Páginas vistas

martes, 16 de enero de 2018

La política espectáculo de ‘Fire and Fury’






El libro del periodista Michael Wolff Fire and Fury: Inside The Trump White House está batiendo cifras de ventas en Estados Unidos. Wolff no era demasiado conocido por el público norteamericano, aunque había ganado dos National Magazine Awards y publicado varios libros, entre otros, una biografía sobre Rupert Murdoch. El interés de Fire and Fury es relativo, pues muchos de los sucesos que cuenta no suponen grandes revelaciones. Con todo, la irritación de Trump ante la salida de esta obra le ha dado más publicidad de la que podía esperarse en otras circunstancias.
Hay un recomendable libro del periodista Manuel Erice que relata la campaña electoral que llevó al magnate neoyorquino a la Casa Blanca: Trump. El triunfo del showman. El incisivo título es muy ajustado a la realidad y explica el éxito de libros como Fire and Fury, pues en EE.UU. está triunfando la “política espectáculo”, que se asemeja a una campaña electoral continua o a un programa de televisión pendiente exclusivamente de las audiencias.

Golpes de efecto


Este tipo de política, en la que lo menos importante parece ser la propia política, se sirve tanto de las redes sociales como de los noticiarios de las grandes cadenas mediáticas pasando por los bestsellers. Es un estilo de política que vive de los golpes de efecto, de las simpatías y las antipatías personales. No busca vencer ni mucho menos convencer sino, por encima de todo, resistir. Quien sepa resistir a un adversario que le atacará por todos los medios, convencionales o no convencionales, será el vencedor.
Ni que decir tiene que un político resistente, cuyo arquetipo es Trump, se presentará ante la opinión pública haciendo gala de victimismo. Por eso, resulta dudoso que sea muy duradero el éxito de un libro dirigido contra Trump, en el que se exhiben sus defectos y limitaciones, así como las de sus colaboradores. Las declaraciones de Wolff de que va a ser un golpe decisivo contra su presidencia no dejan de ser uno de los aspectos de una operación de marketing.
El efectismo del libro está presente en el título, Fire and Fury,supuestamente tomado de las amenazas que lanzó Trump en su cuenta de Twitter contra el líder norcoreano Kim Jong-un, pero también podría interpretarse como una variación de una cita shakesperiana, Sound and Fury. El Nobel William Faulkner la utilizó para una de sus novelas, y la cita completa, tomada del acto V de Macbeth dice así en su traducción española: “La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido”.
Del mismo modo, para Wolff, la presidencia de Trump resultaría un absurdo, pues la ejerce un hombre que no está en pleno uso de sus facultades mentales. Fire and Fury sería un libro destinado a demostrarlo. Está en la línea de un libro, aparecido hace pocos meses, The Dangerous Case of Donald Trump, en el que veintisiete expertos en psiquiatría y salud mental ponían en duda el estado psíquico del inquilino de la Casa Blanca.
Sin embargo, podríamos añadir que el presidente Trump no tiene todas las limitaciones que le atribuye Wolff. De entrada, sabe con quién compararse para llegar a un público amplio. De hecho, en uno de sus tuits recientes equiparaba su situación a la de Ronald Reagan, el presidente conservador más valorado por sus compatriotas. Recordaba Trump que un día se difundieron informaciones que cuestionaban su aptitud para el cargo y, pese a todo, consiguió resolver la situación. Otro tanto iba a hacer él.
No es la primera vez que Trump se compara con Reagan. El Make America Great Again de su campaña electoral es un eslogan tomado de aquel presidente, con el evidente propósito de subrayar la pérdida de hegemonía norteamericana durante la presidencia de Obama, comparado implícitamente con Jimmy Carter, símbolo de las horas más bajas de una Administración demócrata.

¿Un presidente o un monarca medieval?

