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martes, 29 de marzo de 2011

Las objeciones de conciencia


Rafael Navarro-Valls

Las objeciones de conciencia
ReligionDigital.com (Entrevista de Jesús Bastante)
«En ocasiones, la objeción de conciencia es fruto de lo que podríamos llamar "la mala conciencia del poder"»

Rafael Navarro-Valls es uno de los mayores expertos en nuestro país en Derecho Constitucional y Jurídico. Acaba de publicar un libro sobre un tema espinoso: las objeciones de conciencia que, en su opinión, «muchas veces es la manifestación de la mala conciencia del poder»Aborto, eutanasia, Educación para la Ciudadanía... son algunos de los aspectos que se abordan en esta entrevista.
      
Hermano de Joaquín Navarro-Valls, jefe de prensa durante el pontificado de Juan Pablo II, Rafael ve con emoción la próxima beatificación de Wojtyla, aunque niega que su subida a los altares suponga para Benedicto XVI un problema: «Se beatifica a la persona, no se reivindica todo el pontificado de Juan Pablo II».
    
Buenos días y bienvenidos a las entrevistas en Religión Digital. Hoy estamos (por sus obras le conocerán, incluso por haber estado aquí ya un par de veces) con don Rafael Navarro Valls.

Muy buenos días y bienvenido a Religión Digital de nuevo.

Bienvenido de nuevo, efectivamente.
Hoy viene don Rafael a presentarnos un libro que ha escrito junto a otro catedrático de la Complutense, Javier Martínez Torrón. El libro se llama "Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia". Un tema, como ustedes verán, muy de actualidad en la España de hoy y en Occidente.

Hablábamos antes de la entrevista que se está produciendo un boom de objeciones, y usted comentaba que viene motivado por una especie de incontinencia del poder.

Sí, yo a ese boom del que habla usted, le llamo "big-bang" de objeciones de conciencia: de un núcleo que era la objeción del servicio militar, han empezado a surgir la del aborto, la del jurado, la de los tratamientos médicos, la de llevar o no un traje adecuado a las propias convicciones, la de rechazar contenidos educativos lesivos a la propia conciencia, etcétera. Y eso, usted lo acaba de adelantar, yo lo atribuyo a una cierta incontinencia normativa del poder, que está produciendo una cascada de leyes que inciden demasiado en la intimidad de la conciencia. Los juristas solemos decir con cierta ironía que, a veces,«los amantes de las leyes y los amantes de las salchichas no deberían ser testigos del proceso de su fabricación». Mejor no saber qué habrán metido dentro. En ocasiones, con las leyes va pasando eso: se lanzan algunas que internamente han quedado lastradas por un contenido no estrictamente justo. De ahí las objeciones de conciencia.

¿Dónde está el límite entre libertad-conciencia-leyes? ¿Hasta dónde se puede llegar? ¿Hemos sobrepasado la línea roja?

Lo primero que quiero decir es que la objeción de conciencia es parte del derecho fundamental de libertad de conciencia, por tanto, su tutela ha de ser amplia. Segundo, todo derecho fundamental tiene también sus limitaciones. Le voy a poner algunos ejemplos. Conviene distinguir entre las objeciones que implican un no hacer (no formar parte de un jurado, no realizar un aborto, no asistir a unas clases etc...) de aquellas otras que implican un hacer algo contra la norma. En las primeras, el peligro social es menor y su tutela ha de ser lo más amplia posible. Las segundas conviene examinarlas más detenidamente. Por ejemplo, hace años, cuando el estado de Utah se formó dentro de Estados Unidos, los mormones quisieron que se aceptara —como objeción de conciencia— su concepción poligámica del matrimonio, que implicaba un actuar positivo (tener varias mujeres). El Tribunal Federal de Estados Unidos (caso Reynolds) hizo notar que la objeción de conciencia debía de ser tutelada dentro de unos límites. Y en esos límites estaba la poligamia, dado que la monogamia era una concepción de todo Occidente.
Veamos el tema de los crucifijos. Cuando un padre plantea objeción frente a un crucifijo en una escuela, tiene el límite de que los otros veintinueve padres de su clase quieren educación con crucifijo. De ahí que no puede imponer sus convicciones a la mayoría (expulsar el crucifijo, un actuar positivo), si no demuestra que esa pasiva exposición del mismo supone una efectiva lesión para su hijo. Es lo que acaba de decir el Tribunal de Derechos Humanos en el caso Lautsi.

Entonces, perdone la digresión: trasladándolo a casos españoles concretos, tanto el hacer como el daño a terceros sería la objeción de conciencia respecto al tema del aborto, por ejemplo, y en el otro caso, del no hacer, hablaríamos del servicio militar o, más de actualidad, la objeción de la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

En realidad, todas las que me enuncia son negativas, implican un no actuar. Un médico puede decir no a la realización de un aborto, exactamente igual que lo que ha pasado ahora en una penitenciaría de Texas: los médicos y enfermeros que tenían que poner la inyección letal, se negaron diciendo que son médicos, no verdugos.

En cuanto a la Educación para la Ciudadanía, no recibir una determinada formación lesiva a la conciencia, implica un no hacer. Por eso yo creo que la objeción de conciencia a ella tendría que haber sido tutelada, o por lo menos haber ofrecido una EpCoptativa, que los padres pudiesen haber elegido o no.

