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jueves, 24 de septiembre de 2020

Textos del reciente documento de "La Congregación de la doctrina de la Fe" "Samaritanus bonus" sobre la eutanasia.

Por este motivo, sobre todo en las estructuras hospitalarias y asistenciales inspiradas en los valores cristianos, es más necesario que nunca hacer un esfuerzo, también espiritual, para dejar espacio a una relación construida a partir del reconocimiento de la fragilidad y la vulnerabilidad de la persona enferma. De hecho, la debilidad nos recuerda nuestra dependencia de Dios, y nos invita a responder desde el respeto debido al prójimo. De aquí nace la responsabilidad moral ligada a la conciencia de todo sujeto que se hace cargo del enfermo (médico, enfermero, familiar, voluntario, pastor) de encontrarse frente a un bien fundamental e inalienable – la persona humana – que impone no poder saltarse el límite en el que se da el respeto de sí y del otro, es decir la acogida, la tutela y la promoción de la vida humana hasta la llegada natural de la muerte. Se trata, en este sentido, de tener una mirada contemplativa,[11] que sabe captar en la existencia propia y la de los otros un prodigio único e irrepetible, recibido y acogido como un don. Es la mirada de quién no pretende apoderarse de la realidad de la vida, sino acogerla así como es, con sus fatigas y sufrimientos, buscando reconocer en la enfermedad un sentido del que dejarse interpelar y “guiar”, con la confianza de quien se abandona al Señor de la vida que se manifiesta en él.


Ciertamente, la medicina debe aceptar el límite de la muerte como parte de la condición humana. Llega un momento en el que ya no queda más que reconocer la imposibilidad de intervenir con tratamientos específicos sobre una enfermedad, que aparece en poco tiempo como mortal. Es un hecho dramático, que se debe comunicar al enfermo con gran humanidad y también con confiada apertura a la perspectiva sobrenatural, conscientes de la angustia que la muerte genera, sobre todo en una cultura que la esconde. No se puede pensar en la vida física como algo que hay que conservar a toda costa – algo que es imposible -, sino como algo por vivir alcanzando la libre aceptación del sentido de la existencia corpórea: «sólo con referencia a la persona humana en su “totalidad unificada”, es decir, “alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal”, se puede entender el significado específicamente humano del cuerpo».[12]



La Iglesia afirma el sentido positivo de la vida humana como un valor ya perceptible por la recta razón, que la luz de la fe confirma y realza en su inalienable dignidad.[26] No se trata de un criterio subjetivo o arbitrario; se trata de un criterio fundado en la inviolable dignidad natural – en cuanto que la vida es el primer bien porque es condición del disfrute de todos los demás bienes – y en la vocación trascendente de todo ser humano, llamado a compartir el Amor trinitario del Dios viviente:[27] «el amor especialísimo que el Creador tiene por cada ser humano le confiere una dignidad infinita».[28] El valor inviolable de la vida es una verdad básica de la ley moral natural y un fundamento esencial del ordenamiento jurídico. Así como no se puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese, igualmente no se puede elegir directamente atentar contra la vida de un ser humano, aunque este lo pida. Por lo tanto, suprimir un enfermo que pide la eutanasia no significa en absoluto reconocer su autonomía y apreciarla, sino al contrario significa desconocer el valor de su libertad, fuertemente condicionada por la enfermedad y el dolor, y el valor de su vida, negándole cualquier otra posibilidad de relación humana, de sentido de la existencia y de crecimiento en la vida teologal. Es más, se decide al puesto de Dios el momento de la muerte. Por eso, «aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador».[29]


Por estas razones, la Iglesia considera que debe reafirmar como enseñanza definitiva que la eutanasia es un crimen contra la vida humana porque, con tal acto, el hombre elige causar directamente la muerte de un ser humano inocente. La definición de eutanasia no procede de la ponderación de los bienes o los valores en juego, sino de un objeto moral suficientemente especificado, es decir la elección de «una acción o una omisión que por su naturaleza, o en la intención, causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor».[36] «La eutanasia se sitúa, pues, en el nivel de las intenciones o de los métodos usados».[37] La valoración moral de la eutanasia, y de las consecuencias que se derivan, no depende, por tanto, de un balance de principios, que, según las circunstancias y los sufrimientos del paciente, podrían, según algunos, justificar la supresión de la persona enferma. El valor de la vida, la autonomía, la capacidad de decisión y la calidad de vida no están en el mismo plano.


