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domingo, 14 de agosto de 2011

El Papa pedirá a los jóvenes «generosidad sin límites»

JUAN VICENTE BOO, ABC digital
 Desde aquellas maravillosas jornadas en Sidney, hace tres años, Benedicto XVI se ha preparado para la nueva cita con los jóvenes en Madrid. En la tranquilidad de Castel Gandolfo, acaba de terminar los 14 saludos, homilías y discursos que pronunciará en esta JMJ. Cada palabra está medida. Cada frase tiene un sentido. Su objetivo es llegar, uno a uno, al corazón de un millón de jóvenes.
El Papa prepara esta cita desde el 20 de julio de 2008, cuando clausuró la JMJ de Sidney y convocó a los jóvenes del mundo entero en Madrid. Y el Domingo de Ramos de 2009, en la Plaza de San Pedro, bendecía la entrega de la Cruz de la JMJ, que los jóvenes australianos ponían en manos de los españoles bajo la mirada sonriente de los cardenales de Sidney y Madrid.

Amar es renunciar

Benedicto XVI les invitó a dejar atrás una visión egoísta de la vida, «pues el amor significa renunciar a sí mismo, liberarse de uno mismo» para entregarse plenamente a otros en la vida matrimonial o en la vida consagrada. El Papa les animó a «no tener miedo ante las grandes decisiones que se toman una vez en la vida», pues «no existe una vida lograda sin que haya sacrificio». Y esa va a ser la clave de sus mensajes. Benedicto XVItrata a los jóvenes como adultos y les plantea metas muy exigentes. Les invita a una generosidad extrema en la vida matrimonial —cada vez más sacrificada—, en la vida religiosa o en la sacerdotal. Les da la oportunidad de escapar de la cárcel del consumismo y del egoísmo para entrar en un mundo nuevo: el del servicio a los demás, que es la fuente de la alegría.

Jesús, amigo fiel

Hace poco más de un año, el Papa recibía en el Vaticano a los miembros de la Fundación Madrid Vivo —entre los que figuran la presidenta-editora de ABC, Catalina Luca de Tena, y el presidente de Honor de Vocento, Santiago de Ybarra, junto con otros destacadas empresarios españoles—, para agradecerles su ayuda a una JMJ que «no es una simple reunión multitudinaria, sino una ocasión privilegiada para que los jóvenes de vuestro país y del mundo entero se dejen conquistar por el amor de Jesús, el amigo fiel».
Desde entonces, Benedicto XVI prepara su parte para ayudar a esa «conquista», de la que no quiere ser protagonista, pues las JMJ, como dijo en las Navidades de 2008, «no son una especie de festival rock con el Papa como super-star. El Papa no es la estrella en torno a la cual gira todo, sino tan sólo un delegado que apunta hacia Otro que está en medio de nosotros: Jesucristo».

Un largo camino

En su discurso navideño a la Curia, Benedicto XVI recordó que la JMJ«no consiste sólo en la semana visible a todo el mundo», sino que es «un largo camino exterior e interior que lleva hasta ahí».
La mayor parte de los chicos y chicas que están llegando a Madrid llevan uno o dos años de preparación interior, y están pasando estos días previos con otros jovenes y familias españolas en alguna de las diócesis de nuestro país.
Para cada participante, la JMJ es la ocasión de convivir durante dos o tres semanas con personas de carne y hueso, liberándose del mundo virtual y del monopolio de los «amigos» de internet para descubrir a personas reales, con otra cultura y otro idioma: un encuentro verdaderamente enriquecedor.

Gestos y palabras

Sobre ese terreno abonado, Benedicto XVI sembrará un mensaje dirigido tanto a ese millón de jóvenes como al mundo entero, y lo va a hacer con una estudiada combinación de gestos y de discursos.
Como vivimos en un civilización visual, el Papa comenzará sus actividades en Madrid cruzando la Puerta de Alcalá con cinco jóvenes de los cinco continentes y plantando allí mismo un olivo, símbolo de paz pero también de estar «enraizados en Cristo» como afirma el lema de esta JMJ.
Habrá «signos» visuales cada día, como el encuentro con 1.600 religiosas jóvenes y 1.500 jóvenes profesores en El Escorial el viernes. La alegría de estas chicas consagradas será el mejor testimonio del valor actual de la vida religiosa, mientras que el optimismo de los jóvenes profesores y profesoras dará testimonio de la complementariedad de la fe y la razón, al tiempo que revaloriza la gran tarea de educar.

Confesión y Eucaristía

El poderoso «signo» del sábado por la mañana será ir a confesar al Parque del Retiro; la primera vez que un Papa participa en la «Fiesta del Perdón», componente importantísimo de la JMJ. El «signo» de la tarde será la visita a los discapacitados físicos y psíquicos del Instituto San José, mientras que el de la noche será la adoración eucarística en silencio en el aeródromo de Cuatro Vientos.
El formato de la JMJ es una combinación irresistible de espiritualidad tradicional —catequesis, confesión, adoración silenciosa al Santísimo Sacramento— y de fiesta moderna —música, cine, gigantesco «sit-in» bajo las estrellas en Cuatro Vientos— en la que los participantes disfrutan como nunca lo han hecho en su vida y dan un ejemplo de civismo alegre al país anfitrión.

Escuchar a Jesucristo

Benedicto XVI les dirigirá en Madrid palabras similares a las de Colonia en la Jornada Mundial de 2005: «Quisiera decir a cada uno de vosotros: “Abrid vuestro corazón a Dios, dejaos sorprender por Cristo. Concededle el derecho a que os hable durante estos días”».
El Papa les explicará que «ser cristiano es algo hermoso» y que la Iglesia es el mejor lugar para descubrir «la misericordia de Dios y su ternura hacia las personas humanas». Les dirá que la Iglesia es «el mejor lugar para encontrar a Cristo» y, con Él, la verdadera felicidad en la forma de servicio generoso a los demás: al marido, a la esposa, a los hijos, a los miembros de la propia comunidad cristiana y de la propia sociedad, especialmente los más vulnerables.
El Papa les ayudará a descubrir «la unidad de la familia humana», por encima de naciones, lenguas y religiones, y les invitará a cuidar la naturaleza viéndola como «manifestación del Creador».
Benedicto XVI les desafiará a superar un relativismo paralizante que duda de todo y a sumarse al proyecto de construir la «civilización del amor».

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