Un sueño que garantíza el respeto a la dignidad y libertad de la persona
‘I have a dream’ ─Yo tengo un sueño. Muchos recordarán el discurso de Martin Luther King que tuvo esa cantilena. Corría el 1963 y el líder de color, encaramado en las escaleras del monumento a Lincoln, hablaba ilusionado e ilusionando sobre la igualdad de derechos de los de su raza con los restantes norteamericanos. Un sueño realizado sustancialmente, incluso hasta lograr uno de ellos la presidencia del país. Sin dormir, se colapsaría la vida. Sin soñar, se adormece la existencia.
Yo también tengo un sueño: para nuestro país y para este mundo globalizado. Pero pienso más en España porque es lo inmediato y por algunas características propias. Deseo vivir en una nación libre, realmente libre. Hablo desde una instancia moral, no política, aunque ésta tenga mucho juego en la libertad. Para comenzar juzgando ese predio, casi se limita a votar cada cierto tiempo. Y elegimos generalmente al primero de una lista, muy probablemente de otra circunscripción. Sueño con más participación ciudadana, con más sociedad.
Es cierto que la libertad política incluye más asuntos, por ejemplo, la libertad de pensamiento y expresión, la religiosa, la de los padres a elegir el modelo de educación que desean para sus hijos, la sindical, etc., a una vivienda digna. Pero no acaban de ser cabales. Sueño con políticos, empresarios, sindicalistas, sociólogos, pensadores, curas, etc., que busquen la verdad y el bien de las gentes. Con un país sin paro soñamos todos, pero tal vez descuidamos la parte que honradamente corresponde a cada uno para conseguirlo.
Sueño con una judicatura, una policía y un etcétera que desconozco dedicados a lo suyo −seguro que la mayoría lo hace− en lugar de realizar un trabajo mediático injusto. Todo se filtra, dando lugar a indefensión, a calumnia, a difamación, a falta de seguridad jurídica, etc. Por ahí deseo continuar soñando porque vivimos con el sobresalto diario de noticias filtradas −lo llamamos periodismo de investigación− que, en no pocas ocasiones, originan daños a la sociedad, a personas o familias concretas. Sueño con unos medios de comunicación libres, respetuosos con la libertad ajena, veraces.
Sueño con una libertad de expresión más igual porque mientras se toleran asuntos como los citados, es prácticamente imposible, por ejemplo, criticar la ideología de género salvo que se desee ser mártir, o de llamar violencia doméstica, machista o feminista, según los casos, a lo que, precisamente por esa ideología, hay que denominar violencia de género. Sueño con que se pueda hablar de castidad o de la belleza de llegar virgen al matrimonio sin ser perseguido por los insultadores de turno. Tendríamos una sociedad realmente abierta y menos hosca.
Sueño con gobernantes dedicados al bien común en serio, en lugar de mirar al propio. Dijo Margaret Thatcher −no es la Biblia− que no era una política de consenso sino de convicción. Es matizable, pero vale la pena mirar las propias convicciones y las de los votantes. ¿Existen ideas fuertes en esta sociedad del pensamiento débil y del relativismo? Me parece irreal que la presencia de certidumbres engendre intolerancia. Más bien está siendo causa de fanatismo eso que se suele llamar el pensamiento dominante impregnado de género, relativismo, laicismo y juicio débil, porque, ¡ay de ti! si no admites tales “dogmas”. Pero las convicciones evitan la corrupción. Otro sueño. Y cada uno a opinar como quiera, pero evitando imposiciones.
Sueño una sociedad desmarcada de lo política o socialmente correcto, capaz de expresar lo que realmente piensa, si es que esa tarea no continua siendo una “funesta manía”. La funesta manía de pensar viene evitada porque los medios de opinión son con harta frecuencia medios de adoctrinamiento, porque el sistema educativo no ayuda a la reflexión, porque la cultura de la imagen hace difícil la especulación… Ahora se especula jugando al fútbol o se está en estado de gracia metiendo goles. Se ha repetido que los españoles somos demasiado improvisadores, pero ni eso es posible porque todo lo entregan digerido, hasta las hazañas del famoseo en programas mugres, que devastan la cultura.
Sueño con una libertad religiosa, no basada en la ridiculización de la fe católica. Este aspecto positivo del libre albedrío es principalmente inmunidad de coacción respecto a temas de conciencia y religión, siendo el orden público su único límite. En muchas ocasiones, la Iglesia Católica ha solicitado perdón por sus momentos oscuros. Sueño con que lo soliciten muchas más personas, otras religiones, partidos políticos totalitarios que hicieron purgas terribles, y sindicatos coligados. Sueño con partidos políticos, sindicatos y afines al gobierno que no tengan el llamado dinero público como propio y, sin ser los dueños, lo nieguen a los excluidos de sus circuitos.
Sueño con que se pueda hablar de ley natural sin escándalo de intelectuales a la moda, que saben muy bien que eso exige pensar en la existencia de Dios y en la dependencia del hombre respecto al Creador, vínculo que estimo como mejor garantía para respetar la dignidad y libertad de la persona. Sí, persona mejor que ciudadano, porque dice más, porque apunta a lo más específico del ser humano individual. Persona habla de intimidad, creatividad, libertad, donación. Y por eso, de inviolabilidad.
Pablo Cabellos Llorente, en el diario Las Provincias del 24 abril 2013.
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sábado, 27 de abril de 2013
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