Y la tercera que me había dicho, la del servicio militar, que en España tiene poco sentido porque ya no existe. Sí que ha habido soldados que se han opuesto a una determinada guerra, no a todas. En Suecia pasó con la guerra de Irak. Hubo problemas: se inició un proceso contra ellos, aunque al final no fueron sancionados. Pero en España hoy el servicio militar obligatorio no existe. Podría darse el caso de un soldado profesional que planteara objeción de conciencia a una guerra selectiva, por ejemplo, la iniciada en Libia. En este caso habría que estudiar lo razonable o no de su objeción.

¿Y cómo se casa un sistema democrático donde un partido político, por mayoría, tiene la legitimidad de hacer y hacer cumplir leyes, con un boom de objeciones de conciencia? ¿No puede llegar un momento en que la ley general se vea afectada por las objeciones?

Primero, ante la objeción de conciencia hay que partir del punto de vista de que es parte de la ley. La protección de las minorías y la protección de la propia conciencia son derechos tutelados en la Constitución. Por eso de lo que se trata es del choque de intereses jurídicos dentro de un ordenamiento. En este caso, lo que hay que hacer es una ponderación de intereses (lo que se llama un balancing process), una evaluación de cuál de los dos bienes ha de ser tutelado.
Por otra parte, ese temor a un "apocalipsis jurídico" del que a veces se habla sin muchas objeciones de conciencia fueran admitidas, es una muestra de desconfianza en la capacidad del propio derecho. Por ejemplo, cuando Balduino se negó a firmar la ley de aborto belga, el derecho reaccionó estableciendo un sistema a través del cual Bélgica tuvo su ley de aborto y Balduino, después de la pérdida momentánea del trono, fue más tarde repuesto en él. Algo similar a lo sucedido hace poco con el gran Duque Enrique I de Luxemburgo, que se ha negado a firmar una ley de eutanasia. Los juristas de ese pequeño país han puesto en marcha una serie de mecanismos, que han hecho posible la tutela de ambos derechos: la conciencia del Gran Duque y la ley aprobada.

No nos podemos engañar, en el sentido de que estamos hablando de personajes muy delimitados, que son los jefes de Estado. No estamos hablando de una persona normal y corriente que en un momento quiere ejercer su derecho. No se cambia la Constitución por una persona.

No, pero lo que quiero decir es que, incluso en aquellos supuestos más estridentes, el Estado, el Gobierno, busca una forma para adaptar los interese en colisión. Con mucha más razón en situaciones concretas que no producen lesiones al orden público. Tenga en cuenta que, en ocasiones, la objeción de conciencia es fruto de lo que podríamos llamar "la mala conciencia del poder". Cuando en una ley de aborto, por ejemplo, posibilitas la objeción de conciencia, lo que está pasando es que el Gobierno sabe que su ley es discutible y va a producir alteración. Entonces el poder se cautela y establece una cláusula de conciencia, al no estar totalmente seguro del acierto de la propia ley que ha elaborado. Es a lo que yo le llamo la mala conciencia del poder.

Además, en el caso del aborto en España, hasta al menos esta nueva ley, tampoco es que el aborto fuera reconocido como un derecho, sino como un mal menor.

En diciembre, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha tutelado a Irlanda frente a una irlandesa a la que el Estado irlandés dijo que no practicaría un aborto. El propio Tribunal de Estrasburgo ha establecido que el aborto no es un derecho humano que los estados siempre tengan que asumir. Y efectivamente, no es un derecho, sino la excepción a un delito.

Claro, la despenalización de determinados supuestos... Hay situaciones especiales en las cuales el gobierno lo que hace es transigir con una situación en su generalidad castigada. En el caso de Educación para la Ciudadanía, estamos hablando de un derecho que ejercen no los directamente afectados, los menores, sino sus padres. Ahí se da un doble conflicto, porque evidentemente los padres son responsables de la educación de sus hijos, pero también delegan en la escuela como educadora, que elige libro, temática, profesor, que se supone que es el encargado de impartir esta materia.

Sí, lo que pasa es que la delegación, en materia de educación, tiene sus límites. En la Carta fundamental de derechos de la Unión Europea y en nuestra propia Constitución se establece que el derecho fundamental para la formación moral de los hijos pertenece a los padres. Y cuando los padres ven que una ley o un colegio quieren imponerles una determinada concepción del bien y del mal, que es algo que no les corresponde, tienen perfecto derecho de reaccionar y decir no.

Esto me recuerda a una película que se llama Único testigo (tal vez la recuerde), que trata sobre los amish. Son una secta que entiende que a los hijos, llegado un determinado momento de la adolescencia, donde mejor se les educa es dentro de la propia familia o en su propia comunidad. Esto planteó un problema en Estados Unidos, ya que estas personas rechazaban un tramo de la escolarización obligatoria. La cuestión llegó hasta el Tribunal Supremo de Estados Unidos que, en el caso Yoder, tuteló a los amish, diciendo que «la escolarización obligatoria debe ceder ante el derecho de los padres a la formación moral de sus hijos». Por eso ha extrañado que España, en vez de hablar con los padres afectados y llegar a un consenso, se empeñara en imponer una asignatura que ha creado una situación conflictiva y problemas políticos. La posición más razonable hubiera sido la optatividad de esa asignatura. En caso de dudas hay que optar por la libertad, no por la constricción.

Yo estoy de acuerdo en que perfectamente podría haber sido optativa. Lo que pasa es que la Educación para la Ciudadanía no es demasiado discutible en el grueso de la asignatura. Entonces a mí se me plantea la duda de si determinados aspectos que sí son concebibles como cuestiones morales, llevados al extremo —en este asunto también tenemos que hablar de extremos— podrían aplicarse a otras asignaturas, como la Literatura, la Historia, o la Ciencia cuando se habla de la teoría de la evolución o el creacionismo. Volvemos al principio de la entrevista: el tema de los límites. ¿Hasta dónde puede llegar la conciencia en un Estado democrático?

