I. Introducción
A. En nuestra época, el evolucionismo es una de las principales fuentes de equívocos en las relaciones entre la fe y la ciencia.
B. Es frecuente que se consideren incompatibles la creación y el evolucionismo. También es frecuente que se acepte como lógica y necesaria la relación entre la evolución y el ateísmo; es más, que la negación de Dios sea esencial o necesaria para poder aceptar el evolucionismo. Pero no son de ningún modo actitudes razonables, ni legítimas: que las cosas sean creadas por Dios, es compatible con que unas criaturas hayan surgido por evolución de otras diversas, si así lo decidió, como parece, la Sabiduría divina. Por eso, hay que rechazar el sofisma de quienes presentan la evolución como una refutación de la creación, de la existencia de Dios y de la espiritualidad del hombre.
II. La doctrina católica sobre la creación
A. Una de las verdades fundamentales de la fe cristiana es que Dios es Creador y Señor de todo lo que existe: nada existe que no deba su existencia a Dios creador.
B. Las criaturas dependen completamente de Dios en su ser y en su obrar: no son autosuficientes. Tienen una consistencia propia, pero son limitadas y contingentes: exigen un fundamento radical, que se encuentra en la acción divina que les da el ser y lo conserva. Esta acción divina sobre lo creado no es algo genérico, sino muy concreto.
C. En definitiva, Dios es la Causa Primera de todo lo que existe, y cuenta con la acción de causas segundas. No es que Dios sea simplemente la primera entre una serie de causas del mismo tipo: su acción es el fundamento de la actividad de todo lo creado, que no podrían existir ni actuar sin el permanente influjo de esa acción divina.
III. El alcance de las ciencias naturales
A. El progreso científico nos permite conocer cada vez mejor la naturaleza. Para contribuir a ese progreso no es necesario pensar en la acción divina; basta trabajar de acuerdo con las exigencias del método científico.
B. Pero eso no significa que lo que la ciencia estudia sea independiente de la acción divina: sólo significa que podemos considerar la naturaleza bajo diferentes perspectivas, y que la perspectiva científica no se plantea los problemas que se refieren al fundamento último y al sentido de la naturaleza.
C. La ciencia natural sólo estudia lo que se puede observar y en muchos casos someter a experimentos repetibles; pero sería un burdo error concluir que sólo existe lo que puede ser estudiado de ese modo. El método de las ciencias naturales es muy eficaz precisamente porque se limita a los aspectos materiales, repetibles y controlables; deliberadamente, deja fuera de su consideración las dimensiones más radicales de la realidad, que son consideradas por la filosofía y por la religión.
D. Algunos científicos utilizan indebidamente la palabra evolución sacándola fuera del ámbito científico. Defienden un "evolucionismo ideológico", que a veces adquiere un tono agresivo, negando abiertamente la existencia de Dios y de las dimensiones espirituales de la persona humana. El remedio no es negar la validez de las teorías científicas de la evolución, sino mostrar las utilizaciones incorrectas de la palabra evolución en aplicaciones ideológicas de tipo materialista y ateo que hacen algunos científicos convertidos en ideólogos (p.e. Richard Dawkins).
IV. Evolución y acción divina
A. La creación y la evolución no están en contradicción: más bien son compatibles, con tal de que no se distorsione la evolución sacándola del ámbito científico, como sucedería si se pretendiese interpretarla como un apoyo para las doctrinas materialistas o ateas que nada tienen que ver con la ciencia.
B. Se puede ir más lejos y decir que, en la medida en que la evolución exista, manifiesta de un modo peculiar el poder y la sabiduría de Dios. El Papa Juan Pablo II afirmó esta compatibilidad en diferentes ocasiones, y recordó algo que ya había enseñado el Papa Pío XII en 1950: si se entienden correctamente la creación y la evolución -afirmó Juan Pablo II- no existe oposición entre ambas; incluso puede decirse que "la evolución presupone la creación, y la creación se presenta a la luz de la evolución como un suceso que se extiende en el tiempo -como una creación continuada-”.
V. Las dificultades y sus raíces
A. ¿Cómo se explica que subsistan las dificultades, a pesar de que carecen de base real? Dejando aparte inevitables apasionamientos que suelen llevar a faltas de objetividad, las dificultades provienen con frecuencia de la ignorancia de la doctrina cristiana acerca de la creación y de la simple noción metafísica de creación.
