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martes, 22 de mayo de 2012

El olor del cocido

 Paco Robles en ABC


Una comida diferente

Pagó la última ronda de unas cervezas que le habían sentado divinamente después de una intensa semana de trabajo, se lo habían pasado bomba despotricando del viaje del Papa, de la hipocresía de la Iglesia , de todo lo que les pedía el anticlericalismo que los unía como la amistad que se profesaban y que les servía para estar colocados en la misma empresa pública de la Junta.

Se fue a casa para comer algo antes de echarse una buena siesta, pero de camino se encontró con un olor que lo llevó directamente hasta el paraíso efímero de su infancia. Un olor a cocido, a caldo humeante, el aroma que lo recibía cuando llegaba a su casa después del colegio, con su madre atareada en la humilde cocina donde la olla hervía sin cesar.

Entró en un local que le pareció un restaurante modesto, pero con encanto; iba distraído, pensando en el Informe Técnico sobre Prevención de Riesgos Psicosociales de las Personas Expuestas a Situaciones de Disrupción Económica Familiar que le habían encargado en la empresa pública donde trabaja. En realidad, no era un restaurante; sino un autoservicio frecuentado por gente de toda condición. Había personas ataviadas a la antigua usanza, junto a individuos solitarios que vestían según las normas alternativas del
arte povera.

De pronto abrió los ojos y se quedó pasmado al comprobar que, quien le servía la comida en la bandeja, era una monja. Aquello era un comedor social y se vio rodeado de eso que nunca se nombra en los informes ni en los dosieres que prepara:
pobres.

Quiso retirarse; pero la monja no lo dejó. Le sonrió y le dijo que no se preocupara, que la primera vez es la más complicada, que no debía avergonzarse de nada, que el cocido estaba buenísimo y que, de segundo, había filete empanado; que no se perdiera las vitaminas de la ensalada ni de la fruta, y que podía rematar la comida con un helado de los que había regalado una fábrica cuyo nombre obvió. Se vio sentado a una mesa donde un matrimonio mayor, y bien vestido, comía en silencio, sin levantar los ojos de la bandeja. Enfrente, un tipo con barba descuidada sonreía mientras devoraba el filete empanado y le contaba su vida; había perdido el trabajo, el banco se había quedado con su casa, después del divorcio no sabía a dónde ir; menos mal que las monjas le daban comida y ropa, y que dormía en el albergue bajo techo. «Al final, he tenido suerte en la vida, compañero; así que no te agobies, que de todo se sale…». No podía creer lo que estaba sucediendo. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado por sus creencias. Se limitaban a darle de comer al hambriento, sin adjetivos.

Al salir, no le doy las gracias a la monja que le había dado de comer. Pero no fue por mala educación, sino porque no podía articular palabra. Una inclinación de cabeza. Ella le contestó con una sonrisa leve. «Vuelve
cuando lo necesites y, si no estoy, di que vienes de parte mía. Me llamo Esperanza».

Pregunta:
¿Conoces algún comedor social regido por ateos o por los sindicatos?

¿Cómo sobrevive España con esa escalofriante cifra de parados?

Elvira Lindo, El País, 14.05.2012

¿Cómo sobrevive España con ese porcentaje escalofriante de parados? ¿Cómo no está a diario la gente en la calle? ¿Cómo no se disparan las cifras de hurtos, de robos, de asaltos? Hay algo que no cuadra, te dicen desde fuera. La contención misteriosa del pueblo español encuentra su explicación en la economía sumergida, que existe, obvio, pero conociendo a los míos me decanto más por la idea de que es la familia, esa institución que tanta aversión intelectual provocaba en mi generación, la que está salvando el país del desastre. Una solidaridad muda y eficaz que está paliando el déficit de guarderías, de ayudas relacionadas con la célebre ley de dependencia, que afectan al cuidado de enfermos crónicos, ancianos o discapacitados. Nadie está ya libre, o casi nadie, de tener que tender su mano a algún familiar en paro o de tener que subvencionar las vidas de unos hijos que no vislumbran el momento de ser plenamente independientes.

