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miércoles, 25 de septiembre de 2019

Continúa el conflicto entre Conferencia Episcopal alemana y Santa Sede por el “camino sinodal”

Berlín.— El tira y afloja entre la Conferencia Episcopal alemana (DBK) y el Vaticano en relación con el camino sinodal prosigue con nuevos episodios. Después de la advertencia del Papa a finales de junio, la Congregación para los Obispos ha escrito una carta en la que pone serios reparos al proyecto.
En su Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Alemania, el Pontífice recordaba que las decisiones del camino sinodal han de estar en consonancia con la Iglesia universal y en particular con las decisiones del Concilio Vaticano II, y subrayaba la prioridad de la oración frente las reformas estructurales. La mayoría en la Asamblea de la DBK y del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK), sorprendentemente la interpretó como una confirmación del camino emprendido, a pesar de que algunos obispos subrayaron que, tras la Carta del Santo Padre, había que replantearse todo el proceso.
Una vez recibidas las actas de las últimas reuniones del Consejo Permanente de la DBK –en las que se fijan las reglas para el camino sinodal– en la Congregación para los Obispos, su prefecto, el Card. Marc Ouellet, se ha visto obligado a dirigir una carta al presidente de la DBK, Card. Reinhard Marx, para recordar a los obispos alemanes las palabras del Papa en su carta.

¿Concilio disfrazado?

El Card. Ouellet adjunta un informe de cuatro páginas del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, en el que se dice literalmente: “Es obvio que estos temas [los propuestos por el camino sinodal: “poder, participación y división de poderes”, “moral sexual”, “forma de vida sacerdotal” y “mujeres en servicios y cargos de la Iglesia”] afectan no solo a la Iglesia en Alemania, sino a la Iglesia universal, por lo que esos temas –con pocas excepciones– no pueden ser objeto de resoluciones y decisiones de una Iglesia particular, sin contravenir la estimación del Santo Padre expresada en su carta a los católicos en Alemania del 29 de junio de este año”. Y añade una pregunta retórica: “¿Cómo puede tomar una Iglesia particular decisiones vinculantes si los temas tratados afectan a la Iglesia universal?”.
El informe, firmado por el presidente del Consejo, el arzobispo Filippo Iannone, así como por el secretario y el subsecretario, recuerda las disposiciones canónicas para celebrar un concilio particular: “En relación con el estatuto provisional, de los artículos de su borrador se desprende que la Conferencia Episcopal tiene previsto convocar un Concilio particular, sin emplear sin embargo ese concepto”; para ello, la DBK debería seguir el procedimiento previsto por el Código de Derecho Canónico. “La Conferencia Episcopal no puede dar a las resoluciones eficacia legal, pues esta se encuentra fuera de su competencia”. En otras palabras: un camino sinodal en Alemania no puede modificar la doctrina ni la disciplina de la Iglesia.
Además, Mons. Iannone critica que en la dirección del camino sinodal haya paridad entre la DBK y el ZdK: “Envían el mismo número de participantes; se dividen la dirección a partes iguales y disponen del mismo voto en la toma de decisiones, etc. Esta paridad entre obispos y laicos no puede tener consistencia canónica”. Que todos los fieles asuman responsabilidad en la Iglesia “no significa que la Iglesia tenga una estructura democrática y las decisiones se tomen por mayoría de los fieles”, pues la sinodalidad que frecuentemente propone el Papa Francisco “no es sinónimo de democracia o decisiones por mayoría”.
Marx replica
Las reacciones no se hicieron esperar. El Card. Marx ha declarado que habría sido mejor si el Vaticano, antes de enviar ese informe, hubiera buscado el diálogo, pues el informe se refiere “a una versión desfasada de los estatutos para el camino sinodal; en la versión actual no se tienen en cuenta algunos de los pasajes criticados”; pero no precisa qué otros se han mantenido.
En una carta al Card. Ouellet, cuyos extractos publica en exclusiva el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, Marx niega que los obispos alemanes quieran convocar de hecho un sínodo o concilio particular, sin denominarlo así. Antes bien, los obispos –continúa Marx– eligieron conscientemente una forma a la que no afecta el Derecho Canónico: el camino sinodal es un proceso sui generis, por lo que los estatutos no han de verse “con las gafas de los instrumentos de Derecho Canónico”. Y añade: “Esperamos que los resultados de una formación de opinión en nuestro país también pueda servir de ayuda a la Iglesia universal y a otras Conferencias Episcopales. De todos modos, no comprendo por qué se hayan de sustraer a todo debate cuestiones sobre las que el magisterio ha tomado resoluciones, tal y como sugiere su carta”.
En cualquier caso, la DBK ha anunciado que el Card. Marx viajaría a Roma “para mantener conversaciones y disipar malentendidos”.

No abandonar el “perfil católico”

En la prensa de Alemania se expresa indignación por la “intromisión vaticana”. Comentando las respuestas del Card. Marx al prefecto de la Congregación para los Obispos, Daniel Deckers afirma en Frankfurter Allgemeine Zeitung que Marx “ha puesto en su sitio al cardenal romano”. Más allá va Matthias Drobinski en Süddeutsche Zeitung: “Los obispos alemanes no deben seguir las indicaciones de Roma”. Allí dice: “Quien todavía busca una prueba de que el clericalismo autoritario goza de buena salud en la Iglesia católica, aquí lo tiene: es la carta con la que el cardenal de la curia y jefe de la Congregación para los Obispos, Marc Ouellet, explica a sus hermanos en la fe, del modo más desapacible posible: si tenéis algo que debatir sobre el futuro de vuestra Iglesia, no creáis que podéis decidir algo de importancia. Basta. Si los obispos y los católicos laicos alemanes siguen esa indicación de Roma, el camino sinodal ha muerto ya antes de comenzar”.
Algo similar concluye el experto en Derecho Canónico Thomas Schüller: “Después de esta carta, el proceso sinodal no puede continuarse como se había previsto”. Así lo han visto también, por su parte, el Card. Rainer Woelki, de Colonia, y el obispo Rudolf Voderholzer, de Augsburgo, quienes en agosto presentaron una alternativa al camino sinodal; no lo critican completamente, pero sí su “forma concreta”, pues significaría “abandonar el perfil católico y renunciar a elementos importantes”. Según Mons. Voderholzer, “este borrador se corresponde con lo que la Iglesia entiende por reforma y se sujeta a las normas indicadas por el Papa Francisco”, además de tener en cuenta todos los puntos criticados por el Card. Ouellet. Sin embargo, el Consejo Permanente de la DBK rechazó ese borrador por 21 votos en contra, 3 a favor y 3 abstenciones.
Ante este trasfondo, se espera que se trate el camino sinodalen la asamblea plenaria de otoño de la DBK, que se celebrará del 23 al 26 de septiembre en Fulda, donde el Card. Marx informará sobre las conversaciones que para entonces habrá mantenido en el Vaticano.

