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domingo, 22 de mayo de 2016

El falso y funesto "mal menor".

Por Fernando Hurtado  

 -"El mal menor, el mal menor, hay que optar por el mal menor; sólo nos queda aceptar aquello por ser el mal menor"...

     Así se razona en España por muchos, constantemente, cuando hay posibilidad de que gobiernen partidos populistas, tipo Venezuela, que parece que brotan como el tomillo, sin haberlos plantado.

     Y, en contrapartida, para evitar ese considerado "mal mayor", se considera válido votar a otro partido, que ha girado en poco tiempo desde defender los valores humanos fundamentales, a ser el número uno, y el más dañino, por sus leyes redactadas, aprobadas o permitidas, en el ataque contra esos mismos derechos que hace cuatro años defendía.

      Se está hablando mucho del "mal menor" a la hora de votar. Pero hay que tener en cuenta que, siempre que nos refiramos a ese "mal controlado" hasta cierto punto, estamos tratando del mayor bien posible que se puede conseguir en ese momento. Nunca a la "cantidad de mal" nuevo y arrollador que parece venir encima. No: ese planteamiento sobre el mal menor es falso, aunque sirva momentáneamente para tranquilizar nuestra conciencia, de modo inútil y farisaico.

     De ese modo, sin no pensamos en el bien posible que podemos hacer y en los medios para conseguirlo, las posibilidades de actuar apoyando al mal menor parecen cada vez más grandes y justificadas. Y eso siempre sucede cuando, tanto los individuos de a pié, como ciertos gobernantes, y autoridades, también en la iglesia, que tienen como misión cuidar, guiar y defender a sus súbditos, sin embargo, en los momentos difíciles, callan escandalosamente, cobardemente, pusilánimemente.

     Parece que la pasividad arregla todo; y es como un huracán activísimo que se lleva todo por delante. Con tales razonamientos, en cualquier tema o situación, aunque sea muy grave, vale el "mal menor". Y ese planteamiento es falso, engañoso y engañador.

     Ha llegado el momento en que la pregunta no es:

      -¿Puedo aceptar ese mal menor?

      Se transforma en otra

      -¿Cómo puedo yo actuar, personalmente, no sólo votando, para hacer el bien? ¿Qué he de hacer yo, pues; porque soy responsable activo de lo que sucede en mi sociedad, en mi país, en mi familia?

      Probablemente lo "único" que puedas hacer -porque se supone que has agotado ya todas las posibilidades- es cooperar en formar otro partido, o una "sociedad intermedia" (eso es un sindicato, por ejemplo), que defienda parcelas, porque suma mucha gente que coincide en tantos valores: defensa de un modelo libre de enseñanza, de la familia, del aumento indebido de los precios, etc.

       Pero hay que moverse, porque en España y en el resto de Europa, se está votando a gente poco preparada, poco honrada, y muy ideologizada. Y no debe ser así, porque cuando la clase política pierde el espíritu democrático, empieza a actuar injusta y engañosamente en casi todos los campos.

      Y lo peor: los políticos podrían sentirse y actuar como dueños del pueblo. "La banda de ladrones", de la que habló tantas veces Ratzinger.

     Pruebas claras tenemos: normas que se están imponiendo y que no sólo afectan a nuestro actuar externo, ciudadano y social, sino que quieren alcanzar, alcanzan de hecho, a nuestras ideas personales y propias, a nuestra misma conciencia y la de nuestros hijos: injurias al matrimonio del hombre y mujer, a la familia, a la educación de los hijos, libertad de enseñanza, más injurias y vejatorias a la práctica de la vida cristiana, etc.

       Y en clave loca y tenebrosa, propia de espíritus desequilibrados: enseñar a los niños a partir de los 3 años -así quieren en la Región de Murcia, España- "a encontrar" su identidad sexual, etc.

     Todo esto es intolerable. Si pasa esto en tu país, deja de pensar que vives en un país democrático. Por muy alto que sea tu nivel de vida, te encuentras en la peor de las situaciones tercermundistas.

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