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lunes, 18 de julio de 2022

Mira hacia el cielo y lo verás

Por Antonio Moreno, en Omnes

Ojalá que contemplación de las imágenes del Webb pueda ayudarnos a no ensoberbecernos, a no equivocarnos sobre la condición humana y a entender que es precisamente por ser tan pequeños y frágiles por lo que somos tan valiosos.

18 de julio de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
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El presidente norteamericano hizo pública el lunes en la Casa Blanca la imagen infrarroja más profunda y nítida del universo lejano tomada hasta la fecha.

La fotografía muestra el cúmulo de galaxias SMACS 0723 como lucía hace 4.600 millones de años (ese es el tiempo que ha tardado la luz en llegar hasta las lentes del telescopio espacial James Webb que lo ha captado).

Impresiona contemplar cómo cientos de galaxias, cada una con sus cientos de miles de estrellas, se apretujan por salir en la foto a color.

Como explican desde la NASA, el encuadre recoge una porción de universo tan pequeña como vería una persona desde la tierra un grano de arena sostenido a la distancia de un brazo extendido. ¡Cuánto más nos quedará por explorar!

Con el envío de sus primeras imágenes, Webb ha demostrado ser el principal observatorio científico espacial del mundo, tomando el relevo del mítico telescopio Hubble.

Este maravilloso ingenio es fruto de la colaboración de las agencias espaciales norteamericana, europea y canadiense, sin embargo, el presidente Biden se tomó la libertad de adelantarse un día a la fecha de publicación pactada con los socios del proyecto para ponerse la medalla y afirmar: «Estas imágenes van a recordar al mundo que Estados Unidos puede hacer grandes cosas, y recordar al pueblo estadounidense, especialmente a nuestros niños, que no hay nada que esté más allá de nuestra capacidad».  

La frase sobrecoge especialmente cuando, tan solo unos días antes, el mandatario había firmado una orden ejecutiva para «negar a los niños por nacer su derecho humano y civil más básico, su derecho a la vida», como afirmaría el arzobispo de Baltimore y presidente del Comité de Actividades Provida de la Conferencia Episcopal Norteamericana.

Claro que son dos temas muy distintos y que puede parecer burdo mezclarlos, pero, en el fondo, ambas actuaciones revelan la autosuficiencia, no de una persona, sino de un sistema que cree realmente que “no hay nada que esté más allá de nuestra capacidad”.

El soberbio no se inmuta ante la evidencia de la vida humana no nacida, ni siquiera ante el estremecedor misterio del espacio insondable. Si soy Dios, ¿quién me impide hacer lo que quiera?

Corrían los primeros años 80 cuando tuve la suerte de ver una de las más famosas series de divulgación científica de la historia: Cosmos, de Carl Sagan. Siempre repito que, paradójicamente, esta magnífica obra de un agnóstico convencido y militante fue clave en mi vida de fe.

Recuerdo quedarme extasiado contemplando las imágenes de nuestro universo y escuchando sus claras explicaciones que me hacían admirar la belleza de la naturaleza y a la vez la genialidad del espíritu humano que es capaz de comprenderla y darle sentido.

Eran los años de la guerra fría, cuando el miedo a una hecatombe nuclear sobrevolaba el subconsciente colectivo. Películas como “El día después” o “Juegos de guerra” nos pusieron ante la cruda realidad: la vida sobre la tierra pende del hilo de la soberbia de cuatro poderosos o de un ordenador mal configurado.

En mi conciencia infantil, no encontraba explicación a la doble vertiente del ser humano: alguien que es capaz de lo mejor y de lo peor. 

Decepcionado, encontré la clave en la catequesis de Primera Comunión (aquellos maravillosos años), cuando cantábamos “Yo pensaba que el hombre era grande por su poder, grande por su saber, grande por su valor, yo pensaba que el hombre era grande y me equivoqué, pues grande solo es Dios”.

Descubrí entonces, y tras 40 años de experiencia lo sigo corroborando, que cada vez que el ser humano trata de ocupar el lugar de Dios se estrella estrepitosamente y que las personas verdaderamente grandes son las que, poniendo todo de su parte, reconocen que no lo saben todo, que no lo pueden todo.

Son aquellos que, ante la contemplación de la inmensidad del cosmos, son capaces de ver su absoluta insignificancia espacio-temporal y, por ello mismo, el absoluto valor de cada habitante del planeta Tierra.

En estos años 20 del siglo XXI en los que se han vuelto a desempolvar los maletines nucleares, hacen falta hombres y mujeres capaces de sobrecogerse ante el valor inalienable de toda vida humana, personas que pongan todas sus capacidades, no a favor de la muerte, sino de la vida.

