El fenómeno de la falsificación de la virtud es muy serio ahora y en el pasado. Hay virtudes más expuestas al fraude; baste pensar en la humildad, la tolerancia, el celo, etc.
Recuérdese que es el mismo Señor quien pone en guardia contra esa estafa moral, con su crítica durísima de la apariencia virtuosa – hipocresía – de los fariseos de ayer y de hoy, creyentes o no creyentes: una fachada intachable que encubre un interior bochornoso.
Cuando se habla de virtud se sobreentiende que se trata de una riqueza moral que induce a la persona a perseguir y alcanzar habitualmente el bien. Se podría decir que virtud designa la figura y el vigor de la persona bien constituida y bien adiestrada para una vida de excelencia moral. Algo, por tanto, sumamente atractivo y deseable.
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