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martes, 24 de octubre de 2017

Sobre la desigualdad económica y el consumo.

Por Antonio Argandoña, Catedrático de Economía Universidad de Barcelona

El que sabe, hace, y el que no sabe, enseña. Yo enseño. Por eso me gusta escuchar a los que hacen, que son los que saben. Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una reunión de empresarios del Consejo Asesor del Encuentro de Alimentación y Bebidas del IESE. Yo les conté lo que solemos decir los economistas: la economía sigue creciendo (crucemos los dedos, por si acaso), el consumo también, pero con menos brío que antes y expectativas buenas, pero no excelentes, para el resto de este año y para el que viene… y las razones de todo esto (empleo, confianza, deuda, crédito…). Y aquí intervinieron ellos, para dar su punto de vista desde ángulos muy distintos, desde la distribución hasta los supermercados y el sector agropecuario.
Dos cosas me llamaron la atención, también porque están de acuerdo con lo que los economistas vemos en la evolución del consumo a la que me he referido antes. Una: los productos cuya demanda crece son los “premium”, los de mayor calidad, diferenciados, sostenibles…; y los precios acompañan a esta tendencia:casi todo el alza de precios que se observa en los diferentes subsectores tiene que ver con esa demanda que, obviamente, está relacionada con la mayor renta. O sea, cuando la renta sube, la gente no consume más alimentación y bebidas, sino de más calidad y de mayor precio. El negocio, desde el punto de vista de la rentabilidad, está en ese segmento de mercado: si tienes productos “diferentes” que la gente demanda cuando sube la renta, felicidades.
Y la segunda cosa que dijeron (bueno, dijeron muchas más, pero aquí no voy a referirme a todo eso) es que la demanda de bienes “normales” está estancada, no aumenta y tampoco lo hace su precio. Y esto nos lleva a una conclusión: la desigualdad de ingresos sigue siendo elevada en España (y probablemente en otros muchos países). Y la pregunta clave es: ¿es esto sostenible? 

lunes, 23 de octubre de 2017

La dictadura del relativismo

(Me he encontrado, revisando el blog, un artículo de Jaime Nubiola, profesor de la Universidad de Navarra,  amigo y compañero universitario mío en Barcelona. Es de 2006, pero precisamente por la distancia de tiempo, le encuentro por su acierto con más valor. Lo reproduzco de nuevo nin adaptación alguna.)

En la misa previa al cónclave en el que había de ser elegido el nuevo papa, el entonces cardenal Ratzinger denunciaba con fuerza los vientos de relativismo que azotan nuestra sociedad occidental en las últimas décadas. El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que "tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica" es despachado a menudo como fundamentalismo. "Se va constituyendo –concluía– una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias". La expresión que acabo de subrayar, "dictadura del relativismo", llamó de inmediato la atención tanto de la audiencia como de la prensa, pues mostraba de manera bien gráfica la formidable capacidad poética del futuro papa que con sólo tres palabras diagnosticaba la enfermedad de la sociedad europea.

Algún periodista nacional consideró que esa expresión era un concepto absurdo, una contradicción in terminis, sin caer en la cuenta de que la combinación de esas dos palabras compone una figura literaria de enorme fuerza expresiva. Como es sabido, se trata de la figura denominada oxímoron, (del griego oxys, agudo, y moros, romo, estúpido), en la que mediante la yuxtaposición de dos palabras de significado opuesto se logra expresar un nuevo sentido, un contraste difícilmente alcanzable de otra manera: todos hemos empleado expresiones como "silencio atronador", "luminosa oscuridad", "graciosa torpeza" y tantas otras expresiones parecidas que llenan de sentido y viveza nuestra comunicación. Cuando el futuro Benedicto XVI hablaba de la dictadura del relativismo lo que estaba expresando con brillantez poética es que en nuestra avanzada cultura democrática se está imponiendo por vía de fuerza el principio de que todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, que nada valen en sí mismas, sino sólo en función de los votos que las respaldan.

Aquel mismo periodista argumentaba que "el relativismo es el alma viva del conocimiento científico". Y, exhibiendo un notable desconocimiento de la efectiva práctica científica, añadía: "Sólo quien duda de la exactitud de sus ideas puede sentirse impelido a ponerlas a prueba y, llegado el caso a descartarlas, o a restringir su campo de validez, abriendo paso a ideas nuevas, ellas mismas cuestionables". Nada más alejado de la realidad de la ciencia que esta caricatura. El científico no es nunca un relativista, no piensa que su opinión valga lo mismo que cualquier otra, y, si es un científico honrado, está deseoso de someter su parecer al escrutinio de sus iguales y de contrastarlo con los datos experimentales disponibles. El buen científico está persuadido de que su opinión es verdadera, que es la mejor verdad que ha logrado alcanzar, a veces con mucho esfuerzo. El científico sabe también que su opinión no agota la realidad, sino que casi siempre puede ser rectificada y mejorada con más trabajo suyo y con la ayuda de los demás.

