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sábado, 22 de septiembre de 2018

La política espectáculo y el Tribunal Supremo de EE.UU.


¡Hasta qué punto no se acepta la derrota!
Por Juan Meseguer, 19.09.2018
El juez Brett Kavanaugh, nominado por Donald Trump para ocupar una vacante decisiva en el Tribunal Supremo estadounidense, ve peligrar el visto bueno del Senado, tras haber sido acusado de una agresión sexual presuntamente cometida hace más de tres décadas. Antes de que surgiera esta acusación, el proceso de confirmación ya había entrado por derroteros inusualmente broncos.
El hecho de que unos jueces sean nominados por un presidente demócrata y otros por uno republicano, o que sea vox populi la afinidad de cada magistrado con la tendencia progresista o conservadora del Tribunal, indica que nadie espera de ellos que interpreten la ley en vacío: cada cual se acercará a la ley con sus mejores conocimientos jurídicos, pero también con una mochila de convicciones políticas, filosóficas, morales o religiosas.
Lo que sí cabe esperar de un magistrado del Supremo es que sea independiente; es decir, que interprete y aplique la Constitución, sus enmiendas y las leyes federales al margen de sus preferencias personales. Este es el sentido de las audiencias ante el Comité de Asuntos Judiciales del Senado: determinar si el candidato está capacitado o no para actuar de ese modo.
En esa decisión hay implícito un juicio político. Y, de hecho, el resultado de la votación depende en buena medida de quién tenga más senadores en la Cámara. Pero tampoco es extraño que el candidato se acabe llevando el voto favorable de algunos senadores del partido rival. Todo depende de si logra convencerles de que será un juez intérprete, no legislador.
Así las cosas, es razonable que los candidatos opten por la prudencia al expresar sus puntos de vista en temas sensibles. Y también lo es que, pese a la cautela de los examinados, el interés de los medios tienda a dirigirse hacia las controversias.
Todo esto era previsible en el caso de Kavanaugh. E incluso se esperaba que el tono de las audiencias subiera algo más de lo habitual, dada la trascendencia de la vacante en juego y dado que –de ser confirmado– Kavanaugh se convertiría en el segundo juez del Supremo nominado por Trump. Se esperaba, sí. Pero no en el grado de beligerancia que se ha visto.

¿Un torpedo contra la democracia?

El espectáculo comenzó fuera de las puertas del Senado. El primer día de los cuatro que duraron las audiencias, activistas disfrazadas como las oprimidas mujeres de la serie El cuento de la criada enviaron a la opinión pública el mensaje de que un Supremo con otro juez contrario al aborto abriría la puerta a una dictadura machista como la que pinta la serie.
Ya en el interior, la sesión fue interrumpida al menos 57 veces por personas del público –hombres y mujeres– que se levantaron para protestar contra el candidato. La revista Slate aprovechó para hacer demagogia y denunciar que mujeres preocupadas por el destino de sus cuerpos –en alusión a la supuesta revocación de Roe v. Wade que favorecería la nueva mayoría conservadora– estaban siendo expulsadas de la sala por la policía. Y aseguraba que, para ellas, la confirmación de Kavanaugh era “una cuestión de vida o muerte”.
La sospecha de que Kavanaugh era un amenaza para la democracia reapareció durante la comparecencia, esta vez traída por el senador demócrata Dick Durbin: “¿Usted comprende dónde nos encontramos como nación? Denos alguna prueba de su compromiso con las instituciones democráticas de este país, en un momento en que el presidente [Trump] parece dispuesto a dejarlas de lado”.
Y, por fin, la sospecha dio paso a la acusación: “Básicamente –dijo a Kavanaugh el senador demócrata Sheldon Whitehouse–, usted es un torpedo humano lanzado contra la investigación de Mueller [el fiscal encargado de investigar la supuesta trama rusa]. Así que, cuando llegue al Tribunal Supremo, la noqueará”.
Desde su cuenta de Twitter, Trump añadió dramatismo: “Las audiencias (...) son una muestra real de lo mezquinos, crueles, viles que son los del otro lado. Dirán cualquier cosa... para infligir dolor y vergüenza a uno de los juristas más renombrados que haya estado nunca ante el Congreso. ¡Una pena!”.

