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sábado, 8 de octubre de 2016

Así comenzó a perder valor la vida personal.




          Tener en cuenta que a la lógica natural, como un desarrollo ideológico se ha añadido otra, la del materialismo. No es el anticlericalismo, que tiene sus límites, incluso sus cosas buenas, ni al ir en contra de Dios con ocasión o sin ella, lo que responde a una necesidad vital ideológica. Sin Dios, el hombre es pura materia, y a la materia no se le puede pedir mucho. Una cierta cualidad, que hace las cosas algo valiosas.

            Según estos pensadores, la pertenencia a una especie como la humana no tiene ningún significado moral por cuanto respecta a ser persona[1]. Ser humano no basta para ser una persona. Se requiere mucho más,  para que una entidad sea considerada persona y, por tanto, un ser de valor moral. Bastantes autores definen variados criterios, pero en general todos concuerdan en que, para ser persona, un individuo debe tener conciencia de sí en cuanto sujeto capaz de deseos y con "una desarrollada capacidad de razonar, querer,  y relacionarse con los demás"[2].

            Está claro que no todos los seres humanos tienen una capacidad desarrollada en este grado. No todos tienen conciencia de sí mismos como individuos, ni son capaces de relacionarse con los demás: entre éstos los niños no nacidos.  Tampoco los recién nacidos tienen conciencia de sí mismos como individuos, ni un niño posee la capacidad desarrollada de razonar, querer, desear y relacionarse con los demás durante un cierto periodo de su vida. Por tanto, según estos influyentes escritores, los niños -y los adultos que pudieran comportarse como ellos, quizá por malformaciones cerebrales- no pueden considerarse personas en sentido estricto. No son, por tanto, sujeto de derechos que deban ser reconocidos y protegidos por la sociedad.

            Basándose en la idea del no ser personas de los fetos, en este momento muchos justifican el aborto e, incluso, el infanticidio. Es interesante, en este sentido, advertir como una autora que justifica el aborto porque no considera al feto como persona, rechaza sin embargo el infanticidio, pero por razones puramente pragmáticas. Piensa, en efecto, que sería equivocado matar un niño, "al menos en este país (los Estados Unidos) y en este momento histórico..., porque aunque los padres no lo quisieran y no sufrirían por su destrucción, existen otras personas que lo desearían tener y serían… de este modo privadas de una gran alegría. Por esto -continúa- el infanticidio está equivocado por las mismas razones por las que es erróneo destruir riquezas naturales o grandes obras de arte”[3]





[1] Así piensa, por ejemplo, MICHAEL TOOLEY, "Abortion and Infanticide", Philosophy and Public Affairs2, 1972, 44, 48, 55. Del mismo autor es "Abortion and Infanticide", New York and Oxford, Oxford University Press, 1983, pp. 50-86; en él explica más extensamente esta idea.
[2]  Uno entre muchos DANIEL CALLAHAN, "Abortion: Law, Choice, and Morality", New York, Macmillan, 1970, pp. 497-498.
[3] MARY ANN WARREN, "On the Moral and Legal Status of Abortion", in Contemporary Issues in Bioethics, ed. Tom L. Beauchamp and LeRoy Walters (2nd ed.: Belmont, CA: Wadsworth, 1982), p. 259. El ensayo original de Warren aparece en The Monist, 57, 1973.

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