En contraste con el periodista español, una conocida columnista del New York Times descalificaba al nuevo Papa como un absolutista, como "un archiconservador del Jurásico que desdeña la cultura del 'si te parece bien, hazlo' y las tendencias revolucionarias nacidas en los años 60 en favor de la diversidad y la apertura cultural". Maureen Dowd en su artículo aliaba al nuevo Benedicto XVI con el vicepresidente Dick Cheney en la batalla contra el progresismo liberal norteamericano, del que el New York Times es quizá su portaestandarte. Esta visión muestra bien el localismo miope de la prensa norteamericana, pero sugiere también que el relativismo que denunciaba el cardenal Ratzinger no ha afectado a los Estados Unidos tan profundamente como a Europa. Como reconocía la propia Dowd, citando al profesor de Utah, Bruce Landesman, "quienes sostienen posiciones progresistas no son relativistas. Simplemente están en desacuerdo con los conservadores acerca de qué es lo bueno y lo malo".

Efectivamente, en el corazón de la sociedad americana se encuentra la convicción de que la democracia es una concepción ética, presidida por un uso comunitario de la razón. En una democracia los asuntos se discuten hasta la saciedad y si no se llega a un acuerdo razonable son finalmente los jueces quienes deciden acerca de la moralidad de un determinado modo de proceder. En una organización democrática la noción de verdad ha de estar en el centro de la vida pública. Si no hay verdad, no es posible el debate porque la discusión deja de ser un proceso de búsqueda y se transforma meramente en una tramoya del poder. Si no hay verdad, si todas las opiniones valen lo mismo, pierde todo su sentido el pluralismo democrático.

No es verdad que todas las opiniones merezcan el mismo respeto. Quienes merecen todo el respeto del mundo son las personas, pero no sus opiniones. Al contrario, tenemos la obligación de ayudar a los demás a mejorar sus opiniones, a cambiar sus convicciones, exhibiendo las razones que asisten a nuestras posiciones morales y sociales para permitirles que se pasen, si lo desean, a nuestro lado. En este sentido, es importantísimo distinguir con claridad entre pluralismo y relativismo. Mientras que el relativista no tiene interés en escuchar las opiniones de los demás, quien ama el pluralismo no sólo afirma que caben diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino que sostiene además que entre ellas hay –en expresión de Stanley Cavell– maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el diálogo los seres humanos somos capaces casi siempre de reconocer la superioridad de una opinión sobre otra y de adherirnos a ella.

En última instancia, un relativismo como el que crece actualmente en Europa corroe la democracia, porque clausura el diálogo y acaba con el pluralismo. Precisamente un día antes del fallecimiento de Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger afirmaba en Subiaco que "Europa ha desarrollado una cultura que, de modo desconocido antes de ahora para la humanidad, excluye a Dios de la consciencia pública". Y añadía: "En Europa se ha desarrollado una cultura que constituye en absoluto la contradicción más radical no sólo del cristianismo, sino de las tradiciones religiosas y morales de la humanidad". En sus palabras se advertía de manera luminosa que el relativismo de nuestro tiempo, hijo bastardo de la Ilustración, era el punto de partida de la cancelación de Dios en la vida pública.

El contraste –aquí meramente apuntado– entre el pluralismo norteamericano (In God we trust) y el relativismo europeo es sólo una caricatura, pero ayuda a entender bien aquel sugerente oxímoron de la "dictadura del relativismo" del que hablaba con preocupación el cardenal Ratzinger en la víspera del cónclave. El relativismo es probablemente la enfermedad más grave de la sociedad europea en el momento presente y considerar la enfermedad como algo saludable es en verdad la peor de las dictaduras.

