Por Antonio Argandoña
¿Por qué la gente no hace las cosas bien?, se preguntaba David Cutler, un profesor de la Universidad de Harvard, en un papel sencillo pero muy interesant, titulado “Por qué la genge y las instituciones no hacen lo que saben que deberían hacer”. ¿Porque no saben? No: lo saben. Pero no lo hacen. Cuenta el caso del Allegheny General Hospital; 728 camas en las afueras de Pittsburgh, Estados Unidos. En 2003 la unidad de cuidados intensivos cardíacos tuvo 1.753 pacientes y 19 muertos por infecciones hospitalarias, un porcentaje normal, pero que al médico jefe no le parecía tan normal. De modo que introdujo cambios con un coste de 50.000 dólares y un ahorro de 2 millones, reduciendo la mortalidad en un 95%.
Cutler comenta que esas prácticas son conocidas en todos los hospitales, y la experiencia del Allegheny General también es conocida. Pero los otros hospitales no hacen lo que sería lógico que hiciesen: imitarles. Saben lo que hay que hacer, compensa hacerlo, nadie se opone (son prácticas totalmente aceptables), la relación coste-beneficio es muy buena… Pero no lo hacen. Y se pregunta por qué.
Una razón: la tendencia de la gente a retrasar las decisiones. Vale: pero lo que dicen los hospitales cuando se les pregunta por esas prácticas no es que las pondrán en marcha el mes que viene, sino que ya lo hacen.
Otra: el ejemplo de los demás no ayuda. No: todo el personal está de acuerdo. Eso sí: hace falta un médico jefe que empuje hasta el final (y que mantenga el empujo y el control después, para que no decaiga).
Una conclusión que saca Cutler es que las iniciativas deben empezar por arriba, pero luego deben ser apoyadas desde abajo: todos, o la mayoría al menos, deben aceptarlas y meterlas en su cultura: “aquí las cosas se hacen así, y punto”.
A mí se me ocurren otras razones para no hacer lo que todos sabemos que debemos hacer, y podemos hacer, y queremos hacer, y compensa hacer… pero no hacemos. Pero quería sacar mis conclusiones por otro camino. En este país nos hemos hartado de hacer recortes en el gasto público, reduciendo salarios, echando gente a la calle, quitando pagas extras… Y me pregunto: ¿nadie sabe que hay maneras mejores y más baratas de dar el mismo servicio con menos costes sin necesidad de perjudicar inncesariamente a gente que está intentando hacer las cosas bien? Claro que lo saben, o deberían saberlo.
Pero se me ocurren razones para que no lo hagan. Una: si no lo hemos hecho hasta ahora, la culpa es nuestra -luego mejor no hagamos nada. Otra: si lo hacemos, los políticos saldrán ganadores, y no me da la gana (¿y los pacientes? ¡Oh, esos no cuentan, esta es una batalla política!). Otra: tengo demasiado trabajo para hacer las cosas de hoy, y no tengo tiempo para pensar en cómo hacerlas mejor. Dejo que el lector añada las que se le ocurran.
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