¿Estábamos malcriados? Puede, puede que nos mereciéramos una reprimenda, puede que no hubiéramos sabido transmitir a nuestros hijos que la generación de nuestros padres fue la del hambre, puede que con tanto empeño en la recuperación de la memoria histórica se nos hubiera olvidado lo esencial, que España era, en esencia, un país humilde en el que la gente no gastaba más allá de lo que tenía. Puede que necesitáramos con urgencia un cambio de mentalidad, de acuerdo, pero eso no significa que fuéramos merecedores de este castigo. Un castigo que sufren con más virulencia, como si el hilo de esta historia los manejara un ser perverso, aquellos que carecen de responsabilidad en este caos económico.

España se va manteniendo gracias a la unión de muchos esfuerzos anónimos e individuales. Eso es lo que de momento contiene el cabreo que produce el ver que los responsables de esta pesadilla nunca serán castigados.

sábado, 5 de mayo de 2012

La delicadeza, el pudor y American Pie


Blog de Hildy


He estado leyendo estos días un libro apasionante titulado “Retorno al pudor” (Wendy Shalit, Rialp). Está escrito en 1999, cuando la autora, doctora en Filosofía, contaba 24 años. O sea, llega a España con 13 años de retraso pero en fin, quién sabe, tal vez no estábamos entonces tan necesitados por estos lares de que se nos recordara que existe una cosa llamada pudor, y que lejos de ser una actitud propia de mojigatos, tiene el gran valor de que ayuda a respetar a las personas. En Estados Unidos el libro produjo una auténtica conmoción, y muchas publicaciones se hicieron eco de sus provocativas propuestas. Por ejemplo un tal George F. Will, en Newsweek, aseguraba que “es una llamada a las mujeres para que ejerciten su poderosa capacidad de transformar la sociedad”; mientras que Tamala M. Edwards, en Time, proclamaba que “este libro ha puesto el dedo en la llaga en una sociedad con una sobredosis de sexo”.
Entiendo que no es éste el sitio para hacer una reseña en profundidad de un libro que recomiendo encarecidamente, pero sí puedo dar alguna pincelada que viene al caso. Shalit habla del pudor femenino, la vergüenza natural para proteger lo íntimo de la mirada de quien no tiene derecho a acceder a dicha intimidad, y habla de cómo tal actitud se ha perdido debido a una tremenda presión social de la que son víctimas principales las mujeres. En efecto, las mujeres según Shalit se ven atrapadas entre la espada de las feministas y la pared de los conservadores, lo que las obliga en la práctica a emular a los hombres en promiscuidad sexual, a lograr y exhibir un físico imposible, a avergonzarse de reconocer que les gustaría amar a alguien para toda la vida, y sin necesidad de acostarse inmediatamente con él tras su primer encuentro.
Curiosamente ayer tuve ocasión de ver La delicadeza, un film romántico de los franceses David Foenkinos y Stéphane Foenkinos, que si no malinterpreté viene a reivindicar lo mismo. El amor de tu vida no tiene que ser necesariamente el tío buenorro y simpaticón al uso, puede que sea alguien tímido, con aspecto de oso grande de peluche, y con la delicadeza de recordar tu gustirrinín por los viejos caramelos Pez. Alguien torpón, con sentido del humor particular, sensible. También podía verse en ese film que el jefe de Audrey Tautou, a pesar de que tiene a su cargo algunas jóvenes con tipazo, remarcado llamativamente con su forma de vestir, se fija más en la Tautou, de la que llega a comentar que la tristeza del golpe de la tragedia –un dolor que procura guardarse para sí misma con actitud pudorosa– le ha puesto más guapa.
En fin, el atractivo por el sexo opuesto tiene evidentemente más componentes que el elemental del puro tirón físico de primeras, y no digamos, por supuesto, que la simple fisiología o la “obsexión” de la que hacen gala los impulsores de la saga American Pie, hoy recuperada en una nueva entrega, American Pie: El reencuentro, cuyo arranque, según se puede leer en esta misma web, “acumula más gracietas sobre masturbaciones que ninguna otra comedia conocida”. No parece que haya demasiada “delicadeza” en la recién estrenada película, y tampoco creo que sus responsables hayan tenido tiempo de leer un libro que originalmente se publicó el mismo año en que iniciaron sus andanzas Jim, Steve y compañía

viernes, 4 de mayo de 2012

Hablan futuros sacerdotes


Mario, Gilberto, Giovanni y Dean John Paul son cuatro de los 35 candidatos que el sábado recibirán la ordenación sacerdotal. En cuatro entrevistas, reflexionan sobre el camino que les ha traído hasta hoy.


