1. A diferencia de las niñas cuyos cambios, al llegar la pubertad, obligan a las madres a prestarles atenciones y explicaciones, en el caso de los varones sigue siendo infrecuente que su padre se adelante a realizar la misma tarea.
2. Unos piensan que a los 10‑ 11 años es innecesario y que su hijo carece de cualquier interés o preocupación por ese tema. Que el problema afecta a hijos de otras familias que no tienen casi nada que ver con el estilo de la suya.
3. Además, ‑piensan muchos padres‑ las clases de Conocimiento del Medio y de Religión, proporcionan conocimientos científicos y morales suficientes para esa edad. No olvidemos que una cosa es lo que los niños estudian en los libros y otra lo que experimentan en sí mismos o en el ambiente que les rodea.
4. Todos tienen una gran curiosidad, que es ya indicio del profundo influjo que la condición sexuada del hombre ‑varón o mujer‑ ejercerá en la formación de su personalidad: están muy atentos a las conversaciones de los padres que tratan, aunque sea incidentalmente, estas cuestiones; buscan palabras en los diccionarios: y, por desgracia, siguen llegándoles interpretaciones antropológicamente reduccionistas y moralmente degradantes.
5. Tienden a adoptar conductas imitativas; y a experimentar con juegos y ficciones que revelan la profunda fascinación que empiezan a sentir. Por desgracia, algunos adquieren prácticas viciosas, con una responsabilidad moral limitada, pero que lastran la formación de una personalidad integrada.
CAMBIOS CORPORALES
6. Empiezan a experimentar el crecimiento y la erección del pene. Es muy raro que un padre explique que se debe a la acumulación de sangre en esos tejidos ‑como un globo hinchado de agua que deja de estar flácido‑, para permitir un día que el esposo deposite la semilla de la vida en el interior del cuerpo de la esposa.
7. Así tienden a relacionarlo con algo "guarro". Hay que hacerles ver que, muchas veces, se produce espontáneamente como parte de su proceso de crecimiento y maduración. Les ayuda mucho escuchar a su padre que esos cambios corporales ‑y otros‑ tienen que ir acompañados también por una maduración de su carácter. Dios les prepara largamente para que lleguen un día a ser capaces de un amor tan grande que, con su futura esposa, puedan colaborar con Dios en el aparecer de la novedad más maravillosa de la creación: una nueva persona humana llamada a ser hijo de Dios, y del amor que puede ser su origen. Por eso se aprende a crecer de quienes les aman y les pueden ayudar: Jesús y sus padres; y también el sacerdote y el preceptor. Cuando uno no se educa bien, después es muy difícil que pueda amar bien. Y si se fracasa en amor, se sufre y se hace sufrir mucho. No hay que tener ninguna vergüenza de preguntar nada sobre la sexualidad, porque lo que Dios ha hecho bueno no es vergonzoso.
8. También conviene explicarles que esos movimientos corporales pueden causarles una pequeña incomodidad, y que no es indecoroso colocar bien los órganos corporales, ni practicar la necesaria limpieza higiénica. Aunque algunas veces pueden despertarse imaginaciones impuras o inducirse por la advertencia de los valores sexuales de. otra persona real o imaginada. En esos casos hay que aprender a no pasar del “ver inevitable” al “mirar voluntario”, o apartar una imaginación obscena centrando la atención en lo que hacen o en algo que les gusta y es bueno: charlar, cantar, leer, recordar un gran partido o película, pensar planes atractivos, etc. Siempre es una buena ocasión para pedir la protección de la Virgen María, Madre del Amor Hermoso, que les ayudará a triunfar en su educación para el amor. Hay que dejarles muy claro que sólo puede ser pecado grave lo que se advierte y consiente plenamente (y no las ocurrencias que no se admiten, los sueños, las poluciones nocturnas que aparecerán más adelante, aunque vayan acompañadas de imágenes, etc.).
9. Cuando han hecho algo que les inquieta, lo mejor que pueden hacer es consultar al sacerdote que les enseñará a distinguir lo que está bien y está mal, lo que es más o menos grave. Y si han hecho ‑o sufrido de otros, sobre todo si son del mismo sexo- algo que les da mucha vergüenza, con más razón hay que consultarlo porque se quedarán muy tranquilos y contentos para siempre.
10. Cuando han adquirido alguna costumbre viciosa, aunque no se exagere su responsabilidad moral -ya les ayudará el confesor- , tampoco conviene quitarle importancia (como si no fuera más que un erupto), ayudándoles a rechazar con energía y con la ayuda de Dios, las ocasiones asociadas a esas prácticas. Así aprenderán a integrar su sexualidad en su libertad y se harán capaces un día de la entrega amorosa de sí mismos.
11. Conviene hacerles ver que como el hombre es capaz de utilizar de modo antinatural sus facultades (la inteligencia para hacer daño, la lengua para insultar), también puede usar mal los órganos sexuales. Lo que llaman una "paja" (masturbación) es una conducta antinatural, que ni siquiera practican los animales, salvo las conductas imitativas de los monos. Pueden responder a quienes les invitan a esos "experimentos" que eso es ponerse por debajo de ellos.