B. Algunos parecen pensar que las teorías evolucionistas explican completamente el origen de todo lo que existe y que, por tanto, nada queda que deba ser explicado mediante la acción divina. No se dan cuenta de los límites de esas teorías que, por muy completas que lleguen a ser, dejan fuera las dimensiones radicales de la existencia. La ciencia mide los objetos materiales y da por supuesto que el Universo existe. Pero no explica ese mismo existir.
C. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 282): "La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Cuál es nuestro fin? ¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe? Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar".
D. Y más adelante sigue el Catecismo (n. 284): "El gran interés que despiertan estas investigaciones está fuertemente estimulado por una cuestión de otro orden, y que supera el dominio propio de las ciencias naturales. No se trata sólo de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el cosmos, ni cuándo apareció el hombre, sino más bien de descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el azar, un destino ciego, una necesidad anónima, bien por un Ser trascendente, inteligente y bueno, llamado Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de Dios, ¿por qué existe el mal?, ¿de dónde viene?, ¿quién es responsable de él?, ¿dónde está posibilidad de liberarse del mal?" Los interrogantes más profundos de la vida humana no pueden responderse sólo con los métodos de las ciencias naturales.
VI. El conocimiento de la acción divina: la razón y la revelación
A. La Iglesia enseña que podemos conocer a Dios Creador mediante nuestra razón y que, para que ese conocimiento llegue a todos con fidelidad y sin error, la revelación nos certifica con nueva fuerza ese conocimiento.
B. La doctrina sobre la creación se fundamenta especialmente sobre los tres primeros capítulos del libro del Génesis. Esos textos han sido objeto, desde la antigüedad, de muchos estudios y siempre se ha reconocido que encierran dificultades de interpretación, porque las verdades fundamentales que ahí se enseñan están acompañadas por detalles que no siempre tienen necesariamente un sentido inmediato.
C. Recogiendo lo que el Magisterio de la Iglesia ha enseñado a lo largo de los años, el Catecismo de la Iglesia Católica señala [n. 289]: "Entre todas las palabras de la Sagrada Escritura sobre la creación, los tres primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar único. Desde el punto de vista literario, estos textos pueden tener diversas fuentes. Los autores inspirados los han colocado al comienzo de la Escritura de suerte que expresan, en su lenguaje solemne, las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del pecado y de la esperanza de la salvación".
D. Es importante considerar que algunas polémicas en torno a la evolución provienen de grupos cristianos fundamentalistas, no católicos y por lo general minoritarios, que en ocasiones interpretan algunos relatos del Génesis de un modo excesivamente literal, como si de ellos pudiesen extraerse conocimientos cosmológicos y biológicos que formarían un cuerpo de doctrina cristiana y, a la vez, de ciencia natural, en pugna con las teorías evolucionistas. Ante algunas actuaciones de esos grupos, el Magisterio de la Iglesia ha hecho notar que tales interpretaciones nada tienen que ver con la doctrina católica.
E. En su catequesis acerca de la creación, el Papa Juan Pablo II ha analizado las narraciones del libro del Génesis, y ha enseñado que "la teoría de la evolución natural, cuando se la entiende de modo que no excluye la causalidad divina, no se opone, en principio, a la verdad acerca de la creación del mundo visible tal como es presentada en el libro del Génesis".
F. Las consideraciones anteriores se refieren a la evolución en su conjunto, y adquieren matices especiales cuando se analizan los diferentes pasos implicados en la evolución: el origen de la vida, la evolución de los vivientes y el origen del hombre.
VII. El origen de la vida
A. Se han propuesto diferentes explicaciones científicas para el paso de la materia inorgánica a los primeros vivientes: no hay acuerdo entre los científicos acerca del modo en que se ha podido dar ese paso.
B. Esta cuestión no se relaciona directamente con la fe católica y el Magisterio de la Iglesia nada ha dicho al respecto; sólo se relacionan con la fe indirectamente, en cuanto tienen que ver con la providencia divina.
C. Algunas personas piensan que afirmar el origen evolutivo de los primeros vivientes equivale a negar la acción divina en el comienzo de la vida. Pero eso no es cierto: siempre es necesario admitir la acción divina de un modo u otro; además, cuanto más se sabe acerca de los mecanismos de la vida, incluso en los vivientes más elementales, más claramente aparece que se trata de una organización muy compleja que proporciona una base firme para remontarse hasta la existencia de un plan divino.
D. Los que no admiten la existencia de un plan divino, tienen que recurrir a fuerzas ciegas que no pueden ser una explicación última, o atribuir a la naturaleza una especie de inteligencia inconsciente, admitiendo de hecho un panteísmo que carece de base y que es contradictorio.
