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domingo, 4 de noviembre de 2007

"Decidir en conciencia"


por Alfonso Aguiló


Jean Bernard es un sacerdote luxemburgués de treinta y cinco años, cautivo en el campo de concentración de Dachau. Lleva diez meses en el “Pfarrerblock”, un pabellón en el que están prisioneros 2771 sacerdotes y religiosos de toda Europa.

Un día de febrero de 1942, Jean Bernard es liberado y devuelto a su Luxemburgo natal. No se le dan explicaciones hasta que ya está allí. En realidad, aquello son sólo nueve días de libertad para que visite a su Obispo y le convenza para que haga una declaración de apoyo a Hitler, con objeto de intentar romper así la total resistencia del clero católico local. A cambio, las autoridades alemanas le ofrecen respetar su vida, la de su familia y la de los demás clérigos prisioneros. Si huye, o si el objetivo no se logra, los veinte sacerdotes luxemburgueses de Dachau serán ejecutados.

El terrible dilema moral planteado a este sacerdote, todavía joven pero con un notable prestigio en su tierra, es un hecho totalmente real y que él mismo describió en unos recuerdos que, a modo de diario, publicó al terminar la Segunda Guerra Mundial. El libro, titulado "Pfarrerblock 25487", en referencia a su número de recluso, está escrito con sobriedad, sin ningún patetismo, con una cierta distancia respecto a su propio sufrimiento. Habla de manera rigurosa y precisa, como si estuviera describiendo un paisaje, sin pretender convertirlo en literatura.

Un terrible compromiso

Esta dolorosa y lacerante vivencia de Jean Bernard protagoniza la película “El Noveno día”, del director alemán Volker Schlöndorff. El momento central del drama de aquel hombre es cuando le dicen que es libre, porque entonces se da cuenta de que es él quien tiene que decidir entre la vida y la muerte. Hasta entonces eran los jefes del campo de concentración los que decidían si vivía o moría, y de repente esa decisión se encuentra en sus propias manos.

Entre múltiples presiones

Antes sufría las brutalidades de Dachau, pero ahora sufre otra tortura mayor, pues han dejado en sus manos la vida del resto de sacerdotes detenidos. Como prisionero, bastaba con que obedeciese las órdenes de sus vigilantes, pero ahora, su libertad es una pesada losa sobre su conciencia. Un oficial de la Gestapo le presiona con su plan maquiavélico, y los encuentros entre ambos se convierten en un auténtico duelo dialéctico entre dos mundos dispares e irreconciliables.

Bernard sabe que no debe ceder a aquel chantaje, pero sufre enormemente al pensar en las consecuencias. Lo sufre con un heroísmo en soledad, porque va quedándose cada vez más solo ante su conciencia. Recibe presiones del oficial de la Gestapo, de un antiguo teólogo que le enreda con razones ideológicas, del vicario del obispo que pretende salvar a los condenados mediante la postura pro-nazi, y la de su propia familia que le aconseja la huída al extranjero o la simple claudicación, incapaz de comprender el martirio moral que está sufriendo. Cualquiera de las salidas que se le plantean, supone una tragedia. La película es un homenaje a todos esos héroes desconocidos que se enfrentaron a terribles situaciones de conciencia. Sale a relucir, por ejemplo, cómo una pastoral del obispo de Utrecht contra Hitler propició la deportación y muerte de 40.000 católicos holandeses, hecho que explica el prudente silencio por el que tuvo que optar Pío XII en algunas ocasiones, aunque algunos lo hayan considerado después como muestra de debilidad o de apoyo al régimen.

La propia conciencia

El sacerdote aparece con sus imperfecciones y sus dudas, con silencios que pueden ser entendidos como ambigüedad, pero también con la entereza y honestidad de quien actúa en conciencia. Él, como miles de personas, de entonces o de ahora, se comportó de modo heroico para decidirse por la mejor de las opciones posibles. Jean Bernard plantó cara al miedo y a la muerte, y volvió a Dachau. En el Pfarrerblock murieron más de mil quinientos sacerdotes católicos.

Las decisiones importantes tomadas en conciencia no suelen ser fáciles. Todos somos tentados por la salida cómoda. Todos tememos las consecuencias desagradables de actuar con honestidad. A todos nos asusta la coacción de quienes procuran forzarnos a una decisión a su interés. Son dilemas y decisiones que todos afrontamos casi siempre en soledad, ante el tribunal de nuestra propia conciencia. Y todos sentimos también, como Jean Bernard, el peso de la propia cobardía, de la propia debilidad, del dolor de las consecuencias no queridas de nuestro obrar bien. Pero sabemos también que la honestidad de nuestra conciencia debe estar por encima de todo eso, por mucho que cueste.

lunes, 29 de octubre de 2007

Llamamiento de Benedicto XVI a redescubrir la ley natural


Discurso que dirigió Benedicto XVI a los miembros de la Comisión Teológica Internacional



Señor cardenal,venerados hermanos en el episcopado,ilustres profesores y queridos colaboradores:


Con mucha alegría os acojo al final de las sesiones de trabajo de vuestra sesión plenaria anual. Ante todo deseo expresar mi profundo agradecimiento por las palabras que me ha dirigido, en nombre de todos, usted, señor cardenal, como presidente de la Comisión Teológica Internacional, en su discurso de saludo.
El trabajo de este último «quinquenio» de la Comisión Teológica Internacional, como usted ha recordado, señor cardenal, ya ha dado un fruto concreto con la publicación del documento «La esperanza de la salvación para los niños que mueren sin Bautismo». En él se afronta este argumento en el contexto de la voluntad savífica universal de Dios, de la universalidad de la mediación única de Cristo, del primado de la gracia divina y de la sacramentalidad de la Iglesia. Confío en que este documento constituya un punto de referencia útil para los pastores de la Iglesia y para los teólogos, y también una a! yuda y un manantial de consuelo para los fieles que han sufrido en sus familias la muerte inesperada de un niño antes de que recibiera el baño de regeneración. Vuestras reflexiones pueden ser también la oportunidad para profundizar e investigar ulteriormente en el argumento. Es necesario, de hecho, penetrar cada vez más a fondo en la comprensión de las diferentes manifestaciones del amor de Dios a todos los hombres, que se nos ha revelado en Cristo, especialmente a los más pequeños y a los más pobres.
Os felicito por los resultados ya alcanzados y al mismo tiempo os aliento a continuar con empeño con el estudio de otros temas propuestos para este quinquenio sobre los cuales ya habéis trabajado en los años pasados y en esta sesión plenaria. Son, como usted señor cardenal ha recordado, los fundamentos de la ley moral natural y los principios de la teología y de su método.
Con motivo de la audiencia del 1 de diciembre de 2005 presenté algunas líneas fundamentales del trabajo que el teólogo tiene que desempeñar en comunión con la voz viva de la Iglesia, bajo la guía del Magisterio.
Quisiera detenerme en particular ahora sobre el tema de la ley moral natural. Como probablemente es sabido, por invitación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se han celebrado o se están organizado, por parte de varios centros universitarios y asociaciones, simposios o jornadas de estudio con el objetivo de encontrar líneas y convergencias útiles para profundizar constructiva y eficazmente en la doctrina sobre la ley moral natural.
Esta invitación ha encontrado hasta ahora una acogida positiva y un gran eco. Y, por tanto, se espera con mucho interés la contribución de la Comisión Teológica Interna! cional, orientada sobre todo a justificar e ilustrar los fundamentos de una ética universal, perteneciente al gran patrimonio de la sabiduría humana, que en cierto sentido constituye una participación de la criatura racional en la ley eterna de Dios.
No se trata, por tanto, de un tema de carácter exclusivamente o sobre todo «confesional», aunque la doctrina sobre la ley moral natural se ilumine y desarrolle en plenitud a la luz de la Revelación cristiana y de la realización del hombre en el misterio de Cristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica resume bien el contenido central de la doctrina sobre la ley natural, revelando que indica «los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta! , en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana» (número 1955).
Con esta doctrina se logran dos objetivos esenciales: por una parte, se comprende que el contenido ético de la fe cristiana no constituye una imposición dictada desde el exterior a la conciencia del hombre, sino una norma que tiene su fundamento en la misma naturaleza humana; por otra, partiendo de la ley natural que puede ser comprendida por toda criatura racional se ponen los fundamentos para entablar el diálogo con todos los hombres de buena voluntad y, más en general, con la sociedad civil y secular.
Precisamente a causa de la influencia de factores de orden cultural e ideológico la sociedad civil y secular se encuentra hoy en una situación de pérdida y ! de confusión: se ha perdido la evidencia originaria de los fundamentos del ser humano y de su actuar ético, de modo que la doctrina de la ley moral natural se enfrenta con otras concepciones que constituyen su negación directa.
Todo esto tiene enormes y graves consecuencias para el orden civil y social. En muchos pensadores parece dominar hoy una concepción positivista del derecho. Según ellos, la humanidad, o la sociedad, o de hecho la mayoría de los ciudadanos se convierte en la fuente última de la ley civil. El problema que se plantea no es por tanto la búsqueda del bien, sino la del poder, o más bien, la del equilibrio de poderes. En la raíz de esta tendencia se encuentra el relativismo ético, en el que algunos ven incluso una de las condiciones principales de la democracia, pues el relativismo garantizaría la tolerancia y el respeto recíproco de las personas. Pero si fuera así, la mayoría de un momento se convertiría en la última fuente del derecho. La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse. La verdadera racionalidad no queda garantizada por el consenso de una mayoría, sino sólo por la transparencia de la razón humana ante la Razón creadora y por la escucha de esta Fuente de nuestra racionalidad.
Cuando están en juego las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la justicia del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del hombre, ninguna ley hecha por los hombres puede trastocar la norma escrita por el Creador en el corazón del hombre, sin que la sociedad quede golpeada dramáticamente en lo que constituye su fundamento irrenunciable. La ley natural se convierte de este modo en garantía ofrecida a cada quien para vivir libr! emente y ser respetado en su dignidad, quedando al reparo de toda manipulación ideológica y de todo arbitrio o abuso del más fuerte.
Nadie puede sustraerse a esta exigencia. Si por un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva el escepticismo y el relativismo ético llegaran a cancelar los principios fundamentales de la ley moral natural, el mismo ordenamiento democrático quedaría radicalmente herido en sus fundamentos. Contra este oscurecimiento, que es la crisis de la civilización humana, antes incluso que cristiana, es necesario movilizar a todas las conciencias de los hombres de buena voluntad, laicos o pertenecientes a religiones diferentes al cristianismo, para que juntos y de manera concreta se comprometan a crear, en la cultura y en la sociedad civil y política, las condiciones necesarias para una plena conciencia del valor innegable de la ley moral natural. Del respeto de ésta depende de ! hecho el avance de los individuos y de la sociedad en el camino del auténtico progreso, en conformidad con la recta razón, que es participación en la Razón eterna de Dios.
Con reconocimiento os expreso a todos vosotros aprecio por la entrega que os caracteriza y estima por el trabajo que estáis desarrollando. Con mis mejores deseos para vuestros compromisos, os imparto con afecto mi bendición.

domingo, 30 de septiembre de 2007

El discurso que el Papa "no pudo pronunciar" en la Universidad La Sapienza, de Roma

Publicamos el discurso que Benedicto XVI iba a pronunciar durante su visita a la Universidad la «Sapienza» de Roma, prevista para el 17 de enero y previamente cancelada ante las protestas de algunos profesores y alumnos.

