«La intervención en la vida pública no se puede limitar a modificar las leyes, el testimonio es decisivo»
Uno de los “platos fuertes” de la primera jornada del Meeting el pasado domingo fue el diálogo sobre “Europa: ¿ideal o idolatría?” mantenido por Andrea Simoncini, Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Florencia, y Joseph H.H. Weiler, Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Nueva York y en el Colegio de Europa (Bélgica), considerado uno de los principales expertos en las instituciones europeas.
Con este motivo, reproduzco el resumen y comentario que el periodista Fernando de Haro dedica en Páginas Digital a la intervención del Profesor Weiler en el mencionado diálogo.
WEILER EN RIMINI: LA POLÍTICA ES SEXY, DEMASIADO SEY
Fernando de Haro – Páginas Digital Weiler es el gran experto en derecho europeo. El catedrático estadounidense que más sabe de la Unión. Pero Joseph Weiler es también el judío amigo de los cristianos, el que ha defendido en Estrasburgo el crucifijo en las escuelas.Weiler, en la primera sesión del Meeting de Rimini, ha hablado sobre el texto que con ocasión de las elecciones europeas del pasado mes de mayo presentó el presidente de Comunión y Liberación, Julián Carrón: ¿Es posible un nuevo inicio? En aquella intervención Carrón subrayó que en Europa son necesarios espacios de libertad para el encuentro entre los buscadores de la verdad. Weiler, después de 40 años de estudio del constitucionalismo europeo, coincide con Carrón en su juicio sobre el momento que vive el Viejo Continente: las instituciones y el derecho son importantes, pero lo decisivo para la reconstrucción es el sujeto europeo.
“Hay sin duda ataques contra la libertad religiosa, hay que denunciarlos, pero no todo son ataques. Antes que hablar de las amenazas se tiene que oír una voz de los cristianos confiada y consistente. Los cristianos hasta ahora han sido mayoría en Europa, pero como dijo en su momento Benedicto XVI, ahora son minoría y tienen que tener en cuenta ese factor que es decisivo. Nosotros los judíos, que somos vuestros hermanos mayores, siempre hemos estado en minoría, por eso os podemos ayudar en este momento”, señala Weiler. Aparece la cuestión de fondo: ¿qué puede aportar el creyente a la vida pública? Weiler retoma el discurso de Benedicto XVI en el Bundestang. La intervención del hombre religioso en el terreno político y legislativo no puede invocar los criterios de la revelación, sino de la razón. Una razón, eso sí, ensanchada por la experiencia de la fe. Y cuando se entra en este terreno es necesario, dice el profesor judío, ser humilde: los cristianos no tienen el monopolio de la moral. Pero a Weiler lo que le interesa es romper cierta forma de presencia “unidimensional”.
Está convencido de que la atracción que ejerce la política, cuando se absolutiza, puede restar valor a la aportación que un hombre religioso puede hacer. “La política es muy seductora”, indica. El creyente haciendo política interviene en la vida pública a través de la ética y la moral. Pero la ética y la moral no agotan la experiencia religiosa. “Lo que distingue a la persona religiosa es la santidad, hay aspectos decisivos que nos distinguen y de los que nos olvidamos porque estamos obsesionados por la política. La intervención en la vida pública no se puede limitar a modificar las leyes, el testimonio es decisivo. Pensar que solo el cambio de la ley es incidente muestra que tu posición es débil”, señala el profesor judío. Y es aquí donde sus sugerencias se hacen más interesantes, especialmente en un contexto en el que avanza el nihilismo legislativo y muchos se sienten impotentes por no poder poner freno a los nuevos derechos.
“Si solo se tiene en cuenta la ley se disminuye el valor de la persona, que es el sujeto moral”, señala el ahora presidente del Instituto Universitario de Florencia. La provocación de Weiler es contundente. No se trata de la vieja “opción espiritual” que minusvalora el papel de la política y se recluye en las sacristías. Sino de reconocer la frecuente debilidad del sujeto religioso que ya no confía en la capacidad de su experiencia para dar a conocer la verdad (testimonio) y para cambiar la vida pública (presencia). Hay todo un mundo que redescubrir. Siempre fue conveniente tener hermanos mayores.
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