Por Antonio Argandoña, Catedrático de Economía, Barcelona
Cuando empecé este blog, hace ya unos años, lo hice, entre otras razones, porque se me ocurren a veces tonterías, que pueden ser útiles a otros; de este modo, gracias al blog podría divulgarlas y recibir comentarios y críticas, sin necesidad de vestir mucho el producto. Esta es la última tontería que se me ha ocurrido, cuando me pregunté: ¿por qué no hacemos caso a nuestros políticos, por qué no les creemos, por qué la gente se queda con lo que dicen los medios y las fake news? Y me dije que la respuesta está en la narrativa y el proyecto.
Y me imaginé un político en la televisión contando una historia. Sí, ya sé que cuentan muchas, quizás falsas, pero esta , sin ser del todo verdadera, sería creíble. Supongamos que el político quiere vender la necesidad de una reforma laboral. Primero, contar historias, brevemente. La persona mayor, 55 años, que ha perdido su puesto de trabajo, no le quiere nadie, se ha echado a perder su capital humano… El joven de 18 años, flojo en estudios, sin capacidades desarrolladas, no encuentra un empleo decente… El de 28 años, que va saltando de un contrato basura a otro, sin fijeza, sin capacidad para montar su futuro… Y van apareciendo los fallos de nuestro mercado de trabajo: mala preparación para el empleo, formación deficiente, estructura de contratos inadecuada… Nada, cinco minutos, para decir cuáles son los problemas, cómo están relacionados, y apuntar la necesidad de ponerles remedio, pero a todos a la vez. Esta es la segunda parte: la narrativa nos lleva a la descripción de los problemas. O, si se prefiere, mirar hacia el futuro y contar la historia que nos gustaría que fuese la real, desde la formación hasta el primer empleo, lo que aprende el trabajo, cómo salta al segundo, cómo mejora su formación, cómo le ayudamos a reciclarse… hasta que se jubila. Y la conclusión: todo esto no funciona, porque necesitamos al reforma del mercado laboral.
Y aquí viene la segunda parte: el proyecto. Primero, los principios, y luego las etapas y, al final, las medidas concretas, con su calendario: arranque desde la escuela y la universidad, cómo ha de ser el primer paso hacia el mercado, cómo consolidar la carrera, necesidad de reciclaje, qué pasa si pierde su empleo, qué pasa si quiere cambiar a otro empleo mejor…
¿Escucharíamos a ese político? Me parece que sí, sobre todo si va contando su historia y su proyecto, una vez y otra, de diversas maneras pero siempre con los mismos mensajes.
Y me parece que esto vale también para la empresa, o para cualquier organización. Al fin y al cabo, es lo que hacen los buenos CEOs: contar historias de la empresa, del producto, de la innovación… y vender su proyecto, con diversas modulaciones, según se dirija a sus empleados, a los inversores, a los clientes, a los reguladores…
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