Por Antonio Argandoña, Catedrático Economía Universidad de Barcelona, Ordinario del IESE
Este es el título de mi artículo de hoy en El Periódico (aquí), tomado de un programa de radio de la cadena SER de los años sesenta y setenta. Quiere ser un elogio de las personas, empresas e instituciones que lo están haciendo muy bien en esta crisis -en todas las crisis hay muchos “formidables”. Es una protesta, más o menos explícita, contra los que todo lo ven mal, no porque ellos lo vean mal, que están en su derecho, sino a los que lo hacen por una actitud, digamos, ideológica (si las cosas se están arreglando, hay menos razones para salir a la calle a protestar, para echar la culpa a otros, a los banqueros, a los políticos, a la señora Merkel o al capitalismo, que claro que tienen culpa, pero no solo ellos).
Son formidables las familias que están sosteniendo a sus miembros en paro, quejándose, como es lógico, pero sosteniéndolos. A las que ayudan a los vecinos con problemas, bien manifestándose contra los desahucios, bien dando su ayuda económica a un comedor de caridad o a unas personas necesitadas. A los trabajadores que, como las empresas tienen dificultades, aprietan los dientes, trabajan más y tratan de salir adelante, ellos y su empresa -quejándose, claro, pero trabajando más y mejor. Y a los que se aprietan el cinturón, que no están los tiempos para excesos.
Son formidables las empresas que, ante la caída de la demanda y del crédito, se han lanzado a explorar nuevos mercados (casi el 50% de las exportaciones españolas va ahora fuera de la Unión Europea), mantienen el empleo como pueden y siguen al pie del cañón. Como he dicho otras veces, son ellas las que nos sacarán del atolladero. Y aprovecho para recordar las fortalezas que se ocultan en ellas: buen tejido empresarial (no en todas partes, claro), capacidad de trabajar bien, mano de obra cualificada y productiva…
Hay más formidables. Y muchos contraformidables, si se me permite la expresión. Políticos que siguen jugando a la corrupción, porque su patrimonio es más importante que el bien común; banqueros que, a estas alturas, no han dado una explicación de cómo tomaban sus decisiones en los años de la burbuja y que no han sabido tener la gallardía de hacer frente al problema de los desahucios hasta que estos han estallado en la calle; gobernantes que no han dado explicaciones de sus errores y que no saben renunciar a sus objetivos personales o de partido para colaborar en la solución de los problemas de la sociedad; sindicatos que no han sabido hacer el examen de conciencia necesario para entender su parte de culpa en lo que ha pasado; familias dealtos ingresos que han reaccionado a la crisis con la actitud egoísta de sacar su dinero del país, no sea que tengan que pagar más impuestos…
Pero mi objetivo en el artículo citado no era criticar a los contraformidables, sino alabar a los formidables, y pedirles que aguanten, que sigan colaborando. Porque, al final, nos sacarán adelante a todos.
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