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martes, 18 de octubre de 2016

Ciberacoso



Por Fernando Rodríguez-Borlado, Aceprensa
El acoso no virtual sigue siendo mayoritario, pero entre los adolescentes está aumentando el cyberbullying, que extiende el sufrimiento de la víctima más allá del horario escolar.
La Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) y la Fundación Mutua Madrileña acaban de publicar conjuntamente el Estudio sobre ciberbullying según los afectados. Este trabajo supone la continuación de otro presentado en abril de este año sobre el acoso escolar en general. El maltrato “virtual” (a través de pantallas, fundamentalmente la del móvil) es un fenómeno que frecuentemente se da interrelacionado con el “presencial”: aquel suele ser una extensión de este.
La información en la que se basa el estudio ha sido recabada a través del Teléfono ANAR, que cuenta con dos líneas de ayuda: una de atención a las propias víctimas de acoso y otra para adultos de su entorno que conozcan los hechos. Se han analizado 550 casos del total de 1.363 atendidos entre 2013 y 2015. De ellos, 127 de ellos han sido calificados como ciberacoso. El porcentaje de llamadas realizadas por adultos es claramente mayor en los casos de abuso virtual que en el resto. Esto puede deberse a que los menores son más proclives a contar a sus padres este tipo de maltrato (el 81% lo había hecho), o a que a menudo no lo consideran un hecho suficientemente grave como para llamar directamente.

Perfil de la víctima

Tomando en conjunto todos los tipos de abuso, se aprecian importantes diferencias por sexo de la víctima. Entre las masculinas predomina el acoso presencial y físico. En casi la mitad de los casos existe algún tipo de episodio violento (en cambio, apenas llega al 30% entre las chicas). Los hechos se producen más en el recreo que en las aulas o fuera del colegio, dos ámbitos en los que sí es bastante frecuente el acoso a chicas. Aunque los chicos se enfrentan más a sus acosadores, también acuden en mayor medida a tratamiento psicológico, si bien es cierto que muchos ya acudían antes de que se produjeran los hechos. Entre los chicos maltratados es más habitual encontrar falta de habilidades sociales (previas o causadas por los abusos); quizá por ello una gran mayoría de ellos vuelve a sufrir problemas parecidos incluso después de cambiar de colegio.
En cambio, en el acoso a chicas es más frecuente encontrar conductas de tipo no físico, como el aislamiento o las amenazas. El ciberacoso está muy presente (siete de cada diez víctimas de este tipo de acoso son chicas), y su cauce fundamental es el móvil (el 95%). El cambio de colegio evita que se repitan los problemas en casi el 40% de los casos, en gran medida porque supone un corte físico y virtual con sus antiguos compañeros y compañeras. Solo una de cada seis se enfrenta a quien la acosa, y aunque recurren con menos frecuencia a un psicólogo después de los hechos, experimentan más episodios de ansiedad y tristeza.
El tipo de acoso también varía según la edad. Hasta los nueve años el más frecuente es el abuso físico. En casi la mitad de los casos solo hay un agresor (una proporción que desciende según aumenta la edad de la víctima), y este es mayoritariamente un varón (76%). La denuncia viene casi siempre de un adulto, habitualmente la madre.

El ciberacoso, fenómeno adolescente

Entre los acosados de 10 a 12 años (preadolescentes) y de 13 a 17 (adolescentes), aumenta la proporción de agresiones no físicas, sobre todo insultos, amenazas y aislamiento. En la medida en que el cyberbullying empieza a estar más presente (representa un 36% de las llamadas entre los adolescentes), crece el acoso fuera del colegio. También sube el porcentaje de chicas entre los agresores, aunque sigue siendo menor que el de varones. El acoso se realiza sobre todo en grupo, habitualmente de entre dos y cinco personas. Suele ser la propia víctima quien realiza la denuncia, salvo en los casos de ciberacoso.
Aunque el cyberbullying frecuentemente es una extensión de otro tipo de abusos, al mismo tiempo posee algunos rasgos específicos. La edad media de los que denuncian es superior: 13,6 frente a 11,6 años. Hacia los 14 años, el maltrato no tecnológico va en remisión, pero el ciberacoso está en pleno apogeo. Según los testimonios de los menores, este tipo de acoso comienza de media a los 12,8 años. El fuerte incremento que se produce de los 11 a los 12 años puede estar relacionado con que a esa edad se produce un salto importante en el porcentaje de niños y niñas con móviles propios.
Una característica del ciberacoso es que continúa fuera del colegio: así lo señala casi la mitad de las víctimas, por solo un 8% de los que han sufrido otro tipo de abusos. Las conductas más frecuentes son los insultos y las amenazas, aunque también destacan otras como el aislamiento (20% de los casos), la difusión de rumores (10%) y el acoso sexual (10%). Un 70% de los agredidos dice que el problema se repite a diario, y suele extenderse más de un mes pero menos de un año, duración y frecuencia algo menores que las del acoso físico.

El móvil como instrumento de tortura

El principal cauce del ciberacoso es el teléfono móvil, En concreto, ocho de cada diez víctimas dice haberlo sufrido a través de WhatsApp. El acoso a través de redes sociales es mucho menos frecuente.
Aunque los que sufren ciberacoso lo cuentan a alguien de su familia en mayor medida que los demás acosados, el informe destaca que entre los que no lo hacen, tres de cada cuatro aducen que temen una respuesta excesiva por parte de sus padres.
Muchos de los agresores virtuales lo son también fuera de las pantallas. Con todo, el perfil de unos y otros no coincide plenamente. Por ejemplo, el ciberacoso se produce mucho en grupos del mismo sexo. También hay un buen porcentaje de acosadores solitarios, pero nunca grupos mixtos.

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