La eutanasia, por lo tanto, es un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia. En el pasado la Iglesia ya ha afirmado de manera definitiva «que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. Semejante práctica conlleva, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio».[38] Toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave contra la vida humana: «Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata, en efecto, de una violación de la ley divina, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad».[39] Por lo tanto, la eutanasia es un acto homicida que ningún fin puede legitimar y que no tolera ninguna forma de complicidad o colaboración, activa o pasiva. Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. Ellos son también culpables de escándalo porque tales leyes contribuyen a deformar la conciencia, también la de los fieles. [40]

También cuando la petición de eutanasia nace de una angustia y de una desesperación,[41] y «aunque en casos de ese género la responsabilidad personal pueda estar disminuida o incluso no existir, sin embargo el error de juicio de la conciencia – aunque fuera incluso de buena fe – no modifica la naturaleza del acto homicida, que en sí sigue siendo siempre inadmisible».[42] Dígase lo mismo para el suicidio asistido. Tales prácticas no son nunca una ayuda auténtica al enfermo, sino una ayuda a morir.


Son gravemente injustas, por tanto, las leyes que legalizan la eutanasia o aquellas que justifican el suicidio y la ayuda al mismo, por el falso derecho de elegir una muerte definida inapropiadamente digna solo porque ha sido elegida.[45] Tales leyes golpean el fundamento del orden jurídico: el derecho a la vida, que sostiene todo otro derecho, incluido el ejercicio de la libertad humana. La existencia de estas leyes hiere profundamente las relaciones humanas, la justicia y amenazan la confianza mutua entre los hombres. Los ordenamientos jurídicos que han legitimado el suicidio asistido y la eutanasia muestran, además, una evidente degeneración de este fenómeno social. El Papa Francisco recuerda que «el contexto sociocultural actual está erosionando progresivamente la conciencia de lo que hace que la vida humana sea preciosa. De hecho, la vida se valora cada vez más por su eficiencia y utilidad, hasta el punto de considerar como “vidas descartadas” o “vidas indignas” las que no se ajustan a este criterio. En esta situación de pérdida de los valores auténticos, se resquebrajan también los deberes inderogables de solidaridad y fraternidad humana y cristiana. En realidad, una sociedad se merece la calificación de “civil” si desarrolla los anticuerpos contra la cultura del descarte; si reconoce el valor intangible de la vida humana; si la solidaridad se practica activamente y se salvaguarda como fundamento de la convivencia».[46] En algunos países del mundo, decenas de miles de personas ya han muerto por eutanasia, muchas de ellas porque se quejaban de sufrimientos psicológicos o depresión. Son frecuentes los abusos denunciados por los mismos médicos sobre la supresión de la vida de personas que jamás habrían deseado para sí la aplicación de la eutanasia. De hecho, la petición de la muerte en muchos casos es un síntoma mismo de la enfermedad, agravado por el aislamiento y por el desánimo. La Iglesia ve en esta dificultad una ocasión para la purificación espiritual, que profundiza la esperanza, haciendo que se convierta en verdaderamente teologal, focalizada en Dios, y solo en Dios.

domingo, 20 de septiembre de 2020

2 fragmentos de la carta pastoral "Monstra te esse matrem", de Mons. Reig, Obispo de Alcalá de Henares, septiembre 2020



 