VIII. La evolución de los vivientes
A. La afirmación central del evolucionismo biológico (descendencia con modificación) se refiere al origen de unas especies a partir de otras (especiación) (por eso se denominó el comienzo “transformismo”). La palabra Evolución fue tomada posteriormente del filósofo materialista Spencer.
B. Muchos biólogos afirman que esa evolución es un hecho, aunque no siempre están de acuerdo sobre su explicación. Las pruebas de ese proceso, que se habría producido en la Tierra desde hace más de tres mil millones de años hasta la actualidad, se basan en el registro fósil y en deducciones a partir de ellos, posteriormente se han utilizado los métodos propios de la Bioquímica y genética, con análisis multivariantes para descubrir cambios y modificaciones que pueden explicar los cambios y adaptaciones de los animales y de las plantas; Son pruebas indirectas o deducciones a partir de series de registro fósil, pero eso no significa que carezcan de validez, pues también en otros ámbitos de la ciencia hay que contentarse con pruebas indirectas.
C. El Magisterio de la Iglesia tampoco se ha pronunciado sobre estos problemas: se limita a decir que la evolución es compatible con la creación y la providencia y que, por tanto, no responde a un simple juego de fuerzas ciegas.
D. Sin embargo, algunos afirman que las leyes que descubrimos en la naturaleza bastan para explicar la evolución. Según la versión más extendida, bastaría recurrir a la combinación de variaciones al azar y selección natural; las variaciones se producen al azar en el material genético, y la selección natural filtra los resultados de esas variaciones de modo que sólo sobreviven los vivientes mejor adaptados: así se explicaría la apariencia de finalidad y plan que se da en los vivientes, sin necesidad de afirmar que existe un plan divino. Esta explicación puede ser verdadera, pero no es completa. En efecto, sólo se refiere a los vivientes bajo el punto de vista de la ciencia natural: de qué están compuestos y cómo funcionan.
E. Una dificultad que suele aducirse contra la evolución es afirmar que lo más organizado no puede provenir de lo menos organizado. Sin embargo, los conocimientos actuales permiten comprender que en la información genética se contienen potencialmente planes muy sofisticados que servirían, si se dan las circunstancias apropiadas, para la construcción de los organismos, y que algunos cambios en esa información pueden provocar nuevos tipos de organización (aunque, en muchas ocasiones, conducirán a resultados inviables).
IX. El origen del hombre
A. Los científicos suelen afirmar que el organismo humano proviene de otros organismos, aunque existan muchas incertidumbres acerca de las explicaciones concretas. Sin embargo, concurre un nuevo factor que introduce una diferencia notable con respecto al caso de los demás vivientes: que el hombre es persona, y por tanto dotada de dimensiones espirituales y morales.
B. A mitad del siglo XX, el Papa Pío XII declaró que "El Magisterio de la Iglesia no prohíbe que, según el estado actual de las ciencias humanas y de la Sagrada Teología, se trate en las investigaciones y disputas de los entendidos en uno y otro campo, de la doctrina del ’evolucionismo’, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva y preexistente -pues las almas nos manda la fe católica sostener que son creadas inmediatamente por Dios-”.
C. Juan Pablo II recordó esa enseñanza de Pío XII, afirmando que "en base a estas consideraciones de mi predecesor, no existen obstáculos entre la teoría de la evolución y la fe en la creación, si se las entiende correctamente". Queda claro que "entender correctamente" significa admitir que las dimensiones espirituales de la persona humana exigen una intervención especial por parte de Dios, una creación inmediata del alma espiritual y por tanto de la persona; pero se trata de unas dimensiones y de una acción que, por principio, caen fuera del objeto directo de la ciencia natural y no la contradicen en modo alguno. El acto creador es igual de necesario para cada hombre que para Adán.
D. Pío XII enseñó, además, que sobre el poligenismo "los fieles cristianos no pueden aceptar la opinión de quienes afirman o bien que después de Adán existieron en esta tierra verdaderos hombres que no procedían de él, como primer padre de todos, por generación natural, o bien que Adán significa una cierta multitud de antepasados, ya que no se ve cómo tal opinión pueda compaginarse con lo que las fuentes de la verdad revelada y las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia proponen acerca del pecado original, que procede del pecado verdaderamente cometido por un Adán y que, transmitido a todos por generación, es propio de cada uno".
