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sábado, 21 de noviembre de 2020

La educación en libertad y como derecho social


CAROLINA UGARTE | FACULTAD DE EDUCACIÓN Y PSICOLOGÍA. UNIVERSIDAD DE NAVARRA Sábado, 14 noviembre 2020

Estos días la sociedad sigue el desarrollo de una ley educativa que se está tramitando en el Congreso, y que va acompañada de polémica desde el pasado 15 de febrero de 2019, cuando el Consejo de Ministros aprobó este Proyecto de Ley Orgánica, que modifica la LOE.

Desde diferentes sectores se debate su contenido y, al mismo tiempo, se exponen sus puntos fuertes y se alerta sobre sus deficiencias. Uno de los temas que está sobre la mesa es la libertad de elección de los padres una dimensión que, en conjunto con otras que menciono más adelante, integra el derecho a la educación.

Personalmente me asombra que esta libertad se trate en una reforma legal pues ya está, desde 1948 y en adelante, amparada por la normativa internacional de derechos humanos, así como por nuestra Constitución que recoge este y otros derechos ampliamente.

Concretamente, en la regulación internacional, se reconoce en el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, en el artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y en el artículo 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ambos de 1966.

Según estos textos base, y otros redactados posteriormente, el derecho a la educación supone: implantar la enseñanza primaria gratuita, garantizar la obligatoriedad de la enseñanza, determinar su contenido mínimo y respetar la libertad de los padres para elegir una educación que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

En esta normativa internacional también se expone que el derecho a la educación tiene una doble dimensión social y de libertad, y por ello indica que son los estados los que deben garantizar su cumplimiento. En el citado artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales se señala: «Los Estados se comprometen a respetar la libertad de los padres de escoger para sus hijos escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas». En definitiva, la educación en libertad y la educación como derecho social es parte del contenido del derecho a la educación.

Considero que, con el fin de contribuir a la mejora y a la calidad educativa, más que centrarse en este aspecto, sería necesario plantear otras medidas de reforma e impulso educativo. En primer lugar propondría avanzar en el aumento de la autonomía pedagógica, organizativa y de gestión de los centros educativos, vinculándola a la rendición de cuentas. De forma muy resumida, aspectos como la toma de decisiones sobre recursos humanos, recursos materiales y financieros, son los que, en conjunto, muestran la capacidad de autonomía de dichos centros.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala un déficit de los centros educativos de España en esta cuestión. Asimismo, este organismo en sus informes, entre ellos el programa PISA en sus sucesivas ediciones, señala la relación que existe entre el incremento de la autonomía de los centros y la mejora de los resultados de los alumnos. El principal argumento para promover la autonomía escolar es que el personal del centro educativo está mejor posicionado para adaptar su organización a las necesidades de los estudiantes. Este organismo señala el déficit de autonomía de los centros educativos de España. En la misma línea se sitúa otro estudio de la OCDE, el informe TALIS en su última edición de 2018. A modo de ejemplo, TALIS señala que el 21% de centros de Educación Primaria en España tiene, según sus directores, autonomía para seleccionar y contratar profesorado. Este número está lejano al 90 % de Dinamarca, Bélgica, Inglaterra y Suecia.

Por otra parte, sigue siendo una asignatura pendiente elaborar un pacto nacional en educación estable fruto del debate pedagógico, centrado en el educando y en el objetivo último de la educación: la formación integral de la persona. Sería muy recomendable que el mencionado pacto se sustentara en una colaboración certera y eficaz entre los expertos en educación, los responsables de la elaboración de las políticas educativas y en último lugar, y no por ello menos importantes, las familias.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Gobiernos impulsan declaración provida en las Naciones Unidas








WASHINGTON D.C., 23 de octubre (C-Fam) Gobiernos de todo el mundo han lanzado un disparo de advertencia a los defensores del aborto en la ONU, en un documento llamado la Declaración del Consenso de Ginebra.

Firmada por 32 países, la Declaración dice lo que los provida han sostenido durante décadas en la ONU: que no hay un derecho global al aborto y que el aborto no puede ser impuesto por la ONU, porque el aborto es un asunto de soberanía nacional.

La Declaración afirma que el aborto nunca puede ser usado como un asunto de planificación familiar y que no hay una obligación internacional de que los gobiernos paguen abortos.