Rector magnífico;
autoridades políticas y civiles;
ilustres profesores y personal técnico administrativo;
queridos jóvenes estudiantes:


Para mí es motivo de profunda alegría encontrarme con la comunidad de la "Sapienza, Universidad de Roma" con ocasión de la inauguración del año académico. Ya desde hace siglos esta universidad marca el camino y la vida de la ciudad de Roma, haciendo fructificar las mejores energías intelectuales en todos los campos del saber. Tanto en el tiempo en que, después de su fundación impulsada por el Papa Bonifacio VIII, la institución dependía directamente de la autoridad eclesiástica, como sucesivamente, cuando el Studium Urbis se desarrolló como institución del Estado italiano, vuestra comunidad académica ha conservado un gran nivel científico y cultural, que la sitúa entre las universidades más prestigiosas del mundo. Desde siempre la Iglesia de Roma mira con simpatía y admiración este centro universitario, reconociendo su compromiso, a veces arduo y fatigoso, por la investigación y la formación de las nuevas generaciones. En estos últimos años no han faltado momentos significativos de colaboración y de diálogo. Quiero recordar, en particular, el Encuentro mundial de rectores con ocasión del Jubileo de las Universidades, en el que vuestra comunidad no sólo se encargó de la acogida y la organización, sino sobre todo de la profética y compleja propuesta de elaborar un "nuevo humanismo para el tercer milenio".

En esta circunstancia deseo expresar mi gratitud por la invitación que se me ha hecho a venir a vuestra universidad para pronunciar una conferencia. Desde esta perspectiva, me planteé ante todo la pregunta: ¿Qué puede y debe decir un Papa en una ocasión como esta? En mi conferencia en Ratisbona hablé ciertamente como Papa, pero hablé sobre todo en calidad de ex profesor de esa universidad, mi universidad, tratando de unir recuerdos y actualidad. En la universidad "Sapienza", la antigua universidad de Roma, sin embargo, he sido invitado precisamente como Obispo de Roma; por eso, debo hablar como tal. Es cierto que en otros tiempos la "Sapienza" era la universidad del Papa; pero hoy es una universidad laica, con la autonomía que, sobre la base de su mismo concepto fundacional, siempre ha formado parte de su naturaleza de universidad, la cual debe estar vinculada exclusivamente a la autoridad de la verdad. En su libertad frente a autoridades políticas y eclesiásticas la universidad encuentra su función particular, precisamente también para la sociedad moderna, que necesita una institución de este tipo.

Vuelvo a mi pregunta inicial: ¿Qué puede y debe decir el Papa en el encuentro con la universidad de su ciudad? Reflexionando sobre esta pregunta, me pareció que incluía otras dos, cuyo esclarecimiento debería llevar de por sí a la respuesta. En efecto, es necesario preguntarse: ¿Cuál es la naturaleza y la misión del Papado? Y también, ¿cuál es la naturaleza y la misión de la universidad? En este lugar no quisiera entretenerme y entreteneros con largas disquisiciones sobre la naturaleza del Papado. Baste una breve alusión. El Papa es, ante todo, Obispo de Roma y, como tal, en virtud de la sucesión del apóstol san Pedro, tiene una responsabilidad episcopal con respecto a toda la Iglesia católica. La palabra "obispo" -episkopos-, que en su significado inmediato se puede traducir por "vigilante", se fundió ya en el Nuevo Testamento con el concepto bíblico de Pastor: es aquel que, desde un puesto de observación más elevado, contempla el conjunto, cuidándose de elegir el camino correcto y mantener la cohesión de todos sus componentes. En este sentido, esa designación de la tarea orienta la mirada, ante todo, hacia el interior de la comunidad creyente. El Obispo -el Pastor- es el hombre que cuida de esa comunidad; el que la conserva unida, manteniéndola en el camino hacia Dios, indicado por Jesús según la fe cristiana; y no sólo indicado, pues Él mismo es para nosotros el camino. Pero esta comunidad, de la que cuida el Obispo, sea grande o pequeña, vive en el mundo. Las condiciones en que se encuentra, su camino, su ejemplo y su palabra influyen inevitablemente en todo el resto de la comunidad humana en su conjunto. Cuanto más grande sea, tanto más repercutirán en la humanidad entera sus buenas condiciones o su posible degradación. Hoy vemos con mucha claridad cómo las condiciones de las religiones y la situación de la Iglesia -sus crisis y sus renovaciones- repercuten en el conjunto de la humanidad. Por eso el Papa, precisamente como Pastor de su comunidad, se ha convertido cada vez más también en una voz de la razón ética de la humanidad.

Aquí, sin embargo, surge inmediatamente la objeción según la cual el Papa, de hecho, no hablaría verdaderamente basándose en la razón ética, sino que sus afirmaciones procederían de la fe y por eso no podría pretender que valgan para quienes no comparten esta fe. Deberemos volver más adelante sobre este tema, porque aquí se plantea la cuestión absolutamente fundamental: ¿Qué es la razón? ¿Cómo puede una afirmación -sobre todo una norma moral- demostrarse "razonable"? En este punto, por el momento, sólo quiero poner de relieve brevemente que John Rawls, aun negando a doctrinas religiosas globales el carácter de la razón "pública", ve sin embargo en su razón "no pública" al menos una razón que no podría, en nombre de una racionalidad endurecida desde el punto de vista secularista, ser simplemente desconocida por quienes la sostienen. Ve un criterio de esta racionalidad, entre otras cosas, en el hecho de que esas doctrinas derivan de una tradición responsable y motivada, en la que en el decurso de largos tiempos se han desarrollado argumentaciones suficientemente buenas como para sostener su respectiva doctrina. En esta afirmación me parece importante el reconocimiento de que la experiencia y la demostración a lo largo de generaciones, el fondo histórico de la sabiduría humana, son también un signo de su racionalidad y de su significado duradero. Frente a una razón a-histórica que trata de construirse a sí misma sólo en una racionalidad a-histórica, la sabiduría de la humanidad como tal -la sabiduría de las grandes tradiciones religiosas- se debe valorar como una realidad que no se puede impunemente tirar a la papelera de la historia de las ideas.

Volvemos a la pregunta inicial. El Papa habla como representante de una comunidad creyente, en la cual durante los siglos de su existencia ha madurado una determinada sabiduría de vida. Habla como representante de una comunidad que custodia en sí un tesoro de conocimiento y de experiencia éticos, que resulta importante para toda la humanidad. En este sentido habla como representante de una razón ética.

Pero ahora debemos preguntarnos: ¿Y qué es la universidad?, ¿cuál es su tarea? Es una pregunta de enorme alcance, a la cual, una vez más, sólo puedo tratar de responder de una forma casi telegráfica con algunas observaciones. Creo que se puede decir que el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad. En este sentido, se puede decir que el impulso del que nació la universidad occidental fue el cuestionamiento de Sócrates. Pienso, por ejemplo -por mencionar sólo un texto-, en la disputa con Eutifrón, el cual defiende ante Sócrates la religión mítica y su devoción. A eso, Sócrates contrapone la pregunta: "¿Tú crees que existe realmente entre los dioses una guerra mutua y terribles enemistades y combates...? Eutifrón, ¿debemos decir que todo eso es efectivamente verdadero?" (6 b c). En esta pregunta, aparentemente poco devota -pero que en Sócrates se debía a una religiosidad más profunda y más pura, de la búsqueda del Dios verdaderamente divino-, los cristianos de los primeros siglos se reconocieron a sí mismos y su camino. Acogieron su fe no de modo positivista, o como una vía de escape para deseos insatisfechos. La comprendieron como la disipación de la niebla de la religión mítica para dejar paso al descubrimiento de aquel Dios que es Razón creadora y al mismo tiempo Razón-Amor. Por eso, el interrogarse de la razón sobre el Dios más grande, así como sobre la verdadera naturaleza y el verdadero sentido del ser humano, no era para ellos una forma problemática de falta de religiosidad, sino que era parte esencial de su modo de ser religiosos. Por consiguiente, no necesitaban resolver o dejar a un lado el interrogante socrático, sino que podían, más aún, debían acogerlo y reconocer como parte de su propia identidad la búsqueda fatigosa de la razón para alcanzar el conocimiento de la verdad íntegra. Así, en el ámbito de la fe cristiana, en el mundo cristiano, podía, más aún, debía nacer la universidad.

Es necesario dar un paso más. El hombre quiere conocer, quiere encontrar la verdad. La verdad es ante todo algo del ver, del comprender, de la theoría, como la llama la tradición griega. Pero la verdad nunca es sólo teórica. San Agustín, al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la montaña y los dones del Espíritu que se mencionan en Isaías 11, habló de una reciprocidad entre "scientia" y "tristitia": el simple saber -dice- produce tristeza. Y, en efecto, quien sólo ve y percibe todo lo que sucede en el mundo acaba por entristecerse. Pero la verdad significa algo más que el saber: el conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Este es también el sentido del interrogante socrático: ¿Cuál es el bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera: este es el optimismo que reina en la fe cristiana, porque a ella se le concedió la visión del Logos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se reveló al mismo tiempo como el Bien, como la Bondad misma.

