal existe, y Dios sacará bienes de nuestras maldades, pero no tenemos que ver en esto una excusa para continuar haciéndolas. Cuando, por ejemplo, la Iglesia afirma que la Crucifixión de Jesucristo es el punto central de la Redención de la Humanidad, no dice que por ello la traición de Judas deje de ser un acto malvado. El enfoque cristiano del sufrimiento es compatible con poner gran empeño en nuestro deber de dejar el mundo mejor que como lo hemos encontrado.

¿Qué le pasa a la ONU?

   Por    Stefano Gennarini, J.D       La ONU pierde credibilidad con cada informe que publica. Esta vez, la oficina de derechos humanos de ...