Jaime Nubiola. Profesor de Filosofía .Universidad de Navarra

domingo, 22 de octubre de 2017

Cinco bautizos

¡Qué alegría haber podido bautizar esta mañana a cinco pequeños alumnos de mi colegio! Para que les conozcáis..


martes, 17 de octubre de 2017

La paternidad no se va de vacaciones


Entrevista a Nacho Tornel, de Laura Peraita, en abc.es  24.07.2017

Especialista en relaciones amorosas explica lo que hay que hacer para mejorar una relación, porque muchas parejas identifican sus problemas, pero no cómo solucionarlos
Los que tienen pareja lo saben. Iniciar una relación genera grandes emociones: ilusión por ver a la otra persona, contarle todo lo que a uno le ocurre durante el día, ganas de planificar tiempo juntos... Y es que el amor revoluciona a las personas. Sin embargo, el paso del tiempo o la dejadez por entrar en una rutina diaria puede minar cualquier relación.
Según Nacho Tornel, especialista en mediación familiar y autor de Enparejarte. El arte de vivir con éxito tu relación, se puede ser inmensamente feliz al lado de otra persona toda la vida.
Pero, ¿cómo? ¿Cuáles son los principales problemas que hacen que lo que en un principio funcionaba, deje de hacerlo?
Los problemas surgen siempre cuando la pareja pierde de vista que su relación no es lo prioritario. Cuando uno se enamora todo queda en un plano inferior porque lo primero de todo es esa persona. Lo normal es que inicialmente la relación cobre una entidad enorme. La pareja es el «top», sobre todo si se piensa compartir la vida con ella.
Sin embargo, con el tiempo la persona a la que se ama desciende en esa escala de posiciones porque se anteponen otras cuestiones como la proyección profesional (lo que hace que la pareja baje un escalón); el nacimiento de los hijos (que aun siendo maravillosos deja a la pareja otro escalón por debajo); las relaciones con la familia extensa (que si no están bien gestionadas, aparecen problemas, y la pareja baja otro escalón)... Es cierto que la rutina es un enemigo, pero surge porque dejamos de considerar a la pareja como una prioridad.
Todos deseamos tener una pareja duradera, disfrutar de alguien a quien le vas a dedicar toda la atención del mundo. Sin embargo, el abandono del cuidado de la relación es el enemigo número 1 de la pareja. La gente no es consciente de que hay que cuidar la relación y a la pareja y, claro, eso supone un esfuerzo. En consulta yo pongo el siguiente ejemplo: la relación es como un mueble que tenemos en el salón de casa al que si no cuidamos, se llena de polvo, poco a poco tendrá rasguños, se le desencajará una puerta... Si caemos en el error de no prestarle atención y no cuidarlo cada día, cada vez se deteriorará más y luego, cuando se quiera poner a punto, se tardará mucho, habrá que dedicarle mucha atención. Pero, las personas además, somos exigentes y requerimos mimo y cuidado para sentirnos plenos.
Trabajo, hijos... Eso le pasa a casi todas las parejas. ¿Todas están abocadas a un deterioro en sus relaciones?
Desde este punto de vista sí porque todos tenemos familia extensa, trabajo, hijos… El arte de mantener la relación es saber conjugar la vida personal, familiar, de intereses profesionales, los problemas como el paro… Es complicado. No podemos irnos con nuestra pareja a una isla desierta para siempre y aislarnos de las complicaciones. Hay que hacer un esfuerzo y hacer que la pareja flote unos centímetros por encima de lo demás. Así, todo irá bien.
¿Por qué falla tanto algo tan básico como la comunicación en la pareja si de enamorados se intenta hablar a todas horas?
Precisamente por todo lo anterior: los hijos, el trabajo, la familia... son un roba tiempos. Al final, la cuerda se tensa tanto entre ambos que se puede romper. Además, muchas personas consideran que la pareja siempre va a estar ahí y, por ello, la descuidan. En ocasiones, cuando se dan cuenta de que todo falla quieren solucionarlo, pero no acaban de salir de la bola de nieve en la que están metidos. El problema es que en España hay muy poca cultura de buscar ayuda para solucionar las relaciones de pareja. Y, cuando la solicitan, es como un incendio en un edificio de varios pisos de altura, muy difícil de resolver.
Muchas parejas confiesan que llevan meses o años sin dedicarse tiempo a hablar de verdad, solo despachan: ¿has llamado a tu madre?, ¿mañana puedes ir tú a por los niños?, la competición de yudo es a las seis, si vas a comprar trae leche...
¿Eso es un síntoma de alarma?
Sí. Si quieres tener una buena relación de pareja, sana, preocúpate de dedicarla tiempo… Si hace meses que no salen a cenar, que no se arreglan para ir juntos a disfrutar de un rato de ocio, si no se tiene ilusión por ello, malo. Si hace meses que no mantienen relaciones sexuales porque están cansados, tienen mucho estrés por el trabajo, mal, muy mal. Es una cuestión muy íntima entre los dos y fundamental en una pareja. Es algo para preocuparse.
En el día a día hay que preguntarse si hay ratos para estar a solas, para hablar, pero mirándose a los ojos, sin estar pendientes de las pantallas. No vale estar los dos en el sofá, pero cada uno a su historia; uno viendo la tele y la otra persona con la tablet. Eso no es tiempo en común, no son momentos compartidos.
También es importante saber que la relación es cosa de dos, pero para estar bien ambos, primero hay que estar uno bien. A veces uno mismo tiene que atenderse a sí mismo, analizar cómo se siente y ver cómo está con su pareja. Ese nivel de insatisfacción hay que analizarlo. Ese ruido interno que voy dejando que vaya haciendo eco dentro de mí se va traduciendo, al final, en comentarios irónicos despectivos, críticos… Entonces, todo se torna en una no admiración de la pareja, todo lo que hace o dice me incomoda, me molesta y se pierde de vista aquello que nos enamoró. La cuestión es que todos estos pensamientos en muchas ocasiones no se transmiten al exterior, a la pareja, y cuando se transmiten surgen los problemas.
¿Cómo se da el primer paso en busca de una solución, porque casi siempre se espera que lo haga el otro?
