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viernes, 12 de septiembre de 2014

Sobre la ética en las finanzas (I): La crisis


Por Antonio Argandoña, Profesor Ordinario IESE

Se ha puesto de moda decir que las finanzas son un cáncer de la economía y de la sociedad occidental. Puede que sea así, y que las actividades financieras tengan algo, o mucho, de responsabilidad por lo que nos ha pasado en los años de la crisis (y en los anteriores, claro, que es cuando se fueron incubando los problemas). Pero me parece que “demonizar” las finanzas no es una buena idea: es injusto y, probablemente, nos llevará a conclusiones equivocadas sobre lo que nos ha pasado. Y toda corrección basada en una concepción equivocada acabará haciendo daño.

Las finanzas son actividades buenas muchas veces, malas otras, como casi todo en la vida de los seres humanos. En su libro Finance and the Good Society, el Premio Nobel de Economía Robert J. Shiller definía las finanzas como “la ciencia de la arquitectura de los objetivos, de la estructuración de los acuerdos necesarios para conseguir un conjunto de objetivos y la gestión de los activos necesarios para conseguirlos” (p. 6). Los objetivos pueden ser construir un hospital, reunir los medios para fabricar automóviles, comprar una vivienda, financiar los estudios universitarios de un hijo o asegurar una pensión. En todos esos casos hace falta una gestión financiera para conseguir ese fin que, obviamente, no es económico.

Las finanzas son actividades humanas. Y, por tanto, pueden ser moralmente correctas o no. En la crisis reciente hemos podido reunir un formidable inventario de conductas inmorales en el ámbito financiero: codicia, imprudencia, abandono del sentido de responsabilidad personal, injusticia, falta de profesionalidad, fraude, manipulación, mentira, engaño, cobardía, orgullo, prepotencia… Claro que no hace falta entrar en un banco o un hedge fund para encontrar todo eso; con un poco de sinceridad por nuestra parte, todos tendremos que admitir que algo de eso hemos hecho también. Y, al propio tiempo, podremos señalar también a muchas personas que trabajan en las finanzas, y a muchas instituciones financieras, a las que no se pueden achacar esas conductas inmorales.

Que la crisis financiera tiene causas técnicas, económicas y políticas es algo claro. Que también tiene causas éticas me parece bastante obvio. Es verdad que ese inventario de vicios es tan antiguo como la humanidad, de modo que no pueden ser, ellos mismos, “la” causa de la crisis, porque una causa que está presente durante milenios no puede explicar, por sí sola, una crisis puntual. Además, la sociedad ha creado mecanismos de defensa contra esas conductas: manda a la cárcel a los defraudadores, quita la vivienda a los insolventes, estigmatiza a los quebrados…

Quizás lo que ha fallado en los últimos años es que esos mecanismos de defensa no han funcionado bien. Ha habido mecanismos de transmisión y contagio de esas conductas, que han reducido la capacidad social de hacerles frente. La “euforia” de los primeros años de la década del 2000 es un ejemplo de cómo se han reducido los estándares morales: aceptación de apalancamientos inverosímiles como “lo más natural del mundo”, actitudes de “tonto el último”, aprobación de “la codicia es buena”, disfrutemos de la casa y cuando nos la quiten ya buscaremos otra…

Claro que todo esto suena a música celestial, si no somos capaces de identificar cuáles son esos cambios sociales que se han producido. Pero esta entrada está resultando ya muy larga, de modo que lo dejaremos para otra ocasión… Eso sí, les anuncio que hablaremos de la eficiencia.

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