El monogenismo sostiene que todos procedemos de una primera pareja, y la Iglesia lo afirma debido a su relación con las fuentes de la revelación y con la doctrina del pecado original. Por grande que sea el progreso científico, parece muy difícil llegar a conclusiones claras acerca del monogenismo o el poligenismo contando sólo con la ciencia: aunque a veces se pretenda hacerlo, esas afirmaciones suelen contener muchos aspectos discutibles. Por otra parte, aunque el monogenismo plantee algunas dificultades a nuestro afán de representar el origen de la especie humana, el poligenismo también plantea dificultades nada triviales.
E. Es interesante notar que Ernst Mayr, uno de los padres del neodarwinismo (o "teoría sintética de la evolución", que combina el darwinismo con la genética y que se formuló hacia 1940), alude en varias ocasiones a que una población fundadora pequeña, "fundada por una sola hembra fertilizada o por unos pocos individuos", se encuentra en mejores condiciones para facilitar una reestructuración del genotipo. Las especies ampliamente difundidas sufren relativamente pocos cambios evolutivos; las novedades evolutivas ocurren en especies periféricas incipientes, y "todo apoya que la evolución y la especiación en los homínidos siguió la misma pauta que en la mayoría de los vertebrados terrestres". Mayr no era una persona religiosa y decía esto sin pensar en el cristianismo, pero sus observaciones son relevantes en este contexto.
En definitiva, se puede señalar, por una parte, que existen posibilidades científicamente respetables para explicar el origen monogenista del hombre actual y, por otra, que el poligenismo no ha sido excluido de modo absoluto: en el texto antes citado, de 1950, Pío XII escribía que "no se ve cómo [el poligenismo] puede conciliarse con lo que las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magisterio de la Iglesia proponen sobre el pecado original"; posteriormente algunos teólogos han intentado mostrar que podría existir esa conciliación, aunque se trata de un tema que presenta dificultades.
F. Teniendo en cuenta las precisiones señaladas y remitiendo de nuevo a la enseñanza de Pío XII, Juan Pablo II ha enseñado en su catequesis: "Por tanto, se puede decir que, desde el punto de vista de la doctrina de la fe, no se ven dificultades para explicar el origen del hombre, en cuanto cuerpo, mediante la hipótesis del evolucionismo. Es preciso, sin embargo, añadir que la hipótesis propone solamente una probabilidad, no una certeza científica. En cambio, la doctrina de la fe afirma de modo invariable que el alma espiritual del hombre es creada directamente por Dios. O sea, es posible, según la hipótesis mencionada, que el cuerpo humano, siguiendo el orden impreso por el Creador en las energías de la vida, haya sido preparado gradualmente en las formas de seres vivientes antecedentes. Pero el alma humana, de la cual depende en definitiva la humanidad del hombre, siendo espiritual, no puede haber emergido de la materia."
G. En 1996, el Papa Juan Pablo II, en una carta dirigida a la Academia Pontificia de Ciencias, afirmó que, en la actualidad, el evolucionismo es algo más que una hipótesis. Aunque distinguía cuidadosamente el evolucionismo como teoría científica y las interpretaciones ideológicas que a veces se hacen de él, quedaba claro que consideraba la evolución como un hecho avalado por una variedad de pruebas independientes. Juan Pablo II recordaba la enseñanza de Pío XII en la encíclica Humani generis de 1950 y añadía nuevas consideraciones: "Teniendo en cuenta el estado de las investigaciones científicas de esa época y también las exigencias propias de la teología, la encíclica Humani generis consideraba la doctrina del "evolucionismo" como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta". Y poco después añadía: "Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica, nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría se haya impuesto paulatinamente al espíritu de los investigadores, a causa de una serie de descubrimientos hechos en diversas disciplinas del saber. La convergencia, de ningún modo buscada o provocada, de los resultados de trabajos realizados independientemente unos de otros, constituye de suyo un argumento significativo en favor de esta teoría".
H. El texto de este mensaje no debería interpretarse como una aceptación acrítica de cualquier teoría de la evolución. En efecto, inmediatamente después de esas palabras, Juan Pablo II añade reflexiones importantes acerca del alcance de las teorías evolucionistas, de sus diferentes variantes y de las filosofías que pueden estar implícitas en ellas. Especialmente interesantes son las amplias reflexiones que el Papa dedica a las ideas evolucionistas aplicadas al ser humano.