La difícil práctica del liberalismo


Por Juan Meseguer
El debate actual sobre la crisis de la democracia liberal no se agota en la crítica que le hacen los populismos. Otra vertiente, más sutil, examina hasta qué punto el liberalismo político contemporáneo ha distorsionado la tradición liberal, y si es verdad que los creyentes tienen la misma libertad que el resto para proponer su estilo de vida.
Rachel Lu, articulista en varios medios de Estados Unidos, aconseja a sus colegas creyentes que no pidan la luna al liberalismo. En su opinión, antes que señalar sus límites, habría que destacar sus bendiciones. Y la bendición innegable –escribe en Public Discourse– es que hoy “somos verdaderamente unos afortunados, con innumerables oportunidades para perseguir cualquier meta que consideremos digna”, una libertad que no tienen en la actualidad ni han tenido a lo largo de la historia millones de personas.
Su realismo recuerda al de Richard J. Neuhaus (1936-2009), gran defensor de las conquistas del orden democrático liberal. El fundador de First Things fue durante años referente intelectual del catolicismo estadounidense, si bien hoy parece olvidado entre los más críticos con la modernidad. Patrick J. Deneen, seguramente el autor que más eco mediático está teniendo en este debate, ni siquiera le menciona en su libro ¿Por qué ha fracasado el liberalismo? Lo que, por otra parte, habla muy bien del pluralismo católico.
Neuhaus veía en el liberalismo “un experimento en marcha” –perfectible, por tanto–, pero digno de aprecio. Y aunque no ocultaba las tensiones que podían darse entre el orden liberal y la Iglesia católica, no apreciaba incompatibilidades de fondo. “La Iglesia debe proponer –incesantemente, audazmente, persuasivamente, atractivamente. Si nosotros, que somos la Iglesia, no estamos haciendo eso, la culpa no es de la democracia liberal, sino de nosotros mismos”.
Para Neuhaus, el ideal liberal no tenía por qué ir de la mano del relativismo ni del agnosticismo. Frente a quienes creen que el pluralismo exige el destierro de las creencias religiosas, recordaba que la plaza pública nunca está desnuda. Y que las creencias secularistas no tienen por qué monopolizar ese espacio: como las otras, tendrán que hacerse escuchar mediante la persuasión.
Si a algo invita la tradición liberal es a conversar, a escuchar y a proponer la verdad sin imposiciones. ¿Por qué motivo tendría que ser incompatible con “el método de la Iglesia” que siempre debe ser “el del respeto por la libertad”, como decía citando a su admirado Juan Pablo II?

Dobles raseros

¿Qué cabe esperar de las sociedades liberales? Si hacemos caso al filósofo John Rawls (1921-2002), hay que responder que, como mínimo, dos cosas: flexibilidad para acomodar las distintas visiones del mundo y estilos de vida que compiten en el espacio público; y neutralidad por parte del Estado que, como un árbitro imparcial, se limita a garantizar que todos puedan participar en esas disputas “como ciudadanos libres e iguales”.
Pero esto es precisamente lo que cuestionan los críticos de esta versión tan idílica del liberalismo. La supuesta neutralidad del Estado liberal quiebra, por ejemplo, cuando se someten a un escrutinio especial las convicciones morales de los creyentes que aspiran a un cargo público, como si los no creyentes no las tuvieran. O cuando las autoridades obligan a una entidad a actuar contra su ideario, como pretendía hacer con los provida una ley de California, revocada por el Tribunal Supremo de EE.UU. O cuando amenazan con multar a pequeños empresarios (pastelerosfloristasvideógrafos…) que no quieren prestar sus servicios en bodas gais por motivos de conciencia. O cuando adoctrinan en una visión de la familia y la sexualidad contraria a la que los padres enseñan a sus hijos…
Este tipo de sesgos pueden explicarse por la distorsión que ha introducido en la tradición liberal el liberalismo contemporáneo. Por ejemplo, en The Lost History of Liberalism (2018), la historiadora Helena Rosenblatt sostiene que el liberalismo pasó de ser un proyecto ético que “nunca hablaba de derechos sin subrayar los deberes” a una doctrina preocupada principalmente por los derechos y deseos individuales.
El hecho de que el liberalismo fuera concebido como “un ideal moral” no lo inmunizó contra incoherencias y errores. Pero estaba lejos de ser una fábrica de egoístas: “Los liberales no cesaron de abogar por la generosidad, la probidad moral y los valores cívicos”. No obstante, Rosenblatt reconoce que el concepto de liberalismo depende mucho de los pensadores que se analicen y de cómo se interpreten.

Hacia adelante

Deneen, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Notre Dame, va más lejos y cuestiona esta visión de la tradición liberal. Aunque admite que ninguna otra filosofía política ha logrado tanta libertad, riqueza y estabilidad, considera que el “liberalismo progresista” es el resultado de los postulados antropológicos que subyacen al “clásico”. De ahí que no le extrañe que uno y otro, que tanto han hecho por promover al “individuo liberado” de vínculos, hábitos e instituciones, acaben reclamando un “Estado controlador” –nada neutral– que ponga orden en el caos.
Y de ahí también los duros ataques que dirige a las que considera dos versiones distintas –la individualista y la estatista– de la misma filosofía: “Aunque los liberales conservadores afirman defender no solo un mercado libre sino los valores de la familia y el federalismo, la única parte de la agenda conservadora que ha sido continua y exitosamente implementada durante su reciente dominio político es el liberalismo económico (...). Y aunque los liberales progresistas dicen promover un sentido compartido de destino nacional y solidaridad que debería detener el avance de una economía individualista y reducir las desigualdades en los ingresos, la única parte de la agenda política de la izquierda que ha triunfado es el proyecto de autonomía personal, especialmente en sus aspectos sexuales”.
Deneen no pide el regreso a alguna “idílica era preliberal”, más que nada porque duda que haya existido. En este sentido, recuerda que junto al enorme progreso moral que trajeron las filosofías clásica y medieval, también hubo desconexión entre esas tradiciones y algunas prácticas sociales como “la esclavitud, la servidumbre, la desigualdad, el desprecio por las contribuciones de las mujeres, y formas arbitrarias de jerarquía y aplicación de la ley”. Lo que propone es alzarse sobre lo conseguido hasta ahora para seguir avanzando con “mejores prácticas”.

