¿Por qué ser buenos? ¿Por qué hacer el esfuerzo de desarrollar un carácter amable? ¿En qué consiste la verdadera amabilidad? Son preguntas que plantea Thomas Lickona en su libro How to Raise Kind Kids. Ser una persona con carácter significa tratar de ser la mejor persona que se puede ser, pero teniendo claro que dar lo mejor de sí no significa ser perfecto.
How to Raise Kind Kids es el resultado de toda una vida dedicada a la educación del carácter. Lickona, especialista en psicología del desarrollo, es el director y fundador del Center for the 4th and 5th Rs (Respeto y Responsabilidad) en la Universidad del Estado de Nueva York.
En este libro sostiene que la amabilidad no es simple cortesía, sino el fruto de la decisión de querer hacer el bien y del ejercicio de una serie de virtudes. Como decía Aristóteles, “llegamos a ser buenos haciendo el bien”. Por eso, los padres deben convertirse en los entrenadores del carácter de sus hijos, ayudándoles a convertir ciertos comportamientos en hábitos. Y una parte importante de la labor de un entrenador del carácter es saber hacer todo esto en el momento adecuado.
La amabilidad como actitud
En un discurso dirigido a un grupo de estudiantes de la Universidad de Syracusa, el escritor estadounidense George Saunders les propuso que pensaran a qué personas recordaban con un cariño profundo, contestando él mismo que seguramente les vendrían a la cabeza aquellas que habían sido especialmente amables con ellos. Pues todo aquel que se precie de ser un buen padre quiere que sus hijos sean recordados así.
Los padres quieren que sus hijos sean buenas personas, que sean felices, que tengan amigos; que descubran sus talentos, el sentido de sus vidas y que logren cierto nivel de éxito en aquello que se sientan llamados a llevar a cabo. Pero el éxito será hueco si no tienen un buen carácter.
Si nos preocupamos de verdad por fomentar la amabilidad, encontraremos la manera de proporcionar estructuras de apoyo que ayuden a los niños a superar tendencias sociales negativas y a desarrollar una comunidad que tenga sus propios medios para que nadie quede fuera de ella. No se trata de promover constantemente acciones externas, sino acciones motivadas por una actitud interior de preocupación por la felicidad de los demás.
Hijos con derecho a todo
Desde una perspectiva centrada en Estados Unidos, pero trasladable en muchos casos a otros países, Lickona llama la atención sobre algunos factores que contribuyen al déficit de amabilidad en la sociedad actual.
Uno es la mayor crispación política. Mucha gente que solía discutir sus diferencias políticas e ideológicas con amigos o conocidos confiesa que hacerlo ahora es más difícil, si no imposible. Los padres deben afrontar este problema con los hijos, adaptando las conversaciones a sus edades. Es adecuado preguntarles en momentos distendidos –por ejemplo, durante la cena– qué comportamientos observan en el colegio. Cómo se tratan los compañeros unos a otros. Comentar las noticias. Plantearles cómo actuarían en determinadas situaciones. Cómo podemos demostrar respeto hacia aquellas personas que piensan de manera diferente a nosotros.
Otro problema es la mentalidad del derecho a todo, que ralentiza que nuestros hijos sean conscientes de la responsabilidad que tienen en el desarrollo del bienestar y la felicidad de otros, empezando por la propia familia. La responsabilidad está estrechamente conectada con la amabilidad, pues en la medida en que los niños son amables piensan con naturalidad en los demás y menos en sí mismos. Por eso, cuando la amabilidad tiene un papel destacado en la cultura familiar, los hijos disfrutan más haciendo cosas por los demás.
En muchos casos, el carácter endeble de los jóvenes es el resultado de que no les haya faltado de nada, además de tener padres que les sobreprotegen. Los padres de hoy ya no son “padres helicóptero”, sino “cazas de guerra”, dice Lickona. Para ilustrar esta realidad pone el ejemplo de unos padres que con una hija de 9,7 de media quieren saber cómo pueden ayudarla a mejorar… en sus estudios.
Otros dos factores son el dominio de las pantallas en la vida familiar y la sexualización de nuestra cultura, alimentada por la pornografía y por los aspectos más nocivos de las redes sociales.
Cómo crear una cultura familiar positiva
Para lograr que los hijos lleguen a ser amables, respetuosos y responsables es necesario fomentar una cultura familiar en la que sus miembros estén constantemente instados a vivir por un ideal elevado que tenga en cuenta a los demás y responda a sus necesidades con espíritu de generosidad. Lickona sugiere seis principios de actuación:
Hacer del carácter una prioridad en la familia. Así como las empresas se definen mediante una misión, también las familias deben pararse a pensar qué es lo que las define. ¿Qué clase de familia nos gustaría ser? Cuando llevas a cabo esta tarea, quieres hacer explícitos y concretos tus valores principales para que todos en la familia los tengan claros, cada uno a su nivel.
Es importante que los hijos participen activamente en la definición de esa misión y valores, porque si se utilizan algunas de las ideas que proponen, su compromiso será mayor. Cualquier conflicto, suceso o situación de tensión deberá verse con los ojos de la misión, haciendo más fácil una respuesta clara y común por parte de todos.
