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sábado, 16 de julio de 2016

En Tierra Santa existen cinco lugares no tan célebres que se conservan como los vio y vivió Cristo


En Tierra Santa existen cinco lugares no tan célebres que se conservan como los vio y vivió Cristo
En la piscina de Siloé las aguas eran de gran pureza y con fama de poder curativo.


  
  
Carmelo López-Arias / ReL     16 julio 2016
"Después de unos días transcurridos en la tierra del Señor, podemos afirmar que ya nada es igual. En adelante nos situamos con soltura y precisión en los Lugares Santos: las regiones donde se encuentran, las distancias entre ellos, los tipos de terreno. El Evangelio se nos abre con mayor claridad. Somos capaces de vivir la vida de Cristo de una forma más real".

Así confiesa Scott Hahn su propia experiencia en Tierra Santa en el prólogo a un libro que vale la pena tener en la mesilla de noche junto a los Evangelios: Huellas de Jesús. El Evangelio desde Tierra Santa, de Santiago Quemada (Rialp).


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Santiago Quemada es un sacerdote que lleva ya muchos años en Tierra Santa, así que tiene bien interiorizada la misma vivencia de la que habla Hahn. Riojano y sacerdote numerario del Opus Dei, estudió Derecho en la Universidad Complutense y Teología en la Universidad de la Santa Cruz en Roma y es doctor en Teología Moral por la Universidad de Navarra. Conduce el blog Un sacerdote en Tierra Santa, donde recientemente apuntaba los cinco lugares más especiales para un cristiano que pueden visitarse allí.



Esos cinco y muchos otros son descritos en Huellas de Jesús con precision arqueológica e histórica pero, sobre todo, encarnando en todos ellos los textos evangélicos. "Encarnación" es la palabra clave. Dios se encarnó y por ello comió, durmió, jugó, rió, lloró y -doble naturaleza en una única persona- oró en lugares precisos, siguiendo costumbres concretas, con una visión de la vida que, en cuanto hombre, fue la específica de las gentes del lugar elegido para predicar la Buena Nueva y obrar la Redención. Santiago Quemada nos mete en esa piel para conocerle y comprenderle mejor, con el esmero en los detalles con el que proponía San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales que se meditase la vida de Cristo.

Huellas de Jesús incluye referencia a infinidad de monumentos y lugares, algunos de ellos muy conocidos, desde la basílica de la Natividad al huerto de Getsemaní o el Santo Sepulcro. Otros lo son menos o están menos presentes en el imaginario colectivo sobre Tierra Santa, y entre ellos destacan algunos que apenas han cambiado respecto a cuando Jesucristo pasó por ellos.



El Pozo de Sicar es el lugar donde la samaritana dio de beber a un Jesús sediento. Se encuentra en el interior de una iglesia ortodoxa grande, cerca de Nablus, construida en 1907 sobre los restos de un templo bizantino y otro de la época de los cruzados, y no rematada hasta 1998. "Se trata, con toda seguridad, de uno de los pocos sitios que Jesús tocó y que siguen en pie", dice Quemada tras exponer brevemente la triste historia de los samaritanos, que son ahora poco más de seiscientos.



La Barca de Jesús, descubierta en 1986 por los hermanos Luftan en el fondo del lago Genesaret, se conservó y ha podido ser datada con precisión gracias al barro que la aisló del oxígeno, que de otra forma habría podrido la madera hace siglos. Tiene 8,2 metros de largo, 2,3 metros de ancho y 1,2 metros de altura, y dos mil años a sus espaldas. Puede suponerse sin aventurar mucho que, si Jesús no viajó en ella, tuvo que verla habitualmente, porque tampoco eran tantas en aquella época en la zona donde fue hallada y Él predicó.



La Piscina de Siloé es el lugar a donde Cristo envió a lavarse al ciego a quien curó poniendo en sus ojos el barro formado con Su saliva. El lugar fue utilizado por los judíos hasta la destrucción del templo y la dispersión en el año 70. En los últimos años los arqueólogos han encontrado el camino de piedra que hacía de canal para llevar hasta ella un manantial de agua limpia y pura: "Desde el momento en que lo encontramos estuvimos cien por cien seguros de que era la piscina de Siloam", afirmó el arqueólogo Eli Shukron.



La Gruta del Prendimiento no debe pasar desapercibida en la visita obligada al Huerto de Getsemaní. Es una gran cueva natural venerada desde siempre por los cristianos como el lugar donde Judas entregó al Señor identificándole con un beso. Fue utilizado como almacén por el dueño del terreno, pero ya en el siglo IV había una capilla y posteriormente hubo enterramientos, pinturas, grafitis... También se supone que pudo ser el lugar donde se quedaron dormidos ocho de los apóstoles. "Esta gran cueva ayuda mucho a rezar, al recogimiento", recomienda Quemada: "Es el sitio donde se considera que el traidor entregó a Jesús, y desde el que huyeron todos los demás discípulos, dejándole solo".



La Mesa de los Carbones es el lugar junto al mar de Tiberíades donde Jesucristo invitó a desayunar a los apóstoles, tras una noche de trabajo en el mar, durante una de las apariciones posteriores a la Resurrección y antes de la Ascensión. Se llama así porque es una roca en forma de mesa (la Mensa Domini) donde el Maestro les tenía preparadas unas brasas con pescado y pan, según cuenta San Juan. Sobre esa roca se levanta el actual templo, una iglesita franciscana de 1933 y nos permite conmemorar un momento tan entrañable como el que debió ser esa comida.

Para preparse bien y peregrinar a Tierra Santa descubriendo el valor y la conexión evangélica de los lugares visitadosHuellas de Jesús es un instrumento insustituible. Para quien no  puede peregrinar a Tierra Santa... todavía más.

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