En la teología medieval hubo una discusión a fondo sobre la relación entre teoría y praxis, sobre la correcta relación entre conocer y obrar, una disputa que aquí no podemos desarrollar. De hecho, la universidad medieval, con sus cuatro Facultades, presenta esta correlación. Comencemos por la Facultad que, según la concepción de entonces, era la cuarta: la de medicina. Aunque era considerada más como "arte" que como ciencia, sin embargo, su inserción en el cosmos de la universitas significaba claramente que se la situaba en el ámbito de la racionalidad, que el arte de curar estaba bajo la guía de la razón, liberándola del ámbito de la magia. Curar es una tarea que requiere cada vez más simplemente la razón, pero precisamente por eso necesita la conexión entre saber y poder, necesita pertenecer a la esfera de la ratio. En la Facultad de derecho se plantea inevitablemente la cuestión de la relación entre praxis y teoría, entre conocimiento y obrar. Se trata de dar su justa forma a la libertad humana, que es siempre libertad en la comunión recíproca: el derecho es el presupuesto de la libertad, no su antagonista. Pero aquí surge inmediatamente la pregunta: ¿Cómo se establecen los criterios de justicia que hacen posible una libertad vivida conjuntamente y sirven al hombre para ser bueno? En este punto, se impone un salto al presente: es la cuestión de cómo se puede encontrar una normativa jurídica que constituya un ordenamiento de la libertad, de la dignidad humana y de los derechos del hombre. Es la cuestión que nos ocupa hoy en los procesos democráticos de formación de la opinión y que, al mismo tiempo, nos angustia como cuestión de la que depende el futuro de la humanidad. Jürgen Habermas expresa, a mi parecer, un amplio consenso del pensamiento actual cuando dice que la legitimidad de la Constitución de un país, como presupuesto de la legalidad, derivaría de dos fuentes: de la participación política igualitaria de todos los ciudadanos y de la forma razonable en que se resuelven las divergencias políticas. Con respecto a esta "forma razonable", afirma que no puede ser sólo una lucha por mayorías aritméticas, sino que debe caracterizarse como un "proceso de argumentación sensible a la verdad" (wahrheitssensibles Argumentationsverfahren). Está bien dicho, pero es muy difícil transformarlo en una praxis política. Como sabemos, los representantes de ese "proceso de argumentación" público son principalmente los partidos en cuanto responsables de la formación de la voluntad política. De hecho, sin duda buscarán sobre todo la consecución de mayorías y así se ocuparán casi inevitablemente de los intereses que prometen satisfacer. Ahora bien, esos intereses a menudo son particulares y no están verdaderamente al servicio del conjunto. La sensibilidad por la verdad se ve siempre arrollada de nuevo por la sensibilidad por los intereses. Yo considero significativo el hecho de que Habermas hable de la sensibilidad por la verdad como un elemento necesario en el proceso de argumentación política, volviendo a insertar así el concepto de verdad en el debate filosófico y en el político.

Pero entonces se hace inevitable la pregunta de Pilato: ¿Qué es la verdad? Y ¿cómo se la reconoce? Si para esto se remite a la "razón pública", como hace Rawls, se plantea necesariamente otra pregunta: ¿qué es razonable? ¿Cómo demuestra una razón que es razón verdadera? En cualquier caso, según eso, resulta evidente que, en la búsqueda del derecho de la libertad, de la verdad de la justa convivencia, se debe escuchar a instancias diferentes de los partidos y de los grupos de interés, sin que ello implique en modo alguno querer restarles importancia. Así volvemos a la estructura de la universidad medieval. Juntamente con la Facultad de derecho estaban las Facultades de filosofía y de teología, a las que se encomendaba la búsqueda sobre el ser hombre en su totalidad y, con ello, la tarea de mantener despierta la sensibilidad por la verdad. Se podría decir incluso que este es el sentido permanente y verdadero de ambas Facultades: ser guardianes de la sensibilidad por la verdad, no permitir que el hombre se aparte de la búsqueda de la verdad. Pero, ¿cómo pueden dichas Facultades cumplir esa tarea? Esta pregunta exige un esfuerzo permanente y nunca se plantea ni se resuelve de manera definitiva. En este punto, pues, tampoco yo puedo dar propiamente una respuesta. Sólo puedo hacer una invitación a mantenerse en camino con esta pregunta, en camino con los grandes que a lo largo de toda la historia han luchado y buscado, con sus respuestas y con su inquietud por la verdad, que remite continuamente más allá de cualquier respuesta particular.

De este modo, la teología y la filosofía forman una peculiar pareja de gemelos, en la que ninguna de las dos puede separarse totalmente de la otra y, sin embargo, cada una debe conservar su propia tarea y su propia identidad. Históricamente, es mérito de santo Tomás de Aquino -ante la diferente respuesta de los Padres a causa de su contexto histórico- el haber puesto de manifiesto la autonomía de la filosofía y, con ello, el derecho y la responsabilidad propios de la razón que se interroga basándose en sus propias fuerzas. Los Padres, diferenciándose de las filosofías neoplatónicas, en las que la religión y la filosofía estaban unidas de manera inseparable, habían presentado la fe cristiana como la verdadera filosofía, subrayando también que esta fe corresponde a las exigencias de la razón que busca la verdad; que la fe es el "sí" a la verdad, con respecto a las religiones míticas, que se habían convertido en mera costumbre. Pero luego, en el momento del nacimiento de la universidad, en Occidente ya no existían esas religiones, sino sólo el cristianismo; por eso, era necesario subrayar de modo nuevo la responsabilidad propia de la razón, que no queda absorbida por la fe. A santo Tomás le tocó vivir en un momento privilegiado: por primera vez, los escritos filosóficos de Aristóteles eran accesibles en su integridad; estaban presentes las filosofías judías y árabes, como apropiaciones y continuaciones específicas de la filosofía griega. Por eso el cristianismo, en un nuevo diálogo con la razón de los demás, con quienes se venía encontrando, tuvo que luchar por su propia racionalidad. La Facultad de filosofía que, como "Facultad de los artistas" -así se llamaba-, hasta aquel momento había sido sólo propedéutica con respecto a la teología, se convirtió entonces en una verdadera Facultad, en un interlocutor autónomo de la teología y de la fe reflejada en ella. Aquí no podemos detenernos en la interesante confrontación que se derivó de ello. Yo diría que la idea de santo Tomás sobre la relación entre la filosofía y la teología podría expresarse en la fórmula que encontró el concilio de Calcedonia para la cristología: la filosofía y la teología deben relacionarse entre sí "sin confusión y sin separación". "Sin confusión" quiere decir que cada una de las dos debe conservar su identidad propia. La filosofía debe seguir siendo verdaderamente una búsqueda de la razón con su propia libertad y su propia responsabilidad; debe ver sus límites y precisamente así también su grandeza y amplitud. La teología debe seguir sacando de un tesoro de conocimiento que ella misma no ha inventado, que siempre la supera y que, al no ser totalmente agotable mediante la reflexión, precisamente por eso siempre suscita de nuevo el pensamiento. Junto con el "sin confusión" está también el "sin separación": la filosofía no vuelve a comenzar cada vez desde el punto cero del sujeto pensante de modo aislado, sino que se inserta en el gran diálogo de la sabiduría histórica, que acoge y desarrolla una y otra vez de forma crítica y a la vez dócil; pero tampoco debe cerrarse ante lo que las religiones, y en particular la fe cristiana, han recibido y dado a la humanidad como indicación del camino. La historia ha demostrado que varias cosas dichas por teólogos en el decurso de la historia, o también llevadas a la práctica por las autoridades eclesiales, eran falsas y hoy nos confunden. Pero, al mismo tiempo, es verdad que la historia de los santos, la historia del humanismo desarrollado sobre la base de la fe cristiana, demuestra la verdad de esta fe en su núcleo esencial, convirtiéndola así también en una instancia para la razón pública. Ciertamente, mucho de lo que dicen la teología y la fe sólo se puede hacer propio dentro de la fe y, por tanto, no puede presentarse como exigencia para aquellos a quienes esta fe sigue siendo inaccesible. Al mismo tiempo, sin embargo, es verdad que el mensaje de la fe cristiana nunca es solamente una "comprehensive religious doctrine" en el sentido de Rawls, sino una fuerza purificadora para la razón misma, que la ayuda a ser más ella misma. El mensaje cristiano, en virtud de su origen, debería ser siempre un estímulo hacia la verdad y, así, una fuerza contra la presión del poder y de los intereses.

Bien; hasta ahora he hablado sólo de la universidad medieval, pero tratando de aclarar la naturaleza permanente de la universidad y de su tarea. En los tiempos modernos se han abierto nuevas dimensiones del saber, que en la universidad se valoran sobre todo en dos grandes ámbitos: ante todo, en el de las ciencias naturales, que se han desarrollado sobre la base de la conexión entre experimentación y presupuesta racionalidad de la materia; en segundo lugar, en el de las ciencias históricas y humanísticas, en las que el hombre, escrutando el espejo de su historia y aclarando las dimensiones de su naturaleza, trata de comprenderse mejor a sí mismo. En este desarrollo no sólo se ha abierto a la humanidad una cantidad inmensa de saber y de poder; también han crecido el conocimiento y el reconocimiento de los derechos y de la dignidad del hombre, y de esto no podemos por menos de estar agradecidos. Pero nunca puede decirse que el camino del hombre se haya completado del todo y que el peligro de caer en la inhumanidad haya quedado totalmente descartado, como vemos en el panorama de la historia actual. Hoy, el peligro del mundo occidental -por hablar sólo de éste- es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad. Y eso significa al mismo tiempo que la razón, al final, se doblega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad, y se ve forzada a reconocerla como criterio último. Dicho desde el punto de vista de la estructura de la universidad: existe el peligro de que la filosofía, al no sentirse ya capaz de cumplir su verdadera tarea, degenere en positivismo; que la teología, con su mensaje dirigido a la razón, quede confinada a la esfera privada de un grupo más o menos grande. Sin embargo, si la razón, celosa de su presunta pureza, se hace sorda al gran mensaje que le viene de la fe cristiana y de su sabiduría, se seca como un árbol cuyas raíces no reciben ya las aguas que le dan vida. Pierde la valentía por la verdad y así no se hace más grande, sino más pequeña. Eso, aplicado a nuestra cultura europea, significa: si quiere sólo construirse a sí misma sobre la base del círculo de sus propias argumentaciones y de lo que en el momento la convence, y, preocupada por su laicidad, se aleja de las raíces de las que vive, entonces ya no se hace más razonable y más pura, sino que se descompone y se fragmenta.

Con esto vuelvo al punto de partida. ¿Qué tiene que hacer o qué tiene que decir el Papa en la universidad? Seguramente no debe tratar de imponer a otros de modo autoritario la fe, que sólo puede ser donada en libertad. Más allá de su ministerio de Pastor en la Iglesia, y de acuerdo con la naturaleza intrínseca de este ministerio pastoral, tiene la misión de mantener despierta la sensibilidad por la verdad; invitar una y otra vez a la razón a buscar la verdad, a buscar el bien, a buscar a Dios; y, en este camino, estimularla a descubrir las útiles luces que han surgido a lo largo de la historia de la fe cristiana y a percibir así a Jesucristo como la Luz que ilumina la historia y ayuda a encontrar el camino hacia el futuro.