La Declaración también repite lenguaje proveniente de la Declaración Universal de los Derechos Humanos acerca de que la familia es la unidad grupal natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado. Por implicación, los padres de las Naciones Unidas jamás consideraron que los homosexuales pudiera fundar una familia. Esto está reflejado incluso en el mural ornamental del Consejo de Seguridad, que muestra la boda de un varón y una mujer.

El esfuerzo fue liderado por los Estados Unidos, específicamente por miembros de planta del Departamento de Salud y Servicios Humanos en colaboración con funcionarios del Departamento de Estado. Entre los actores clave estuvieron Valerie Huber del DSSH y Pam Pryor, secretaria asistente en el DE.

La Declaración estuvo largo tiempo en las fases de planificación y es el resultado de muchos meses de reuniones y forcejeos, incluso durante una junta clave convocada por el secretario de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, en la Blair House este año. En ese momento, Azar dijo: “Estoy seguro de que todos ustedes están familiarizados con el constante sonsonete en los pasillos de las Naciones Unidas y de la OMS en orden a normalizar los términos “salud sexual y reproductiva” y “derechos reproductivos”. En este contexto, se vuelve cada vez más claro que algunas agencias de la ONU y algunos países quieren que esto signifique un acceso sin trabas al aborto, y no podemos dejar que esta amenaza quede sin respuesta”.

En la presentación de ayer, Azar llamó a la firma de la Declaración “un punto alto de mi tiempo como secretario del Departamento Estadounidense de Salud y Servicios Humanos…” Dijo que la Declaración era “un documento histórico que establece claramente dónde estamos parados nosotros, como naciones, en materia de salud de mujeres, familia, honrar la vida y defender la soberanía nacional”.

El secretario de Estado Pompeo destacó el apoyo de la administración a la causa provida a nivel internacional. “Nosotros en América creemos que todo niño –nacido o no– es un regalo sagrado de Dios”. Dijo también que el Departamento de Estado aplicará plenamente la ley que prohíbe el uso de fondos de los EE. UU. para cabildear a favor del aborto.

Casi una docena de naciones hablaron desde sus lugares alrededor del mundo, incluyendo a Indonesia, Brasil, Egipto y Uganda. Quizás el discurso más potente vino de la ministra para la Familia de Hungría, Katalin Novak, quien dijo: “En nombre de la ideología de género, el neocolonialismo ideológico y la educación sexual hay esfuerzos por devaluar la familia tradicional, la institución del matrimonio, la bendición de tener hijos”.

El documento y la lista de firmantes está abierta a firmas por Estados adicionales.

Austin Rouse

domingo, 1 de noviembre de 2020

Artículo del entonces cardenal Albino Luciani, sobre Josemaría Escriva, fallecido 3 años antes





Artículo del cardenal Albino Luciani

 

"Buscar a Dios en el trabajo cotidiano". Artículo del Cardenal Albino Luciani. ("Gazzettino di Venezia", 25-VII-1978). El Cardenal Luciani, futuro Papa Juan Pablo I, escribe sobre el espíritu que difundió san Josemaría: santificar el trabajo, responder a la llamada universal a la santidad de todo cristiano.

 

En 1941 el español Víctor García Hoz, después de confesarse, escuchó que le decían: "Dios te llama por caminos, de contemplación". Se quedó pasmado. Siempre había escuchado decir que la "contemplación" era una cosa para santos encaminados a la vida mística, cumbre asequible sólo a unos pocos elegidos, gente en la mayoría de los casos retirada del mundo. "Yo, en cambio —escribe Hoz— en aquellos años estaba casado, con dos o tres hijos entonces y esperando, como ocurrió en realidad, la llegada de más hijos, teniendo que trabajar para sacar adelante la familia".

¿Quién era entonces aquel confesor revolucionario, que dejaba de lado las barreras tradicionales, señalando metas místicas incluso a los casados? Era Josemaría Escrivá de Balaguer, un sacerdote español fallecido en Roma en 1975 a los setenta y tres años. Conocido sobre todo por ser el fundador del Opus Dei, asociación difundida en todo el mundo de la cual los diarios se ocuparon a menudo, pero con muchas imprecisiones. ¿Qué hacen realmente, quiénes son, los miembros del Opus Dei? El mismo fundador lo ha dicho: 'Somos —ha declarado en 1967— un pequeño tanto por ciento de sacerdotes, que antes han ejercido una profesión, un oficio laical; un gran número de sacerdotes seculares de muchas diócesis del mundo; y la gran muchedumbre formada por hombres y por mujeres de diversas naciones, de diversas lenguas, de diversas razas, que viven de su trabajo profesional, casados la mayor parte, solteros muchos otros, que participan con sus conciudadanos en la grave tarea de hacer más humana y más justa la sociedad temporal; en la noble lid de los afanes diarios, con personal responsabilidad, experimentando con los demás hombres, codo con codo, éxitos y fracasos, tratando de cumplir sus deberes y de ejercitar sus derechos sociales y cívicos. Y todo con naturalidad, como cualquier cristiano consciente, sin mentalidad de selectos, fundidos en la masa de sus colegas, mientras procuran detectar los brillos divinos que reverberan en las realidades más vulgares".