Ojalá la contemplación de las imágenes del Webb pueda ayudarnos a no ensoberbecernos, a no equivocarnos sobre la condición humana y a entender que es precisamente por ser tan pequeños y frágiles por lo que somos tan valiosos.

Como un juguete de cristal.

EL AUTORAntonio Moreno

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos «hilos» en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.

miércoles, 13 de julio de 2022

Siempre, el que da la verdadera realidad a las cosas, es el amor

Anónimo


Primero ama, porque la vida sin amor no vale nada.


La justicia, sin amor, te hace duro.
La inteligencia, sin amor, te hace cruel.
La amabilidad, sin amor, te hace hipócrita.
La fe, sin amor, te hace fanático.
El deber, sin amor, te hace malhumorado.
La cultura, sin amor, te hace distante.
El orden, sin amor, te hace complicado.
La agudeza, sin amor, te hace agresivo.
El honor, sin amor, te hace arrogante.
El apostolado, sin amor, te hace extraño.
La amistad, sin amor, te hace interesado.
El poseer, sin amor, te hace avaricioso.
La responsabilidad, sin amor, te hace implacable.
El trabajo, sin amor, te hace esclavo.
La ambición, sin amor, te hace injusto.

Por último, ama; porque como decía San Juan de la Cruz: "... al atardecer de nuestra vida se nos juzgará sobre el amor".

jueves, 7 de julio de 2022

LOS SOFISTAS DE HOY

Por el momento sociopolítico-antropológico-cultural que pasamos, vuelvo a colocar esta entrada en primer lugar. Aunque han cambiado personas, no han cambiado los personajes. Recordemos que las personas SON, mientras que los personajes sólo y siempre ACTÚAN.

Por Alejandro Llano

Especializados en convertir el argumento más débil en la razón más fuerte, los sofistas manejan el lenguaje como un instrumento puramente utilitario para convencer a los demás de aquello que a los propios sofistas les conviene. Hablar ya no es una actividad que esté al servicio del encuentro con la verdad, sino que se encamina al logro del poder. Parecen sabios, pero no lo son. Tampoco el sofista se identifica con el retórico. El retórico trata de hacer verosímil lo verdadero, mientras que el sofista intenta hacer verosímil lo falso.

A los sofistas griegos, Platón los llamó mercaderes ambulantes de golosinas del alma. Ahora bien, su vigencia no se limita a la antigüedad clásica. Los sofistas han revivido y hoy se los encuentra por todas partes. Expenden ideas-basura, comida rápida para alimentar mentes adocenadas por medios de comunicación que ocultan datos y —por poner un caso reciente— han pasado de ser periódicos de referencia a prensa amarilla, según ha dicho Hermann Tertsch acerca de un diario madrileño del que tuvo que salir por atreverse a decir la verdad.\"\"

En la España actual la sofística ha dejado de ser una curiosa anomalía para convertirse en un fenómeno global. Los discursos de muchos personajes cercanos al Gobierno constituyen ejemplos de constantes atentados a la lógica y al sentido común. Cuanto más próximos parece que se encuentran a la verdad, más niegan la evidencia. La reciente declaración de Manuel Conthe en el Congreso representó una valiente excepción. Habló de presiones sobre el organismo regulador del mercado de valores y apuntó cuál era el origen de semejantes extorsiones. Pero, desde el punto de vista del ambiente informativo, también esta excepción vino a confirmar la regla. Porque inmediatamente, esa misma noche, los medios paraoficiales manipulaban sus palabras y tergiversaban sus ideas. Aquí no ha pasado nada. Los socialistas seguimos siendo tan honrados como antes y nunca hemos roto un plato.

El gran maestro de sofistas, el gurú de la confusión mental, es el presidente del Gobierno (
entonces Zapatero). No se sabe cómo, pero cuando la realidad refuta sus palabras, se las apaña para hacer ver a muchos que en rigor ha sucedido lo que él anunciaba y que, por lo tanto, continuará por el mismo camino. Cuando surja el próximo encontronazo con los hechos, ya encontrará otro modo de ejercitar sus artes de ilusionista. Y, si los hechos no concuerdan con sus palabras, ¡peor para los hechos! Al fin y al cabo la tajante diferencia entre la verdad y el error, entre el bien y el mal, entre lo útil y lo perjudicial para el país, todo eso corresponde a un modo rígido y superado de pensar. Él es más comprensivo, más flexible, conecta mejor con el sentir de amplios sectores de la población española.

