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miércoles, 31 de agosto de 2022

La sexualidad de los hijos

 He pretendido con esta pequeño libro dar algunas ideas para que los  padres expliquen en su momento a sus hijos, cuando llegan  los cambios fisiológicos sexuales. Suele suceder entre los 7 y los 12 años. También cómo hablarles, también a cortad edad, de los otros dos componentes, y más importantes, de la sexualidad: la afectividad entre chicos y chicas, y la tendencia a la paternidad y a la maternidad. 

Es un material de ayuda, porque en este tema sólo ellos deben enseñar. En cada momento les estarán formando en el amor, porque se puede decir que proceden de su amor.

Ha sido publicado en Amazon, y se puede adquirir en todos los países de lengua castellana, en Estados Unidos, Inglaterra y Suecia.



   

martes, 23 de agosto de 2022

Nadie puede llamar bien al mal

El hombre puede designar verdaderamente el bien y el mal. Nunca puede llamar bien al mal, si no es al precio de una mentira que le destruye a sí mismo. Es una cuestión de vida o muerte, una condición necesaria para la felicidad y la libertad (Rocco Butiglione, El pensamiento de Karol Wojtyla)

sábado, 13 de agosto de 2022

San Josemaría, Fundador del Opus Dei, Cartas, n. 8, nn. 53 y 54, de 1943


«Os consta cómo generalmente nos entienden y nos quieren los Ordinarios de las diócesis en las que trabajamos; y —sea la que fuere la forma jurídica que, con el tiempo, tome la Obra— la Iglesia, que es nuestra Madre, respetará el modo de ser de sus hijos, porque sabe que con eso sólo pretendemos servirla y agradar a Dios. 

Esta es la razón por la que no admitimos, sobre la Iglesia, ni una duda ni una sospecha: ni la toleramos, en otros, sin protesta. No buscamos a la Iglesia los lados vulnerables —por la acción de los hombres en Ella— para la crítica, como suelen hacer algunos que no parecen tener fe ni amor. No concibo que se pueda amar a la madre, y que se hable de esa madre con despego.

Y nunca estaremos bastante satisfechos de nuestro trabajo, por muchos que sean los servicios que, con la gracia de Dios, hagamos a la Iglesia y al Papa, porque el amor nos exigirá más cada día, y nuestros trabajos siempre nos parecerán modestos, porque el tiempo, del que disponemos, es breve: tempus breve est (1 Co 7,29). 

Con el amor desinteresado, hemos de tener una gran confianza: estoy seguro de que se acrecentará en vuestras almas, con la ayuda de Dios, a pesar de las incomprensiones que el Señor quiera permitir, que —insisto— nunca serán incomprensiones de la Iglesia. 

Con este espíritu de confianza filial, recibiremos siempre con gozo y alegría cualquier noticia que nos venga de la Esposa de Jesucristo, también cuando sea dolorosa o pueda parecerlo, a los ojos de personas ajenas a la Obra, ya que sabemos que de la Iglesia no nos puede venir nada malo: diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum (Rm 8,28); para los que aman a Dios, todas las cosas son para bien. 

Y me atrevo a aseguraros que esta alegría nuestra, a pesar de los pesares, no dejará de causar estupor y sorpresa, y sobre todo edificación, en quienes sin motivo, porque no lo puede haber, esperan de nosotros una reacción distinta».

El abuso del principio de autoridad

Del artículo "Anillo para Gobernarlos a Todos", en el blogs fpcs

de Fernando del Pino Calvo-Sotelo

 ... el globalismo también abusa del principio de autoridad, es decir, del argumentum ad verecundiam, falacia por la que una opinión es defendida sólo porque alguien considerado una autoridad así lo hace. Dado que los políticos dejaron hace tiempo de ser autoridad a los ojos del pueblo, la ideología globalista ha decidido apoyarse en “científicos”, los nuevos sumos sacerdotes, o, mejor dicho, en “La Ciencia”, su nuevo tótem, en una estrategia que usa el principio de autoridad para asustar y mover voluntades a través del miedo. Su primera ofensiva fue la creación de un escenario apocalíptico basado en el supuesto cambio climático antrópico, por el que todos debíamos temer el fin del mundo y confiar en los “científicos” (que por arte de magia carecen de vicios y son siempre serios, honestos, objetivos, benéficos y angelicales), salvo en aquellos que discrepaban, que fueron debidamente neutralizados mediante la censura más férrea. No obstante, a pesar del indudable éxito de la patraña climática a través de la creación del IPCC de la ONU y de los enormes premios económicos ligados a la “descarbonización”, el miedo a un apocalipsis era demasiado vago y lejano a pesar de haber intentado hacerlo más presente con el astuto (y falso) argumento del supuesto aumento de fenómenos meteorológicos extremos.

Por ello, la epidemia del covid les ha ofrecido “la gran oportunidad” que ansiaban (en palabras del fundador del Foro Económico Mundial): un miedo real y presente a la muerte creado por una campaña de terror mediática sin precedentes que ha anulado la capacidad de raciocinio del individuo y relegado su deseo de libertad ante las promesas de quienes le ofrecían una falsa seguridad. Asimismo, se ha puesto de manifiesto el enorme potencial del principio de autoridad de la bata blanca de los médicos.

