(Extraído de mi libro "Personalidad y belleza hoy", en prensa.
5. El debilitamiento del sentido de la maternidad
como clave del impudor.
Sé que la lectura de la parte final del apartado anterior
(4.2.2. Incrementar el sentido paternal
del varón) y el capítulo que
ahora sigue pueden resultar negativos. Más bien, yo diría que tratan de
realidades negativas que ocurren en la sociedad. El conocerlas, o el tomar más
conciencia de ellas, nos colocan delante los sucesos negativos, pero no para
entristecernos, sino para superarlos, para vencerlos, para no incidir en
ellos. Se ha de dirigir la sociedad por
otros caminos.
A
estas alturas del siglo XXI, no se pueden obviar. Lo que trato de explicar está
sucediendo en este momento de manera
muy generalizada en la calle, en la sociedad, en nuestro mismo hogar. Debemos
conocer al enemigo si queremos eficazmente defendernos, y vencerle. Lee las
páginas que siguen rápidamente si lo
deseas. Y piensa que, objetivamente, lo malo es negativo, de un aparente y
falso valor, que antes o después es descubierto, y hecho desaparecer. Enseguida
pasaremos a lo más positivo y valioso, que es el amor humano: el de los novios,
los esposos, los padres, los hijos, los amigos y amigas…
Prosigamos…
A
mi juicio, la raíz del impudor actual
podría sintetizarse en estos dos elementos:
1.
El olvido del amor humano, que frecuentemente se confunde con otros fenómenos,
cada vez más presentados como juegos que como sentimientos, y que se reducen
al goce de un sexo trivializado. Es decir, se
está llamando amor al sexo, y esto
conlleva un gran cambio en la relación varón-mujer. El amor auténtico no es en
estos momentos muy frecuente ni valorado, debido a esta falsificación;
2.
La pérdida del sentido de la maternidad y de la paternidad, sobre todo de la
maternidad.
Para
no perder como referencia lo visto en páginas anteriores, y por cuestiones
metodológicas, vamos a estudiar primero lo que afecta a la maternidad.
La minusvaloración del sentido de la maternidad
reduciéndola a algo biológico de la persona, supone una desnaturalización
antropológica, a nivel personal y a nivel de sociedad. La disminución de la
capa de ozono es como un chiste en comparación de cara al futuro. Sus efectos
sobre la personalidad femenina -y sobre la masculina- a corto y a medio plazo,
han sido, son y serán cada vez más palpables. Si no se ponen pronto los medios
para favorecer la maternidad y la vida, deshaciendo las mutaciones conceptuales
producidas, podemos augurar -obra de nuestras manos- auténticos cataclismos
sociales.
Sobre
cómo se ha conseguido que la mujer esté perdiendo el sentido humano de la vida
y de la maternidad, se puede decir de todo, menos que no haya sido pensado de
modo preciso y
articulado. Los diseños
son siempre propios de mentes, de personas y de grupos organizados, que siempre
han escondido su identidad, y que parecen estar hasta por encima de los mismos gobiernos.
Se
han promovido campañas ideológicas utilizando todos los mass media (hace falta muchísimo poder y dinero para esto) contra
cada uno de los aspectos de la maternidad. Se ha difundido pacientemente,
durante años, de una manera abrumadora y con carácter “de única verdad” una
antropología manipuladora de la naturaleza y del psiquismo humano, que ha
producido cambios de sentido en las costumbres y en el actuar.
Como
todo lo que es nuevo necesita de una aceptación paulatina, se ha ido poco a
poco, pero sin dejar nada a la improvisación en esta cruzada por el cambio del ser humano.
Hay
que desenmascarar el fondo de esta ideología actuante en la historia reciente,
sin paliativos, aunque resulte difícil poner nombre a los “patrocinadores”,
aunque no se dude de su inteligencia y poder.
El
modelo de mujer en la sociedad actual no ha sido fruto de decisiones personales
de las mujeres, sino de la engañosa naturalidad con que se ha presentado un
proyecto apoyado en una ingente influencia en lo político, en lo legislativo y en
lo económico.
Ese
modelo que tanto afecta a la mujer, ha influido igualmente en todas y cada una
de las realidades que dependen de manera importante de ella: el varón, el amor
humano, el matrimonio, la vida, los hijos, la familia, el sexo, etc.
5.1. Los variados efectos del aborto.
Un
modelo de astucia –uno entre muchos, aunque todos tienen el mismo patrón- fue
el modo cómo presentar la licitud (la bondad civil) del aborto. Sólo en casos
extremos; y en un primer momento, sólo en uno: en caso de grave peligro para la
vida de la madre. Sabemos la transformación que ha sufrido con el tiempo: las
causas se han multiplicado, aunque se
reducen casi siempre, de hecho, al daño “psicológico” en la madre, que suele
ser el “producido por una indeterminada carencia de medios económicos”.
Pero
no olvidemos una cuestión igualmente importante. Es cierto que con el aborto,
físicamente, muere un niño. Pero quizá no se ha considerado suficientemente las
otras muchas “víctimas” que produce: la mujer, la madre, la maternidad, la
paternidad, el sentido de filiación en la persona, el principio primero de la
dignidad humana, el derecho individual y social a la existencia, la confianza y
seguridad dentro de la familia con los padres, etc.