Vaticano, 17 de enero de 2008

BENEDICTO XVI

domingo, 19 de agosto de 2007

HOMBRES DE PRINCIPIOS HOY



Un rey frente al aborto, un ministro frente al homosexualismo, un juez no concede la custodia de sus hijas a una divorciada unida a otra mujer, lesbiana, una chica de 16 años frente al adoctrinamiento... vivir con coherencia requiere coraje. A veces hay que plantar cara y aguantar las represalias.


Lo trágico en una sociedad no es que falten verdaderos principios sino que no haya quienes estén dispuestos a vivirlos.

Por fortuna, hay seres humanos que han antepuesto la coherencia y unas convicciones nacidas del diálogo armónico entre la fe y la razón a intereses egoístas, al conservar el buen nombre, la reputación e incluso el puesto de trabajo o hasta entradas de dinero.


Balduino, rey de los belgas, no
firmó la ley del aborto...



Uno de los ejemplos más conocidos que mejor denotan la personalidad política y la autenticidad en la vivencia de sólidas convicciones lo tenemos en el rey Balduino. El rey de los belgas rechazó sancionar el texto legislativo que regulaba la introducción del aborto en su país. Entre el 3 y el 5 de abril de 1990 decidió suspender temporalmente el ejercicio de sus funciones porque estaba decidido a no firmar la ley aunque eso conllevará la renuncia al trono.

La decisión espoleó las conciencias, sí, pero también le ganó muchas críticas por quienes quisieron ver en su proceder un acto de intolerancia y falta de respeto hacia lo que una mayoría constituida legítimamente había decidido aprobar y él debía firmar. Poco le importó al monarca. Balduino hizo lo que todo político, lo que todo hombre de principios debía hacer: si la existencia sólo puede concebirse desde criterios morales conformes a unas convicciones, no pudo menos que asumir la situación con coherencia y negarse a firmar algo objetivamente malo aunque lo hubiese aprobado una mayoría por muy legítima y democráticamente elegida que estuviese.

La campaña contra Rocco Butiglione

Hace un par de años el caso de Rocco Butiglione llenó los diarios y programas de tertulias de un buen número de países, sobre todo europeos. Ministro italiano de asuntos europeos, había sido presentado como candidato para asumir la comisaría europea de Justicia y Libertades Públicas pero el Parlamento Europeo rechazo su candidatura a causa de unas declaraciones sobre la homosexualidad:

“Me preguntaron si yo creía que la homosexualidad es pecado y yo intenté no contestar, porque esa es una cuestión que no tiene trascendencia política y no se discute en el Parlamento Europeo, sino en un seminario filosófico o teológico. Y no contesté. Dije que era posible que yo pensara que la homosexualidad es un pecado, pero que eso no tiene ningún efecto político, porque yo estoy a favor de la no discriminación (…) Yo dije lo mínimo de lo mínimo que podía decir sin traicionar mi fe; quizás no soy un católico muy valiente, porque dije lo mínimo, pero no fue suficiente. Ellos querían que dijera que la homosexualidad no tiene ningún efecto moral negativo, y eso es una violación de la conciencia”.


Le costó el rechazo pero asumió las consecuencias de su fidelidad a sus convicciones. Declaría lo siguiente a Cristina López Schlichting de la cadena COPE:

“Yo quería ser comisario europeo porque creo que podía hacerlo muy bien y siempre he sido europeísta, pero en la vida hay cosas más importantes que la Unión Europea, y la conciencia es una de esas. Me pusieron en la necesidad de escoger entre mi puesto en la Comisión y mi conciencia, y creo que mi elección ha sido la justa. A Jerzy Popielusco lo mataron por su fe, yo he perdido solo un puesto en la Comisión Europea; no sé si Dios me hubiera dado fuerza suficiente para dar mi cabeza por mi fe, pero sí para dar un puesto en la Comisión Europea”.

Un presidente frente al chantaje

Un caso más reciente lo tenemos en el presidente de El Salvador, Antonio Elías Saca. Elías Saca ha reiterado su opción por la defensa de la vida además de recomendar a sus colegas latinoamericanos poner atención al magisterio de Benedicto XVI especialmente sobre la defensa de la vida y el papel y vocación del político católico. Yendo contra corriente, y muy a pesar de las presiones por implementar el aborto, Saca ha declarado que los salvadoreños son un “ejército que defiende la vida” además de reafirmar que se opone al aborto “porque el aborto es un asesinato y no podemos estar de acuerdo con él”.

Sus palabras le han ganado amenazas que van desde sanciones económicas a su país por parte del Banco Mundial hasta retirar programas de ayudas sanitarias y de alimentos por parte de algunos organismos de la Unión Europea.

Otro caso en América fue el del líder pro-vida mexicano Jorge Serrano Limón a quien el febrero pasado se llegó a acusar de malversación de fondos. A pesar de que las difamaciones le llevaron a los juzgados, a pesar de que le hicieron pagar una multa de poco más de 120 mil dólares, de que le retiraron las subvenciones y le inhabilitaron para ejercer cualquier cargo público, no ha cedido: continúa en la denuncia de quienes promueven el aborto.

El genetista Lejeune, fiel al juramento de Hipócrates

Aunque en otro campo, un gran ejemplo lo tenemos en Jerónimo Lejeune. Ferviente católico, padre de cinco hijos, profesor de genética en la Facultad de Medicina de París y descubridor del gen de la trisonimía 21causante del síndrome de Down, el hallazgo le mereció, por un breve momento, ser reconocido como uno de los científicos más prestigiosos del mundo y, de no ser por su postura pro vida, seguro acreedor del Nobel.

Su firme actitud anti aborto, radicada en profundas convicciones científicas y religiosas, le llevó al desprestigio y el ninguneo por parte de lobbys abortistas y buena parte de la comunidad científica mundial que veía en él un opositor a nuevas técnicas de experimentación que tomaban al hombre como conejillo de indias. Pero no medró ni un ápice. Fue propulsor y defensor en Francia de la Humanae Vitae de Pablo VI y de la Instrucción Donum Vitae sobre procreación artificial. En 1994, por sugerencia suya, Juan Pablo II creó la Academia Pontificia para la Vida de la que le nombró su primer presidente.

La campaña de la locura contra el juez Fernando Ferrín

Vino de golpe, a comienzos del pasado mes de julio. El juez se enteró por una llamada de sus padres: "estás saliendo en todas las televisiones, y en los periódicos".

Un mes antes, en una sentencia no había concedido la custodia de sus hijas a una madre, divorciada y unida a una lesbiana, por estimar que no estaba en condiciones para atender a la educación de sus hijos, y por confiar más en el padre. El tam tam gay sonó fuerte, como siempre, expresando su poder y sus apoyos. Los medios de comunicación gritaban en el circo; peor sucedió con la buena parte de sus colegas: tantos piensan como él, pero se ampararon en el silencio profesional (algo que no debería suceder cuando el bien común está en juego, o cuando se infiere una herida a la conciencia). Por último en Consejo General del Poder Judicial le expedienta. Será la historia, como siempre, la que pasará factura a los cobardes, y rendirá honor a los valientes.
El doctor Ojetti, frente a la eutanasia

Más reciente es el caso del médico italiano Stefano Ojetti. En marzo pasado presentó su dimisión como consejero del Colegio de Médicos manifestando así su oposición a la decisión de sus colegas de hacer la vista gorda ante la eutanasia en Italia. En su carta dimitoria, el doctor Ojetti subrayó la convicción de que todo acto eugenésico está abiertamente en contra del juramento de Hipócrates y contra el código de deontología médica.

L´Osservatore Romano, el rotativo de la Santa Sede, le dedicó un elogio en la edición italiana del 4 de marzo: “El gesto de Ojetti merece la más elevada consideración y tiene un valor ejemplar para quienes ejercen la profesión médica”. Y agregaba: “Al mismo tiempo, es un deber añadir una palabra de aliento para quienes, dentro de los órganos de decisión del Colegio de Médicos, siguen con su batalla en defensa de la vida, valor que hoy es sumamente atacado”.

¿Conciertos "benéficos" con músicos pro-aborto?

Tener las ideas claras, jerarquizadas y en su lugar, también puede llevara a hacer lo que el arzobispo de St. Louis Missouri. Monseñor Raymond Burke renunció a la presidencia de la Fundación Infantil Cardenal Glennon por incluir en un concierto benéfico a la cantante Sheryl Crow, conocida proselitista a favor del aborto.

“Debo responder a Dios por la responsabilidad que tengo como arzobispo. Una institución católica en la que actúa una artista que promueve el mal moral da la impresión de que la Iglesia es inconsecuente con sus enseñanzas”. Y es que aunque alguno arguyó que no se trataba de ideologías sino de los niños, la presencia de una cantante como Crow era una afrenta a la identidad y misión de la fundación dedicada al servicio a la vida.

El arzobispo genovés y presidente de la conferencia episcopal italiana, Angelo Bagnasco, tampoco se ha dejado intimidar por las múltiples amenazas, incluso de muerte, por su postura de defensa a la familia y a la vida. Tras unas declaraciones en las que recordaba que no todo podía ser lícito so riesgo de caer en el relativismo, algunos grupos anónimos se han dedicado a pintar con amenazas e insultos la catedral genovesa y algunas calles de la ciudad. Pero Monseñor Bagnasco sigue firme en la defensa de la verdad, de la ley natural, aun a costa de la propia vida.

Con 16 años, al Estado: "a mí nadie me come el coco"

Pero lo de la defensa de los verdaderos principios no está reservado sólo a figuras públicas. Blanca María Ponce tiene 16 años y es la primera estudiante española que presenta una objeción de conciencia contra la asignatura “educación para la ciudadanía” impuesta por el gobierno socialista en España y ampliamente calificada como ideologizada. Como ella misma lo expresó: “Objeto porque quiero y porque puedo. Considero que a mí no me come el coco nadie, ni mucho menos el Estado. Creo que hay cosas que uno debe aprender en casa y no en el colegio…”.

Ha contado con el apoyo de su madre, doña Margarita, quien en entrevista al semanario Alfa y Omega ha dicho claramente “A mis hijos los educo yo”. “El Estado pretende que los niños tengan una sola idea, una sola forma de pensar, cuadricularles la mente y quitarles la libertad. Quiere crear un patrón único por el que todos los niños piensen igual y crean lo mismo, para mal. Esta es una intromisión en toda regla, y además un abuso de poder. Esto es un abuso, un atropello”, ha enfatizado.