 A lo largo de todo este tiempo el Señor me ha concedido ser testigo privilegiado de cuanto sucedía en España respecto a los temas de la dignidad de la vida humana y los referidos a los ámbitos del matrimonio y de la familia. El afán demoledor de la cultura cristiana respecto a estos temas en España ha sido y es tremendo. España, sin lugar a dudas, ha sido un campo a conquistar respecto a la secularización y un laboratorio donde ensayar toda la deconstrucción antropológica, la ideología de género, su derivación en la teoría “queer”, etc. , que después se ha transportado a Hispanoamérica. Todo ello, a la vez, hay que situarlo en un sistema global diseñado como ingeniería social y que tiene como objetivo la exaltación de la autonomía radical del individuo, la promoción de la libertad como posibilidad de todas las posibilidades y la afirmación de los propios deseos y sentimientos como nuevos derechos humanos

El itinerario ha sido el siguiente: favorecer al máximo el secularismo en la cultura, la vida social y al interior de la Iglesia. Con este secularismo lo que se busca es prescindir de Dios y hacerlo irrelevante para la vida personal, familiar, social y política. Si los principios de la moral católica dejan de estar fundamentados en Dios creador y en la revelación divina, la enseñanza de la Iglesia y su doctrina pasan a ser opinables, ya no están garantizadas por la autoridad divina. Siendo esto así, los generadores de opinión de masas han visto el campo abierto para su trabajo de ingeniería social destinado a cambiar la mente y las costumbres de los españoles. De lo que se trataba era de demoler una sociedad homogénea de tradición católica para convertirla en una sociedad multicultural, pluriétnica y dominada por el relativismo moral. Para ello los medios de comunicación social y de masas han conseguido ideologizar las mentes y atravesar el alma de los españoles, destruyendo su patrimonio espiritual acumulado por siglos de tradición católica de nuestro pueblo.

 (...)

 

¿Qué nos ha pasado a los católicos españoles? ¿Cómo hemos podido estar tan poco atentos a las voces proféticas de San Juan Pablo II y Benedicto XVI? ¿En qué momento nos encontramos ahora y qué podemos hacer? Como podréis comprender, responder a estas preguntas escapa a la humildad y a las pretensiones de esta pequeña Carta pastoral. Sí puedo deciros, en cambio, que siendo testigo directo de todo este naufragio soy también testigo de lo que es capaz de promover la fe cristiana, el encuentro con Cristo y la potencia de la Palabra de Dios y de la Eucaristía cuando configuran auténticas comunidades cristianas llamadas a ser la levadura en la masa. Nuestra crisis no se resuelve llamándola crisis política o crisis social, moral o religiosa. Lo que caracteriza a nuestro momento actual, fruto de lo dicho anteriormente, es una crisis profunda de fe y una ausencia de pensamiento crítico auspiciado por la misma fe en Cristo. Aunque los últimos Papas nos han llamado continuamente a la evangelización, a la llamada “Nueva Evangelización”, la Iglesia en España ha continuado dando la fe por supuesta por la apariencia del catolicismo sociológico, y no ha sabido arbitrar, más allá de las minorías, propuestas serias de iniciación cristiana. Se trata de una “desmemoria” epocal. Habituados a las “costumbres cristianas” hemos olvidado cómo gestar nuevos cristianos y cómo revitalizar la fe de nuestro pueblo.

jueves, 17 de septiembre de 2020

Cuando los niños ven sexo explícito

Además, «aquellos materiales porno que consumen los jóvenes son de portales que abiertamente usan un lenguaje bastante machista hacia la mujer: la puta, la guarra, la zorra», ahonda Pérez. «El discurso de la pornografía mainstream presenta a las mujeres que manifiestan deseo sexual desde calificativos denigrantes y sexistas. Es como si la mujer que deseara sexo, que apareciera teniendo sexo, no fuera humana, sino un objeto desde la mirada del otro. Mientras la representación del hombre sigue atendiendo a su potencia, a su bravura y a una forma de practicar el sexo a menudo violenta».

Las escritoras Martha Zhein y Analía Iglesias, que acaban de publicar el ensayo Lo que esconde el agujero, el porno en tiempos obscenos (editorial Catarata) los llaman«pornonativos». «Nos hacía falta un término para describir a la primera generación de jóvenes que llegó al porno antes que a su sexualidad», explican. Es más, incluso advierten de que son ya dos las generaciones en juego. «Alguien que nació en el 85 ya está en edad de ser padre. Por tanto, se da por inaugurada la segunda generación de pornonativos, esos niños que deslizan con sus deditos regordetes las pantallas de tabletas y smartphones; bebés aún pero con una destreza increíble, y a los que puede asaltar el porno en forma de pop-up en cualquier momento».