“Carnicería constitucional”

En este clima de gestos y palabras gruesas, no han faltado los titulares desmesurados, como el del columnista del New York Times Paul Krugman: “Kavanaugh matará a la Constitución”. En un artículo publicado antes de conocerse la acusación, sostiene que la confirmación de Kavanaugh daría lugar a una “carnicería constitucional”, entre otras cosas porque facilitaría el desmantelamiento de la reforma sanitaria de Obama. También afirma que “destruiría la legitimidad de la Corte”, con un argumento que revela la incapacidad del columnista para digerir la victoria de Trump: con Kavanaugh, explica, los republicanos habrían logrado llenar dos vacantes –la otra es la de Neil Gorsuch– con sendos nominados “por un presidente que perdió el voto popular y ganó la del colegio electoral con ayuda de una potencia extranjera hostil”.
La indignación de Krugman es comprensible en parte. Cuando falleció el juez del Supremo Antonin Scalia, de tendencia conservadora, le tocaba a Barack Obama proponer un candidato para cubrir la vacante. Pero los republicanos se negaron a abrir el proceso de confirmación, alegando que no procedía hacerlo en un año de elecciones presidenciales. Entonces ganó Trump y, meses después, nominó a Gorsuch. Ahora ha nominado a Kavanaugh y los senadores republicanos tenían prisa por confirmarlo antes de las elecciones legislativas de noviembre.
La polarización en este asunto también se explica por otro motivo: durante los últimos años, existía en el Senado una regla no escrita por la que los candidatos al Supremo debían ser confirmados por una mayoría reforzada de 60 senadores. Sin embargo, Trump animó a los suyos –y los suyos le hicieron caso– a saltarse esa regla en caso de obstruccionismo, por lo que Gorsuch fue confirmado por mayoría simple.
Ahora bien, hay algo inquietante en la argumentación de Krugman. De un lado, hace descansar la legitimidad de la corte en el color político de las ideas del candidato: legítimo es –viene a decir– quien está con Obama y los demócratas. De otro, descalifica de entrada a cualquier candidato que proponga Trump: dado que considera ilegítimo al presidente, cualquiera de sus nominados lo es.

Giro inesperado

Pero si algo puede cambiar decisivamente la suerte de Kavanaugh es la acusación de que, siendo estudiante de 17 años, habría intentado agredir sexualmente –ebrio y con ayuda de otro compañero– a una chica de 15 durante una fiesta. El candidato negó los hechos, presuntamente ocurridos a principios de los años 80. El caso ha recordado a la acusación de acoso sexual presentada por una mujer contra el hoy juez del Supremo Clarence Thomas, quien también negó la acusación y finalmente fue confirmado.
En defensa de Kavanaugh han salido 65 mujeres que le conocieron durante los años en que cursó secundaria (1979-1983). En una carta presentada ante el Comité Judicial del Senado, afirman que siempre “trató a las mujeres con respeto”. La mayoría de las firmantes han mantenido la amistad con él y no dudan de su integridad.
El pasado julio, antes de conocerse la acusación contra Kavanaugh, Amy Chua –conocida como la “madre tigre” por el exigente estilo educativo que aplica a sus hijas– escribió en The Wall Street Journal una apología del candidato que destacaba su papel como mentor de abogadas jóvenes. Chua ha conocido esta faceta gracias a su trabajo en un comité de la Facultad de Derecho de Yale, desde el que ha ayudado a colocarse como ayudantes de Kavanaugh a ocho mujeres.
Cuando la profesora de Yale les preguntó cómo les había ido, todas elogiaron la decencia de su jefe, además de sus cualidades profesionales. También elogiaron el impulso que había dado a sus carreras, justo lo contrario de lo que se reprocha a los poderosos cobradores de favores que ha destapado el movimiento MeToo.
La votación en el Senado estaba prevista para el jueves 20 de septiembre, pero se ha pospuesto. Tras el ajuste en el calendario, el lunes 24 iban a testificar ante el Comité Judicial tanto Kavanaugh como la mujer que lo acusa, Christine Blasey Ford. Pero esta ha solicitado que el FBI investigue los hechos antes de la comparecencia.

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