Permítame que le conteste con un ejemplo real, porque el tema de la objeción de conciencia no lo podemos abordar en unblue sky law: en el cielo azul de los conceptos, hay que bajar del cielo a lo concreto. Acaba de darse una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (caso Folgero) en la cual unos padres se niegan a que sus hijos asistan a las clases obligatorias que impone el Estado noruego sobre determinados contenidos morales. Ellos no son cristianos y dicen que en ciertas partes de la asignatura hay contenidos que recuerdan al cristianismo. Suecia les dispensa de esa parte y ellos dicen que no, que quieren la dispensa de toda la asignatura. Al final, el TEDH ha dado la razón a los padres, diciendo que es muy difícil que cuando una asignatura tiene unas partes de, digamos, contenido moral, no afecten a las demás. Y, por tanto, lo natural es prevenir la conciencia. En este caso se tutela la conciencia laica, porque lo que ellos no querían recibir era contenidos cristianos.

Lo que pasa es que, al final, el contenido de la Ciudadanía se ve un poquito cojo...

Por eso ¿qué dificultad habría habido en ir a un punto medio, para que el sector de la población que no la ve razonable pueda no optar por ella?

Pero ésta es una parte mínima. La mayoría de los contenidos de EpC tratan de urbanidad, tráfico... comportamientos aceptados por todos que, si tienes que darlos en otra asignatura...
Pero eso se daba antes en contenidos transversales. Yo no tengo nada en contra de Educación para la Ciudadanía, pero sí en contra de que intenten imponer una determinada concepción del bien o del mal a los padres. Si los tribunales europeos la tutelan, dejemos que algunos niños no asistan.
La solución que ha dado el TS español, va a producir una litigiosidad innecesaria. Acaban de tutelar a un chico al que habían puesto suspenso por no asistir. Otro padre ha dicho «el profesor tal está manipulando a mis hijos» y le han dado la razón, porque el Tribunal Supremo ha dicho que cuando hay indoctrinación los padres deben reaccionar rechazando esas actitudes. Es decir, por un lado el TS ha declarado esa asignatura conforme a las pautas jurídicas, pero por otro ha alertado que si un profesor o un texto determinado se extralimita, el Tribunal tutelará a los padres. Esto está produciendo muchas demandas.Mejor hubiera sido la optatividad, insisto.

¿Detrás de estos debates sobre la objeción de conciencia hay uno más profundo, sobre la concepción del Estado, y su relación con la Iglesia o las distintas confesiones?

Sí, efectivamente. En el fondo está la idea de si el Estado ha de ser el depósito y custodio de todos los valores. Lo que llamo"volver a meter a Jonás en el vientre de la ballena", es decir instaurar una ideocracia que sustituya a las antiguas teocracias. El sistema de las teocracias anteriores, que están muy bien eliminadas, ha sido sutilmente sustituido por Estados ideocráticos, que hacen de su propia ideología una condición sine qua non. Hay ciudadanos que dicen que ellos tienen otra, y entonces acierta usted al decir que, en el fondo, hay una contienda entre ideologías. Un Estado que en teoría debería ser neutral, tutelador, árbitro, entra en el juego e impone concepciones. Ahí es donde la conciencia se ve ofendida.

Seguimos arrastrando las rémoras ideológicas del pasado. Venimos de un Estado confesional y ahora...

Ahora hay una religión civil, una confesionalidad civil que puede estar presionando sobre las conciencias. Por eso el número grande de objeciones. Lo que he llamado un big bang 
de objeciones de conciencia.

Sí, lo que yo también veo es que tampoco hay mayor conflicto entre las confesiones porque en lo general, el conjunto de valores (defensa de la vida, protección de los niños...) es similar. Pero es difícil que encuentre cada una su hueco y que el Estado las reconozca a todas por igual.

El Estado lo que tiene que ser es el árbitro de un terreno de juego cuanto más libre y plural mejor. E intervenir sólo cuando hay patadas o juego sucio.

¿Pero no da la sensación de que en ocasiones, en este país, la Iglesia Católica, la jerarquía, tiende a mantener la situación privilegiada en que se ha encontrado a lo largo de la Historia; a no soltar el gato...?

El problema de los valores que puedan ser de índole católica o raíz cristiana, no surge tanto en la Iglesia-institución como en la Iglesia-sociedad, como unidad, como Pueblo de Dios. Y ahí es donde existen, aunque puede pasar que, en un momento dado, una jerarquía sea demasiado interventora. Por eso, en las relaciones Iglesia-Estado lo mejor es que la Iglesia dé doctrina a sus ciudadanos y que sean los ciudadanos los que jueguen, los que se manifiesten en la plaza pública, sin involucrar a la jerarquía. Como ve, las objeciones de conciencia nos van llevando a diversos planteamientos...

Sí, vamos a cambiar de trazo, si le parece. El 1 de mayo es una fecha muy importante para muchos, supongo que para usted también, y evidentemente para su hermano Joaquín muchísimo más. Es la beatificación de Juan Pablo II. No sé si va a estar...

Sí, yo pienso ir. Si Dios quiere, voy a estar allí.

¿Qué le parece? ¿Que es demasiado precipitada, que se da en el momento justo...? Juan Pablo II es una figura a la que los propios fieles llamaron "el santo súbito"...