Uno de los aspectos más llamativos de Fire and Fury es su insistencia en que Trump no aspiraba a ser presidente y que estaba convencido de que no iba a ganar, aunque tampoco admitiría su derrota y aseguraría que le habían robado las elecciones. Convencido de que Donald Trump es un showman, Wolff compara este planteamiento con la película Los productores de Mel Brooks (1968), cuyos protagonistas planean hacerse ricos por medio de una especulación financiera, que solo será posible si la obra que estrenan en Broadway es un absoluto fracaso. Sin embargo, el plan no sale adelante porque la obra resulta un éxito al tomarla los críticos por una pieza satírica.
¿Perder la carrera presidencial habría sido realmente un éxito para un afortunado hombre de negocios como Trump? Se diría que Michael Wolff lo cree así, pues concibe al protagonista de su libro más como un personaje que como una persona de carne y hueso. De hecho, ilustra el ambiente que rodea a Trump con el de Mad Menuna serie de televisión, que duró siete temporadas en EE.UU. Se trata de una recreación de una agencia publicitaria de los años 60, con variados ingredientes de machismo, acoso sexual en el trabajo, alcoholismo, adulterio, misoginia, racismo… De todo eso se encuentra en la vida de Trump, según Wolff.
A lo largo del libro, Donald Trump no siempre ocupa el centro del escenario. Por sus páginas desfilan colaboradores actuales y otros que cayeron en desgracia. Son nombres ampliamente aireados por los medios: Steve Bannon, Stephen Miller, Reince Priebus, Jared Kushner, Anthony Scaramucci… Estos asesores desarrollaron un papel destacado en la campaña presidencial, pero algunos no han podido pasar más que unos pocos meses en la Casa Blanca.
Su jefe no es un experto en política, capaz de guardar las formas, sino un magnate inmobiliario acostumbrado a despedir gente a su antojo. Trump parece seguir el consejo que una vez le dieron de que es más importante rodearse de colaboradores de confianza que las propias políticas de gobierno. Y es que los medios cubren con más interés sus nombramientos que sus políticas cotidianas. Desde una estrategia de imagen como la de Trump, esas personas son, por sí mismas, las políticas. No obstante, aquí asistimos a una paradoja: si Trump no quiere ser dependiente de nadie, y menos aún de los expertos, el destino de sus colaboradores será vivir en la inestabilidad.
Esto guarda similitud, en opinión de Mathew d’Ancona, de The Guardian, más con la corte de un monarca medieval, pendiente de sus chambelanes y condestables, que con los asesores del ala oeste de la Casa Blanca. Las opiniones del séquito presidencial siempre pueden ser relegadas. La última palabra la tiene el presidente, acostumbrado a comportarse como si todavía estuviera viviendo en la Torre Trump de Nueva York, su residencia desde 1981. Según Wolff, Trump es un hombre que no escucha y quiere ser el último en hablar. Tiene un alto concepto de sí mismo, pues hace poco se definía en un tuit como un genio, ya que de otro modo no se explicaría por qué se convirtió en multimillonario. Tampoco lee mucho, pues siempre ha sido un hombre de la era de la televisión.

Trump, el impredecible

La impredecibilidad del carácter de Trump no se presta demasiado a secundar las opiniones de los expertos. Hubo analistas que creyeron que siendo presidente se acomodaría a las circunstancias y moderaría sus actuaciones, pero se equivocaron de plano.
Por ejemplo, en política exterior no se podría asegurar, según el autor del libro, si Donald Trump es aislacionista o multilateralista. En el primer año de su presidencia hemos visto cómo ha sido capaz de entrevistarse con líderes tan dispares como Trudeau, Macron, Putin o Xi Jinping. Otras veces ha dado la imagen de querer desarrollar una política de línea dura por los nombramientos de militares como James Mattis, secretario de Defensa, y Herbert McMaster, consejero de Seguridad Nacional. Pero la conclusión que se extrae al final es que parece una política ideada para revisar por completo la agenda exterior de Obama, sobre todo en Oriente Medio y Afganistán. En este último país no ha optado por la retirada de las tropas sino por intensificar el esfuerzo militar, aunque dentro de unos límites, y manteniendo una presencia que es considerada estratégica.
Alyssa Rosenberg, del The Washington Post, ha hecho una interesante observación sobre el enfoque del libro. Según esta periodista, el verdadero protagonista debería haber sido Steve Bannon, el antiguo jefe de estrategia del presidente y uno de los artífices de su triunfo electoral. Bannon es un representante del nacional-populismo americano y ha presidido hasta hace poco Breitbart News, obsesionado por las teorías de la conspiración y la desconfianza hacia los políticos tradicionales. Bannon se consideraba a sí mismo un genio de la estrategia política capaz de darle una cobertura ideológica a un trumpismo que carecía de ella. Pero ese ha sido su gran error: Donald Trump resulta inclasificable e imprevisible. No existe el pensamiento Trump. De ahí que Bannon, tras siete meses como colaborador del presidente, se haya convertido en otro de sus críticos, y Trump le ha considerado un traidor por haber contribuido en no pequeña parte a la aparición del libro de Wolff.
A modo de conclusión, el éxito de Fire and Fury es exclusivamente mediático y está destinado a ser pasajero, promovido por un periodista que, según Masha Gessen en The New Yorker, es capaz de degradar el sentido de la realidad aunque cree la ilusión de reforzarla. En efecto, no es exagerado asegurar que el libro está a caballo entre la no ficción y la ficción, pues el autor no hace entrevistas ni aporta testimonios contrastados. Se limita a recrear conversaciones que dice haber mantenido con Trump y personas de su círculo. De este modo sus protagonistas, por mucho que pertenezcan a la vida real, adquieren casi la categoría de personajes de literatura.

No hay comentarios:

Nivel récord de infelicidad

 P or MARK GILMAN, The Epoch Times en español Según Gallup, el aislamiento es uno de los principales problemas que afectan la felicidad de l...