Por
eso, repitiéndome, para que repasemos,
no podemos eludir estas preguntas a la razón y a la conciencia:
-¿Qué efectos
psicológicos produce el aborto en la mujer?
-¿Qué concepto de
maternidad puede sobrevivir en ella?
-¿Qué efecto produce en
las chicas de hoy la naturalidad con que se habla de la posibilidad de abortar?
-¿Qué efectos
psicológicos se dan en el varón, en el padre, en el esposo, sobre todo si no
acepta el aborto, porque es tomado fundamentalmente como un derecho de la
mujer?
-¿Qué concepto de
paternidad sobrevive en él después del aborto?
-¿Qué piensan los hijos,
cuando desde muy corta edad están al tanto de este –y de los demás- medio de
regulación de los nacimientos?
-¿Qué concepto de padre,
de madre, de filiación cristaliza en los hijos?
-¿Qué concepto de paternidad,
maternidad, filiación y familia, se
piensa transmitir a las futuras generaciones?
-¿Qué reacciones pueden
darse en los hijos cuando conocen que en el ámbito de sus padres estuvo la
posibilidad de la no aceptación, incluso de la destrucción, de sus vidas?
Ya
sé que da miedo responder a estas preguntas, pero van dirigidas para evitar el
golpe devastador para las futuras relaciones humanas esenciales que supone el
aborto.
Con
un lenguaje forzado y ridículo se defiende como conquista de la mujer. Sobre el
aborto se han acuñado fundamentalmente dos acepciones:
-bien
es un derecho de la mujer, dentro del derecho a disponer como desee de su
cuerpo;
-
o es sencillamente la interrupción del embarazo.
¡Cuántos
discursos en el mundo político y en el ideológico lo plantean de modo
positivo! ¿Por qué tanto interés en su
instauración en todo el mundo?
Si
se acepta o no se le combate, el oído y la conciencia parece que se acostumbran
a su existencia, y pesa menos su gravedad.
Por
esta causa, sin darse cuenta, se está generalizando en muchas mujeres la
pérdida del sentido de su maternidad como elemento fundamental y distintivo de
su personalidad. Como opinión válida, se genera el pensamiento de que no es
para tanto, de que al fin y al cabo la maternidad no es más que un proceso
biológico y material; la realización de la personalidad femenina estaría ligada
a otros ámbitos mas personales y libres y menos fisiológicos.
Y
sería verdad en cierto modo. Para quien la vida humana -que en su origen se
desarrolla en el cuerpo de la madre- resulta tan poco trascendente, igualmente
de intrascendente le resulta la maternidad. Pero habríamos eliminado uno de los
componentes esenciales de la sexualidad femenina, es decir de los elementos
diferenciadores de la personalidad.
Recuerdo
que caminando por una gran ciudad europea al inicio de la década de los 80, me
tropecé con una manifestación de mujeres, más bien jóvenes, que gritaban
–porque iban gritando- el siguiente eslogan: “el útero es mío; y hago con él lo
que quiero”.
Era
una de las expresiones más genuinas y conocidas de los comienzos del feminismo
radical. No sólo no se apreciaba que en la procreación cuenta a partes
iguales la mujer con “su útero” y el
varón, sino que expresaban la maternidad, sin nombrarla siquiera, como algo con
sólo validez orgánica. El embrión, el hijo, sería sólo suyo, una pertenencia; no sólo no tiene nada que ver el varón, sino
que la existencia del ser del hijo está de modo absoluto bajo su dominio (como
parte de su cuerpo).
Si
una mayoría de personas, hombres y mujeres pensaran de ese modo; si ese
concepto u opinión fuese tomado como verdadero, entonces ciertamente habría
cambiado todo en la humanidad, y por supuesto en la relación varón-mujer. La
vida humana se la podría considerar en todos los casos como algo de valor
accidental e intrascendente, donde reinaría una tremenda confusión y ceguera de
todos los valores humanos, entre ellos el amor.
La
terminología ha sido servida, y se ha generalizado: Interrupción voluntaria del embarazo; fecundación “in vitro”
como alternativa; pruebas eugenésicas
sobre la salud del embrión para determinar si se permite que su desarrollo siga
o no su curso; experimentos con embriones…
Hago
notar el enorme cuidado para no designar a los embriones como personas, ni
siquiera como seres humanos. ¡Y en estos sectores, está terminantemente
prohibido hasta mencionar el término “derechos del embrión”, que son los mismos
que los de las personas nacidas! En Estados Unidos –lo siento si hiero
sensibilidades-, en la era Clinton, a pesar de la oposición del Congreso de los
Estados Unidos, el presidente vetó más de una vez que los embriones no fueran
abortados hasta el mismo momento del nacimiento. No debían ser considerados personas hasta tener más de la mitad del
cuerpo fuera de la madre (¡¡¡eso sí que es positivismo jurídico!!!). Hasta ese
momento se les podía eliminar. No quiero describir el procedimiento.
Hemos
de hablar necesariamente de esto, porque hace especialmente referencia a la
armonía de la persona femenina, que es la madre de cada hombre, de cada mujer.
1 comentario:
Gracias. Necesitamos que nos "presten" medios sencillos y entendibles para paliar la "polución moral" que contamina nuestras conciencias.
Manolo.
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