Efectivamente, Juan Pablo II es un fenómeno especial. Lo fue en vida, en el sentido de que él fue directamente a las bases populares, saltándose la burocracia para acercarse al pueblo. Recorrió medio mundo diciendo una gran verdad: «los derechos del hombre son también derechos de Dios». Entonces, cuando él se metía en una favela en Brasil o un hospital para enfermos de SIDA en Calcuta; cuando atendía a los discapacitados en Manila o cuando consolaba enfermos o agonizantes en África, estaba manifestando que la solidaridad, en él, era vital.

El papa Juan Pablo II fue el que tuvo, además, que vivir entre dos dictaduras: en su juventud tuvo que luchar contra la dictadura nazi y cuando fue adulto plantó cara al socialismo real en la Polonia comunista. Y con su fortaleza ayudó a que se cayeran los dos muros. Eso no es hacer política: es defender los derechos humanos que, para él y como he dicho, eran"derechos de Dios". Todo esto ha ido engrandeciendo su figura. Ratzinger se dio cuenta de que había un anhelo popular de canonizarlo

Igual que Juan Pablo II se dio cuenta de que lo había en el caso de Teresa de Calcuta.

Efectivamente, se dio cuenta de que era una gran santa...
Se han dado las circunstancias necesarias: se ha producido un milagro notable —ya sabe usted que no pueden ser psicológicos, sino físicos—, aunque alrededor de él haya anécdotas de todo tipo, también de índole moral.
Si me lo permite, voy a contarle algo muy personal. Mi padre acababa de morir, estábamos reunidos, en familia (estaba mi hermano Joaquín también), y de repente suena el teléfono. Alguien cogió el teléfono y le dijo a Joaquín que alguien con voz extranjera lo llamaba. Nos quedamos de piedra cuando supimos que era Juan Pablo II en persona que manifestaba su pésame, preguntándonos especialmente por mi madre. Esto, que es una pequeña anécdota en el pequeño mundo de una familia, él lo hacía continuamente con todo tipo de personas. Me acuerdo de que, en el centro de África, a un misionero le preguntaron qué sentía sabiendo que el papa se había desplazado hasta ese lugar recóndito. Él contestó que sólo Dios sabía lo que eso iba a producir en las gentes de ese lugar, pero que en su alma ya se había producido el milagro de un nuevo impulso al ver al papa «perdiendo el tiempo con él».

¿No cree que, si bien no mayoritarios, se han despertado algunos resquemores no hacia la beatificación en sí, sino hacia su rapidez y hacia algunos aspectos no demasiado bien aclarados (el tema Maciel... y algún caso más)?

Una beatificación beatifica a la persona, no reivindica todo el pontificado de Juan Pablo II. Sin embargo, el hecho de que sea su sucesor el que le beatifique tan inmediatamente, puede dar la errónea sensación de que, en cierto modo, sí se está santificando su pontificado.

¿Cuál es su opinión sobre este tipo de matices?
Mi opinión es que todo hombre, y sobre todo si es un santo, es signo de contradicción. Me acuerdo de que, cuando murió la Madre Teresa, que es una gran santa, hubo una campaña muy dura en Inglaterra, diciendo que había manipulado a las monjitas y otra serie de difamaciones para manchar la figura que, naturalmente, eran absolutamente falsas.

En el tema de Juan Pablo II y Maciel, el papa fue engañado. Él exigió a Maciel —y esto es rigurosamente verdadero— que jurara ante Dios que lo que decían de él era inexacto. Lo juró y ese juramento apareció en la propia página web del Vaticano. ¿Qué hubiera hecho usted?
Además, luego los que denunciaron se echaron para atrás por otro tipo de presiones. Parece que se está empezando a demostrar que en torno a la Curia pudiera haber...

Fue muy confuso todo y el papa pudo ser engañado como cualquiera. Pero lo que se exige para la santidad es que vivió en grado heroico las virtudes cristianas.

¿Qué tal está su hermano?

Muy bien y muy ocupado, allí en Italia. Ya sabe usted que él es médico y Presidente del órgano directivo de una universidad que se llama Campus Biomédico.

¿Le convencemos para que escriba sus memorias o todavía no?

¡En eso estamos! Intentándolo, pero él dice que no encuentra tiempo. Habrá que encerrarle un año y pico o lo que necesite... Yo creo que las acabará publicando. Algo ha adelantado en un libro que ha salido en varios idiomas "Recuerdos y reflexiones", en la edición española.

Por edad, mi papa ha sido Juan Pablo II. ¿Qué diferencias hay, y ya terminamos, entre Benedicto XVII y él? ¿Se puede elegir cuál es el papa de uno? A lo mejor el suyo es Pablo VI o Juan XXIII...

(Risas) Yo puedo tener simpatías y antipatías, pero en el tema de los papas, siendo vicarios de Cristo, el vicecristo en la tierra, les tengo a todos el mismo afecto y el mismo deber de obediencia.
Ratzinger es un gran intelectual, probablemente el papa que, en toda la larga historia de la Iglesia, ha llegado al pontificado con mayor producción científica y teológica. Es más pausado, más reflexivoJuan Pablo II era un filósofo y un hombre de acción: iba a las bases populares, por eso viajó bastante. Pero es la misma diferencia que puede haber en un momento determinado entre, por ejemplo, San Pablo y San Pedro... Dios reparte: cada uno es cada uno, y cada uno tiene sus "cadaunadas", decimos en nuestra tierra. Es la condición humana.