Es verdad. Cada uno espera que lo haga el otro. Es muy habitual. A mucha gente le pasa, cuesta dar el paso. Hay que decidirse a hacerlo para que el problema no sea cada vez mayor. Hay que parar y pensar. Nos somos felices, ni uno ni el otro, pues hablemos de cómo se siente uno y otro, de lo que le ocurre a cada uno.
¿Qué recomienda a las parejas que se encuentren en un bache en su relación?
Lo primero que hay que hacer es sentarse y coger el toro por los cuernos. En estas fechas es común mirar con temor al verano porque se piensa «¡qué horror, 30 días juntos, si estamos mal cuando pasamos solo unas horas!». Sin embargo, el verano debe verse como una oportunidad, no una amenaza.
La clave es hablar y hacerlo fuera de un enfado, paseando, tomando un helado, cuando los hijos estén con los abuelos.
Punto dos: si tú no estás bien, confiesa. Es importante darle a conocer a la pareja tu propia experiencia y sentimientos: «no esperaba esto, yo buscaba esto y lo otro y me encuentro vacía, no me siento acompañada, echo de menos las relaciones sexuales, una caricia, tus besos...». Eso sí, nunca acusando, sino diciendo cómo se siente uno.
Pero hay que ser conscientes de que esa conversación tiene muchas posibilidades de acabar en una gran discusión, ¿no es así?
La clave es buscar el momento y el tono adecuado. Si solo acuso (nunca me llamas, jamás estás pendiente de la niña…), si se convierte en una lista de reproches, malo. Ese es el arte de hacer las cosas bien. Ser capaz de transmitir al otro el espíritu positivo. Si te sientas con tu pareja a desguazarlo se acabará a gritos, pero si se le transmite lo que uno necesita para ir a mejor (aunque le duela, porque será una lista de tareas −estar más pendiente de la pareja, de los hijos, de sus deberes...−), lo recibirá de otra manera, porque todos queremos ser felices, y si es juntos mejor.
¿Tienen mayor sensibilidad las mujeres por querer solucionar sus problemas de pareja?
Sí, recibo más llamadas de mujeres que de hombres pidiendo ayuda porque son más completas y pueden tener una intensa vida laboral, con amistades, con los hijos, con la pareja, pero el hombre no tanto. El hombre se vuelva más en un aspecto, como el laboral o el paternal. La mujer en la pareja puede ser muy infeliz, o muy feliz, porque valora mucho más su dimensión de pareja. Tiene una mayor tendencia a la atención y dedicación a la relación de pareja. Probablemente los hombres también tengan carencias, pero las acusan y manifiestan más las mujeres.
¿Se supone que si uno de los dos se decide a expresar sus sentimientos al otro es porque espera un proceso de cambio? ¿Siempre ocurre?
Sí, así es. Será posible un cambio, pero deben hablar con frecuencia, trabajar la relación, dejar de ser egoístas, despistados, descuidados... También conviene recordar de vez en cuando a la pareja lo que en esa conversación se habló para ser felices. Comunicación y diálogo. Tiene que haber un punto de inflexión y el verano debe verse como una oportunidad para la pareja. Cuando ya se ha destripado un asunto, se genera una inercia de capacidad de diálogo y se crece en confianza, en lo afectivo-sexual y uno se entrega con mayor deseo.
¿Cuándo debe pensar una pareja «sí, necesitamos ayuda externa para solucionar los nuestro»?
Cuesta mucho. En España no hay tanta conciencia como en otros países de solicitar apoyo de especialistas en la materia. La mayoría de las parejas saben sus problemas, pero no saben cómo solucionarlos. Deben buscar ayuda cuando se dan cuenta de que hay muchas conversaciones abiertas, de que la relación se tensa mucho, se suben los decibelios en cada puesta en común y se cierra la discusión con un levantarse y desaparecer del lugar una vez, y dos, y tres… Si no hay conversaciones cerradas es que se es incapaz de una solución. Se puede estar así meses, o años, y ese deterioro es un desgaste muy negativo y cuanto más tiempo se pierde, más comunicación, compromiso, sentimientos se pierden en el camino.
¿Se tarda mucho en recuperarse?
Depende de cómo te encuentres. A veces se debe recuperar uno mismo antes de afrontar la relación. Hay parejas que trabajan la relación y ponen de su parte semana tras semana, pero si una parte está muy deteriorada, el otro se frustra porque aunque haga esfuerzos no se ve un avance. Esa descompensación frustra, pero hay que tener paciencia. No todo es automático. Remontar cuesta. No hay que tener prisa y se debe ser humilde para pensar que si se llevan años de deterioro no se puede solucionar la relación en poco tiempo porque hay muchos sentimientos de por medio.
Si subyace el amor los dos deben pelear juntos, luchar en el mismo camino por salvar su relación. Deben ser conscientes de que se puede estar con muchas cosas en la vida sin abandonar a la pareja ni dejarla tirada. Cuando uno contempla la derrota en la relación puede ser el camino del final.
¿Cómo se define el verdadero amor?
Es aquel que genera una relación en la que cada uno respeta al otro. La fórmula perfecta es cuando él y ella se encuentran acompañados, comprendidos, saben que el otro está ahí con sus defectos y virtudes, pero caminan juntos. Se sienten valorados, respetados.
¿Qué recomendaciones ofrece para las parejas que ven con cierto temor pasar las 24 horas del día juntos en vacaciones?
En primer lugar, las vacaciones se deben planificar entre los dos, lo que supone que hay que pensar en la otra persona, sus gustos y deseos. No vale decir «nos vamos al pueblo con mis padres que allí los niños se lo pasan muy bien». Si se piensa en cómo puede descansar la pareja y pasarlo bien, las vacaciones serán un éxito.
En el caso de tener niños, no se puede dejar todo a la improvisación, es mejor planificar las actividades para aprovechar el tiempo y que no haya enfados porque los niños se aburren.
También es imprescindible que la pareja se dedique tiempo para salir solos, desconectar y hablar tranquilamente mirándose a los ojos. Que haya tiempo de revitalizar, «de pasar una ITV de pareja». Es momento de nutrir la relación, de hacer balance y ver qué va bien y qué no. Sopla a favor el tiempo de descanso. Hay que aprovecharlo.