Ciudadanos por derecho propio

Adrian Vermeule, profesor de derecho constitucional en la Universidad de Harvard, también desconfía de las propuestas que idealizan las supuestas edades de oro de la democracia liberal. Así hacen, dice, los firmantes de la Declaración de París con la Europa de posguerra; el columnista del New York Times Ross Douthat, con los años 1950-1970 en EE.UU.; el periodista de origen iraní Sohrab Ahmari, converso al catolicismo desde el ateísmo, con los finales de los 80 y principios de los 90 del pasado siglo, cuando coincidieron Margaret Thatcher, Juan Pablo II y Ronald Reagan. En su opinión, “si llegara a producirse, un retorno mágico al viejo liberalismo solo reiniciaría el proceso otra vez”.
Y como a Deneen, no le convence la distinción entre el liberalismo genuino y el progresista. Cuando los partidarios de la tradición liberal dicen que la sanción al disidente no tiene por qué ser el resultado necesario del liberalismo, están pasando por alto cómo funcionan las cosas en la vida real: la tolerancia que predica el liberalismo requiere de tanta virtud, que resulta difícil de practicar. “La cuestión no es si puede existir un liberalismo clásico virtuoso, sino por cuánto tiempo, y cuán robusto o frágil es cuando se ve afectado por las condiciones ambientales”.
Ahora bien, Vermeule rechaza la nostalgia por la “aldea hobbit”, como llama Ahmari ácidamente a las propuestas que sugieren el repliegue relativo de los cristianos en comunidades alternativas. En alusión a la “opción benedictina” de Rod Dreher, para este debate pide “menos Benito y más Ester, Mardoqueo, José y Daniel”. Esta figuras del Antiguo Testamento destacaron por ocupar posiciones clave en las sociedades de su tiempo y, desde ahí, pudieron influir en ellas. Pero en la explicación de Vermeule pesa mucho el cálculo estratégico: da la impresión de que los cristianos están infiltrados en el orden liberal, en vez de estar ahí por derecho propio.
Por otra parte, el núcleo de la propuesta de Dreher –miembro de la Iglesia ortodoxa oriental– no es que los creyentes abandonen la esfera pública, sino que abracen un estilo de vida inconformista (ver Aceprensa, 24-05-2017 y 18-01-2019). Tampoco Deneen –católico, como Vermeule– quiere que los disconformes con la cultura dominante se retiren a un gueto: su propuesta es crear “comunidades contraculturales”, que lleguen a ser verdaderos “faros de luz y hospitales de campaña” en medio de la polis.

¿El anticatolicismo que viene?

De todos modos, se entiende la preocupación de quienes temen que una visión demasiado crítica con el liberalismo acabe dando paso a un retroceso. En este sentido, el historiador Korey D. Maas lamenta en Public Discourse el giro editorial que ha dado First Things, en otro tiempo paladín del liberalismo. Y alerta de una mezcla tóxica: “Como en el siglo XIX, el anticatolicismo liberal y el antiliberalismo católico se exacerban mutuamente”.
Maas, que es protestante, teme que de ese choque de trenes nazca un nuevo anticatolicismo, más beligerante. “En la medida en que destacados e influyentes católicos insistan en que el catolicismo es intrínsecamente incompatible con la tradición liberal, los liberales se sentirán cada vez más justificados para llegar a la misma conclusión”.
Y concluye: “El ‘último prejuicio admisible’, en vez de un prejuicio irracional, será considerado cada vez más como una convicción justificada, basada en los argumentos racionales presentados por los propios intelectuales católicos”.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Ideología género: revisión de intenciones

“Fortalecer la sociedad civil"

El Mercurio, Santiago de Chile
El cambio cultural experimentado por las sociedades occidentales en los últimos años ha llenado la agenda política con nuevas causas. El resultado es que dos de las grandes ideologías clásicas –el socialismo y el liberalismo– han perdido sus perfiles propios, aunque no hasta el punto de abandonar su preferencia por el Estado y el individuo. En una entrevista de Cristian Pizarro Allard para El Mercurio, el jurista estadounidense Robert P. George reivindica el papel de las comunidades como mediadoras entre ambas ideologías.
A la izquierda, el cambio de prioridades tiene varias manifestaciones: “El socialismo ya no está vinculado, como en el pasado, a la economía ni a quién es el dueño de los medios de producción, sino que tiene que ver con otros asuntos, particularmente morales y culturales”, sostiene George, profesor de filosofía del derecho en la Universidad de Princeton. En consonancia, “la base del socialismo (...) ya no está en la clase trabajadora”, sino en profesionales con buen nivel educativo y económico, que tienden a concentrarse en sectores como el de las tecnologías de la información.
“La ideología dominante de la izquierda es la liberación de la persona, con un carácter muy individualista, cuestión que arranca desde la revolución del 68, lo que es paradójico, porque la izquierda siempre ha estado en contra de ese tipo de individualismo, especialmente en asuntos económicos. Sin embargo, cuando hablamos de sexualidad, drogas, matrimonio, aborto, eutanasia, etc., la ideología gobernante es la liberación personal donde lo único que cabe son las sensaciones, experiencias, sentimientos y la satisfacción de la psique”.
A la derecha también ha habido cambios significativos. Si en el pasado se había decantado claramente por el liberalismo económico, abogando por un Estado mínimo, hoy un sector de su electorado da la bienvenida al proteccionismo. Pone el ejemplo de EE.UU., donde el heterodoxo Donald Trump “ha encontrado algo nuevo que concita una gran cantidad de seguidores”.
Pero estas mutaciones, opina George, no han variado en lo esencial la tendencia de ambas ideologías a concebir la sociedad como un sistema binario, en el que la derecha sigue dando el protagonismo al individuo autonómo, mientras la izquierda se lo da al Estado. Ambas yerran al partir de “la equivocada premisa de que hay solamente dos jugadores, y lo cierto es que son tres: el tercero es la suma del Estado y el individuo, de la que resulta la sociedad civil. Fortalecerla debe ser la prioridad principal de quienes creemos en la libertad”.
De libertad va precisamente el anhelo del jurista de Princeton, quien denuncia la sofocante presión que experimentan los universitarios estadounidenses para que conformen su manera de pensar a “la ortodoxia dominante”, que es de izquierdas. Pero también se distancia de la derecha libertaria, cuando pide que la libertad no se construya de espaldas a las responsabilidades sociales.
En este sentido, subraya los costes que trae el deterioro de las comunidades de la sociedad civil, como la familia, las Iglesias o las organizaciones cívicas, a las que ve como proveedoras “de salud, educación y bienestar”, y transmisoras de los valores que necesitan los jóvenes para ser “buenos ciudadanos”.

jueves, 19 de septiembre de 2019

¿Discriminan o defienden su libertad ideológica?