Y sus talentos, claro.

Yo creo que cada uno de ellos ha sido un papa que Dios he elegido en el momento adecuado. Y que ambos lo hicieron bien, dentro de lo que un hombre puede hacer, porque hay cosas que, sabe usted bien, o las saca Dios adelante o no hay quien las saque.

La esperanza está en él, eso está claro. Una última pregunta: ¿Usted cree que en este mundo de la globalización, donde va todo tan rápido, todo se conoce y hay que dar respuestas inmediatas, la Iglesia va a salir bien librada de estos últimos escándalos, especialmente el que tanto duele a tanta gente, que es la pederastia, el abuso sexual a menores?

Como canonista aficionado a la historia, he reparado en que, cuando ha habido un gran escándalo o un gran problema, Dios ha intervenido y ha sacado normalmente cosas buenas. Con todo el lío de sacerdotes concubinos en la época de Gregorio, se puso en marcha un mecanismo de reforma gregoriana que reafirmó el celibato. Cuando Lutero atacó el celibato sacerdotal, el Concilio de Trento procuró reformar y reafirmar lo que negaba Lutero. Estos penosos incidentes que a todos nos perturban e inquietan ahora, probablemente lo que producirán es que los pastores tendrán que poner más cuidado en la formación y selección de sacerdotes, así como en su atención personalizada, siempre sabiendo que todos somos hombres y que en cualquier momento podemos caer. Yo creo, pues, que toda esta podredumbre, a la postre, será para bien, aunque sea una cosa tremenda y detestable lo que ha ocurrido. No se sabe cuáles, pero Dios de ahí sacará cosas positivas. Espero.

En eso estoy de acuerdo: en los momentos de mayor dificultad siempre aparece su Espíritu para colocar a cada uno en su lugar. Es un placer hablar con usted. Lamentablemente, nos hemos quedado sin tiempo. Igual, después, quien les habla tiene la posibilidad de continuar el privilegio fuera de antena 
(risas). Muchísimas gracias, don Rafael.

Muchísimas gracias a usted y a Religión Digital, que por segunda vez me acoge en esta sede.

sábado, 26 de marzo de 2011

Padres de familia: la mejor escuela de sexualidad

Por Juan Fidel Medina


La sociedad actual ha sido golpeada duramente por el exceso del factor sexual. Entre los muchos grupos sociales que se ven afectados, el más vulnerable ha sido el de la juventud.

        Prueba de ello son los numerosos casos de embarazos precoces a nivel mundial. La tasa anual de embarazos de adolescentes entre 15 y 17 años en España ronda los 18.000 casos. La cuarta parte de los adolescentes españoles entre 15 y 17 años reconocen ser sexualmente activos. Cerca de 100.000 británicas menores de 20 años quedan embarazadas cada año. Como consecuencia lógica a estos embarazos se une también un alto porcentaje de abortos. La tasa de 2008 era de 19,6 abortos por cada 1.000 mujeres de entre 15 y 44 años.
        Las causas que han permitido estos acontecimientos son varias. Es necesario analizar la raíz del problema. Los adolescentes desarrollan su vida en ambientes comunes: familia, escuela, entorno social. Las tres poseen una influencia notable, pero ninguna tanto como la familia. Es por ello que una falta de educación sexual a nivel familiar se convierte en una primera mala impresión.         Conviene preguntarse cuáles han sido las razones por las que no se ha dado una adecuada educación sexual dentro de la familia. Ante todo, destaca lo escabroso del tema, lo cual impide de cierta forma un diálogo abierto. Ante esto, el recurso que toman algunos matrimonios es confiar dicha educación a instituciones, y en otros casos a la experiencia de la vida. En ocasiones, dichas instituciones presentan el tema desde un punto de vista crítico, pero no faltan aquellas que lo hacen bajo una visión reduccionista y constructivista. Cabe recordar, como un botón de muestra, las palabras de Miren Larrazábal, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS): “Es necesario que se base (la educación sexual) en conocimientos científicos, no en ideologías, moral o religión”.
        Son abundantes los beneficios que aporta una correcta enseñanza sexual comenzada ya en el hogar. Se reduciría el índice de personas que practican la masturbación. Igualmente bajarían los números de consumidores de pornografía. Y el número de embarazos en adolescentes disminuiría.
        Es natural que los padres no posean amplios conocimientos para dar una educación sexual adecuada. A pesar ello, los padres de familia son los que mejor conocen el momento y la forma para introducir a sus hijos en este mundo que se abre ante sus ojos. Es necesario recurrir a una visión equilibrada. Es decir, no reducir el acto sexual a una visión infantil (el relato de la cigüeña) pero tampoco al de una “falsa previsión” (uso píldoras, profilácticos, entre otros) lo cual es sinónimo de una falta de madurez y pérdida del sentido original de la unión sexual.
 No hay mejor visión del acto sexual que aquella que respeta la dignidad de la persona, sin reducirla a un mero objeto de placer. La unión sexual va mucho más allá del goce momentáneo, dado que es la muestra de mayor entrega y de amor que puede mostrar una persona por otra.