Ciertamente todos estos casos, y algunos otros que podríamos haber tocado, deben animarnos a defender nuestros valores, los verdaderos. Es agradable recibir noticias de testimonios como estos que dan un respiro de aire fresco, abren los horizontes, nos dicen que no estamos solos y que todavía hay esperanzas. Pero lo mejor de todo no es la consideración banal de que sabemos que hay quienes viven así sino el llamado y la vivencia a la que nosotros también debemos comprometernos.

Es bueno que haya individuos de principios pero lo mejor sería una sociedad entera viviéndolos

domingo, 5 de agosto de 2007

CONTENIDO DE LA "IDEOLOGÍA DE GÉNERO"

Qué quiere decir «Género» Por Jutta Burggraf





















Algunos prefieren hablar de género (gender) en vez de sexo. No se trata sólo de un cambio de palabra. Detrás está la ideología feminista de gender que se divulga a partir de la década 1960–1970. Según esta ideología, la masculinidad y la feminidad no estarían determinados fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura.

La ideología de gender

Mientras que el término sexo hace referencia a la naturaleza e implica dos posibilidades (varón y mujer), el término género proviene del campo de la lingüística donde se aprecian tres variaciones: masculino, femenino y neutro. Las diferencias entre el varón y la mujer no corresponderían, pues, –fuera de las obvias diferencias morfológicas–, a una naturaleza “dada”, sino que serían meras construcciones culturales “hechas” según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos (“roles socialmente construidos”) [En los idiomas en los que no se dispone de dos palabras diferentes (sex – gender, sexo – género), se suele hablar del “sexo biológico” y “sexo psícosocial”; así, por ejemplo, en alemán: “biologisches Geschlecht” – “psycho–soziales Geschlecht”]. En este contexto se destaca (no sin razón) que, en el pasado, las diferencias fueron acentuadas desmesuradamente, lo que condujo a situaciones de discriminación e injusticia para muchas mujeres: durante largos siglos, correspondió al “destino femenino” ser modelada como un ser inferior, excluida de las decisiones públicas y de los estudios superiores. Pero hoy en día –se sigue afirmando– las mujeres se dan cuenta del fraude del que han sido víctimas, y rompen los esquemas que les fueron impuestos. Pretenden liberarse sobre todo del matrimonio y de la maternidad [Algunos adeptos del feminismo de género proponen: “Para ser efectivos a largo plazo, los programas de planificación familiar deben buscar no sólo reducir la fertilidad dentro de los roles de género existentes, sino más bien cambiar los roles de género a fin de reducir la fertilidad.”].

Algunos apoyan la existencia de cuatro, cinco o seis géneros según diversas consideraciones: heterosexual masculino, heterosexual femenino, homosexual, lesbiana, bisexual e indiferenciado. De manera que, la masculinidad y la feminidad no se consideran, en modo alguno, como los únicos derivados naturales de la dicotomía sexual biológica. Cualquier actividad sexual resultaría justificable [Judith BUTLER: “Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras. En consecuencia, varón y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como un masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como un femenino.” Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity. Aunque este trabajo esté criticado, en algunos círculos extremistas todavía más radicales, por no separarse del todo de la dimensión biológica, puede considerarse como una de las obras claves que presentan la ideología de gender]. La “heterosexualidad”, lejos de ser “obligatoria”, no significaría más que uno de los casos posibles de práctica sexual. Ni siquiera sería preferible para la procreación. En sociedades “más imaginativas”, la reproducción biológica puede asegurarse con otras técnicas, se afirma [Heidi HARTMANN: The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism. La autora anticipó, en parte, la completa disociación entre sexualidad y procreación, maternidad/paternidad y filiación que las intervenciones artificiales hacen posible hoy en día]. Y como la identidad genérica (el gender) podría adaptarse indefinidamente a nuevos y diferentes propósitos, correspondería a cada individuo elegir libremente el tipo de género al que le gustaría pertenecer, en las diversas situaciones y etapas de su vida.

Para llegar a una aceptación universal de estas ideas, los promotores del feminismo radical de género intentan conseguir un gradual cambio cultural, la llamada “de–construcción” de la sociedad, empezando con la familia y la educación de los hijos [PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Familia, matrimonio y uniones de hecho. El feminismo de género ha encontrado favorable acogida en un buen número de importantes instituciones internacionales, entre las que se encuentran algunos Organismos de la Organización de Naciones Unidas. En no pocas Universidades se pretende, además, de elevar los “Gender Studies” a un nuevo rango científico]. Utilizan un lenguaje ambiguo que hace parecer razonables los nuevos presupuestos éticos. La meta consiste en “re–construir” un mundo nuevo y arbitrario que incluye, junto al masculino y al femenino, también otros géneros en el modo de configurar la vida humana y las relaciones interpersonales.

Estas pretensiones han encontrado un ambiente favorable en la antropología individualista del neoliberalismo radical. Se apoyan, por un lado, en diversas teorías marxistas y estructuralistas [Fue Friedrich ENGELS quien sentó las bases de unión entre el marxismo y el feminismo.The Origin of the Family, Property and the State], y por el otro, en los postulados de algunos representantes de la “revolución sexual”, como Wilhelm Reich (1897–1957) y Herbert Marcuse (1898–1979) que invitaban a experimentar todo tipo de situaciones sexuales. Más directamente aún se puede ver el influjo del existencialismo ateo de Simone de Beauvoir (1908–1986) que anunció ya en 1949 su conocido aforismo: “¡No naces mujer, te hacen mujer!,” – más tarde completado por la lógica conclusión: “¡No se nace varón, te hacen varón! Tampoco la condición de varón es una realidad dada desde un principio”. Los estudios socioculturales de Margaret Mead (1901–1978) también pueden incluirse en este proceso histórico que consolidó una nueva rama del feminismo radical, aunque la validez científica de sus aportaciones fue cuestionada por otros investigadores.

Al proclamar que los géneros masculino y femenino serían el producto exclusivo de factores sociales, sin relación alguna con la dimensión sexual de la persona, los defensores de la teoría de género se oponen a un modelo, igualmente unilateral que el suyo, que sostiene justamente lo contrario: niega cualquier interacción entre el individuo y la comunidad a la hora de configurar la identidad personal como varón o mujer; y afirma que a cada sexo le corresponderían por necesidades biológicas unas funciones sociales fijas, invariables en la historia [Con respecto a los diversos modelos que presentan la relación entre varón y mujer, el esquema clarificador de María ELÓSEGUI: La transexualidad. Jurisprudencia y argumentación jurídica]. Este modelo, sin embargo, se considera hoy en día falso a nivel teórico y jurídico, al menos en el mundo occidental [La subordinación de la mujer atenta contra el principio de igualdad entre los sexos y contra los derechos humanos reconocidos en la Declaración Universal de la Organización de Naciones Unidas de 1948 y en otros muchos documentos de la ONU.] Está en parte superado por la legislación, pero no totalmente [los estudios de María ELÓSEGUI: “Existe todavía discriminación directa, indirecta y oculta en el ámbito laboral, en el de la seguridad social, en el derecho financiero etc.”Los derechos reproductivos. Un nuevo concepto jurídico procedente del mundo legal anglosajón, en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado]; no se puede negar que persiste su influjo en la práctica social.


El proceso de identificación con el propio sexo

En la persona humana, el sexo y el género –el fundamento biológico y la expresión cultural– no son idénticos, pero tampoco son completamente independientes. Para llegar a establecer una relación correcta entre ambos, conviene considerar previamente el proceso en el que se forma la identidad como varón o mujer. Los especialistas señalan tres aspectos de este proceso que, en el caso normal, se entrelazan armónicamente: el sexo biológico, el sexo psicológico y el sexo social[El sexo biológico suele denominarse simplemente sex, sexo, mientras que el sexo psicológico y social están unidos en el término gender, género.]

El sexo biológico describe la corporeidad de una persona. Se suelen distinguir diversos factores. El “sexo genético” (o “cromosómico”) –determinado por los cromosomas XX en la mujer, o XY en el varón– se establece en el momento de la fecundación y se traduce en el “sexo gonadal” que es responsable de la actividad hormonal. El “sexo gonadal”, a su vez, influye sobre el “sexo somático” (o “fenotípico”) que determina la estructura de los órganos reproductores internos y externos. Conviene considerar el hecho de que estas bases biológicas intervienen profundamente en todo el organismo, de modo que, por ejemplo, cada célula de un cuerpo femenino es distinta a cada célula de un cuerpo masculino. La ciencia médica indica incluso diferencias estructurales y funcionales entre un cerebro masculino y otro femenino.

El sexo psicológico se refiere a las vivencias psíquicas de una persona como varón o mujer. Consiste, en concreto, en la conciencia de pertenecer a un determinado sexo. Esta conciencia se forma, en un primer momento, alrededor de los 2–3 años y suele coincidir con el sexo biológico. Puede estar afectada hondamente por la educación y el ambiente en el que se mueve el niño.

El sexo sociológico (o civil) es el sexo asignado a una persona en el momento del nacimiento. Expresa cómo es percibida por las personas a su alrededor. Señala la actuación específica de un varón o de una mujer. En general, se le entiende como el resultado de procesos histórico–culturales. Se refiere a las funciones y roles (y los estereotipos) que en cada sociedad se asignan a los diversos grupos de personas.

Estos tres aspectos no deben entenderse como aislados unos de otras. Por el contrario, se integran en un proceso más amplio consistente en la formación de la propia identidad. Una persona adquiere progresivamente durante la infancia y la adolescencia la conciencia de ser “ella misma”. Descubre su identidad y, dentro de ella, cada vez más hondamente, la dimensión sexual del propio ser. Adquiere gradualmente una identidad sexual (dándose cuenta de los factores biopsíquicos del propio sexo, y de la diferencia respecto al otro sexo) y una identidad genérica (descubriendo los factores psicosociales y culturales del papel que las mujeres o varones desempeñan en la sociedad). En un correcto y armónico proceso de integración, ambas dimensiones se corresponden y complementan.

Una consideración especial merecen los estados intersexuales (los llamados intersexos) ya que algunos argumentan que la existencia de personas transexuales y hermafroditas demostraría que no hay solamente dos sexos. Pero los estados intersexuales significan anomalías con características clínicas variadas; suelen ocurrir en una etapa muy precoz del desarrollo embrionario. Se definen por la existencia de contradicción de uno o más de los criterios que definen el sexo. Es decir, las personas transexuales disponen de una patología en alguno de los puntos de la cadena biológica que conduce a la diferenciación sexual. Sufren alteraciones en el desarrollo normal del sexo biológico y, en consecuencia, también del sexo psicosocial [No corresponde, por ejemplo, el sexo fenotípico plenamente con el sexo cromosómico y gonadal, o no corresponden los órganos sexuales externos e internos. Así, las personas transexuales perciben pertenecer al sexo opuesto del que indica su anatomía.] En vez de utilizarlas como propaganda para conseguir la “deconstrucción” de las bases de la familia y de la sociedad, conviene mostrarles respeto y darles un tratamiento médico adecuado.