Un tribunal federal de EE.UU. sentenció el mes pasado que unos videógrafos tienen derecho a negarse a participar en una boda homosexual. Es un caso más entre otros semejantes, pero tiene el interés particular de que no arranca de una queja contra los objetores, sino que cuestiona la ley antidiscriminación de su estado.
(Actualizado el 20-09-2019)
Los recurrentes son los esposos Carl y Angel Larsen, dueños de Telescope Media Group, una empresa que ofrece servicios de fotografía y vídeo en Minnesota. Aunque trabajan por encargo, tienen “control creativo” sobre sus producciones: qué eventos cubrir, qué tomas hacer y usar, cómo narrar, qué decir mediante textos o locución. También declaran que “gustosamente trabajan para toda clase de personas, de cualquier raza, orientación sexual, sexo o creencias religiosas”.
Precisan además que, en consonancia con sus propias convicciones, no hacen vídeos que “contradigan las enseñanzas de la Biblia, o promuevan la inmoralidad sexual, la destrucción de niños no nacidos, el racismo o el enfrentamiento entre razas, la violencia, la degradación de la mujer, o una concepción del matrimonio distinta de la unión de por vida entre un hombre y una mujer”.
A este respecto, desean comenzar a producir vídeos solo de bodas entre mujer y hombre, que destaquen el significado sagrado del matrimonio y muestren la historia del amor de la pareja hasta su culminación ante el altar. Desean que esos vídeos se difundan para contribuir a formar la opinión pública en torno al matrimonio.

Sanción segura

Previendo que esa futura actividad suya sería considerada por las autoridades del estado como una discriminación por orientación sexual, pidieron una garantía de inmunidad, alegando que prohibirles rehusar encargos de vídeos de bodas homosexuales violaría su libertad de expresión, protegida por la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos. Un juzgado de primera instancia desestimó la demanda por infundada, y los Larsen recurrieron al tribunal federal de apelación, que dos años después ha fallado a favor de ellos, por mayoría de dos a uno.
La sentencia afirma en primer lugar que la demanda tiene fundamento, pues el estado declaró expresamente que en efecto consideraría la pretensión de los Larsen contraria a la ley. Tendrían que aceptar encargos de bodas heterosexuales y homosexuales, y además presentar unas y otras en sus vídeos de modo igualmente positivo. No son exigencias meramente hipotéticas, anota el tribunal, pues Minnesota ha contratado personal para comprobar si algunos negocios se niegan a prestar servicio en bodas gais, y ha sancionado a un empresario que no quiso alquilar salones para la celebración de una.

No regular ideas

Después, los jueces de la mayoría examinan si aplicar la ley a los Larsen, tal como lo hace el estado, sería contraria a la libertad de expresión.
Minnesota alegó que el precepto correspondiente de su ley antidiscriminación no regula la expresión de personas, sino la conducta de empresas. Solo indirectamente afecta en algunos casos a la expresión, pero en cuanto está relacionada con conductas prohibidas, no por las ideas que se manifiestan. Aunque no puedan rehusar encargos para bodas gais, los Larsen conservan su libertad de expresar sus convicciones sobre el matrimonio de otras muchas maneras.
La sentencia precisa que la libertad de expresión comprende tanto el derecho de manifestar las ideas propias como el de no manifestar ideas que uno no suscribe. En este caso, Minnesota no pretende regular solamente la conducta de un negocio, pues el producto de que se trata, un vídeo nupcial, es en sí mismo expresión. Por tanto, obligar a los Larsen a producir vídeos de bodas homosexuales supone imponerles la expresión de convicciones que no comparten.
Naturalmente, los Larsen son libres de manifestar su opinión sobre el matrimonio homosexual por distintos medios. Pero ellos desean hacer vídeos nupciales, y la condición que les impone el estado de Minnesota –o hacen también vídeos de bodas gais, o no hacen vídeos de ninguna– les incita a una autocensura forzada que restringe su libertad de expresión.
Los jueces de la mayoría concluyen que la ley de Minnesota, en situaciones como esa, efectivamente regula la expresión por su contenido, no de modo incidental. Y eso solo se puede admitir excepcionalmente, por imperioso interés público, como ocurre con el discurso que incita a la violencia contra ciertas personas. No está en ese caso la limitación a la libertad de los Larsen. Con la misma lógica, ejemplifica el tribunal, se podría obligar a un músico ateo a interpretar piezas religiosas en un acto de culto en una iglesia, aunque él no quisiera.
La sentencia concluye que la ley antidiscriminación de Minnesota infringe el derecho fundamental a la libertad de expresión en casos como este, pero no en otros. Y ordena al tribunal inferior a considerar si los Larsen tienen derecho a una exención, cosa que no llegó a hacer al haber desechado la demanda como carente de base.

El quid de la controversia

También es digno de atención el voto particular del tercer juez, que permite apreciar otros matices y revela el quid de la controversia.
Los Larsen alegan, y el fallo corrobora, que no rehúsan prestar servicio a nadie por ser homosexual, lo cual sería discriminatorio, sino realizar vídeos de bodas gais –lo pida quien lo pida–, por las ideas que transmiten. El juez discrepante no admite esta distinción entre persona y mensaje: “Ciertas características protegidas [raza, orientación sexual…] están tan imbricadas con determinadas conductas, que discriminar contra la conducta equivale a discriminar contra la clase protegida”. Y como “el matrimonio homosexual se considera una expresión fundamental de la orientación sexual de un individuo”, la pretensión de los Larsen es discriminación por motivo de orientación sexual.
En cambio, el voto particular no ve una identificación análoga entre conducta y convicciones en el caso de los recurrentes. Los Larsen, señala, producen vídeos por encargo. “Aunque son un trabajo artístico, los vídeos nupciales (…) no reflejan principalmente las opiniones del videógrafo, sino las de la pareja que se casa”. Así, Telescope Media “funciona, en esencia, como vehículo de ideas ajenas”, y los Larsen no pueden alegar que los espectadores de sus vídeos nupciales las atribuirán a ellos, no a sus clientes. Puesto que se dedican a una actividad comercial, no tienen sobre el mensaje el completo control que tendrían si fueran cineastas independientes.
El fallo afirma lo contrario. “No hace al caso que los Larsen expresen sus opiniones mediante una empresa con fin de lucro. De hecho, al declarar que las películas están protegidas por la Primera Enmienda, el Tribunal Supremo rechazó explícitamente [en una sentencia de 1952, Joseph Burstyn, Inc. v. Wilson] la idea de que no caen bajo el amparo de la Primera Enmienda simplemente porque sean producidas por grandes negocios lucrativos”.
El juez discrepante, en fin, niega que la norma antidiscriminación que se aplicaría a los recurrentes regule el discurso. Solo regula, dice, la conducta comercial: “Este caso no es sobre el derecho de los Larsen en cuanto ciudadanos a practicar su religión libremente o a hablar abiertamente de su fe o sus opiniones políticas. Es sobre sus derechos en cuanto propietarios de Telescope Media Group, una empresa con fin de lucro”.