En palabras más modestas las "realidades más vulgares" el trabajo que nos toca hacer cada día; los "brillos divinos que reverberan" son la vida santa que hemos de sacar adelante. Escrivá de Balaguer, con el Evangelio, decía continuamente: "Cristo no nos pide un poco de bondad, sino mucha bondad. Pero quiere que lleguemos a ella no a través de acciones extraordinarias, sino con acciones comunes, aunque el modo de ejecutar tales acciones no debe ser común".

Allí nel bel mezzo della strada, en la oficina, en la fábrica, nos hacemos santos a poco que hagamos el propio deber con competencia, por amor de Dios, y alegremente, de manera que el trabajo cotidiano se convierta no en una "tragedia cotidiana", sino en la "sonrisa cotidiana".

Cosas parecidas había enseñado más de trescientos años atrás San Francisco de Sales. Desde el púlpito un predicador había quemado públicamente el libro en el cual el santo explicaba que, con ciertas condiciones, el baile podía ser lícito y, hasta contenía un capítulo entero dedicado a "la honestidad del lecho matrimonial". Escrivá de Balaguer supera en muchos aspectos a Francisco de Sales. Este, también propugna la santidad para todos, pero parece enseñar solamente una "espiritualidad de los laicos" mientras Escrivá quiere una "espiritualidad laical". Es decir, Francisco sugiere casi siempre a los laicos los mismos medios practicados por los religiosos con las adaptaciones oportunas. Escrivá es más radical: habla directamente de "materializar" —en buen sentido— la santificación. Para él, es el mismo trabajo material, lo que debe transformarse en oración y santidad.

El legendario Barón de Münchausen narraba la leyenda de una liebre monstruosa, que tenía dos series de patas: cuatro debajo del vientre, cuatro sobre la espalda. Perseguidos por los cazadores, y sintiéndose casi alcanzado, se daba vuelta, continuando la carrera con las patas frescas. Para el fundador del Opus Dei es monstruosa la vida de los cristianos que desean una doble serie de acciones: una hecha de oraciones a Dios, la otra de trabajo, de diversiones, de vida familiar para sí mismos. No, dice Escrivá, la vida es única, debe ser santificada por entero. Por eso habla de espiritualidad "materializada".

Y habla también de un justo y necesario "anticlericalismo" en el sentido de que los laicos no deben apropiarse de los métodos y oficios de los sacerdotes y de los frailes, y viceversa. Creo que él había heredado este "anticlericalismo" de sus progenitores, especialmente de su padre, un caballero a toda prueba, trabajador, cristiano ferviente, enamoradísimo de su mujer y siempre sonriente. "Lo recuerdo siempre sereno —escribió su hijo— a él le debo la vocación... Por eso soy "paternalista". Otro impulso "anticlerical" le vino probablemente de las investigaciones hechas para su tesis doctoral en derecho canónico sobre el monasterio femenino cisterciense de Las Huelgas, cerca de Burgos. Allí, la abadesa era al mismo tiempo señora, superiora, prelado, gobernador temporal del monasterio, del hospital, de los conventos, iglesias y aldeas dependientes con jurisdicción y poderes reales y cuasi episcopales. Un monstrum también por los múltiples encargos contrapuestos y sobrepuestos. Así acumulados, estos trabajos no eran adecuados para hacer —como quería Escrivá— trabajos de Dios. Porque —decía— ¿como puede ser un trabajo "de Dios" si está mal hecho, de prisa y sin competencia? Un albañil, un arquitecto, un médico, un profesor, ¿cómo puede ser santo si no es también, en lo que de él depende, un buen albañil, un buen arquitecto, un buen médico, un buen profesor? En la misma línea escribía Gilson en 1949: "Nos dicen que ha sido la fe la que construyó las catedrales en la Edad Media; de acuerdo... pero también la geometría tiene su parte". Fe y geometría, fe y trabajo hecho con competencia para Escrivá caminan tomados del brazo: son las dos alas de la santidad.