Y lo peor es que esto último parece ser cierto. En los dos programas de preguntas a Zapatero y a Rajoy, lo más penoso fue precisamente el modo de razonar de la mayor parte de un público presuntamente seleccionado por procedimientos sociológicos neutrales. Salvo contados casos, ofrecieron un panorama de planteamientos económicamente interesados, talantes foscos, actitudes sentimentales y notoria incapacidad para la réplica. Si tal es el retrato robot del español medio, nuestros actuales gobernantes tienen por delante una larga vida política.

El único modo de romper tal círculo vicioso es la formación intelectual y la cultura política. Pero esta educación para la esfera pública tendremos que buscarla cada uno por nuestra cuenta —o trabajar para adquirirla en pequeños grupos más o menos clandestinos— porque lo que nos llegue por vía oficial y burocrática vendrá ya empapado del aroma de la sofística. Siempre se ha pensado que la clave para la educación de todo un pueblo es el bachillerato. Ahora bien, la confusa reforma de este ciclo escolar, tal como estos días se anuncia, no promete nada bueno ni desde el punto de vista de la enseñanza ni desde la perspectiva del civismo. Lamentablemente, la educación se está convirtiendo, cada día más, en adiestramiento y domesticación con creciente ausencia de aprendizaje de las ciencias teóricas y de las humanidades.

Como se trata de una perspectiva dilatada, de un largo camino por recorrer, deberíamos procurar entre tanto no acoger acríticamente las versiones convencionales de las ideas y los acontecimientos. El tópico, el lugar común, es la muerte en flor del pensamiento libre. Lo políticamente correcto nos acogota y empequeñece nuestra talla ciudadana. Sócrates pagó bien cara su disidencia respecto a los sofistas. Pero su conducta sigue iluminando nuestra civilización. Desconfiemos de los panfletos de autoayuda y de los bestsellers de divulgación. Busquemos la mejor calidad intelectual que seamos capaces de asimilar. El mercado laboral se afana por contratar talentos. Pero esa excelencia intelectual sólo la roza quien se decide a pensar por cuenta propia.

Una guerra invisible

 

La Verdad, Murcia

Por Lourdes Mendez, Diputada del Congreso de los Diputados.


     Mientras nos enfrentamos a una crisis descomunal, que afectará  a muchas familias, que ya lo están pasando muy mal, este gobierno se dedica a aprobar leyes , no solo como cortina de humo, como dicen algunos, sino para realizar un verdadero cambio cultural, propio de un estado totalitario. Leyes como la de memoria histórica,  la de eutanasia , la  del derecho al aborto; la  de libertad sexual;  la ley trans, o la de educación, persiguen ese objetivo. Leyes  que vulneran el derecho a la vida, a la libertad de expresión, la libertad religiosa, la presunción de inocencia,  o que van en contra de la salud de los menores, o del derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, entre otros. 

    En concreto, la pasada semana se acabó aprobando la ley de igualdad de trato y no discriminación, que es una farsa, porque ya existen multitud de normas cumpliendo ese objetivo.    Por el contrario esta ley resulta un instrumento imprescindible para introducir ese cambio cultural, en contra de la realidad, y del propio ser del hombre. Un cambio que es imposible realizarlo por medio de la razón, y se impone por la fuerza. Se Sancionará con multas de hasta 500.000 euros al que disienta del pensamiento oficial llámese ideología de género, agenda 2030, cultura del descarte, cambio climático, o memoria histórica.

     Para ello se crea un organismo, que denominan autoridad independiente, y que podríamos decir que es El ministerio de la Verdad de Orwell. La tipificación de las infracciones carece de la objetividad necesaria, y las sanciones administrativas, son en muchos casos más duras que las penales.

   La simple amenaza de la imposición de estas sanciones, disuadirá a quien quiera opinar diferente, sea un periodista, profesor, o un director de cine, atentando de formas directa contra la libertad de pensamiento. Creará un clima asfixiante. 

            Los estados totalitarios, en el que quieren convertir el nuestro, también vienen de regímenes democráticos. Tenemos pruebas en la historia reciente de Europa.

    Estas leyes cuando tienen sesgos de inconstitucionalidad, evitan en su desarrollo legislativo la información pública y los informes, pero no pueden evitar a VOX , que les advierte de su inconstitucionalidad, y  nunca ha sido tan necesario, ahora que, además quieren imponer a los magistrados del TC , que piensan son favorables a sus postulados. 

     Mientras, el PP, asume varios de esos postulados y dice ser necesaria tan sólo la economía.

     Si no se reconocen los valores, lo que es verdadero,  y  bueno…

¿ cómo la economía va a saber reconocer lo que es útil  ???? 

 

Nivel récord de infelicidad

 P or MARK GILMAN, The Epoch Times en español Según Gallup, el aislamiento es uno de los principales problemas que afectan la felicidad de l...