Criterios por fijar

Como se ve, la doctrina para resolver conflictos entre las normas antidiscriminación y la libertad de expresión o la religiosa, no está sentada. El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha resuelto hasta ahora un solo caso, el de Jack Phillips, un repostero de Colorado que no quiso hacer una tarta para una boda gay. Falló a favor del repostero porque este no recibió trato imparcial del organismo estatal que le sancionó; pero no entró al fondo del asunto ni fijó un criterio para otros casos. El siguiente recurso que llegó, de una florista del estado de Washington, lo devolvió a los tribunales inferiores para que lo revisaran a la luz de la sentencia Phillips. La revisión no apreció parcialidad contra la florista, y la sanción fue confirmada.
Un caso pendiente es el recurso de un impresor sancionado por rehusar estampar lemas con los que no estaba de acuerdo en camisetas para un festival del Orgullo Gay. El Tribunal Supremo de Kentucky celebró la vista oral el mes pasado y fallará dentro de poco.
Fuera de Estados Unidos, los dueños de una pastelería de Belfast ganaron el año pasado su recurso contra la multa que les fue impuesta por negarse a hacer una tarta con un lema a favor del matrimonio gay.

Casos claros y zonas grises

La cuestión sigue siendo si la obligación de no dar trato discriminatorio exige, al prestador de un servicio, contribuir a un evento o a la difusión de un mensaje del que discrepa. No todos los servicios son iguales a este efecto. El voto particular en el caso de Minnesota argumenta que Telescope Media no puede ofrecer solo vídeos de bodas entre mujer y hombre, así como un hotel no puede ser solo para blancos. Pero la comparación es forzada, pues alojar huéspedes no asocia al patrón con las opiniones o posturas de ellos. Así, quizá esté mejor fundada la objeción de un videógrafo que la de un florista, y la de los pasteleros de Belfast que la de Phillips, al que no pidieron inscribir ningún lema en la tarta.
Hay casos claros, pero es dudoso que otros en zonas grises puedan ser dirimidos tajantemente invocando principios. Es significativo un contraste entre los jueces del recurso contra Minnesota. Para la mayoría, que los Larsen puedan expresar sus opiniones de otros modos, no excusa al estado; para el juez discrepante, que haya otras empresas dispuestas a hacer vídeos de bodas gais, no excusa a los Larsen.
También cabe plantearse si vale la pena estirar las normas contra la discriminación para forzar a algunos comerciantes o profesionales a hacer lo que no quieren, o convertir una disputa sobre tartas o flores en una cuestión constitucional. Si, como sostiene el juez discrepante, los vídeos de los Larsen expresan ideas de otros, también un abogado habla por su cliente, pero es libre de aceptar o no un caso; y por otro lado, a nadie le interesa ser representado en un juicio por alguien que le defienda a regañadientes.
Análogamente, cuando uno va a celebrar su boda homosexual y alguien rehúsa hacerle el vídeo, si le demanda, no por eso le hará cambiar de postura, y tampoco querrá un vídeo hecho a disgusto: buscará a otro profesional que acepte el encargo de buen grado. Con la denuncia se puede conseguir que sancionen al objetor, pero no ganar un simpatizante. Por eso, el comentarista del New York TimesDavid Brooks escribió, a propósito del caso Phillips, que esa no era la manera de promover el matrimonio gay. Él propone buscar un entendimiento entre personas civilizadas, en vez de iniciar una querella judicial que inevitablemente encona las diferencias. “Si quieren saber –dice– por qué nuestra sociedad está tan polarizada, airada y amargada, una razón es que tomamos cualquier desacuerdo que se podría arreglar hablando entre vecinos y lo convertimos en un pleito”.
Lo que sucede más fácilmente si alguien no quiere solamente una tarta o unas flores o un vídeo, sino también el asentimiento ajeno.

(Información añadida el 20-09-2019:)
En un caso semejante, el Tribunal Supremo de Arizona falló el 16 de septiembre a favor de Brush & Nib Studio, negocio radicado en Phoenix que hace invitaciones a bodas, entre otros artículos. Las dos dueñas y únicas trabajadoras elaboran invitaciones artísticas, pintadas a pincel y escritas con caligrafía. No quieren hacerlas para bodas homosexuales, y pidieron (preventivamente: nunca habían sido denunciadas) que no se les sancionara por ello. La sentenciaseñala que las invitaciones de Brish & Nib contienen términos que celebran la unión matrimonial, y sería contrario a la libertad de expresión de las demandantes obligarlas a alabar un tipo de bodas con el que no están de acuerdo.

jueves, 12 de septiembre de 2019

¿Una sentencia sospechosa?

El voto discordante de uno de los tres jueces es muy significativo, especialmente porque viene a defender un principio básico de la práctica de justicia: la presunción de inocencia.