Cuando el juego se hace duro...Giovanni Zaccaria nació en Roma hace 33 años. Estudió Medicina en la Universidad de Verona, donde ha vivido varios años. Hizo la tesis doctoral en Cardiología.¿Por qué estudiaste Medicina?
Mi madre murió cuando yo estaba preparando los exámenes para entrar en la universidad. Ella siempre me había visto como médico: quería que fuese útil a los demás. Su enfermedad me hizo ver cuánto se puede ayudar a una persona, aun aquellas que se enfrentan irremediablemente a la muerte. 

¿Cómo llega un médico a ser sacerdote?
Es Dios quien te lleva. Al mirar atrás me doy cuenta de que, para llegar hasta aquí, ha habido una continuidad. Dios ha puesto en mi vida el ejemplo de personas que me han precedido en la entrega: mi madre, que con una carrera de biología lo dejó todo por cuidar a su familia; el sacerdotede mi parroquia, al que ayudaba a Misa antes de ir al colegio; algunos médicos que traté durante la carrera... En ellos veo que Dios me iba haciendo ver su voluntad, poco a poco. 

¿Y qué has descubierto?
Esas personas me han hecho descubrir lo que quiero: servir, servir a los demás, que Cristo pueda servir a los demás a través de mí: esa es mi gran ilusión.

Opus Dei -
"Dios ha puesto en mi vida el ejemplo de personas que me han precedido en la entrega"

El sacerdocio es siempre un camino difícil...
Recuerdo la frase de una película que gustaba a mi padre: “Cuando el juego se hace duro, los duros comienzan a divertirse”. El mundo ahora es duro, nos hemos endurecido: sufrimos, rechazamos a Dios, pensamos sólo en nosotros mismos, en estar bien aquí y ahora... Por eso, es el momento de comprometerse, de hacer lo que esté en tu mano para que las cosas mejoren... divirtiéndose, si es posible.

¿Y qué está en tu mano? ¿cómo esperas ayudar?
Además del trabajo que desarrolla cualquier sacerdote –dirigir espiritualmente, ofrecer los sacramentos, etcétera-, me hace especial ilusión mi trabajo en el instituto de Liturgia en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Mi labor consiste en enseñar a otros sacerdotes a descubrir la belleza de las celebraciones: de la misa, de los sacramentos... Y ayudando a lossacerdotes, sé que estoy llegando a mucha más gente: el beneficio se multiplica. En segundo lugar, yo sigo llevando un médico dentro: por eso tengo la esperanza de poder ayudar a muchas personas a encontar a Cristo en la enfermedad. 

                                                     * * * 

Mario: Tras las señales que da la vidaMario Pagani, 54 años, nació en San Miguel (Argentina). Como ingeniero, ha trabajado 18 años en Bolivia, dirigiendo dos ONG especializadas en la ayuda a campesinos y aymaras del altiplano.
Opus Dei - “Mario, explícame el Padrenuestro”, me dijo Juan Carlos. Aquello me dio que pensar: ¡estábamos en el lugar más divertido de la ciudad, y sin embargo no bastaba!
“Mario, explícame el Padrenuestro”, me dijo Juan Carlos. Aquello me dio que pensar: ¡estábamos en el lugar más divertido de la ciudad, y sin embargo no bastaba!
¿Cómo afrontas la ordenación?
Con agradecimiento a Dios. Al echar la mirada atrás, veo que en mi vida el Señor me ha ido poniendo señales, para que yo las siguiera y recorriera su camino. Ahora, como sacerdote, me pregunto: ¿cómo he llegado hasta aquí? Y no puedo evitar que me vengan a la cabeza diversos flashes del pasado: los tirones que Dios me daba para atraerme hacia Él.

¿Cual es el primer flash?
Cuando era un adolescente un poco alocado, fui descubriendo el mundo –junto con amigos como Luis, un compañero del colegio La Salle y el Negro, un amigo del barrio–. A esa edad percibes, por ejemplo, que existen las chicas, que el amor humano es algo grande. Al mismo tiempo, alguien me enseñó a rezar el rosario, a tratar a la Virgen María. Percibí que mi corazón se podía ir llenando a la vez de muchas cosas, también de las de Dios.