lunes, 21 de marzo de 2011

Vaticano: Con el crucifijo, el tribunal europeo respalda la libertad religiosa

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 18 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La sentencia que ha emitido este viernes el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo a favor de la exposición del crucifijo en las escuelas de Italia ha recibido el aplauso de la Santa Sede por considerar que se trata de una decisión que "hace historia" en el reconocimiento de la libertad religiosa.
El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha emitido una declaración para manifestar la "satisfacción" del Vaticano al haber leido esta "sentencia sumamente comprometedora".
"La Gran Sala de hecho ha contradicho desde todos los puntos de vista una sentencia de primera instancia, adoptada por unanimidad por una Cámara del Tribunal, que suscitó no sólo el recurso del Estado Italiano, sino también el apoyo de numerosos Estados europeos, como nunca antes había sucedido, y la adhesión de muchas organizaciones no gubernamentales, expresión de un amplio sentimiento de la población".
Un caso histórico
Los países que oficialmente han apoyado a Italia son Armenia, Bulgaria, Chipre, Grecia, Lituania, Malta, Mónaco, Rumanía, Federación Rusa y San Marino, así como Albania, Austria, Croacia, Hungría, Moldavia, Noruega, Polonia, Serbia, Eslovaquia y Ucrania.
El caso había sido planteado al Tribunal de Estrasburgo por Soile Lautsi, ciudadana italiana de origen finlandés, que en el año 2002 había pedido a la escuela estatal "Vittorino da Feltre" de Abano Terme (Padua), en la que estudiaban sus dos hijos, que quitara los crucifijos de las aulas. La dirección de la escuela se negó por considerar que el crucifijo forma parte del patrimonio cultural italiano, y posteriormente los tribunales italianos dieron razón a este argumento.
Sin embargo, una sentencia en primera instancia del Tribunal de Estrasburgo decidió por unanimidad imponer la expulsión de los crucifijos de las escuelas italianas y condenó al gobierno italiano a pagar a la mujer un resarcimiento de 5.000 euros por daños morales.
Aquella primera sentencia de la historia de ese tribunal en materia de símbolos religiosos en las aulas de clase consideró que la presencia del crucifijo en la escuela constituye "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones" y de "la libertad de los alumnos".
Ante el recurso presentado por el Estado italiano, la Gran Sala del Tribunal europeo ha contradicho radicalmente aquella primera sentencia, estableciendo por 15 votos a favor y 2 en contra, que la presencia de los crucifijos en las aulas no constituye "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones" y de "la libertad de religión de los alumnos" ya que "no subsisten elementos que puedan probar que el crucifijo influye eventualmente en los alumnos".
Los derechos no están en contra de la libertad religiosa
El padre Lombardi explica en su declaración que el Tribuna Europeo de Derechos Humanos "reconoce a un nivel jurídico sumamente autorizado e internacional que la cultura de los derechos del hombre no debe ponerse en contraposición con los cimientos religiosos de la civilización europea, a los que el cristianismo ha dado una contribución esencial".
"Se reconoce, además, según el principio de subsidiariedad, que es un deber garantizar a cada país un margen de aprecio del valor de los símbolos religiosos en la propia historia cultural y en la identidad nacional y del lugar de su exposición (como ha sido confirmado en estos días también por sentencias de tribunales supremos de algunos países europeos)", en referencia a Italia y Austria.
"En caso contrario, en nombre de la libertad religiosa, se tendería paradójicamente a limitar o incluso a negar esta libertad para excluir de la vida pública toda manifestación --advierte el portavoz vaticano--. De este modo, se violaría la misma libertad, obscureciendo las identidades específicas y legítimas. El Tribunal sentencia, por tanto, que la exposición de la identidad cultural y religiosa de los países de tradición cristiana".
"La nueva sentencia de la Gran Sala es bienvenida también porque contribuye eficazmente a restablecer la confianza en el Tribunal Europeo de Derechos del Hombre por parte de una gran parte de europeos, convencidos y conscientes del papel determinante de los valores cristianos en su propia historia, pero también en la edificación de la unidad europea y en su cultura de derecho y de libertad", concluye la declaración vaticana.

miércoles, 16 de marzo de 2011

LA BIOLOGÍA NO CONDICIONA A LA PERSONA

Interesantes reflexiones del Dr. Giménez Amaya: el determinismo biológico no tiene sentido. Hay condicionamientos genéticos del hombre que tienen una relación con su conducta, pero no se puede decir que sean absolutamente determinantes.



   «La biología tiene un papel importante en el comportamiento humano —lo que se ha denominado clásicamente como 'carga biológica'—, pero ese aspecto del hombre no es, en sí mismo o de forma única, lo que proporciona unidad o dinamismo vital a toda la persona»

      Lo explicó a ZENIT el catedrático de Anatomía y Embriología, José Manuel Giménez Amaya, profesor durante muchos años en la Universidad Autónoma de Madrid, y ahora director del grupo de investigación Ciencia, Razón y Fe de la Universidad de Navarra.

      «Hay condicionamientos genéticos del hombre que tienen una relación con su conducta, pero no se puede decir que sean absolutamente determinantes. Lamentablemente, muchas veces cuando se habla de los llamados genes que regulan nuestra conducta como, por ejemplo, el 'gen de la conducta sexual' se pretende dar a entender que todo en el hombre está determinado por el genoma. Y en este caso es importante señalar, por tanto, que desde el punto de vista científico esa tesis no se puede sostener».

      Lo afirmó en el marco del simposio “Neurociencia y acción moral, las condiciones neurobiológicas de la afectividad y de las decisiones de la virtud” que se ha desarrollado los días 28 de febrero y 1 de marzo en Roma, en la Universidad de la Santa Cruz y que ha reunido a importantes expertos del tema.