jueves, 12 de octubre de 2017

Rehenes

Hostages
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Reseña: 

Georgia (URSS), 1983. Nika y Ana son dos jóvenes de clase acomodada inmersos en los preparativos de su próxima boda. Para sus familias es un gran acontecimiento pero para ellos, en realidad, es la tapadera de un audaz plan de escape de la Unión Soviética. Tras la boda, Nika y Ana deciden seguir adelante con su idea de secuestrar un vuelo comercial de Tiflis a Batumi para aterrizar en Turquía, el país más cercano al otro lado de la frontera. Pero cuando el avión despega y la presión va en aumento nada sale como lo habían planeado.
El georgiano Rezo Gigineishvili narra en esta ocasión una historia eminentemente triste en donde importan más los hechos que el propio guión. Aquí no hay nada más que los hechos desnudos, incluso confusos, donde sólo interesa determinar una cosa: el mal de aquella época fue el comunismo, su opacidad, su régimen de terror, su falta de libertad. Aunque también queda claro la culpabilidad de los protagonistas, jóvenes normales e ingenuos, sin ninguna experiencia en la resistencia contra el comunismo, a los que condenó su falta madurez y planificación.
En consonancia con la atmósfera resulta perfecto el modo mostrar el perpetuo temor que invade el corazón de los ciudadanos ante los espías del partido. Cualquier persona puede ser sospechosa, cualquiera puede delatarte, lo que se traduce en una falta de alegría y naturalidad en la gente, de fluida comunicación, incluso entre familiares. El reparto, convincente.