¿Y después?
Un segundo paso hacia Dios ocurre en una época en que trabajaba comodisc jockey en la discoteca VIP, junto con Pepe y Jorge, dos grandes amigos. Por aquella época practicaba la fe con más regularidad: iba a misa casi todos los domingos. Y allí, entre una canción y otra, un día que había poca gente, uno de mis amigos me hizo una pregunta inesperada: “Mario, explícame el Padrenuestro”, me dijo Juan Carlos. Aquello me dio que pensar: ¡estábamos en el lugar más divertido de la ciudad, y sin embargo no bastaba! La gente seguía inquieta, buscando la felicidad en las actividades más normales.

Luego empezó la etapa de trabajo en Bolivia
Sí, empecé a dar clases en un colegio en un colegio recién inaugurado. Ya desde mi etapa en la universidad pertenecía al Opus Dei, y sentía la urgencia de hablar de la fe a mis compañeros. Cuando inicié mi trabajo como profesor, me di cuenta de que las dudas sobre Dios y sobre la relación con los demás están muy presentes en los chicos. Por su cuenta, me abrían su corazón y podía ver en ellos la misma sed de Dios que yo había probado. Aquello era otra señal: sin la gracia de Dios, nos faltará siempre algo para ser felices.

Opus Dei - Varias personas pusimos en marcha la ONG Ayni, que en aimara significa “ayuda mancomunada”.
Varias personas pusimos en marcha la ONG Ayni, que en aimara significa “ayuda mancomunada”.

¿Más flashes?
Sí, claro: tuve la fortuna de compatibilizar la enseñanza escolar con proyectos de desarrollo agropecuario. En el altiplano boliviano, muchos agricultores no obtienen buenas cosechas por falta de conocimientos agrícolas, de sistemas de riego, etcétera. Así que varias personas pusimos en marcha la ONG Ayni, que en aimara significa “ayuda mancomunada”. Se trataba de que los agricultores, con nuestro consejo y diseñando juntos los proyectos que necesitaban, se ayudasen entre sí en beneficio de todos. Después, procurábamos conseguir parte del financiamiento para relizarlo.

¿Y de ahí al sacerdocio?
Yo pensaba que para ayudar a los aymaras bastaba cubrir cinco necesidades básicas: salud, agua, educación, electricidad y caminos. Y sin embargo, me sorprendió saber que algunos subían solos a los cerros y, en lo más alto, rezaban dos, tres horas. Contaban al cielo lo que llevaban dentro: sus desilusiones, sus alegrías, sus penas, sus esperanzas... ¡Tenían una necesidad básica: la vida interior! Y ahí, mi trabajo como ingeniero tenía sus límites. En cambio, como sacerdote, será Dios quien les ayude a través de mí.

¿Cómo?
Dios quiere que hagamos llegar a otra mucha gente la felicidad que Él transmite. Eso es lo que deseo como sacerdote: repartir entre los hombres los regalos que el Señor distribuye a través de sus sacerdotes y procurar que ellos se preparen lo mejor posible para aprovechar bien esos regalos. 

Así pues, ¿se acabaron las señales? 
¡No creo! Con gusto seguiré las pistas que Dios me marque en adelante... ¿Hacia dónde? Hacia donde Él quiera.

                                            * * * 

Gilberto: cambio de planes
Opus Dei - Gilberto Garrido
Gilberto Garrido
Gilberto Garrido, de 50 años, nació en Venezuela, aunque también tiene la nacionalidad colombiana. Tras varios años de trabajar en ingeniería de la construcción ha decidido cambiar sus planes.Primero, Venezuela...
Nací en San Cristobal, aunque como mi padre es militar, pronto nos trasladamos a otras ciudades: Caracas, Ciudad Bolivar... Al terminar el bachillerato en Caracas me fui a estudiar Ingeniería Civil a Maracay: fue entonces cuando conocí el Opus Dei.

¿Por qué elegiste esos caminos?
La ingeniería porque me encantan las construcciones; desde pequeño, me fascinaba ver tres o cuatro pisos de carreteras sostenidas simplemente por unos pilares. Y el Opus Dei porque me gustó saber que edificar puentes y carreteras servía sobre todo para acercarme a Dios y servir a los demás. 

