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jueves, 24 de junio de 2021

La Conciencia: luz que no desaparece, aunque se debilite




El espíritu humano es lámpara del Señor, que examina todo lo más hondo del ser”. Proverbios 20,27Cuando los paganos, que no tienen la Ley, guiados por la naturaleza, cumplen las prescripciones de la Ley, aunque no tengan la Ley, ellos son ley para sí mismos, y demuestran que lo que ordena la Ley está inscrito en sus corazones. Así lo prueba el testimonio de su propia conciencia, que unas veces los acusa y otras los disculpa, hasta el Día en que Dios juzgará las intenciones ocultas de los hombres por medio de Cristo Jesús, conforme a la Buena Noticia que yo predico San Pablo, Carta a los Romanos, 2, 14-16

1.¿Qué es la conciencia? 

 La conciencia es el espacio interior de diálogo entre Dios y el hombre. Se le llama conciencia moral porque a través de ella, el hombre identifica el bien y el mal en su propia vida. Se habla de ella en dos sentidos: en sentido global y más amplio, es el conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos. En sentido estricto, es el juicio práctico que actúa para discernir la bondad o maldad de cada acción singular.1 

 En definitiva, “La conciencia es el testigo exclusivo de lo que sucede en la intimidad de la persona, de su esencial rectitud o maldad moral.”2 

A través de ella, el hombre entra en un diálogo consigo mismo, pero sobre todo con Dios, que es el autor de la ley moral, a la que el hombre se orienta y aspira para alcanzar su felicidad. En la constitución pastoral Gaudium et spes se afirma que “es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo.” (n. 16) 

 En palabras del Papa Francisco: La conciencia es el espacio interior de la escucha de la verdad, del bien, de la escucha de Dios; es el lugar interior de mi relación con Él, que habla a mi corazón y me ayuda a discernir, a comprender el camino que debo recorrer, y una vez tomada la decisión, a seguir adelante, a permanecer fiel.

 2. ¿Cómo funciona la conciencia? 

 El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que la conciencia moral está presente en el interior de cada persona y actúa en el momento oportuno ordenándole a practicar el bien y evitar el mal. Cuando la persona se encuentra ante distintas opciones en su actuar, la conciencia juzga la bondad o maldad de todas ellas y llama a elegir el bien, al cual el hombre se siente atraído por estar vinculado a su verdadera felicidad. “El hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla.”4 

 Esto implica que el hombre tiene obligación de seguir lo que su conciencia le dicta. Tiene además la obligación de formarla de manera tal que sus dictámenes sean juicios rectos que le acerquen al bien verdadero. El Catecismo afirma: “ante la necesidad de decidir moralmente, la conciencia puede formular un juicio recto de acuerdo con la razón y con la ley divina, o al contrario un juicio erróneo que se aleja de ellas.”5

3. ¿Cómo se forma la conciencia? 

 “Dios hace partícipe al hombre de su ley, de manera que el hombre, [...], puede conocer más y más la verdad inmutable. Por lo tanto, cada cual tiene la obligación y por consiguiente también el derecho de buscar la verdad en materia religiosa, a fin de que, utilizando los medios adecuados, se forme, con prudencia, rectos y verdaderos juicios de conciencia.” Dignitatis Humanae n. 3 

Algunos medios concretos que ayudan al hombre a tener una conciencia que formule juicios rectos son la formación moral y religiosa, la amistad y el consejo de personas formadas, la práctica de las virtudes que facilitan la elección del bien moral, y la oración, lugar específico de diálogo con Dios. Es importante tener en cuenta que las amistades y la elección de los ambientes que frecuentamos también tienen un rol en la formación de nuestra conciencia. En definitiva, pueden contribuir positivamente a su formación si en ellos encontramos un sincero deseo de búsqueda del bien común y personal; o bien deformarla si, por el contrario, fomentan la toma de malas decisiones que generen daños personales o al entorno. Respecto a estos medios, la Dignitatis Humanae nos invita a buscar la verdad “de modo apropiado a la dignidad de la persona humana y a su naturaleza social, es decir, mediante una libre investigación, sirviéndose del Magisterio [es decir, de las enseñanzas de la Iglesia Católica] o de la educación, de la comunicación y del diálogo, por medio de los cuales unos exponen a otros la verdad que han encontrado o creen haber encontrado, para ayudarse mutuamente en la búsqueda de la verdad; y una vez conocida ésta, hay que aceptarla firmemente con asentimiento personal.”

En la medida en que el hombre se esfuerza por alcanzar una conciencia formada siguiendo estos medios, su conciencia tendrá más luz y claridad para discernir y actuar más rectamente en las situaciones concretas y singulares en las que por su libertad se encuentra. 

4. Conciencia y verdad 

 El Papa Francisco nos invita a oír más nuestra conciencia, pero también nos advierte: “¡cuidado! Esto no significa seguir al propio yo, hacer lo que me interesa, lo que me conviene, lo que me apetece... ¡No es esto!”

Entonces, ¿cuál es la relación entre conciencia y verdad? “En lo profundo de su conciencia —afirma el Concilio Vaticano II—, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, pero a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia está la dignidad humana y según la cual será juzgado.” Veritatis Splendor n. 54 

5. Conciencia y libertad 

En la medida en que el hombre forma su conciencia y es capaz de conocer la ley inscrita por Dios en su corazón, conoce más profundamente la verdad a la que está llamado y esto lo hace más libre. Jesús en su paso por la tierra, vivía en constante diálogo con su Padre, y al hacerlo, sabía cuál era su voluntad y la seguía aunque esto le supusiera dar su vida en la Cruz. La Pasión de Jesús se nos presenta como una elección libre de amor, consecuencia de descubrir la voluntad del Padre y reconocer en ella el bien. “Jesús nos quiere libres, ¿y esta libertad dónde se hace? Se hace en el diálogo con Dios en la propia conciencia. Si un cristiano no sabe hablar con Dios, no sabe oír a Dios en la propia conciencia, no es libre, no es libre.”8

 6. ¿Qué es la objeción de conciencia? 

 Por respeto a su conciencia y dignidad humana, el hombre tiene la obligación y el derecho de seguir su propia conciencia, incluso cuando una ley civil pretende obstaculizarla. La declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa, afirma que “el hombre percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la ley divina; conciencia que tiene obligación de seguir fielmente, en toda su actividad, para llegar a Dios, que es su fin. Por tanto, no se le puede forzar a obrar contra su conciencia. Ni tampoco se le puede impedir que obre según su conciencia…Dignitatis Humanae n. 3 

1. Cfr. Elegidos en Cristo para ser santos. Enrique Colom- Ángel Rodríguez Luño, pág 281 
2. Elegidos en Cristo para ser santos. Enrique Colom- Angel Rodríguez Luño, pág 287 
3. Papa Francisco, Ángelus del 30 de junio de 2013. 
4. Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1777 
5. Ibidem, 1786 
6. Dignitatis Humanae, 3 
7. Papa Francisco, Ángelus del 30 de junio de 2013 
8. Ibidem.

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