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Hay situaciones muy complejas en todos los campos del actuar humano, y en todas las sociedades que vamos construyendo los hombres a lo largo del tiempo de nuestra historia sobre la tierra. Y no solo complejas, sino también «crueles», como está ocurriendo ahora con la vida del Card. Pell.
El card. Pell sigue afirmando su completa inocencia ante los tribunales de Australia; y ha recurrido ya la última sentencia condenatoria. Sobre su inocencia estuvieron completamente de acuerdo los miembros del primer jurado que trato del caso. También negó todo uno de los dos jóvenes –tenían entonces 13 años, los «hechos» se remontan a 1996- ; que negó rotundamente que tal cosa sucediera cuando su madre se lo preguntó expresamente en el año 2001.
El voto discordante de uno de los tres jueces es muy significativo, especialmente porque viene a defender un principio básico de la práctica de justicia: la presunción de inocencia de una persona acusada, mientras las pruebas que sostengan su culpabilidad no sean realmente dignas de todo crédito. Y el caso de Pell es patente a los ojos de cualquier persona que tenga un cierto sentido crítico.
«La opinión disidente del juez Mark Weinberg debería proporcionar la base para que el Tribunal Supremo de Australia finalmente corrija este terrible error judicial».
Este es el juicio de Gerard V. Bradley, ex fiscal del condado de Nueva York.
Weinberg, el juez que dio un voto contrario a la decisión de los otros dos jueces del caso, subraya que la: «acusación se basó por completo en el testimonio del demandante para establecer la culpa, y nada más. No hubo pruebas de ningún tipo por parte de otro testigo. De hecho, no había prueba determinante de ningún tipo en absoluto. Estas condenas se han basado en la evaluación del jurado del demandante como testigo, y nada más».
¿Es justicia despreciar las palabras de un hombre querido y apreciado, y que ha puesto su vida al servicio de todos, y tanto bien ha hecho a tantas personas en Australia? ¿Es justicia despreciar el testimonio de todos los que le acompañaban en aquella situación y en el mismo lugar, y que han negado rotundamente los «hechos»?
Dejando aparte toda cuestión sobre este juicio; pienso ahora en el Cardenal, a quien tuve ocasión de conocer y tratar en Roma, y me uno a quienes ponen la mano sobre el fuego afirmando su inocenciaPell, hoy, está viviendo como un auténtico «mártir de la Fe»; y a él quiero aplicar estas recientes palabras de Benedicto XVI sobre la situación actual de la Iglesia.
«La Iglesia de Dios sigue existiendo hoy, y sigue siendo el instrumento a través del cual Dios nos salva. Es muy importante oponer a las mentiras y medias verdades del demonio toda la verdad: sí, hay pecados y mal en la Iglesia. Pero existe también hoy la Iglesia santa que es indestructible. Sigue habiendo muchos que creen con humildad, sufren y aman, en quienes el Dios real, el Dios que ama se nos manifiesta. Dios sigue teniendo hoy sus testigos (en griego «mártires») en el mundo. Tenemos que estar atentos para verlos y oírlos»
«La palabra mártir procede del derecho procesal. En el proceso contra el demonio, Jesucristo es el primer y verdadero testigo, el primer mártir a quien desde entonces han seguido innumerables otros. La Iglesia de hoy más que nunca es una Iglesia de mártires y con ello testigo del Dios vivo».
Esas «mentiras y medias verdades del demonio» a las que se refiere Benedicto XVI, tienen por desgracia acogida en el corazón y en la mente de personas, también entre creyentes sacerdotes, religiosos y laicos.
Ernesto Juliá, sacerdote

sábado, 7 de septiembre de 2019

El negocio de la fertilidad

Si desde hace años los laboratorios farmacéuticos hacen negocio con la anticoncepción, ahora los inversores están inyectando mucho dinero en compañías que prometen ayudar a la gente a concebir. The Economist cuenta el boom del negocio de la fertilidad.
Hoy en EE.UU. uno de cada 60 nacimientos se debe a la FIVET y a otros tratamientos de fecundación artificial. En Dinamarca, Israel y Japón la cifra es de uno cada 25. Habida cuenta del amplio margen de ganancias –en torno al 30% en EE.UU. por un ciclo de FIV valorado en 20.000 dólares– y de que el deseo de tener hijos es inmune a la recesión, se comprende la excitación de los inversores. En 2018 las empresas de fertilidad recibieron 624 millones de dólares de fondos de inversión y de capital riesgo, mientras que en 2009 fueron menos de 200 millones, según datos de Pitchbook.
Las inversiones se dirigen no solo a clínicas de tratamiento de la infertilidad, sino también a la preservación de la fertilidad (conservación de óvulos), y a todo lo que puede estar relacionado con la concepción, diagnóstico y tratamiento.
El mercado más maduro es el de tratamiento de la infertilidad, 41 años después del nacimiento de la primera niña probeta. Los fondos de inversión piensan que se pueden reducir costes, adquirir más datos de pacientes y construir marcas, como ya se hizo con las clínicas dentales. Por todas partes están surgiendo clínicas con nuevos servicios caros, desde examen genético de embriones a intervenciones quirúrgicas para que el embrión logre implantarse.
El segundo tipo del negocio de la fertilidad –preservación– ha experimentado un avance por los nuevos procedimientos que han aumentado la supervivencia de las células sexuales tras la descongelación. Congelar sus óvulos permite a mujeres jóvenes y sanas la posibilidad de tener un hijo a mitad de la treintena. El procedimiento ha crecido desde que la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva le retiró el calificativo de “experimental”, y en 2017 casi 11.000 mujeres en EE.UU. congelaron sus óvulos. Ahora el mercado pretende ampliarse a los hombres, ofreciendo la posibilidad de congelación de esperma.
El negocio de la fertilidad ofrece también diagnósticos para detectar signos hormonales de potenciales problemas y test de marcadores genéticos asociados con problemas de fertilidad.
Clínicas en EE.UU. y en otros sitios están siendo acusadas de exagerar su tasa de éxito en los tratamientos de infertilidad. También de desinformar a los consumidores con las técnicas de congelación de óvulos, que son caras, invasivas y a menudo ineficaces. En Gran Bretaña en 2016 solo nacieron 41 niños a partir de óvulos conservados de la madre, lo cual es demasiado poco para realizar estadísticas fiables.
Cuando Apple y Facebook ofrecieron a sus empleadas en 2014 la posibilidad de financiar la congelación de óvulos, esta generosidad fue criticada. En vez de empoderar a las mujeres, esto las presionaría para aplazar la maternidad. Estas críticas no han impedido que más de una de cada cuatro empresas americanas importantes financien hoy algún tratamiento de infertilidad, que en muchos estados no están cubiertos por los seguros médicos. Pero los abogados de la igualdad de género tienen motivos para observar que algunos beneficios –como la congelación de óvulos– son una distracción. Y que no sustituyen a la necesidad de eliminar la penalización a la maternidad en el trabajo.

martes, 3 de septiembre de 2019

Nostalgia del padre que no tiene miedo a hacer de padre.