I. En efecto, Juan Pablo II dice que el Magisterio de la Iglesia se interesa por la evolución porque está en juego la concepción del hombre. Recuerda que la revelación enseña que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; alude a la exposición de esta doctrina en la constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II; y comenta que el hombre está llamado a entrar en una relación de conocimiento y amor con Dios, relación que se realizará plenamente más allá del tiempo, en la eternidad. En este contexto, recuerda literalmente las palabras de Pío XII en la encíclica Humani generis, según las cuales el alma espiritual humana es creada inmediatamente por Dios. Y extrae la siguiente conclusión: "En consecuencia, las teorías de la evolución que, en función de las filosofías en las que se inspiran, consideran que el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva o que se trata de un simple epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre. Por otra parte, esas teorías son incapaces de fundar la dignidad de la persona", y tampoco son ciencia, sino ideología o filosofía materialista
J. Estas reflexiones se pueden aplicar a las doctrinas "emergentistas" que, si bien admiten que en el ser humano existe un plano superior al material, afirman que ese plano simplemente "emerge" del nivel material o biológico. Juan Pablo II señala que nos encontramos, en el ser humano, ante "una diferencia de orden ontológico, ante un salto ontológico", y se pregunta si esa discontinuidad ontológica no contradice la continuidad física supuesta por la evolución. Su respuesta es que la ciencia y la metafísica utilizan dos perspectivas diferentes, y que la experiencia del nivel metafísico pone de manifiesto la existencia de dimensiones que se sitúan en un nivel ontológicamente superior, tales como la autoconciencia, la conciencia moral, la libertad, la experiencia estética y la experiencia religiosa. Subraya, por fin, que a todo ello la teología añade el sentido último de la vida humana según los designios del Creador.
X. La cosmovisión evolucionista
A. En definitiva, la evolución no se opone a la acción divina, sino que la exige para explicar el origen primero del universo, la racionalidad y sutileza de las leyes y procesos de la naturaleza, y, muy especialmente, las dimensiones espirituales de la persona humana. Además, la visión de una evolución cósmica proclama la grandeza del Creador.
B. Esto no significa, en modo alguno, que la consideración de la acción divina simplifique los problemas que plantea la perspectiva evolucionista: esos problemas son muchos y difíciles, y las incertidumbres científicas acerca de ellos también son grandes. Significa, en cambio, que podemos afirmar la compatibilidad de las teorías evolucionistas con la acción divina que hace posible el curso de la naturaleza, da al ser humano su carácter espiritual y personal, y da sentido a la vida humana.
C. El mensaje de Juan Pablo II a la Academia Pontificia de Ciencias en 1996 fue objeto de atención muy especial por parte de la revista de biología The Quarterly Review of Biology, publicada por la Universidad de Chicago, que reprodujo el texto original en francés, la versión oficial inglesa, y pidió a cuatro especialistas que comentaran el mensaje. Richard Dawkins, como era previsible, escribió un artículo completamente contrario al mensaje. En cambio, Michael Ruse, que ha publicado mucho sobre evolucionismo y se declara más bien agnóstico, argumentaba con detalle que, en contra de lo que se suele decir, no es cierto que la Iglesia católica, ni en otras épocas ni ahora, esté en contra de la ciencia. Recordaba, con razón, que la Iglesia católica nunca ha condenado el evolucionismo, tampoco en el siglo XIX, aunque existieran algunas tensiones. Y daba la bienvenida al mensaje del Papa, subrayando que, lejos de ser una novedad especial, se situaba en la tradición católica. También señalaba que autores como Richard Dawkins y Daniel Dennett han relacionado la evolución con el ateísmo, pero que él, sin ser creyente, no veía clara esa conexión, dando como motivos que el problema del mal ya era bien conocido y la evolución simplemente le da un realce algo mayor, y que algo semejante sucede con el problema del alma humana, ya que es compatible admitir a la vez la evolución y el alma. Ruse termina su artículo con una frase que puede resultar sorprendente: "Si yo fuera católico, daría positivamente la bienvenida a Darwin como un aliado". Pero eso tampoco es nuevo pues la entonces incipiente Universidad de Notre Dame en los Estados Unidos, publicó en 1896 un libro sobre la evolución y el dogma en el que afirmaba que la teoría evolución proporcionaba la base para llegar a unas ideas más elevadas acerca de Dios y de la del ser humano, y algo semejante escribieron otros católicos en pleno siglo XIX.
D. Si se contempla la evolución como el modo divino de organizar el mundo, se puede extraer la conclusión de que se trata de un proceso realmente impresionante, fruto de una enorme sabiduría y de un gran poder, y se puede comprender cómo ha podido existir un plan que permite actuar a las causas creadas para contribuir a ponerlo en ejecución de una forma verdaderamente asombrosa y que la ciencia va descubriendo lenta y trabajosamente bajo su perspectiva propia, que deja fuera de consideración el plan divino pero no puede negarlo.
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