      El profesor Giménez Amaya recordó que es cierto que en «la neurociencia actual existen corrientes que, en efecto, hablan de que el cerebro es lo único que regula toda la actividad del hombre»

      Por ello «en nuestro libro "De la Neurociencia a la Neuroética: narrativa científica y reflexión filosófica" (EUNSA, Pamplona 2010) hemos indicado que dichas corrientes proponen una visión reduccionista del hombre. Nuestra tesis ahí es que una visión tal de la neurobiología es errónea incluso desde la perspectiva de la propia neurociencia y que es, en definitiva, muy lesiva para la misma»

      En este sentido, prosiguió, «abogamos por una visión interdisciplinar, muy connatural también con el nacimiento de esta disciplina biológica, que abarque todos los problemas que supone el funcionamiento, el comportamiento y la vida del hombre desde las diferentes perspectivas de las distintas ciencias».

      «Una visión unitaria exige no ceñirse de manera exclusiva a los datos que nos brinda solamente una disciplina, como en este caso la neurociencia, porque entonces pasan a ser datos muy parciales, fragmentarios, muchas veces carentes de la unidad necesaria para llegar a conclusiones certeras y profundas».

      «Indicaba antes que es lesivo para la propia neurociencia —prosiguió el catedrático— porque la ciencia busca la verdad y hay un campo de la verdad que se autoexcluye de la propia disciplina si hace de sus hallazgos particulares la única y exclusiva dimensión de la persona humana».

      Para el profesor de la Universidad de Navarra «tampoco parece adecuado intentar abordar el estudio del hombre en compartimentos estancos que proporcionan una visión parcial y, desgraciadamente, a veces también, muy distorsionada. De ahí la importancia crucial de la interdisciplinaridad, que permite completar, unificar, dar sentido y plantear estudios mucho más completos y penetrantes».

      Sobre el determinismo de los actos del hombre que nacería de una situación biológica cerrada y unidireccional, como se afirma en algunas corrientes de pensamiento científico actual, el profesor español precisó que «en primer lugar no está plenamente demostrado desde el punto de vista científico —como hemos podido ver durante el presente simposio— que exista un determinismo completamente validado de la acción neurobiológica».

      «Desde el punto de vista de la neurociencia, que es mi campo de estudio —señaló—, para muchos neurocientíficos existe una clara indeterminación en algo tan esencial para nuestro funcionamiento cerebral como la transmisión sináptica o las configuraciones de las redes neuronales corticales y subcorticales, aspectos estos que son esenciales en el funcionamiento biológico del cerebro. El determinismo biológico cerrado como se presenta muchas veces, queda así puesto claramente en suspenso».

      Por lo que se refiere a la conducta moral y al factor biológico y genético, el profesor Sergio Sánchez-Migallón, conferencista del simposio y coautor del libro arriba indicado y director del Instituto de Antropología y Ética de la Universidad de Navarra, indicó que «la conducta moral se basa en la experiencia moral y tanto la filosofía clásica como la fenomenología ven que la experiencia moral es muy rica y que tiene aspectos que la ciencia experimental no llega a captar».

      El profesor Sánchez-Migallón que cursó sus estudios de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y se doctoró en esta disciplina en la Universidad de Navarra, precisó que «la experiencia moral filosófica está descubriendo muchos otros campos muy coherentes con la ciencia. Por lo tanto no se trata de una oposición sino de una colaboración entre los dos, aspectos que faltan y aspectos que iluminan la propia ciencia»

      Y concluyó: «Sobre el comportamiento moral hay algunos datos irreductibles a la ciencia experimental, como la conciencia del deber moral, la conciencia de la responsabilidad, la propia decisión libre por más condicionada que sea por muchos factores: al final uno tiene la última palabra de decir sí o no sobreponiéndose a dichos factores biológicos, porque al final no son el factor determinante».

TOTALITARISMO DÉBIL

Totalitarismo débil
«La verdad no depende del sufragio universal. Un buen Gobierno no se opone a que el conocimiento aumente, pero jamás puede legítimamente determinar lo que es verdadero o bueno. Si el poder público impone como verdad sus opiniones, destruye la libertad»