Los expertos coinciden en detectar en la sociedad actual una crisis reconocida de la figura paterna, con múltiples causas, y al mismo tiempo un mayor deseo de muchos padres en implicarse en la crianza de sus hijos
En su reciente libro De tal palo. Una mirada desde el corazón del hijo (Rialp), el psiquiatra Javier Schlatter, de la clínica de la Universidad de Navarra, aborda ambos hechos desde su perspectiva profesional con una misión declarada: descubrir qué huella dejó nuestro padre en nosotros.
¿Por qué esta perspectiva?
La inquietud por escribir sobre la paternidad nació de mi experiencia diaria en la consulta. No existen enfermedades sino enfermos, es la persona la que enferma. Una parte importante de esa diversidad, que es una riqueza, nos viene de la influencia que nuestros padres han tenido en el desarrollo de nuestra personalidad. Sabemos lo importante que es conocer el entorno afectivo en que una persona ha crecido para entender su modo de enfermar, y para que la propia persona se entienda.
También las que no enferman...
Hablar y reflexionar sobre el papel que ha tenido mi padre en mi personalidad da muchas pistas sobre mi identidad y mi modo de relacionarme conmigo mismo, con los demás y con la vida. Lógicamente, estas consideraciones sobre el papel del padre son aplicables a todas las personas, no solo a los que padecen alguna herida emocional o trastorno mental.
¿Cómo sentimos esa influencia?
En muchas personas existe, de una manera más o menos reconocida, una nostalgia de la mirada de su padre. De una sonrisa, a veces franca, y otras veces, solo dibujada. De unos brazos fuertes que sostienen a la vez que abrazan. De unas palabras que alientan y empoderan, a la vez que nos muestran los límites de la vida y los nuestros propios. De un padre que me autoafirma porque no tiene miedo a hacer de padre.
¿Dónde se percibe que algo de eso ha fallado?
Detrás de rasgos como la autoestima, la inseguridad, la impulsividad, la dificultad para expresar los afectos, etc.
¿Cómo debemos abordar esa introspección?
La actitud ha de ser la de una mirada serena hacia el pasado, sin juzgar y habitualmente agradecida. Nuestros padres en condiciones normales han hecho lo mejor que han sabido para cuidarnos y educarnos. Ser padre es una de las tareas más gratificantes de la vida, pero también de las más difíciles. Tarea, aún más complicada y meritoria cuando se ha de realizar en solitario. De ahí que nunca les estaremos suficientemente agradecidos.
Ofrecer al mundo personas sanas, alegres, honestas, autónomas, razonables, cultas, responsables, sociales y capaces de amar, exige un gran espíritu de sacrificio. Por eso, quisiera aclarar desde este momento que preguntarse o reconocer cómo han influido en nuestras vidas no es un juicio: no buscamos un culpable. Nos interesa nuestra percepción de los hechos. No hay buenos ni malos. Se trata de repasar el álbum familiar con agradecimiento, e intentar poner color a esas imágenes descubriendo o intuyendo las emociones básicas que brotaron por entonces.
¿Por qué es necesaria la presencia del padre como algo distinto a la madre?
Tanto la paternidad como la maternidad no se agotan con el hecho de traer al mundo a un hijo, sino que se ejercen toda la vida. Ambos son necesarios, siempre que se puede, y tienen un papel en gran parte similar pero también en parte diferente. En pocos aspectos de la vida se puede decir con tanta claridad que la diversidad enriquece.
Según una opinión extendida en las últimas décadas el padre sería perfectamente prescindible. Solo aportaría cantidad, dos en vez de uno. Si fuera así, ¿por qué no mejor tres en vez de dos? La única función que le quedaría realmente al hombre sería la procreación, siguiendo el mito de las amazonas, y esto hasta que la ciencia lo resuelva. El aporte diferencial de la figura paterna se encuentra presente en las diferentes culturas en algunos aspectos de manera más consistente que en otros.
¿En qué consiste ese aporte diferencial?
Nacemos a la vida en los brazos de nuestra madre, y el padre es quien se encargará más específicamente de situarnos en el mundo. Esos primeros años de crecimiento son un viaje del regazo de la madre primero al abrazo del padre, y después a situarnos con los pies en la tierra. La fusión única y esencial que existe entre una madre y su bebé, una unidad de dos, ha de transformarse en una unidad de tres, algo menos cohesionada, como paso previo a la alteridad, a reconocerse como un Yo distinto a su madre. La madre, de manera muy especial en los inicios de la crianza, tiende más a proteger a los hijos y a nutrirlos; el padre se irá progresivamente encargando de conectar a los hijos con el mundo.
¿Cómo lo hace?
El padre, en parte por su código masculino, enseña y ayuda más a los hijos a desafiar los límites frente al papel más protector de la madre, les enseña a abrirse a los retos, a lo desestabilizador, a la incertidumbre, a valerse por sí mismos de manera autónoma… Como señala la profesora María Calvo, el padre se centra más en la efectividad y la madre más en la afectividad.
¿Niños y niñas reaccionan de forma distinta ante ese doble papel?
Después de esa primera fase de reconocimiento de su identidad como persona, se va instaurando una segunda fase identitaria en la que el papel del padre empieza a tener un papel más trascendente en esta diversidad. La hija, como explica Luigi Zoja en su obra El gesto de Héctor, atravesará esta época con menos tensiones interiores, pues se podrá ir despegando progresivamente del regazo materno sin un tempo exigente. Ya llegará la pubertad y ahí tendrá que madurar asumiendo todos los cambios físicos y mentales que empiezan a situarla ante su futuro papel y responsabilidad como madre.
En el caso del niño, su modelo referencial masculino esencial es el padre. Aunque esta tarea de maduración le corresponde al propio niño, la guía del padre orienta y facilita mucho este proceso, que en todas las culturas se vive como una puerta de acceso a la madurez, en muchos casos como un auténtico ritual.
En el caso de las chicas, entre otros aspectos, la hija espera del padre una ayuda para sus inseguridades y apertura al mundo, un modo diverso al de la madre de manejo de las emociones, y un modelo de varón confiable, cercano, que manifiesta y reciba afecto sin daño. De hecho muchas hijas que reciban poco afecto y atención de su padre, lo interpretan además como un cuestionamiento de su feminidad.
¿Qué factores han producido la crisis de la figura paterna?
