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lunes, 20 de febrero de 2017

Carta de una ex-senadora del pártido principal del Gobierno de España

(Para mí. Es un deber moral publicarla. Se encuentra en "El Mundo" digital de hoy)

"Me voy" (Carta de Gari Durán)

No suelo utilizar esta tribuna para tratar ni citar cuestiones personales pero hoy, si me lo permiten, sí lo haré.

Empezaré dando las gracias a todas las buenas personas que he tenido la suerte de conocer a lo largo de estos veinte años de afiliación al Partido Popular. A todas con las que he compartido ilusiones y desengaños, esperanza y frustración, con las que me he sentido como en familia, con las que he compartido días de elecciones y días de campaña. Las que han confiado en mí y en las que he confiado. Todas aquellas con las que me he sentido parte de un proyecto y junto a las que he luchado y las que hicieron posible que representase a Mallorca, durante cuatro años en el Senado de España. A todas las que han formado parte de mi vida en estos 20 años. Gracias.

Afiliarse a un partido es un acto voluntario con el que uno expresa su compromiso con un proyecto político con el que se siente identificado y su adscripción a un ideario que comparte y que por eso, puede defender desde la honestidad ideológica e intelectual.

Ese compromiso puede mantenerse incluso cuando no se está totalmente de acuerdo con alguna decisión de los dirigentes del partido o cuando alguno de ellos muestra un comportamiento reprobable. Sin embargo, cuando uno deja de sentirse identificado con lo sustancial del proyecto de su partido y cuando queda claro que la ideología de éste, ha variado, tiene poco sentido permanecer en él, porque ya no existen razones para ese compromiso. Así que, con un acto tan voluntario como el de afiliarse, uno se da de baja y si tiene la oportunidad de hacerlo, explica sus razones, máxime cuando se ha pedido el voto para ese partido y en su nombre, se ha ostentado un cargo electo: en ese caso, justificar por qué se hace, creo que es una deber.

El incumplimiento del compromiso electoral de derogación de la Ley Aído junto con la retirada de la Ley Orgánica de Protección de los Derechos del Concebido y de la Mujer Embarazada, supuso para muchos un duro golpe. El Partido Popular había hecho bandera de la defensa del no nacido desde siempre, pero mucho más cuando se aprobó la Ley Aído, estando en la oposición. Fueron numerosas las declaraciones de Mariano Rajoy y de otros destacados dirigentes del partido, a favor del no nacido y en contra de dicha ley, tanto en sede parlamentaria como fuera de ella. Se presentó un recurso de inconstitucionalidad contra la misma, firmada voluntariamente un gran número de parlamentarios, el primero de ellos, Mariano Rajoy. Al llegar al gobierno con mayoría absoluta, ese compromiso electoral iba a cumplirse hasta que, de manera inexplicable y, a punto de iniciarse la tramitación de la Ley Gallardón, se cambió de criterio, se retiró la ley y se decidió mantener la ley socialista con un pequeño retoque al que algunos nos opusimos. De manera que la X legislatura se saldaba con una ley en la que el aborto es un derecho hasta las 14 semanas, se permite un uso eugenésico del mismo hasta las 22 semanas y es libre hasta final del embarazo en caso de enfermedad grave del niño. No fue, no obstante, el único de los compromisos electorales sustanciales, enarbolados estando en la oposición, que a pesar de la mayoría absoluta, no se llevaron a cabo.

Quizás hubiese sido el momento de darme de baja, pero consideré que dado que yo no había cambiado de criterio con respecto a lo que siempre había defendido el PP, la voluntad de unos pocos -aunque constituyesen la cúpula del partido- no podía considerarse la norma general y que si el partido había cambiado o no su ideología respecto al aborto, pero también respecto a otras cuestiones, la cuestión debería tratarse en un congreso. Por desgracia, la celebración del mismo, se fue dilatando en el tiempo, y mientras eso ocurría, el ideario del partido se iba modificando por la vía de los hechos.
Pues bien. El congreso en el que debían aclararse estas cuestiones y definirse el perfil ideológico del partido, ya se ha llevado a cabo. El texto de las distintas ponencias con las enmiendas incorporadas es, lo que a partir de ahora, constituirá el ideario del partido. Seguir en él no estando de acuerdo tiene poco sentido, por mucho que reconozca que mi criterio no es, necesariamente, infalible.

Por no entrar en cuestiones como la acumulación de cargos u otras que tienen que ver con la organización interna del partido y que, por supuesto, no prosperaron, si hablamos del derecho a la vida, nos encontramos con que tanto en la ponencia política como en la social, se impidió votar la enmiendas que especificaba que dicho derecho iba "desde la concepción hasta la muerte natural". De este modo, hubiese quedado clara nuestra oposición frontal tanto al aborto como a la eutanasia. Desconozco por qué se insistió en no llevar a votación en ningún caso dicha enmienda, pero con ello, y a tenor del texto resultante, además de perder la ocasión de mantener los principios con los que nuestros votantes se sentían identificados, se ha dejado al PP en la más absoluta indefinición (aceptación, por tanto) de estos dos temas, creyéndose, supongo que en ese relativismo ideológico, está la virtud (es decir, los votos).

Otro tanto ha ocurrido con los vientres de alquiler, una cuestión que, de no haber contado con la decidida oposición de muchos, se hubiese incorporado pacíficamente a la ponencia social, en nombre de una pretendida modernidad que tiene poco de inocua. La cuestión ha quedado en suspenso, dando por hecho que los afiliados carecemos de criterio sobre un tema como este cuya complejidad se reduce a estar bien informados sobre lo que realmente significa.

En la misma línea, se ha aprobado el voto en conciencia, pero al limitarlo a las convicciones profundas, se convierte en la coartada perfecta para desterrar al ámbito de dichas convicciones (es decir, al ámbito personal) lo que antes constituía la ideología del partido.

La tierra de nadie, la ambigüedad y la indefinición en lo ideológico, puede que sean útiles a la hora de conseguir el voto. También pueden ser para algunos, territorios cómodos por los que transitar. En mi caso no es así. Respeto el resultado del XVIII Congreso y no aspiro a cambiarlo en el siguiente. Así que, veinte años después, simplemente me voy.

Gari Durán

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