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jueves, 17 de septiembre de 2020

Cuando los niños ven sexo explícito

Además, «aquellos materiales porno que consumen los jóvenes son de portales que abiertamente usan un lenguaje bastante machista hacia la mujer: la puta, la guarra, la zorra», ahonda Pérez. «El discurso de la pornografía mainstream presenta a las mujeres que manifiestan deseo sexual desde calificativos denigrantes y sexistas. Es como si la mujer que deseara sexo, que apareciera teniendo sexo, no fuera humana, sino un objeto desde la mirada del otro. Mientras la representación del hombre sigue atendiendo a su potencia, a su bravura y a una forma de practicar el sexo a menudo violenta».

Las escritoras Martha Zhein y Analía Iglesias, que acaban de publicar el ensayo Lo que esconde el agujero, el porno en tiempos obscenos (editorial Catarata) los llaman«pornonativos». «Nos hacía falta un término para describir a la primera generación de jóvenes que llegó al porno antes que a su sexualidad», explican. Es más, incluso advierten de que son ya dos las generaciones en juego. «Alguien que nació en el 85 ya está en edad de ser padre. Por tanto, se da por inaugurada la segunda generación de pornonativos, esos niños que deslizan con sus deditos regordetes las pantallas de tabletas y smartphones; bebés aún pero con una destreza increíble, y a los que puede asaltar el porno en forma de pop-up en cualquier momento».

Lo corroboran los datos. España ocupa el puesto número 13 en la lista de consumidores de pornografía, según el portal Pornhub. La edad media para iniciarse en su consumo es 11 años y entre 2004 y 2014 la búsqueda del término teen porn (sexo adolescente) se multiplicó por tres. «La pornografía puede trastocar a cualquier edad», matiza Gail Dines. «Conozco casos de niños de siete años, pero también de señores de 80, influenciados por su consumo. La industria del porno ficha a los consumidores desde temprana edad con la intención de mantenerlos enganchados de por vida», argumenta.

Otra de las tesis de esta activista, y que también citan las autoras Analía Iglesias y Martha Zhein es que, «en tiempos pornificados, las dos posibilidades que consideran las chicas en la vida pública son la follabilidad o la invisibilidad». «Es más, la frase 'ya vienen preparadas para el porno' es una frase que se atribuye a los mismos pornógrafos», desliza Iglesias.

Lo gritan en Estados Unidos hace años desde la entidad Fight the new drug (Enfréntate a la nueva droga), cuya estela en España pertenece a la organización Dale una vuelta, que emplea el lema es Stop porn, start sex (Deja el porno, comienza el sexo). Si es una droga, entonces la pornografía puede generar adicción pero, aunque hay estudios que reflejan los daños cerebrales que ésta produce, los académicos se resisten a hablar de ello en sus investigaciones. Dice Natale McAneney, director ejecutivo de Fight the new drug, que «no todo el mundo que tiene problemas con el porno es un adicto pero hay contextos en los que la adicción a la pornografía es real».

«Muy real», insisten desde Dale una vuelta. «A lo largo de la semana nos escriben pidiendo ayuda una media de 10 personas. La gran mayoría lleva 10, 15 y hasta 20 años consumiendo porno con regularidad, hasta que hartos y desesperados buscan ayuda. Explican cómo han fracasado como profesionales, padres, como parejas y como personas por culpa de la pornografía. En la vida real existe la adicción, pero la psiquiatría y la psicología no llegan a un acuerdo».

La parte buena de esta historia es que las consecuencias son reversibles, siempre y cuando se tomen medidas a la voz de ya. En mayo, la asociación hispano-francesa Mujeres Avenir advertía de que «los jóvenes españoles y franceses están deficientemente formados en salud sexual». Su presidenta, María Luisa Contes, señalaba que «el trato afectuoso no aparece por ningún lado en las páginas pornográficas, y sí, en cambio, una evidente carga de violencia y humillación hacia la mujer». Y la ginecóloga Mercedes Herrero Conde advertía de que «el aspecto emocional forma parte de la salud sexual; algo que ya advirtió el pasado febrero la Unesco en un documento sobre el asunto». 

A las organizaciones no gubernamentales cita también el sexólogo Iván Rotella cuando demanda «una plan nacional de salud sexual». «Lo proponen hace décadas organismos internacionales como la OMS y la UNESCO y, ahora, es un buen momento para abordarlo: tenemos los profesionales, tenemos la inquietud social, tenemos los problemas... Habría que empezar a darles nociones desde los tres años», propone este educador, «y abordar cuestiones más complejas cuando tienen nueve o 10».

También la ONG Save the Children reclamó en mayo una «asignatura obligatoria en educación sexual en España, ante el aumento de violencia machista entre los adolescentes -en 2017 hubo un récord de víctimas y denuncias de maltrato según el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el número de denunciados de menos de 18 años aumentó un 18,7%-. Lo dice la pedagoga Carmen Perdices, «es necesario formar en la afectividad y en el cariño, no sólo en la sexualidad, educar en el amor, al cabo».


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