Aunque hay fuentes que hablan de la Revolución Francesa como el inicio de esta crisis de la figura del padre en Occidente, muchos autores prefieren situarla tras la Revolución Industrial y sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial por lo que se supusieron de ausencia física del hogar por motivos laborales y por fallecimiento. Posteriormente, el impulso del inicio del movimiento feminista y la ideología de género, la mujer va recuperando su papel en la sociedad, frente al antiguo modelo patriarcal, pasando este a un segundo plano. Surge en ese caldo de cultivo la revolución estudiantil del Mayo del 68, y con ella el conflicto generacional entre hijos y el padre, en representación de toda figura de autoridad. Los hijos buscan su identidad en la independencia.
¿Y eso es bueno para la familia y para ellos mismos?
Como toda revolución trae consigo un tirano, en este caso, el amo es el hijo. Este impondrá sus necesidades a las de la familia, y el padre se batirá en retirada a la hora de poner los límites propios de su papel educativo. Este, desplazado de su sitio, ha de decantarse entre tres opciones: retirarse a su papel de proveedor de alimento dando la razón a quienes decían que el hombre solo servía para eso; intentar imitar a la madrecomo si fuera un sucedáneo de ella en clara inferioridad de condiciones por naturaleza; o esforzarse por ser como un colega de los hijos. Se pasa así del choque generacional a una confusión generacional. Confundidos los padres, confundidos los hijos. El problema es que aunque haya hombres que abdiquen de su papel de padre por influencias culturales, los hijos que son nuevos en este escenario a esas edades, nunca abdicarán del suyo.
¿En qué trastornos concretos se detecta como causa la figura problemática del padre?
Son muchos los estudios que señalan que los hijos que no reciben el influjo positivo de su padre son más proclives a presentar problemas de personalidad, baja autoestima, inseguridad, necesidad de aprobación y valoración externa, menor control de los impulsos, baja tolerancia a la frustración, menor capacidad de darse cuenta de que no están bien y menos esperanza en un futuro autónomo de su Yo.
¿Y cuando esos niños crecen?
En la consulta de adultos se percibe que es un factor a considerar en diferentes situaciones. Uno de los más habituales es la inseguridad y la falta de autoconfianza, son personas temerosas, influenciables, excesivamente preocupadas, y con menor control interno de sus conductas. Por este motivo serán más vulnerables a padecer cuadros de ansiedad y estrés. También se percibe en personas que les cuesta más manejar y regular sus emociones, y o bien intentan controlar sus emociones hasta que explotan o bien explotan directamente por su bajo nivel de tolerancia a la frustración. Hay también quienes son más proclives a las adicciones de cualquier tipo, entendiendo que detrás de cada adicción hay una nostalgia, una necesidad, que en algunos casos pudo ser del afecto y atención del padre. Por último querría hablar de quienes no saben poner límites a los demás y asumir los propios, personas poco asertivas o que se vuelven dependientes del otro, construyendo relaciones tóxicas. Esta pérdida del Yo puede conducir también a estados depresivos.
¿Qué consecuencias sociales tiene a largo plazo esa crisis de la figura del padre?
Hay autores que efectivamente ven la crisis de la figura del padre detrás de algunos aspectos de la sociedad actual. Uno de ellos es la pérdida de respeto a las instituciones, lo que genera lógicamente una tendencia al desorden y confusión sobre qué límites se han de poner y su obligatoriedad. Muchos, como decía López Iborhace medio siglo, ven la democracia como un gran matriarcado, un matriarcado que odia la autoridad, y que además debe nutrir y suplir todas las necesidades de los ciudadanos.
Otro ámbito en el que se puede manifestar es en el oscurecimiento del discurso educativo. Tanto en su verticalidad como en el papel de los límites como referentes y de la frustración necesaria para cualquier educación. Si a esto unimos el descrédito de la cultura del esfuerzo, el resultado no es muy alentador.
En esta misma línea, se ha producido también un rebajamiento de la moral pública, para prestigiar la libertad individual del hijo frente a cualquier figura o referencia de autoridad, en este caso moral.
Por último, un factor que ha podido ser en parte causa y en parte consecuencia, es la ausencia del hombre en las tareas educativas y de cuidados (profesoras de educación infantil, pediatras, enfermeras…), que además del beneficio de la imprescindible aportación femenina ha podido definir un modelo de crianza más hacia el polo femenino y a una visión de lo femenino como más positiva que la masculina.
¿Qué debe hacer hoy un padre para poder decirse a sí mismo: “Lo he hecho razonablemente bien”?
Antes que nada hay que tener en cuenta que no se trata de ser un súper-padre. Capaz de cubrir todas las exigencias profesionales y sociales actuales, cultivar de continuo su relación de pareja como la persona más importante de su vida, y llegar a todo lo que sus hijos y la sociedad esperan de él. Como decía un conocido autor, se trata de ser suficientemente buenos.
No perfectos...
Hay que huir de una cierta neurosis perfeccionista que tiene su origen en la inseguridad propia de cualquier padre, pero potenciada por las redes sociales, y por esa supuesta competencia con la madre. No se trata de ser un padre modélico, entre otras cosas porque no hay un solo modelo de padre. A lo largo de la historia los padres han hecho siempre lo que han podido, y habitualmente ha funcionado bien. En los siglos pasados nadie se planteaba si el niño tenía que dormir en una posición o en otra, o en qué mes ha de cambiar de juguete, etc. Sin despreciar lo que hay de verdad en tantas cuestiones de estas hay un cierto exceso de preocupación. Javier Gomá recordaba recientemente en una carta abierta a sus hijos, que lo más importante en la tarea del padre es no estorbarles.
¿Cómo podríamos resumir la tarea de un padre hacia sus hijos?
De manera resumida se podría decir que es importante la disponibilidad, la que se pueda, estar online. Los hijos aceptan bien habitualmente que su padre trabaje mucho, pero les cuesta más entender que ese momento del final de la jornada y los fines de semana no haya tiempo para ellos. En todo caso, más que la cantidad de tiempo o número de tareas, lo más importante es la calidad de esos tiempos, para conseguir un grado de empatía suficiente.
Querría, para terminar, insistir sobre todo en llegar a tiempo. Un estudio reciente realizado en Inglaterra ha demostrado cómo el grado de implicación del padre en la primera infancia afectaba en los preadolescentes en su sensación de bienestar, salud mental, resultados académicos, y desarrollo de habilidades sociales y cognitivas. Y aunque nunca es tarde para sanar o recuperar, un buen principio −como decía un antiguo anuncio televisivo− prepara un buen final.

¿Qué le pasa a la ONU?

   Por    Stefano Gennarini, J.D       La ONU pierde credibilidad con cada informe que publica. Esta vez, la oficina de derechos humanos de ...