Francisco de Sales confió sus teorías a los libros. Escrivá hizo otro tanto pero utilizando sólo fragmentos de tiempo. Si le venia de improviso una idea o frase significativa, sin interrumpir la conversación, sacaba del bolsillo una pequeña agenda y escribía rápidamente una palabra, media línea, que más tarde utilizaría para el libro.

A la propagación de su gran proyecto de espiritualidad, además de sus muy difundidos libros, dedicó una actividad tenacísima y organizó la asociación Opus Dei. "Dad un clavo a un aragonés —dice el proverbio— y lo clavará con su cabeza". Pues bien "yo soy aragonés —escribió— es necesario ser tenaces". No perdía un minuto de tiempo. En España, antes, durante y después de la Guerra Civil, pasaba de las lecciones dadas a los universitarios a cocinar, a limpiar los pisos, a hacer las camas, a atender a los enfermos. "Yo tengo sobre mi conciencia —y con orgullo lo digo— el haber dedicado muchos, muchos millares de horas a confesar niños en las barriadas pobres de Madrid. Venían con los moquitos hasta la boca. Había que empezar limpiándoles la nariz antes de limpiarles un poco aquellas pobres almas". Así ha escrito, demostrando que "la sonrisa diaria" la vivía de verdad. Ha escrito también "me iba a la cama muerto de cansancio. Al levantarme, todavía cansado, por la mañana, me decía: 'Josemaria, antes de almorzar dormirás un poco'. Y cuando salía a la calle, añadía contemplando el panorama de trabajo que se me echaba encima aquel día: 'Josemaría te he engañado otra vez' ".

Pero su gran trabajo, fue fundar y continuar el Opus Dei. El nombre vino por casualidad. "Es necesario trabajar duro: ésta es una obra de Dios", le dijo uno. "Este es el nombre justo —pensó—, obra no mía, sino de Dios, Opus Dei". Esta obra creció bajo sus ojos hasta extenderse a todos los continentes: empezó entonces el trabajo de sus viajes intercontinentales para las nuevas fundaciones y para las conferencias. La extensión, el número y la calidad de los miembros del Opus Dei han hecho pensar en alguna mira de poder, en la férrea obediencia de los gregarios. Lo contrario es lo verdadero: existe sólo el deseo de hacer santos, pero con alegría, con espíritu de servicio y con gran libertad.

"Somos ecuménicos Santo Padre, pero no hemos aprendido el ecumenismo de su Santidad", se permitió un día decir Escrivá al Papa Juan. Este sonrió: sabía que desde 1950 el Opus Dei tenía el permiso de Pío XII de recibir, como cooperadores asociados a los no católicos y a los no cristianos.

Escrivá fumaba siendo estudiante. Al ingresar al seminario, le regaló las pipas y el tabaco al portero y no fumó nunca más. Pero el día en que fueron ordenados los tres primeros sacerdotes del Opus Dei dijo: "Yo no fumo; vosotros tres tampoco; —y dirigiéndose a Don Álvaro— tienes que fumar tú, porque, si no, vuestros hermanos podrían pensar que no está bien el tabaco, y quiero que los demás no se sientan coaccionados en esto y fumen si les da la gana". Sucede alguna vez que alguno de los miembros —a quienes el Opus Dei únicamente ayuda a tomar responsablemente opciones libres— asciende a algún cargo importante, Esto es asunto suyo, no del Opus Dei. Cuando en 1957 una alta personalidad envió a Escrivá sus felicitaciones porque un socio habla sido nombrado ministro en España, obtuvo esta respuesta más bien seca: "Qué me importa a mí que sea ministro o barrendero? Lo que me importa es que se santifique con su trabajo".

En esta respuesta está todo Escrivá y el espíritu del Opus Dei: que uno se santifique con su trabajo; aunque sea de ministro.., si ha sido puesto en ese cargo, que se santifique de verdad. El resto importa poco.

 

 

Nivel récord de infelicidad

 P or MARK GILMAN, The Epoch Times en español Según Gallup, el aislamiento es uno de los principales problemas que afectan la felicidad de l...