El amante doble

L'amant double
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Reseña: 

Tras acudir a varios médicos por unos reiterados dolores en el vientre Chloé decide seguir el consejo de acudir a un psiquiatra, pues parece que su estado podría tener una causa mental. Conoce así al doctor Paul Mayer, a quien narra en terapia las cuestiones más relevantes de su vida: nació fruto de un embarazo no deseado, hija única, relaciones sentimentales no duraderas, tristeza generalizada, etc. Con el paso de las sesiones, paciente y terapeuta se sentirán cada vez más atraídos.
La cinta presenta una historia muy turbia, de tintes inquietantes, en donde se mezcla sexo, muerte, desequilibrio psíquico y vacío existencial.  Ozon carga la mano en el erotismo enfermizo y presenta una película extremadamente insana.

Noche de venganza


Sleepless
Contenidos: Imágenes (algunas V)

Reseña: 

Cuando el policía de Las Vegas Vincent Downs (Jamie Foxx) y su compañero Sean (Tip “T.I.” Harris) roban un envío de cocaína dirigido al traficante de drogas y director de casino (Dermot Mulroney), el desesperado hombre de negocios contraataca secuestrando al hijo de Vincent (Octavius J. Johnson). Perseguido por una testaruda investigadora de Asuntos Internos (Michelle Monaghan) y un sádico capo de la droga (Scoot McNairy), Vincent debe confiar en sus conocimientos de la calle y entregarse con todas sus fuerzas para intentar rescatar a su hijo en el transcurso de una noche de este crudo thriller de acción.
Entretenido thriller policiaco servido por el poco conocido director Baran Bo Odar, hasta el momento conocido sobre todo por el drama criminal Silencio de hielo. La cinta presenta una trama bastante convencional y ligerita de polis y mafiosos que se persiguen y se enfrentan en un continuo juego del ratón y el gato, donde el queso es un suculento cargamento de cocaína.
La acción, narrada prácticamente en tiempo real, tiene lugar a lo largo de unas pocas horas nocturnas, en su mayor parte entre las paredes festivas de un gran casino. Mafias, polis corruptos y rehenes se dan cita así en una historia que, gracias a su ritmo y a la simpleza del planteamiento, se sigue con interés y ofrece los mínimos giros requeridos, mientras asistimos a un festival de peleas, trompazos y muertes, aunque haya que perdonar algunas secuencias poco verosímiles, véase el clímax final en el aparcamiento o el accidente en el túnel.

jueves, 5 de octubre de 2017

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mat. V, 8).