Hay que distinguir la identidad sexual (varón o mujer) de la orientación sexual (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad). Se entiende como orientación sexual comúnmente la preferencia sexual que se establece en la adolescencia coincidiendo con la época en que se completa el desarrollo cerebral. Tiene una base biológica y es configurada, además, por otros factores como la educación, la cultura y las experiencias propias. Aunque los números varían según las diversas investigaciones, se puede decir que la inmensa mayoría de las personas humanas son heterosexuales

Otra cosa todavía distinta es la conducta sexual. En el caso normal, designa el propio comportamiento elegido, puesto que hay un margen muy amplio de libertad en el modo en que tanto la mujer como el varón pueden conducir su sexualidad.

Hacia una comprensión de la diferencia sexual


Como la persona entera es varón o mujer, “en la unidad de cuerpo y alma”, la masculinidad o feminidad se extiende a todos los ámbitos de su ser: desde el profundo significado de las diferencias físicas entre el varón y la mujer y su influencia en el amor corporal, hasta las diferencias psíquicas entre ambos y la forma diferente de manifestar su relación con Dios. Aunque no se pueda constatar ningún rasgo psicológico o espiritual atribuible sólo a uno de los sexos, existen, sin embargo, características que se presentan con una frecuencia especial y de manera más pronunciada en los varones, y otras en las mujeres. Es una tarea sumamente difícil distinguir en este campo. Probablemente nunca será posible determinar con exactitud científica lo que es “típicamente masculino” o “típicamente femenino”, pues la naturaleza y la cultura, las dos grandes modeladoras, están entrelazadas, desde el principio, muy estrechamente. Pero el hecho de que varón y mujer experimenten el mundo de forma diferente, solucionen tareas de manera distinta, sientan, planeen y reaccionen de manera desigual, tiene un fundamento sólido en la constitución biológica propia de cada uno.

La sexualidad habla a la vez de identidad y alteridad. Varón y mujer tienen la misma naturaleza humana, pero la tienen de modos distintos. En cierto sentido se complementan. Por esto, el varón tiende “constitutivamente” a la mujer, y la mujer al varón. No buscan una unidad andrógena, como sugiere la mítica visión de Aristófanes en el “Banquete”, pero sí se necesitan mutuamente para desarrollar plenamente su humanidad. La mujer es dada como “ayuda” al varón por el Creador, y viceversa, lo que no equivale a “siervo” ni expresa ningún desprecio. [JUAN PABLO II: Carta Apostólica Mulieris dignitatem. También el salmista dice a Dios: “Tú eres mi ayuda.” Salmo 70,6. Salmo 115,9.10.11; 118,7; 146,5.] También en la relación marido–mujer la “sumisión” no es unilateral, sino recíproca. Es deseable una subordinación mutua en el amor.

Es un hecho biológico que sólo la mujer puede ser madre, y sólo el varón puede ser padre. La procreación se encuentra ennoblecida en ellos por el amor en que se desarrolla y, precisamente por la vinculación al amor, ha sido puesta por Dios en el centro de la persona humana como labor conjunta de los dos sexos. La paternidad común muestra un especial protagonismo y una confianza inmensa de Dios.

Tanto el varón como la mujer son capaces de cubrir una necesidad fundamental del otro. En su mutua relación uno hace al otro descubrirse y realizarse en su propia condición sexuada. Uno hace al otro consciente de ser llamado a la comunión y capaz para entregarse al otro, en mutua subordinación amorosa. Ambos, desde perspectivas distintas, llegan a la propia felicidad sirviendo a la felicidad del otro.

Mientras que el cambio arbitrario del gender da testimonio de un cierto afán de autosuficiencia, la sexualidad humana significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relación, en el ser–para–el–otro. Impulsa a salir de sí mismo, buscar al otro y alegrarse en su presencia. Es como el sello del Dios del Amor en la estructura misma de la naturaleza humana. Aunque cada persona es querida por Dios “por sí misma” y llamada a una plenitud individual, no puede alcanzarla sino en comunión con otros. Está hecha para dar y recibir amor. De esto nos habla la condición sexual que tiene un inmenso valor en sí misma. Ambos sexos están llamados por el mismo Dios a actuar y vivir conjuntamente [Génesis 1,27: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó.”]. Esa es su vocación. Se puede incluso afirmar que Dios no ha creado al hombre varón y mujer para que engendre nuevos seres humanos, sino que, justo al revés, el hombre tiene la capacidad de engendrar para perpetuar la imagen divina que él mismo refleja en su condición sexuada.

Ser mujer, ser varón, no se agota en ser respectivamente madre o padre. Considerando las cualidades específicas de la mujer, se ha reflexionado, a veces, sobre la “maternidad espiritual”; el Papa Juan Pablo II precisa este concepto y habla más oportunamente del “genio de la mujer”. Constituye una determinada actitud básica que corresponde a la estructura física de la mujer y se ve fomentada por ésta. En efecto, no parece descabellado suponer que la intensa relación que la mujer guarda con la vida pueda generar en ella unas disposiciones particulares. Así como durante el embarazo la mujer experimenta una cercanía única hacia un nuevo ser humano, así también su naturaleza favorece el encuentro interpersonal con quienes le rodean. El “genio de la mujer” se puede traducir en una delicada sensibilidad frente a las necesidades y requerimientos de los demás, en la capacidad de darse cuenta de sus posibles conflictos interiores y de comprenderlos. Se la puede identificar, cuidadosamente, con una especial capacidad de mostrar el amor de un modo concreto, y desarrollar la “ética” del cuidado.

Donde hay un “genio femenino” debe haber también un “genio masculino”, un talento específico del varón. Éste tiene por naturaleza una mayor distancia respecto a la vida concreta. Se encuentra siempre “fuera” del proceso de la gestación y del nacimiento, y sólo puede tener parte en ellos a través de su mujer. Precisamente esa mayor distancia le puede facilitar una acción más serena para proteger la vida, y asegurar su futuro. Puede llevarle a ser un verdadero padre, no sólo en la dimensión física, sino también en sentido espiritual [Paternidad espiritual supone liberarse del egocentrismo, “ser conquistado por el amor”. Karol WOJTYLA: Radiation of fatherhood.] Puede llevarle a ser un amigo imperturbable, seguro y de confianza. Pero puede llevarle también, por otro lado, a un cierto desinterés por las cosas concretas y cotidianas, lo que, desgraciadamente, se ha favorecido en las épocas pasadas por una educación unilateral.

En todos los ámbitos y los sectores de la sociedad, en la cultura y el arte, la política y la economía, la vida pública y privada, varones y mujeres están llamados a aceptarse mutuamente y a construir juntos un mundo habitable. Este mundo llegará a su plenitud en el momento en el que ambos sexos le entreguen armónicamente su contribución específica.

Una relación adecuada entre sex y gender

Hay una profunda unidad entre las dimensiones corporales, psíquicas y espirituales en la persona humana, una interdependencia entre lo biológico y lo cultural. La actuación tiene una base en la naturaleza y no puede desvincularse completamente de ella.

La unidad y la igualdad entre varón y mujer no anulan las diferencias. Aunque tanto las cualidades femeninas como las masculinas sean variables en gran medida, no pueden ser ignoradas completamente. Sigue habiendo un trasfondo de configuración natural, que ya no puede ser anulado sin esfuerzos desesperados, que conducen, en definitiva, a la autonegación. Ni la mujer ni el varón pueden ir en contra de su propia naturaleza sin hacerse desgraciados. La ruptura con la biología no libera a la mujer, ni al varón; es más bien un camino que conduce a lo patológico.

La cultura, a su vez, tiene que dar una respuesta adecuada a la naturaleza. No debe ser un obstáculo al progreso de un grupo de personas. Es evidente que han existido en la historia, y aún existen en el mundo, muchas injusticias hacia las mujeres. Este largo elenco de discriminaciones no tiene ningún fundamento biológico, sino unas raíces culturales, y es preciso erradicarlas. Las funciones sociales no deben considerarse como irremediablemente unidas a la genética o a la biología. Es deseable que la mujer asuma nuevos roles que estén en armonía con su dignidad. En este sentido, el Papa Juan Pablo II rechaza explícitamente la noción biológica determinista de que todos los roles y relaciones de los dos sexos están fijados en un único modelo estático, y exhorta a los varones a participar “en el gran proceso de liberación de la mujer”. Es indudable que la incorporación de la mujer al mercado laboral es un avance que, ciertamente, crea nuevos retos para ambos sexos.

El término gender puede aceptarse como una expresión humana y por tanto libre que se basa en una identidad sexual biológica, masculina o femenina. Es adecuado para describir los aspectos culturales que rodean a la construcción de las funciones del varón y de la mujer en el contexto social. Sin embargo, no todas las funciones significan algo construido a voluntad; algunas tienen una mayor raigambre biológica. Por tanto, “puede también apreciarse que la presencia de una cierta diversidad de roles en modo alguno es mala para las mujeres, con tal de que esta diversidad no sea resultado de una imposición arbitraria, sino más bien expresión de lo que es específicamente masculino o femenino.”

Hoy en día muchas personas vuelven a ver de nuevo con claridad que no pueden llegar a ser libres más allá de la base de la propia naturaleza; que el sexo, más que un privilegio o una discriminación, también es siempre una oportunidad para el propio desarrollo. En consecuencia, se empeñan por conseguir que la promoción de la mujer no sólo se lleve a cabo fuera del hogar. Si es cierto que las mujeres no se muestran únicamente como esposas y madres, muchas sí son esposas y madres, o quieren serlo, y hay que crear las posibilidades para que puedan serlo con dignidad. La mujer con una actividad profesional externa no debe ser declarada el único ideal de la independencia femenina, a pesar de todo el respeto que merecen sus intenciones nobles.

La familia, ciertamente, no es una tarea exclusiva de la mujer. Pero aún cuando el varón muestre su responsabilidad y compagine adecuadamente sus tareas profesionales y familiares, no se puede negar que la mujer juega un papel sumamente importante en el hogar. La específica contribución que aporta allí, debe tenerse plenamente en cuenta en la legislación y debe ser también justamente remunerada, bajo el punto de vista económico y sociopolítico.

La colaboración para elaborar esta legislación deberá considerarse mundialmente no sólo como derecho, sino también como deber de la mujer.