Lo corroboran los datos. España ocupa el puesto número 13 en la lista de consumidores de pornografía, según el portal Pornhub. La edad media para iniciarse en su consumo es 11 años y entre 2004 y 2014 la búsqueda del término teen porn (sexo adolescente) se multiplicó por tres. «La pornografía puede trastocar a cualquier edad», matiza Gail Dines. «Conozco casos de niños de siete años, pero también de señores de 80, influenciados por su consumo. La industria del porno ficha a los consumidores desde temprana edad con la intención de mantenerlos enganchados de por vida», argumenta.

Otra de las tesis de esta activista, y que también citan las autoras Analía Iglesias y Martha Zhein es que, «en tiempos pornificados, las dos posibilidades que consideran las chicas en la vida pública son la follabilidad o la invisibilidad». «Es más, la frase 'ya vienen preparadas para el porno' es una frase que se atribuye a los mismos pornógrafos», desliza Iglesias.

Lo gritan en Estados Unidos hace años desde la entidad Fight the new drug (Enfréntate a la nueva droga), cuya estela en España pertenece a la organización Dale una vuelta, que emplea el lema es Stop porn, start sex (Deja el porno, comienza el sexo). Si es una droga, entonces la pornografía puede generar adicción pero, aunque hay estudios que reflejan los daños cerebrales que ésta produce, los académicos se resisten a hablar de ello en sus investigaciones. Dice Natale McAneney, director ejecutivo de Fight the new drug, que «no todo el mundo que tiene problemas con el porno es un adicto pero hay contextos en los que la adicción a la pornografía es real».

«Muy real», insisten desde Dale una vuelta. «A lo largo de la semana nos escriben pidiendo ayuda una media de 10 personas. La gran mayoría lleva 10, 15 y hasta 20 años consumiendo porno con regularidad, hasta que hartos y desesperados buscan ayuda. Explican cómo han fracasado como profesionales, padres, como parejas y como personas por culpa de la pornografía. En la vida real existe la adicción, pero la psiquiatría y la psicología no llegan a un acuerdo».

La parte buena de esta historia es que las consecuencias son reversibles, siempre y cuando se tomen medidas a la voz de ya. En mayo, la asociación hispano-francesa Mujeres Avenir advertía de que «los jóvenes españoles y franceses están deficientemente formados en salud sexual». Su presidenta, María Luisa Contes, señalaba que «el trato afectuoso no aparece por ningún lado en las páginas pornográficas, y sí, en cambio, una evidente carga de violencia y humillación hacia la mujer». Y la ginecóloga Mercedes Herrero Conde advertía de que «el aspecto emocional forma parte de la salud sexual; algo que ya advirtió el pasado febrero la Unesco en un documento sobre el asunto». 

A las organizaciones no gubernamentales cita también el sexólogo Iván Rotella cuando demanda «una plan nacional de salud sexual». «Lo proponen hace décadas organismos internacionales como la OMS y la UNESCO y, ahora, es un buen momento para abordarlo: tenemos los profesionales, tenemos la inquietud social, tenemos los problemas... Habría que empezar a darles nociones desde los tres años», propone este educador, «y abordar cuestiones más complejas cuando tienen nueve o 10».

También la ONG Save the Children reclamó en mayo una «asignatura obligatoria en educación sexual en España, ante el aumento de violencia machista entre los adolescentes -en 2017 hubo un récord de víctimas y denuncias de maltrato según el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el número de denunciados de menos de 18 años aumentó un 18,7%-. Lo dice la pedagoga Carmen Perdices, «es necesario formar en la afectividad y en el cariño, no sólo en la sexualidad, educar en el amor, al cabo».


miércoles, 9 de septiembre de 2020

El Embajador de LOS Estados Unidos Andrew Bremberg ante expertos de la ONU que promueven el aborto


NUEVA YORK, 28 de agosto (C-Fam) El Embajador de los Estados Unidos en Ginebra, Andrew Bremberg, envió una fuerte carta de a expertos en derechos humanos de las Naciones Unidas debido a su defensa del aborto. Los expertos de la ONU criticaron a los Estados Unidos que no calificaron el aborto como “esencial” durante la pandemia COVID-19.