12. Se puede y se debe hablar bien de lo que Dios ha hecho bueno: del sexo, de la belleza femenina de las chicas. Pero ni ellos son cerdos ni las chicas son vacas, y tienen que saber cortar conversaciones de otros que tienen una visión exclusivamente zoológica de estas realidades. Pero también conviene ayudarles a comprender la diferencia entre una conversación impura, un taco, un chiste picante. Aunque suenen mal en la boca de un chaval bien educado, no todo tiene la misma relevancia moral. No todo es “guarro" o "impuro” en la misma medida. Gravemente impuro es la expresión o la incitación del deseo de realizar un acto sexual -"hacer el amor”- con una chica (con chicos no suelen decirlo), porque ese acto es verdadero y bueno cuando es la expresión corporal del amor del esposo a la esposa. Y no cuando utiliza simplemente a una persona como objeto de placer: ofende a la dignidad del amor, a la dignidad de quien habla así y de la persona de quien no habla.
Al explicar la sexualidad conviene evitar un enfoque utilitarista ("es para procrear hijos”) o hedonista ("es para producir placer"). La sexualidad es una dimensión de la persona orientada a un amor especifico y muy profundo: el amor esponsal. Y el amor esponsal entre varón y mujer, cuando es verdadero es una donación comprometida, fiel ‑unión matrimonial indisoluble‑ y abierta al don de los hijos. El placer que acompaña la unión conyugal es mucho más que un goce físico, es la alegría de una comunión personal y total
EL PUDOR
13. Todo esto tiene que ver mucho con la limpieza de la mirada ("lámpara de tu cuerpo es tu ojo", "más te vale entrar tuerto en la vida eterna", "el que mira deseando ya adulteró en su corazón “). Los niños pequeños no tienen pudor aún, porque tienen muy poco desarrollada su intimidad. Pero después las cosas íntimas se rodean de pudor: no se habla de asuntos de la familia o de los amigos íntimos, con extraños curiosos. No porque sean malas, sino al contrario porque son un tesoro ‑alegrías, sufrimientos, dificultades, proyectos-, compartido con los miembros da la familia o los amigos íntimos. Algo parecido pasa con el cuerpo humano en sus valores sexuales: se rodean de pudor, porque sólo se compartirán con la persona amada en el matrimonio, y no siendo objeto para la curiosidad de cualquiera ni para la exhibición.
14. La pérdida del pudor propio, o su falta de desarrollo, es un empobrecimiento humano. Y por eso es necesario educar en lo que ya es un movimiento natural: el acto conyugal no se realiza en público no porque sea malo, sino porque es íntimo. Los chavales tienen que ver respetada su intimidad corporal, como sus hermanas. Hay que cuidar este aspecto especialmente en las actividades de verano y agrupaciones deportivas. Como es importante el modo de vestir en el hogar que no es el mismo de la piscina o el campo de deportes (ni el de asistir a la santa Misa).
15. Hay representaciones de actos sexuales o del cuerpo humano en la publicidad o en fotografías y películas, que utilizan el reclamo de los valores sexuales como un medio de captar la atención y fijar el interés, apelando a reacciones instintivas y no racionales del hombre. En esos casos, se ofende la dignidad de las personas representadas, la dignidad del que mira y se envilece el ambiente, degradando el sentido verdadero del amor. Cuando se seleccionan las revistas, vídeos y programas de televisión, hay que tener estos valores en cuenta. Y si es necesario interrumpir un programa, es también muy conveniente explicar las razones de esa elección: no se trata de defender tabúes irracionales, sino de vivir al nivel de la dignidad propia de la persona, sin dejarse manipular. El arte ha sabido tratar todos los temas humanos ‑buenos y malos- sin necesidad de esos reclamos. Igual que ha sido capaz, no pocas veces, de representar la belleza del cuerpo desnudo reflejando la gloria de la criatura humana, sin que provoque un mal deseo más que en mentes pervertidas. Pero la mercancía pornográfica que circula no pretende reflejar la gloria de la criatura humana, sino que la envilece.
16. Quienes difunden esas representaciones vendiéndolas, enseñándolas a compañeros, etc., cometen un pecado de escándalo que obliga, a reparar el daño causado (lo mismo que los traficantes de droga o quienes la difunden). Y cualquier persona normal puede y debe, en lo que está en su mano, evitar que se difunda esa corrupción.
OTRAS CAUTELAS
17. Los chavales tienen tendencias imitativas que les llevan, a veces, a experimentos (con objetos sustitutivos de una chica, o entre ellos). Hay que saber no hacer tragedias de comportamientos infantiles y, a la vez, poner de relieve su anormalidad (igual que es anormal la bestialidad).
18. Por eso, lo que más les ayuda en la educación para el amor es ver el ejemplo de sus padres fieles y enamorados: eso puede más que toda la presión de un ambiente neurotizado por una visión reductiva del hombre y de la sexualidad -separada del verdadero amor- que les llega en múltiples mensajes.
19. Sería ingenuo temer herir su sensibilidad y dejar que la destroce ese ambiente. Es preferible no preguntar directamente, sino dar por supuesto lo que es normal (“a tu edad, a los chicos les pasa..." ), o adelantarse a encontrar una salida a lo que no es tan normal ("hay chicos que, a tu edad, por afán de experimentar y por ignorancia hacen...,"). "Cuando a ti te pase ‑o si a ti te ha pasado‑ lo que tienes que hacer es...”). Les ayuda mucho comprobar que sus padres les comprenden y les ayudan a comprenderse, y les enseñan a poner en relación lo que van a experimentar, y sus luchas, con el amor en toda la belleza que tiene según el plan de Dios.
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