Nota final

El desarrollo de una sociedad depende del empleo de todos los recursos humanos. Por tanto, mujeres y varones deben participar en todas las esferas de la vida pública y privada. Los intentos que procuran conseguir esta meta justa a niveles de gobierno político, empresarial, cultural, social y familiar, pueden abordarse bajo el concepto de “perspectiva de igualdad de género (gender)”, si esta igualdad incluye el derecho a ser diferentes. De hecho, algunos países y organismos internacionales tienen en cuenta la diferente situación de varones y mujeres, y desarrollan planes para la igualdad de oportunidades, que ayudan a conseguir la promoción de la mujer. Y a la hora de adoptar políticas, la “perspectiva de género” lleva a plantearse cuáles serán los posibles efectos de esas decisiones en las situaciones respectivas de varones y mujeres.

Esta “perspectiva de género”, que defiende el derecho a la diferencia entre varones y mujeres y promueve la corresponsabilidad en el trabajo y la familia, no debe confundirse con el planteamiento radical señalado al principio, que ignora y aplasta la diversidad natural de ambos sexos.

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- P. NOPOULOS, M. FLAUM, D. O’LEARY, N.C. ANDREASEN: Sexual dimorphism in the human brain: evaluation of tissue volume, tissue composition and surface anatomy using magnetic resonance imaging, en: Psychiatry Res (2000/2), pp.1–13. H.

- PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Familia, matrimonio y uniones de hecho, (26 de julio de 2000), 8.

- N. SADATO, V. IBANEZ, M.P. DEIBER, M. HALLETT: Gender difference in premotor activity during active tactile discrimination, en: Neuroimage (2000/5), pp.532–540.

- Angelo SCOLA: ¿Qué es la vida? Madrid 1999, p.128.

- Gloria SOLÉ ROMEO: Historia del feminismo. Siglos XIX y XX, Pamplona 1995, pp.50–53.

- Karol WOJTYLA: Radiation of fatherhood, en IDEM: The Collected Plays and Writings on Theater, Berkeley 1987, p.355.

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Ver: Jutta Burggraf. ¿Qué quiere decir género? Un nuevo modo de hablar. PROMESA, San José, Cosa Rica, 2001.

miércoles, 27 de junio de 2007

EL PECADO ORIGINAL DE LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA


En una democracia verdadera, es razonable y muestra de salud ciudadana que haya sectores de la sociedad —a veces, sectores mayoritarios— que disientan activamente de algunas pretensiones del gobierno.

Así ocurre ahora en España. Se aprecia un creciente rechazo contra el proyecto del gobierno Zapatero para imponer a nuestros hijos una pretendida "Educación para la ciudadanía" cuyo contenido huele muy mal, aunque, como en el chiste, a algunos parece que les gusta el olor a huevos podridos.

Dice Ignacio Carbajosa en paginasdigital.es: “La asignatura ‘Educación para la ciudadanía’ se presenta como una materia ‘neutral’, que respeta las opiniones de los alumnos y fomenta un mínimo común ético aceptable por todos. (…) La idea de neutralidad es, en el mejor de los casos, claramente ingenua. En realidad detrás de ella se esconde el deseo de generar una nueva mentalidad que, más que neutral, es unificadora. Se entiende así que Gregorio Peces-Barba, poco después de la llegada al poder de los socialistas, afirmara, en referencia a la asignatura de ‘Educación para la ciudadanía’, que ‘sólo con ser capaz de poner en marcha esta iniciativa el Gobierno habría justificado la legislatura’ [Cf. ‘La educación en valores, una asignatura imprescindible’, El País, 22 noviembre 2004]” .

Aparentemente, el gobierno pretende seguir las directrices del Consejo de Europa, en el sentido de dar prioridad en la política educativa a una educación para la ciudadanía democrática. Pero eso sólo es una apariencia, porque hay una distinción esencial en el contenido.

Lo que preocupa al Consejo de Europa es la apatía política de los ciudadanos y su desconfianza de los gobernantes. Nada hace referencia a fundamentos éticos, ni el mundo afectivo-emocional aparece mencionado entre los objetivos de la educación para la ciudadanía.

En cambio, la educación para la ciudadanía que pretende el ejecutivo socialista español entra indebidamente en cuestiones de muy hondo calado moral. Entre otros: profundizar “en los principios de la ética personal y social”, ”construirse una conciencia moral y cívica acorde con las sociedades democráticas”, etc. ¿Quién es el Gobierno para expropiar y sustituir a los padres en su derecho fundamental a decidir con qué criterios morales desean formar a sus propios hijos?.

Como es natural, la ética que se enseña en esa asignatura es la del relativismo moral: es decir, nada tiene que ver con el esfuerzo por delimitar y distinguir lo bueno y lo malo; es la política de la tolerancia indiferenciada tanto hacia el bien como hacia el mal; es la política de la confusión entre el positivismo jurídico y la ética, especialmente en temas trascendentales como el derecho a la vida o el matrimonio.

“¡Son leyes!: ¡que cumplan las leyes, como todos!” Así, más o menos, se le veía gesticular y gritar en un telediario, de modo muy desagradable, a la Vicepresidenta Fernández de la Vega. Y claro, como la ley la aprueba y la cambia el poder, si la ética es la ley, la ética será lo que diga el poder en cada momento.

La ideología de género está presente una y otra vez en la Educación para la Ciudadanía, con su fraseología y parafernalia específica: “orientación afectivo-sexual”, “diversidad afectivo-sexual”, “homofobia”, etc. Y lo referente a la “identidad sexual”: como se sabe, para la ideología de género, ‘hombre’ y ‘mujer’ no son realidades naturales sino construcciones culturales”; “no existen dos sexos naturales sino distintas orientaciones afectivo-sexuales”, de idéntico valor; los “tipos de familia”, los “roles de padre y madre” en los casos de uniones homosexuales con criaturas a su cargo, etc.

De todo esto habla el Prof. Jorge Otaduy en un artículo titulado 'El pecado original de la educación para la ciudadanía', que fue publicado hace pocos días en ABC (20-VI-2007) y que reproducimos a continuación.]









por Jorge Otaduy, profesor de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra




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La democracia requiere un cierto grado de consenso en torno a los valores básicos -libertad, pluralismo, derechos humanos, imperio de la ley...- que garantice la subsistencia del modelo. ¿A quién puede extrañar que el sistema educativo contribuya a sostener tan noble causa? Convendría insistir aún más en la conveniencia de que la educación para la ciudadanía democrática fuera objeto de cualquier actividad educativa, formal y no formal, desarrollada por todos los agentes sociales, no sólo en el sector público.

Los decretos de enseñanzas mínimas han establecido ya los contenidos de la nueva asignatura. Se dice, y con razón, que se han rebajado las referencias más chirriantes a cuestiones con implicaciones morales inmediatas, como los tipos de familia, la dimensión humana de la sexualidad, la valoración crítica de la división social y sexual del trabajo y de los prejuicios sexistas.

LA supuesta flexibilidad ministerial, con todo, no ha conseguido poner punto final al debate; los contenidos siguen siendo más que discutibles, porque adolecen de una carga ética, apenas disimulada, relativa a conductas personales no implicadas directamente en la construcción de una sociedad democrática. Se percibe, en concreto, una particular fijación en lo referente a la educación afectivo-emocional, que impregna gran parte de los contenidos de la disciplina. No existe ningún recato, asimismo, a la hora de abordar los fundamentos ético-morales de las instituciones -como el sistema democrático, las organizaciones internacionales- o de las materias objeto de estudio -como los derechos humanos-, aun cuando la referencia a tales presupuestos obliga inevitablemente a la expresión de particulares concepciones ideológicas. Con ocasión del estudio de los problemas sociales se propone el recurso al método de análisis de los dilemas morales generados en el mundo actual. Si fuera una materia de libre elección resultaría digerible, pero una asignatura obligatoria con tan insoslayables contenidos morales será en la práctica difícilmente compatible con el respeto a las convicciones de padres y alumnos.

Me parece injusto tachar de pusilánimes, alarmistas o de paradójicos colectivos anti-sistema a quienes alzan su voz manifestando la considerable incomodidad que les produce la perspectiva de la nueva asignatura. ¿Sobre qué fundamentos se harán descansar los valores constitucionales objeto de ilustración? ¿Cuál será el enfoque con el que los grandes dilemas éticos serán afrontados? ¿Qué tipo de educación afectivo-emocional inspirará la tarea formativa? ¿Qué idea de libertad subyace en los programas? No es fácil quitarse de la cabeza que el Gobierno que ha pergeñado la disciplina es el impulsor de una legislación social -aprobada por mayorías parlamentarias a veces exiguas- que ha arrollado sin grandes miramientos convicciones y sensibilidades de millones de ciudadanos, en materias como el matrimonio o la protección de la vida humana. La particular interpretación -indudablemente ético-moral- de los principios de la Constitución que han dado curso legal a tales reformas no pueden monopolizar el panorama social ni presentarse de modo autoritario a través del sistema educativo oficial, como es inevitable que suceda en el marco de la educación ciudadana que se propone.

El Gobierno pretende jugar la carta europea. El Consejo de Europa aprobó en 2002 una recomendación según la cual la educación para la ciudadanía democrática debe ocupar un lugar prioritario en la reforma y ejecución de las políticas educativas. La lectura del documento europeo permite calibrar la notable diferencia de fondo y de forma respecto de los textos españoles. Lo que preocupa al Consejo de Europa es la apatía política y civil y la falta de confianza en las instituciones democráticas, la corrupción, el racismo, la xenofobia, el nacionalismo violento, la intolerancia ante las minorías, la discriminación y la exclusión social, elementos que representan todos ellos una importante amenaza a la seguridad, estabilidad y crecimiento de las sociedades democráticas. Las referencias a fundamentos ético-morales brillan por su ausencia y el mundo afectivo-emocional no aparece mencionado entre los objetivos de la educación para la ciudadanía democrática. Por otra parte, no parece que la responsabilidad de transmisión de las mencionadas competencias a los ciudadanos haya de reposar, poco menos que en exclusiva, sobre el sistema educativo. La educación para la ciudadanía democrática es tarea de toda la sociedad y en especial, precisa el Consejo de Europa, de la familia. La búsqueda del pasaje paralelo en los textos españoles resulta infructuosa.

EL maquillaje de última hora ha disimulado los defectos más vistosos, pero no ha transformado la naturaleza de la disciplina. La actual educación para la ciudadanía no puede ocultar que es hija de un poder adornado con ribetes de laicismo, que tiende a una interpretación exclusivista y autoritaria del «mínimo común ético constitucionalmente consagrado», en lugar de reconocer los derechos de libertad ideológica y religiosa de las personas y favorecer su libre ejercicio. No es inocente que la propia LOE advierta que los contenidos de la asignatura no pueden considerarse sustitutorios de la enseñanza religiosa. El legislador respira por la herida; parece comprender que una lectura sin prejuicios puede razonablemente conducir a la conclusión de que el sentido de la educación para la ciudadanía es contribuir a establecer, con patrocinio estatal, un código ético alternativo o a crear una nueva conciencia social, mejor acomodada a la realidad legal).