Un ambiente familiar positivo y amable no es posible sin la gratitud como bandera. Es fundamental mostrarse agradecido por lo que otros han hecho por nosotros. Las frecuentes expresiones de agradecimiento crean una atmósfera familiar de cariño. Crear rituales de agradecimiento como dar gracias antes de las comidas, comenzar una conversación familiar haciendo una ronda de agradecimientos ¿Por qué tenemos que dar gracias hoy? Y dar gracias con los niños antes de ir a dormir. La gratitud es un gran paso en el desarrollo de una cultura de la amabilidad en una familia.
Dedicar a los hijos tiempo y afecto. Dedicar tiempo a cada hijo, incluso cuando se tiene una familia numerosa, porque en ese tiempo muchas veces se producen ocasiones para que cuenten sus cosas en una forma más íntima. Evidentemente, las comidas en familia son esenciales porque supone una inyección de intimidad familiar para compartir nuestros pensamientos, experiencias y valores. En ellas surgen de un modo natural preguntas sobre el mejor o el peor momento del día, qué cosas hemos aprendido, a quién hemos ayudado o si nos han ayudado en algo. Este tipo de encuentros facilita que cuando alguno de los hijos tiene un problema, pueda compartirlo en familia y se le pueda ayudar.
Ejercer la autoridad con delicadeza. En The Moral Child, William Damon, psicólogo de Stanford, afirma que el futuro desarrollo moral de los hijos descansa en cómo hayan logrado sus padres hacerse respetar y ser obedecidos. Por otro lado, en Take Back Your Kids, el psicólogo de familia William Doherty afirma que “nos enfrentamos a una epidemia de inseguridad parental”. Los padres que desarrollan una autoridad adecuada suelen combinarla con razonamientos y cariño, pero atajando desde el principio cualquier falta de respeto.
Dar a los niños voz y responsabilidad en la familia.Diversos estudios demuestran que los niños se benefician de las experiencias de refuerzo moral. Estas experiencias les permiten participar en decisiones que afectan a sus propias vidas y las de otros. A lo largo del tiempo, les ayuda a desarrollar confianza en su capacidad para influir en el entorno y aumenta su deseo de contribuir con un impacto positivo en el mundo.
Es importante también darles responsabilidades desde pequeños de acuerdo con su edad. Hacerles ver que es un privilegio pertenecer a una familia, pero ese privilegio comporta unas responsabilidades. Por eso no hay que olvidar, como señala Irene Freundorfer, educadora familiar y madre de seis chicos y cuatro chicas (www.10kids.com) que “incluso aunque se trabaje para lograr una actitud cooperativa, se debe dejar claro a los hijos que hacer su parte de las tareas del hogar no es una opción, sino una obligación”.
Difundir la compasión más allá de la familia. En Parenting for Character, el educador Andrew Mullins explica cómo un amigo logró implicar a su hijo de 15 años en la ayuda a los más necesitados. El chico insistía una y otra vez en que su padre debía comprarle unas nuevas zapatillas de 200 dólares, hasta que el padre le propuso un día salir a cenar fuera de casa. Le llevó a la ciudad y allí estuvieron haciendo cola en un comedor social. Han pasado ya dos años y desde entonces el chico colabora en ese comedor social una vez a la semana.
Hay miles de historias de chicos que cambian su actitud por la experiencia del servicio directo a los demás. ¿Cómo hacer ver a los hijos que la gente fuera de nuestra familia también nos debe importar? Con el ejemplo. Lickona cuenta que uno de sus estudiantes compartió con él un recuerdo de algo que su padre había hecho: “En un frío día de diciembre en Brooklyn, cuando tenía 10 años, regresaba a casa con mi padre conduciendo el coche cuando él se dio cuenta de que había una persona aterida en la acera. Sin pensarlo, paró el coche, salió y le dio su abrigo, su gorro y sus guantes. Cuando le pregunté por qué había dado sus prendas a un desconocido, me contestó ‘porque los necesitaba’. Me sentí muy removido por la bondad de mi padre”.
Adoptar una visión noble de la vida. Otro estudiante de Lickona se quejaba al terminar un programa de educación del carácter de que, a pesar de que era bueno practicando el levantamiento de pesas, no podía competir con otros deportistas porque muchos de ellos consumían esteroides. Su profesor de educación física les había mostrado una encuesta en la que se preguntaba a los levantadores de pesas qué harían si pudieran tomar una droga que les garantizara ganar todas las competiciones en los próximos cinco años, aun teniendo la seguridad de que al terminar ese tiempo morirían inevitablemente. La mayoría contestó que la tomarían sin dudarlo.
¿Por qué un número significativo de jóvenes viven la vida con un enfoque cortoplacista? La respuesta de Lickona es que tienen un vacío espiritual. Algunos jóvenes carecen de una noble visión de la dignidad humana, del destino humano, del último significado de la vida. No saben por qué están aquí.
Algunas investigaciones recientes muestran que la fe y la práctica religiosa pueden ampliar las aspiraciones de los jóvenes. El informe sobre tendencias de la juventud Religious Involvement and Children’s Well-Being indica que los jóvenes que asisten con mayor frecuencia a servicios religiosos y que afirman que la fe es importante en sus vidas tienen mayores niveles de altruismo y menos de consumo de alcohol y drogas. Una de las maneras que tiene la religión de prevenir comportamientos antisociales o dañinos en los chicos es orientarles para que escojan a amigos que no estén relacionados con esas actividades.
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