¿Como fueron tus primeros pasos en el mundo laboral?
Primero trabajé en una fábrica de prefabricados para la construcción; luego, en el servicio de Ingeniería militar, revisando sus instalaciones. Al mismo tiempo, de noche iba a dar clases en la Universidad donde estudié. Unos años después me trasladé a Maracaibo, donde también ejercí la docencia en la Facultad de Ingeniería.

Pero hay un viaje a Colombia...
Efectivamente, surgió la posibilidad de ir a trabajar en Colombia, y allí me quedé. Pero tampoco en este país las ciudades me duraban mucho: trabajé en Medellín, Bogotá, Cali, Cartagena de Indias... 

Y ¿cómo es que un ingeniero de construcción lo deja todo?
No es una decisión de la noche a la mañana. Quien practica la fe, percibe la necesidad de Dios que hay en el mundo. Y para acercarse a Dios, hacen falta sacerdotes.

Opus Dei -
"Me gustó saber que edificar puentes y carreteras servía sobre todo para acercarme a Dios y servir a los demás"

Pero, ¿cómo surge esa llamada?
A mí, como ingeniero, me gusta planearlo todo: como casi todo el mundo, tenía mi proyecto profesional, familiar, y el sacerdocio no entraba en esos planes (aunque lo había considerado siendo niño). Lo tenía todo, pero a la vez no tenía nada. Pero un día, en misa, se leyó un texto de Isaías en el que Dios dice: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”. ¡Aquello me entró en el corazón, directo! Desde entonces, esas palabras resunan en mis oídos.

¿Fue un cambio repentino?
No. Fue una inquietud que Dios sembró dentro y creció poco a poco. Pero el sabor de aquella frase no lo olvidaré nunca. A veces lo que Dios quiere no se presenta de modo claro. Hay que buscar, pensar, rezar. Finalmente, tuve la oportunidad de venir a Roma a estudiar teología, y cambiar mis planes.

¿Adios a la ingeniería?
Siempre llevaré un ingeniero dentro. Es un trabajo precioso que enseña tantas virtudes: el orden, la precisión, la creatividad, la constancia... Ahora entiendo que ver aquellos puentes de niño y enamorarme de la ingeniería también formaba parte de los planes de Dios.

                                             * * *

Dean Johnpaul, rebelde con causaDean Johnpaul es de Filipinas. Tras acabar sus estudios de Económicas en la University of Asia and the Pacific, trabajó como executive assistant en esa misma universidad. Tiene 30 años.
Opus Dei -
"Me sorprendió la libertad que tenía cada uno para tratar a Dios. Esa era la libertad que yo quería".
¿Qué te ha llevado al sacerdocio?
Inicialmente, escogí la carrera de Económicas y luego, cuando empecé a trabajar, me dediqué a tareas de comunicación interna. Pero Dios ha querido otra cosa y estoy feliz de seguirle: quiere que administre la gracia y ayude a crear unidad en su Iglesia.

¿Es una idea que ya tenías de joven?
De joven era bastante rebelde. Mi primer nombre es Dean, y como James Dean, ese rebelde sin causa. Me gustaba mucho el mundo de la calle: estar con los amigos, jugar a baloncesto... no rezaba mucho, sinceramente. 

¿Cómo te acercaste a la fe?

Opus Dei - Dean Johnpaul
Dean Johnpaul
Un día en la Universidad un amigo me invitó a un retiro espiritual. Me lo ofreció con tal sencillez, que pensé:¿por qué no? Yo pensé que serían días donde nos dirían qué hacer, con normas muy marcadas... pero no, la mayoría del tiempo cada uno meditaba por su cuenta. Me sorprendió la libertad que tenía cada uno para tratar a Dios. Esa era la libertad que yo quería.

¿Qué puedes ofrecer a la Iglesia en tu país?
En Filipinas faltan muchossacerdotes. Los que hay son heróicos, pero no dan abasto. Así que voy a ayudar a mis hermanos. Estos años en Roma, junto al Papa y junto al Prelado del Opus Dei, han sido un tesoro que distribuiré entre mucha gente. Filipinas está lejos de Roma, por eso sé el valor que tienen estos años. 

¿Qué le pasa a la ONU?

   Por    Stefano Gennarini, J.D       La ONU pierde credibilidad con cada informe que publica. Esta vez, la oficina de derechos humanos de ...