La educación para la ciudadanía es una hermosa criatura, pero, en España, ha venido al mundo con pecado original.

viernes, 22 de junio de 2007

Contra la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea

Para entender
De lo que se está discutiendo

Los jefes de estado y de gobierno de los 27 estados miembro de la UE intentan relanzar el rechazado “Tratado sobre una constitución para Europa” en la Cumbre del 21 y 22 de junio de 2007.

Desde el 7 de junio de 2007 el Parlamento Europeo ha reforzado la presión política en favor de un nuevo tratado sobre la constitución de la UE y una resolución sobre la hoja de ruta para el proceso constitucional de la UE (2007/2087(INI)). En él, el Parlamento Europeo refuerza su compromiso para una solución para el actual proceso de conformación de la constitución de la Unión Europea, ¡en base al contenido del tratado constitucional rechazado, “ dado el caso bajo una presentación distinta ”! En definitiva esto significa: aun cuando el tratado constitucional de la UE ha sido rechazado por los ciudadanos según la reglamentación vigente, ¡se les quiere vender ahora el mismo contenido dentro de un paquete diferente!

¡La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea no puede tornarse vinculante!

¡El Parlamento Europeo insiste en tornar vinculante la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE! (§ 9 y 11 de la resolución).

A pesar del riesgo evidente de introducir un “doble estándar” en la protección de los derechos fundamentales en Europa, la Unión Europea instaló el 1º de enero de 2007 la Agencia Europea para los Derechos Fundamentales en Viena, cuyo precio deberán pagar los contribuyentes. Presupuesto anual: ¡100 millones de euros! Para comparar: el único guardián de los derechos fundamentales en Europa, el Consejo de Europa en Estrasburgo, con su Convención Europea de los Derechos Humanos y la Corte de Justicia Europea de los Derechos Humanos, funciona con un presupuesto anual de 44 millones de euros.

El fundamento legal de la Agencia Europea para los Derechos Fundamentales es la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea – ¡un compromiso político negociado entre cabilderos de intereses particulares! ¡No es de extrañar que la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE no defienda la familia fundada en el matrimonio entre varón y mujer, que ignore la protección del derecho a la vida y que solo prohíba la clonación “reproductiva” pero no la clonación “terapéutica”! Si la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE es introducida en la legislación de la comunidad, este compromiso político primaría sobre todas las normas de protección de los derechos fundamentales en las constituciones nacionales. Y entonces la cuestión de los derechos fundamentales en la UE sería decidida por la Corte de Justicia Europea en Luxemburgo, que interpreta el Derecho europeo bajo el único criterio del Mercado Común.

Un partido pedófilo: apoyo a través de la Carta vinculante de los Derechos Fundamentales de la UE

El partido holandés “Amor al prójimo, libertad y diversidad” (NVD), la Asociación Internacional de Homosexuales y Lesbianas (ILGA) y algunos de sus afiliados nacionales en Europa, así como organizaciones de amigos de niños varones en los estados miembro de la UE se preocupan, independientemente unos de otros y cada uno a su manera, por la reducción del límite de edad para las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.


El antedicho partido NVD, que fue aceptado en La Haya como conforme a la constitución, califica la pedofilia/pedastría como “una forma de orientación sexual entre otras”. Para legitimar sus demandas, estas organizaciones también invocan la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Por lo tanto crece en la opinión pública la impresión de que la interacción de distintos artículos de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea podría impedir a las instituciones de la Unión Europea, así como a los gobiernos de los estados miembro, proceder contra la pedofilia/pedastría con todos los medios a su alcance.

Contexto institucional

El “Tratado sobre la Constitución para Europa” es un tratado de Derecho internacional. Bajo las reglas vigentes del Derecho internacional, un tratado internacional caduca cuando un único estado firmante no ratifica el tratado.

Éste fue el caso de la anterior “Constitución de la UE”. Los ciudadanos de Holanda y de Francia se han pronunciado claramente, en un referéndum, contra el Tratado de la Constitución de la UE. Otros estados miembro de la UE no han ni siquiera comenzado con la ratificación (Polonia, República Checa, Gran Bretaña). Los estados miembros de Europa Central y Oriental, antiguamente estados del pacto de Varsovia, se han visto obligados, con medios políticos, a ratificar el tratado, para que no les suspendieran los medios de ayuda (fondos de estructura de la UE, fondos regionales para la expansión del este).

La Carta de los Derechos Fundamentales de la UE fue un componente del rechazado Tratado sobre una Constitución para Europa. Una vez rechazado, no puede ser asumido en el nuevo Tratado de la UE sin una modificación esencial.

Es por eso que los responsables políticos denominan cautelosamente la Carta de los Derechos Fundamentales, “Segundo Capítulo del Tratado de la UE”.

Te aconsejo que escribas un correo o carta personal a Frau Dr. Angela Merkel, Presidenta del Consejo de Europa
Platz der Republik 1
Paul-Löbe-Haus (Zi.: 3.441)
D-11011 Berlin
Tel.: 030 - 227 - 78032
Fax: 030 - 227 - 76533
E-Mail : angela.merkel@bundestag.de

martes, 12 de junio de 2007

¿Queréis tener unas vacaciones insoportables?


Este artículo sorprendente es de un buen amigo mío, Enrique Monasterio (Peque). Lo escribió hace tiempo, y como dice él mismo, lo ha sacado del congelador y lo vuelve a servir con algunos retoques.
¿Queréis tener unas vacaciones insoportables?: seguid estos sabios consejos. Vamos allá.


1. Haz como las grullas. Únete a la bandada migratoria más numerosa que encuentres, y huye de todo, menos de la multitud. Haz siempre lo que haga la mayoría, que la mayoría no se equivoca jamás. No renuncies al placer de las aglomeraciones ni de los atascos. ¿Por qué vas a privarte del entrañable tufillo del metro?

2. Sé fuerte. Que nadie te aparte de tu firme propósito de no pegar golpe hasta septiembre. Sigue el ejemplo del gran podargo australiano, el ave más perezosa del planeta, que no se mueve ni para comer: se limita a tumbarse sobre una rama, abre su inmensa boca, y se deja alimentar por los insectos suicidas, que entran hasta su estómago para echar una ojeada. Haz tú lo mismo: toma tu bolsa de patatas y mimetízate en la arena.

3. Aíslate. Nada como una buena multitud para lograrlo sin esfuerzo. Tápate los oídos con el ipod y masajéate los tímpanos con el estruendo de la música a tope. Y no te olvides del móvil ni de la play station.

4. No leas nada. No aprendas nada. Deja tu cerebro en reposo letárgico durante todo el verano. Con un poco de suerte, en septiembre padecerá una atrofia total e irreversible.

5. Acapara el mayor número de deuvedés: menos de doscientos sería peligroso; podrías caer en la perniciosa tentación de hacer deporte, o, lo que es peor, de leer un libro.

6. Acuéstate con la tele. La función “timer” es muy útil para que ella se apague cuando hayas empezado a roncar. Procura que tu último pensamiento esté en sintonía con “Salsa rosa” o con algún otro programa cultural semejante. Si no tienes tele en tu cuarto, ¿al menos tendrás una radio, digo yo?

7. Despiértate tarde por las mañanas. Piensa que, cuanto más duermas, más corto te parecerá el tormento de las vacaciones. Lo ideal sería que permanecieras en estado de duerme-vela todo el verano; pero, como no es posible, levántate despacito; no corras riesgos, que el infarto acecha donde menos se espera.

8. A la playa no vayas a bañarte, ni mucho menos a nadar, sino a freírte en aceite bronceador. Es doloroso —los antiguos ascetas del desierto no soportaban penitencias tan duras—; pero todo sea por el pellejo.

9. Al anochecer, imita de nuevo a los podargos, que, como bien saben los ornitólogos, entran en acción a esas horas: devoran toda clase de larvas e insectos, y terminan su jornada entre gritos lastimeros. Según los nativos, esos gemidos anuncian catástrofes, pero más bien parecen producto de la mala digestión.

10. No te olvides de aprovechar el verano para cotillear con todo el mundo. Nada te amargará tanto la existencia como descargar un poquito de veneno sobre tus enemigos/as íntimos/as. Y no pienses que el cotilleo es cosa de mujeres. Estamos en una sociedad igualitaria. Todos tenemos derecho a la libertad de expresión.

11. Asegúrate de que el tu lugar de veraneo hay ADSL y puedes conectarte a Internet sin problemas. En caso contrario, cambia de pueblo. Lo importante es que chatees un mínimo de dos horas diarias con todos los chateadores de tu chat. Déjate atrapar por la red como una sardina. Navega sin freno: conocerás un mundo virtual sin salir de la pantalla del ordenador. Al final del verano tendrás los dedos atrofiados, la sesera averiada y el portátil lleno de virus.

12. En resumen: no niegues nada a tus sentidos, ni concedas nada a tu inteligencia. Que la nevera sea tu amiga inseparable; la televisión, tu alimento y tu punto de mira; los videojuegos tu única escapada... Y los demás -la familia, los amigos-, meros puntos de referencia, objetos para usar y tirar.

13. ¿Y Dios?... Lo siento: no soy capaz de llevar la ironía hasta sus últimas consecuencias. Ni en broma puedo aconsejarte que pongas a Dios en naftalina y lo guardes con la ropa de invierno. Pero si, de verdad, quisieras pasar las más tristes vacaciones de tu vida, bastaría con seguir el ejemplo de tantos miles de personas que, en estas fechas, huyen descaradamente de Dios. Se parecen a esos otros que, de vez en cuando, escapan de lo que en teoría más quieren -de su mujer, de sus hijos-, en busca de un "desahogo", de un descanso.

A éstos, y a los que piensan que el verano puede ser un paréntesis en su fe, habría que recordarles que, quien necesite descansar de sus amores, es que no sabe amar. El amor es el mejor descanso para alma y para el cuerpo. Y Jesucristo quiere encontrarse con nosotros, también en la playa, donde ya tomó pescado a la brasa con sus discípulos, o en la montaña, donde organizó una tarde la gran merienda de los panes y los peces.

¿Qué le pasa a la ONU?

   Por    Stefano Gennarini, J.D       La ONU pierde credibilidad con cada informe que publica. Esta vez, la oficina de derechos humanos de ...