Por Fernando Hurtado, Almudi.org
        Con estas palabras aparentemente tan sencillas, Jesucristo nos explica el secreto de la felicidad -bienaventuranza, dicha- del hombre: ver a Dios. El término verán no se refiere exclusivamente al futuro eterno al que estamos destinados; también al tiempo de nuestro caminar terreno. Además, como consecuencia de ver a Dios como Creador, Fundamento, Sentido y Redentor de nuestras vidas, podremos comprender al hombre y a las realidades humanas en su insigne grandeza.
La condición es la limpieza de corazón. ¿Qué significa esta limpieza? Por su imagen y semejanza con Dios con que fue creado (Cfr. Génesis, I, 26-27), las operaciones propias del hombre son conocer y amar. Aunque no pueden separarse entre sí, amar es la esencial. El conocimiento está en función del amor; un amor que, por la misma naturaleza humana, sólo puede dirigirse a personas. Las cosas son siempre objeto de uso, y su grandeza se mide en cuanto sirven a la persona.
Limpieza de corazón significa, pues, que éste se encuentra en condiciones de ejercitar su función amorosa; y su contrario -podríamos denominarlo suciedad de corazón-, expresa sobre todo, pérdida de la capacidad de querer. Qué significativas son las siguientes palabras de Juan Pablo II: El hombre no puede vivir sin amor. El permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente (Encíclica Redemptor hominis, n.10).
Desde esta perspectiva hemos de mirar la virtud de la pureza o castidad. San Josemaría Escrivá la llamaba afirmación gozosa (Forja, n.92),una triunfante afirmación del amor (Surco, n.831). 
En cambio, escuchamos tantas veces decir que la pureza es cosa “de otros tiempos” cerrados a la libertad humana, que vivirla conlleva una represión y violencia a la naturaleza. Está afirmación es desmentida sin vacilaciones por el marido enamorado de su mujer, por la mujer enamorada de su marido, por los novios que se quieren y caminan hacia el matrimonio, por cualquier persona de corazón grande. No ofrece duda; como tampoco la ofrece afirmar que en el corazón de quien no es casto reina una intensa carencia -quizá ausencia- de amor. 
¿Qué tiene de humano quien no es capaz de querer? ¿Cómo ve a las personas, su propio cuerpo, su alma? Sencillamente no las ve. Contempla cuerpos sin alma, es decir en su exclusiva dimensión material, medible por eso -es lo que suele hacer- cuantitativamente. Se extasia ante una persona como ante un objeto cualificado, y puede llegar a sentir hacia ella el deseo de posesión y de uso. Claro está, como todo objeto de uso se gasta, cambia de objeto -es comprobable- o busca nuevas formas de extraerle fruto hasta que lo agote, y él se agote en esa tarea, definitivamente.
En esta cosificación del hombre por el hombre por medio de la sensualidad y manipulando la participación del poder creador que ha recibido de Dios, se encuentra la raíz natural y sobrenatural de la malicia de los pecados de sensualidad y de lujuria.
La impureza pervierte la natural atracción entre masculinidad y feminidad -dones específicos del hombre y de la mujer- en una buscada provocación, regida sólo por el instinto. Las cualidades personales ya no importan; sólo las estrictamente corpóreas. La persona puede llegar a degradarse hasta el punto de convertirse en producto de mercado. No es de extrañar, por tanto, que los "ejemplares  humanos" se ofrezcan a la venta o se expongan en revistas, programas de TV, etc. En la misma calle u otros lugares públicos, el vestido ya no es elemento que realza y protege la personalidad en su dimensión de masculinidad y feminidad, sino todo lo contrario: busca sobre todo la manifestación o la insinuación de los atributos físicos.
En 1983, Juan Pablo II dirigiéndose a miles de jóvenes ingleses alertaba con claridad y fortaleza: Estáis llamados a mirar fijamente a Jesús, poner la confianza en su modo de vida y no en el estilo de vida del mundo, por mucha oposición que encontréis (...). El mundo os llamará retrógrados, ignorantes y hasta reaccionarios cuando aceptéis el mandato de Cristo de ser puros; mientras él os ofrecerá, por el contrario, la fácil opción del sexo antes del matrimonio. Pero la palabra de Dios y su verdad son para siempre y Jesús seguirá proponiéndoos el valor de las relaciones humanas castas y la satisfacción real que se encuentra en el amor conyugal cristiano preparado con pureza. Y que la pureza sigue siendo una expresión positiva de la sexualidad humana y del amor auténtico
Y es que la visión humana y cristiana de la sexualidad es muy realista. Recojo otros dos textos de San Juan Pablo II, bien expresivos.
Es Dios el que ha creado el ser humano, hombre o mujer, introduciendo así en la historia aquella singular 'duplicidad', merced a la cual el hombre y la mujer, en la igualdad sustancial de los derechos, se caracterizan por el maravilloso complemento de los atributos, que fecunda la atracción recíproca. En el amor que desemboca del encuentro de la masculinidad con la feminidad se encarna la llamada de Dios, quien ha creado al hombre “a su imagen y semejanza”, exactamente como “hombre y mujer” (San Juan Pablo II, Monte del Gozo, 19.8.89).
Jóvenes, que os encontráis precisamente en la edad en la cual se tiene tanto afán de ser hermosos o hermosas para agradar a los otros. Un joven, una joven, deben ser hermosos ante todo y sobre todo interiormente. Sin esta belleza interior, todos los demás esfuerzos dedicados sólo al cuerpo no harán -ni de él ni de ella- una persona verdaderamente hermosa. ¡Yo os deseo, hijos queridísimos, que irradiéis siempre la belleza interior! (San Juan Pablo II, Roma, 22-XI-1978).
Hoy, el mundo necesita de manera particular de esa irradiación. Procuremos experimentar en nuestra vida aquellas citadas: la pureza, una afirmación gozosa, una triunfante afirmación del amor. Aquí encontraremos el aliento cuando tengamos que luchar; no tanto, si nos alejamos del peligro que presentan determinados incentivos externos: merece la pena mantener íntegra la ilimitada capacidad de querer que nos ha concedido Dios. Lo más querido serán las personas; lo más buscado, el amor.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Ignorancia social


 José Pérez Adán
Catedrático Acreditado de Sociología
Universidad de Valencia

Una de las trazas más socorridas de la ignorancia ilustrada es la que hace referencia a la sociedad. Es un conocimiento que se da erróneamente por supuesto y es, sin embargo, uno de los temas de más necesaria y compleja elucidación. Se trata de una ignorancia que, cuando se reconoce, habitualmente culpa al otro: “nunca tuve una asignatura sobre ello”,  “vosotros, los sociólogos, tenéis la culpa por no haceros presente en los planes de estudio”, etc. Pero lo más corriente es que no se reconozca, momento en el que el supuesto ilustrado, como no es tonto, trueca el uso del término por otro distinto que significando también distinto le saque del paso en el discurso que quiere construir. El resultado suele ser un discurso obtuso y, en la mayoría de las ocasiones, ideológicamente manipulado. Ello se da mucho en la academia por parte de los no versados en ciencias sociales cuando se empeñan en proponer programas y políticas sociales, y también y mayormente en la política por parte de doctrinarios y demagogos con ansia de poder en lo que ahora se llama el auge del populismo.

