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jueves, 3 de marzo de 2016

Contracorriente (9): Ideología de genero. Una imposición a nivel mundial, a estados y a ciudadanos.

     

Y sobre todo que no sólo pretende un cambio social -de la vida social, de la sociedad-, sino el cambio de la naturaleza humana. Además de no atraer, la desdicen los pensadores de todos los siglos, las religiones de todos los tiempos, los filósofos, hasta hace poco -¿están obligados ahora?; no deberían aceptar la coacción- los médicos, los psiquiatras, los fundadores de la psicología, los antropólogos... No es la Iglesia, aunque en la Iglesia hay gente que calla, por cobardía en primer lugar, y por miedo. 

      Aquí recojo un texto de un hombre sin miedo, el Cardenal Robert Sarah, en su obra ya mencionada por mí en este blog, "Dios o nada". Nuestro Cardenal es muy delicado, porque en el fondo  engloba en "esa nada" al hombre, que pasaría a perder su humanidad.


            “Según la ideología de género, no existe diferencia ontológica entre el hombre y la mujer. Las identidades masculina y femenina no están inscritas en la naturaleza: se trata del resultado de una construcción social, un papel que desempeñan los individuos a través de tareas y funciones sociales.

         Estos teóricos consideran que el género es preformativo y que las diferencias hombre-mujer no son más que opresiones normativas, estereotipos culturales y construcciones sociales que hay que deshacer para alcanzar la paridad entre el hombre y la mujer. La idea de una identidad construida niega de modo irreal la importancia del cuerpo sexuado. Un hombre jamás se convierte en mujer, ni esta en un hombre, sean cuales sean las mutilaciones que uno y otra acepten sufrir.

        Decir que la sexualidad humana ya no depende de la identidad del hombre o de la mujer, sino de orientaciones sexuales como la homosexualidad, constituye un totalitarismo onírico Yo no le veo futuro a semejante superchería. Mi inquietud se dirige más bien al modo en que los Estados y los organismos internacionales intentan imponer por todos los medios, muchas veces a marchas forzadas, la filosofía deconstructivista llamada de género. Si la sexualidad es únicamente una construcción social y cultural, estamos cuestionando la forma en que la humanidad se reproduce desde sus orígenes. De hecho, hasta cuesta tomarse en serio una visión llevada tan al extremo.

        Los investigadores son libres de prestarse a servir a tesis extravagantes y peligrosas; pero nunca admitiré que estas teorías se impongan directa o insidiosamente a poblaciones indefensas. ¿Cómo se van a defender un niño o un adolescente de las zonas rurales africanas más remotas frente a tales especulaciones engañosas?

        Una cosa es respetar a las personas homosexuales, que tienen derecho a un auténtico respeto, y otra distinta promover la “homosexualidad como modelo social. Este modo de concebir las relaciones humanas supone de hecho una agresión a las personas homosexuales, víctimas de ideólogos indiferentes a su suerte. Hay que velar por que los homosexuales no sean víctimas de ataques muchas veces vergonzosos e insidiosos.

         No obstante, creo que es un craso error querer erigir esa sexualidad en ideología progresista. Percibo una voluntad, por parte de ciertas estructuras influyentes, de hacer de la homosexualidad la piedra angular de una nueva ética mundial. Todo proyecto ideológico extremista lleva aparejado su propio fracaso: temo que, en última instancia, las personas homosexuales sean las primeras víctimas de tales excesos políticos.”


Pasaje de: Sarah, Cardenal Robert. “Dios o nada (Mundo y Cristianismo) (Spanish Edition).

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