“Esta es una perversión del sistema de derechos humanos y de los principios fundacionales de las Naciones Unidas”, lamentó el Embajador Bremberg en una carta etiquetada como la respuesta oficial de los Estados Unidos al Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre la Discriminación contra la Mujer y las Niñas, un grupo de cinco expertos independientes designados por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas por tres años.

Los expertos de la ONU acusaron a los Estados Unidos que no calificaron el aborto como un servicio “esencial” durante la pandemia COVID-19 de violar los derechos reproductivos de las mujeres. La carta de Bremberg, fechada el 11 de agosto, calificó la interferencia de los expertos en política estadounidense como “extraña”, “absurda” e “inexplicable”.

La respuesta del Embajador Bremberg al grupo de trabajo también acusó a los expertos de la ONU de ignorar los continuos abusos contra los derechos humanos cometidos por el Partido Comunista Chino en Xinjiang, incluido el aborto forzado, la esterilización forzada y el control de la natalidad forzada.

“Se trata de abusos reales contra los derechos humanos, que implican a millones de mujeres y niñas y su salud, a escala industrial, dirigida a una minoría étnica y religiosa vulnerable”, dice la carta al grupo de trabajo.

La carta se quejaba del doble rasero del sistema de derechos humanos de la ONU. Todos los órganos de las Naciones Unidas que se ocupan de los derechos humanos, incluido el Secretario General, el Consejo de Derechos Humanos y la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, “han tenido notablemente silencio sobre este tema, aun cuando encuentran amplias oportunidades de opinar sobre asuntos de interés político interno estadounidense”, lamentó el Embajador Bremberg.

El Embajador Bremberg dijo que la injerencia del grupo de trabajo en la política del aborto interno de Estados Unidos era un ejemplo de por qué tanta gente ve el sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas como “absolutamente roto”.

Advirtió a los expertos, a quienes llamó “guardianes autoproclamados”, que estaban socavando los derechos humanos y la democracia elevando sus preferencias políticas como “derechos”.

“Si realmente les preocupa la integridad del sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas”, concluye la carta, “les instamos a reconsiderar el enfoque que les ha llevado a usted y a sus colegas a este triste punto, tan lejos del noble propósito para el que se fundó esta institución hace 75 años”.

La carta es la última salva en una disputa en curso entre la administración Trump y el sistema de la ONU sobre la promoción de la ONU del aborto durante la pandemia COVID-19.

En junio, el Secretario General de los Estados Unidos, Antonio Guterres, aseguró al gobierno de los Estados Unidos que no promovería el aborto durante la pandemia COVID-19. Guterres dijo al Director Interino de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, John Barsa, que la respuesta de las Naciones Unidas al virus COVID-19 “no promueve, y mucho menos impone, el aborto a nadie, ni está destinada a hacerlo”.  También dijo que cualquier esfuerzo de las Naciones Unidas en materia de atención de la salud “se otorga con pleno respeto a las leyes nacionales”.

La disculpa de Guterres siguió una carta fuertemente redactado  de Barsa quejándose de que las Naciones Unidas habían incluido un manual de las Naciones Unidas sobre “salud sexual y reproductiva” que promueve el aborto como un derecho humanitario como un derecho humanitario como “esencial” en la respuesta de las Naciones Unidas a la pandemia COVID-19. El manual también pide que los médicos y proveedores de salud obliguen a hacer referencia para el aborto contra su conciencia.

Nivel récord de infelicidad

 P or MARK GILMAN, The Epoch Times en español Según Gallup, el aislamiento es uno de los principales problemas que afectan la felicidad de l...