   La democracia, por sí sola, no vacuna contra el totalitarismo. Democracia se opone a autocracia o dictadura, pero no a totalitarismo. Talmon escribió un ensayo tituladoRousseau y los orígenes de la democracia totalitaria. Democracia y totalitarismo no son, pues, incompatibles.
      Al final de La democracia en América, acaso el mejor libro que se haya escrito sobre la democracia, escribe Alexis de Tocqueville«Las naciones de nuestro tiempo no pueden evitar la igualdad de condiciones en su seno, pero de ellas depende que esta igualdad las conduzca a la servidumbre o a la libertad, a la civilización o a la barbarie, a la prosperidad o a la miseria».
      Y Macaulay afirmó que «las instituciones democráticas puras conducirán, tarde o temprano, a la destrucción de la libertad, de la civilización, o de ambas». No la democracia, sino la democracia pura o radical. La democracia no garantiza la libertad, la civilización ni la prosperidad. Por supuesto, tampoco las impide. De ella nacen dos caminos, y depende de cada nación cuál de los dos toma: el de la libertad, la civilización y la prosperidad, o el de la servidumbre, la barbarie y la miseria. Tal vez no sea impertinente preguntarnos cuál de estas dos vías está transitando hoy la democracia española.
      No encuentro razón para negar que en España la libertad, la civilización y la prosperidad se encuentren amenazadas. Tenemos, sin duda, instituciones democráticas, aunque su funcionamiento sea muchas veces defectuoso. Pero ya sabemos que eso no garantiza la libertad. Un amo democrático y, más o menos, benevolente no deja de ser un amo. Y no hay libertad si existe un amo.
      Tocqueville advirtió de que en los tiempos democráticos la ciencia del despotismo, antaño mucho más compleja, se había simplificado. Bastaba al déspota con amar la igualdad o, al menos, aparentar que la ama. Los ciudadanos rechazarán cualquier atentado contra la igualdad, pero aceptarán sumisos la entrega de su libertad al poder democrático.
      Tres ejemplos domésticos: la intromisión ilegítima del Gobierno en la educación; la imposición de la memoria histórica; y la invasión de las costumbres, como hace, por ejemplo, el nuevo proyecto de ley de Igualdad de Trato. Corremos el peligro de la imposición estatal de una especie de "religión" laica y política.
      Condorcet escribió: «Los mismos que quisieron liberar a los hombres del yugo de la religión se arriesgan a convertirse en servidores de un culto no menos opresivo. A partir del momento en que es el poder el que dice al pueblo lo que hay que creer, nos encontramos con una especie de religión política, apenas preferible a la anterior». El poder temporal aspira así a imponer las creencias que le convienen. El poder podrá de este modo vigilarlo y controlarlo todo, hasta las conciencias. Es un camino, lento y seguro, hacia el despotismo. Se equivoca quien piense que los ciudadanos no necesitamos defender la libertad frente a nuestros representantes. La tradición liberal ha rechazado la pretensión de los Estados de determinar el contenido de la educación.
      Por lo demás, un Estado educador es casi una contradicción en los términos. Una cosa es el poder y otra la verdad. John Stuart Mill afirmó que el Gobierno debe promover y exigir una buena educación para los niños, pero jamás proporcionársela por él mismo. La función del Estado en la educación es garantizar el ejercicio del derecho a ella, pero nunca determinar su contenido. A menos que uno opte por el totalitarismo.
      La verdad no depende del sufragio universal. Un buen Gobierno no se opone a que el conocimiento aumente, pero jamás puede legítimamente determinar lo que es verdadero o bueno. Si el poder público impone como verdad sus opiniones, destruye la libertad.
      Creo que lo ha sentenciado recientemente Tzvetan Todorov, en El espíritu de la Ilustración«No corresponde al pueblo pronunciarse sobre lo que es verdad o mentira, ni al parlamento deliberar sobre el significado de los hechos históricos del pasado, ni al gobierno decidir lo que debe enseñarse en la escuela. La voluntad colectiva o soberana del pueblo topa aquí con un límite, el de la verdad, sobre el cual no tiene influencia. Esta independencia de la verdad protege al mismo tiempo la autonomía del individuo, que puede apelar a la verdad ante el poder. La verdad está por encima de las leyes. Por su parte, las leyes del país no son fruto de una verdad establecida, sino expresión de la voluntad pública, siempre sujeta a variación. La búsqueda de la verdad no depende de la deliberación pública, ni esta de aquella».
      A veces, se diría que algunos atacan a la religión (cristiana) o a la Iglesia Católica para ocupar su lugar como poder espiritual. Pero si el poder espiritual y el temporal llegaran a reunirse en las mismas manos, la libertad sucumbiría irremediablemente.

      Por lo demás, la lógica del Estado del bienestar conduce en la práctica a invalidar el criterio de Mill para delimitar cuándo la sociedad puede interferir legítimamente en la libertad de una persona. Todo lo que hago o dejo de hacer puede, en alguna medida, afectar a otros. Por lo tanto, todo puede ser regulado o prohibido. Parece que en esas estamos. Lo mismo cabe decir de la intromisión en las costumbres. Como el Estado aspira a regularlo todo, no puede dejar fuera nada, ni siquiera lo que el buen sentido encomienda al civismo o a la buena educación.
      Hay cosas que no se pueden imponer mediante el Derecho, o que, si se intenta, resulta contraproducente. Cedo la palabra a Amartya Sen, quien no es, creo, un ultraliberal: «La importancia ética de la libertad de un tartamudo a no ser menospreciado o ridiculizado en público puede ser muy importante y merecer protección, pero no es probable que sea un buen tema para que la legislación punitiva (con multas o encarcelamientos para los desaprensivos) suprima la violación de la libertad de expresión de la persona afectada. La protección de ese derecho humano tendría que procurarse de otra manera, por ejemplo a través de la influencia de la educación y la discusión pública sobre la civilidad y la conducta social». Dejemos de lado el detalle de que si se trata de un derecho humano, entonces deberá intervenir el Derecho. Salvo en esto, Sen tiene razón.
      La libertad, la civilización y la prosperidad se encuentran amenazadas entre nosotros, aunque la mayoría, algo miope, solo repare en la tercera. Nadie sensato comparará nuestra situación con la que impusieron los totalitarismos del siglo pasado. Pero existe un totalitarismo, acaso más débil y benigno, pero no menos totalitario, que oprime directamente las conciencias sin necesidad de violentar los cuerpos.
      En este sentido, no es que la libertad nos esté siendo arrebatada; más bien la perdemos por desuso, por falta de afecto y apego a ella. Por eso, me parece mucho más urgente reivindicar hoy la libertad que la igualdad, pues está mucho más amenazada. En cualquier caso, no estamos ante un destino inexorable. De nosotros depende que la democracia nos lleve hacia la libertad, la civilización y la prosperidad, y no hacia la servidumbre, la barbarie y la miseria.
Ignacio Sánchez Cámara es Catedrático de Filosofía del Derecho

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