Tanto en el caso del cambio climático como en el de las disparatadas medidas epidemiológicas, los nuevos totalitarios se aprovechan de la ignorancia de la población en cuanto a las limitaciones del conocimiento y capacidad predictiva del hombre y en cuanto al nivel de corrupción de “La Ciencia” (dominada por las limitaciones de financiación) o “La Medicina” (controlada por las grandes empresas farmacéuticas). Antaño eran los generales los que nos daban órdenes; ahora serán los científicos y los médicos, manejados por los yonquis del poder y del dinero y atraídos ellos mismos por su brillo.

miércoles, 3 de agosto de 2022

Características del buen gobernante, o de lo que adolece el mal gobernante.

    Por la importante tarea y la grave responsabilidad que recae sobre los gobernantes, se comprende que ya los clásicos señalaran las buenas cualidades que deben tener los que gobiernan. Por ejemplo Platón dejó escrito que los gobernantes deberían ser los que estén mejor dotados para ello, y vayan a servir al bien común y a la justicia. Incluso sugería que los que van a dedicarse a gobernar deberían ser educados para cumplir estrictamente su tarea. Como principios generales a tener en cuenta enseñaba que formar un buen gobernante exige además elegir a individuos que tengan un carácter noble y recto, educarlos en los principios de la virtud y la justicia enseñándoles a discernir el bien y el mal. Si a esto se une un don para conciliar opuestos, armonizar lo diverso, unir las voluntades, tendremos seres capaces de regir, con el auxilio de las leyes, una polis habitable y razonablemente feliz.

       Aristóteles opinaba que el hombre de Estado tiene que reunir tres cualidades: amor a las leyes, competencia en lo que atañe a su cargo y virtud y justicia adecuadas al régimen. Y en fin, Cicerón tenía muy claro que el gobernante debe poseer una integridad excepcional, lo que significa amor a la verdad −no mentir jamás−, rectitud de intención −buscar sinceramente el bien común y no sus propios intereses−, humildad para reconocer sus errores y aceptar las críticas, etc.

    Estas cualidades no son algo simplemente conveniente sino necesarias para gobernar bien. Por eso, si el candidato −aunque haya sido elegido democráticamente− carece de ellas, si llega a gobernar lo hará mal; puede hacer un grave daño al país en aspectos fundamentales y arrastrar al desprestigio al partido que representa. Por eso es importante y lógico que el que aspira a desempeñar un puesto de alta responsabilidad no surja "de la nada", sino que haya demostrado ya su valía personal en otros ámbitos de cierto relieve, de igual modo que en una empresa privada sería inimaginable que fuera elegido para dirigirla quien no fuera ya conocido por su idoneidad y competencia.

    Desde siempre, la Iglesia ha valorado en mucho la noble y difícil tarea de gobernar, por el gran servicio que debe ser para los gobernados y porque la legítima potestad humana tiene su último fundamento en Dios. Así, por ejemplo, leemos en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, que la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios, aun cuando la determinación del régimen político y la designación de los gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos. Por la responsabilidad de los gobernantes y para no desvirtuar la legitimidad del poder, es necesario que el ejercicio de la autoridad política, así en la comunidad en cuanto tal como en las instituciones representativas, debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar el bien común (n. 74).

    En las enseñanzas de los grandes maestros que hemos señalado encontramos las cualidades principales de todo buen gobernante. Apoyándonos en ellas podemos deducir algunos rasgos más, implícitos en ellas.

    Además de la competencia, la integridad moral, el amor a la verdad, el respeto a las leyes y la humildad, el gobernante debe aceptar el cargo sabiendo que necesitará un gran espíritu de servicio y de amor a su país, para buscar siempre lo que más convenga al bien común, por encima de sus intereses personales.

    El gobernante debe estar desprendido del poder, porque no debe buscar mantenerse el poder a toda costa sino servir. Y si no sirve, no sirve, no es útil. De aquí se deduce que al gobernante no le ha de importar tanto el juicio de los hombres como el juicio de Dios, al que tendrá que dar cuenta del desempeño de su misión, lo crea o no, como todos tendremos que hacerlo.

    La tarea de gobernar es muy compleja y como es natural el que manda debe rodearse de colaboradores que deben tener, en un grado adecuado a sus responsabilidades, cualidades semejantes a las de su jefe.

    El gobernante debe inspirar una gran confianza, lo que requiere competencia para desempeñar el cargo, dedicación seria a la misión encomendada, cumplir lo que dice, informar con objetividad y transparencia, reconocer con sencillez sus errores y admitir las críticas ponderadas. Si el pueblo advirtiera incompetencia, ocultamiento de información que el gobernante tiene obligación de comunicar, contradicción de criterios, falsedades comprobadas…, la confianza se convertiría en desconfianza, inseguridad, sospecha de intenciones ocultas…

    Una muestra clara de buen gobierno es ser querido y admirado por los ciudadanos, incluso por lo que no le hayan votado; al menos estos reconocerán su valía y su ejemplaridad. Si un gobernante no es querido mayoritariamente por aquellos a los que gobierna, no habrá alcanzado una de las mayores satisfacciones del gobernante; y habría que revisar cómo ha cumplido su misión.

Nivel récord de infelicidad

 P or MARK GILMAN, The Epoch Times en español Según Gallup, el aislamiento es uno de los principales problemas que afectan la felicidad de l...