Hace unos días debatía con motivo de la presentación del libro Sociología de la Experiencia Religiosa con un profesor de lo que se denomina Pensamiento Social Cristiano sobre la conveniencia de saber acerca de lo social para poder hablar con propiedad sobre cualquier teoría sobre la sociedad. Mi interlocutor sostenía, por el contrario, que bastaba con saber antropología; decía que saber lo que era el hombre bastaba para saber lo que es la sociedad. Aquí tenemos uno de los errores a los que me refiero. La sociedad es un objeto de conocimiento dinámico mientras que el hombre no lo es y difícilmente se puede abarcar desde la especulación o abstracción conceptual sobre lo humano la riqueza de posibilidades vitales que origina su dispar caminar por el tiempo, su inserción dependiente con realidades distintas, desde la tecnología a la naturaleza, o su sujeción a cambios culturales imprevistos. En este sentido la sociedad es algo más que los humanos que viven en ella y ese algo más es precisamente el hilo conductor que vertebra el desarrollo de las llamadas ciencias sociales, algo que desconocía el profesor en cuestión.

Pero donde más se hace notar la carencia de conocimiento social o sociológico es en el discurso y en los debates políticos y en la jerga de los que los publicitan. Hablamos ahora de una carencia que puede producir daño, mucho daño. Y es por esto por lo que podemos referirnos a ciertos conceptos tóxicos que se usan a veces como sustitutivos del de sociedad. El más peligroso es, sin duda, el de pueblo. Hoy de moda por el populismo y el nacionalismo ha sido un perenne dolor de cabeza histórico en la lengua y el discurso de nazis, fascistas, comunistas y totalitaristas varios. El pueblo es un concepto insurreccional que en la mayoría de las veces clama por un nuevo reparto de poder entendido éste bien como el cambio de signo de una concentración (lo que se llama una revolución) o bien como el acopio de una nueva concentración en perjuicio de una disipación del mismo. Y acabamos de mencionar la bicha pues no hay nada que disturbe o desenfoque más lo que es la sociedad que el poder concentrado. La sociedad es el estado propio de naturaleza humano. Demanda, por tanto, como cuando nos referimos a una naturaleza bella, equilibrio, armonía, tranquilidad y respeto que pueden conseguirse en un mayor o menor grado resultando en una pluralidad y diversidad que permite comparar sociedades y hablar de progreso. Cuando la sociedad se reduce a eso que ciertos políticos llaman pueblo habitualmente nos encontramos con una sociedad sometida donde lo político priva sobre lo civil y donde la armonía de la naturaleza se sustituye por las barras de un zoológico. 

Habrá que decir también algo ahora sobre otro concepto muy manipulado, el de ciudadanía. ¿Quién o qué es un no ciudadano? Alguien podría decir: un menor de edad, un preso, un disminuido psíquico, un extranjero, pero también una institución, una familia, una empresa o una iglesia. Los políticos suelen confundir al ciudadano con el votante (muchas veces solo su votante cuando practican el sectarismo). Sin embargo es obvio que hay sociedad más allá del estado, un espacio que el discurso político tiende a ignorar y sobre el que se ve necesario poner el foco de atención. 

Por todo ello para este servidor constituye un reto personal de primera urgencia incentivar la formación en ciencias sociales y capacitar en ellas a todos los que, no habiendo tenido la oportunidad de adquirir esa formación previamente, desean dedicarse a la educación, a formar a otros, o a la función pública. Para ello hemos puesto en marcha la maestría en sociología entre IVSA y ULIA en un programa puntero que tiene vocación internacional y en el que, en la próxima edición que comienza el 1 de Enero de 2018 y acaba el 31 de Diciembre de 2019, participan también universidades de México, Guatemala, Colombia, Venezuela y Argentina: http://ulia.org/maestria-en-sociologia/
Espero que pueda considerarlo y darle la difusión que estime oportuna. 

Con los mejores deseos y un cordial saludo,


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