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jueves, 28 de septiembre de 2006

¿QUÉ VALE LA VIDA HUMANA?




Fernando Hurtado

La Iglesia en España se ha manifestado muchas veces, sobre la nueva reforma de la Ley de Reproducción Asistida, y sobre diversas declaraciones de propósito sobre temas de gran anclaje moral, como el aborto, la unión homosexual, y el matrimonio, por parte de varios ministros del actual gobierno español. Las palabras de los Obispos no dejan lugar a dudas, y entran por su mismo contenido en choque con las intenciones del Gobierno. Dos citas de un largo texto:

“El fin no justifica los medios. No es lícito matar a un ser humano, incluso en su frase de embrión, aunque se haga para curar a otro.”

“La ampliación –sobre la ley del aborto- se trata de una injusticia objetiva. De darse, estas reformas pondrían en cuestión la legitimidad del Estado de Derecho”.

Puede parecer que la Iglesia se presenta cerril en sus argumentos. Sería ingenuo caer en semejante afirmación. En todo caso, nos encontramos con una institución que es coherente con lo que ha afirmado siempre. Por tanto, nadie puede decir que ha habido “sorpresas” por parte de la Iglesia; en todo caso las ha habido por la contundencia con la que el nuevo Gobierno ha mostrado parte de su perfil ideológico, y su premura para imponerlo.

En estas líneas no voy a tratar en directo ninguna de esas propuestas de leyes civiles, sino en el fondo que subyace a las mismas, y que procede de la des-personalización del hombre obrada desde hace más de cien años por el materialismo histórico marxista. Baste contar, aunque uno se quede corto, las decenas de millones de muertos generados en sólo el siglo XX. Los partidos socialistas europeos reciben en herencia esa des-personalización, aunque renuncien a otros presupuestos del marxismo.

Deseo hacer una pequeña síntesis de las dificultades -más que del contenido- con las que puede topar hoy esta importante cuestión para ser entendida. ¿Qué noción de persona se encuentra difundida directa e indirectamente por los medios de comunicación y en la vida social y política?

Las citas de autores que sitúo a pie de página son tantas de ellas alejadas –y al mismo tiempo concentradas- en el tiempo, porque fue principalmente en las décadas 1960-1980 cuando se hicieron las formulaciones ideológicas que ahora están cristalizando. Las personas citadas son –según mi opinión- “los primeros y auténticos padres de esta nueva visión biologista del hombre". Al citarlas con todos los detalles, me lavo las manos por la crudeza de las declaraciones, y animo a que sean comprobadas… y completadas. El material es abundante.
Me gustaría que prestaran especial atención a las afirmaciones de Peter Singer, del cual, según me han informado, pronto se hablará mucho en España, ya que pretende ser rehabilitado, por poderosos medios de comunicación. Jamás empleo términos fuertes para designar las ideas de una persona, pero en este caso, me atrevo a calificarlas de monstruosas. Si es necesario, dedicaré más artículos a este personaje.

Desde ahora, quiero señalar que, según mi opinión, me parece que el debate sobre el respeto de la vida humana ha sido trasladado desde hace muchos años al valor de la vida humana, y conviene desenmascarar su simplificación. Muchos otros valores no vitales, materiales, han sido colocados por delante del valor del hombre. Por esto, el valor de la persona humana está siendo infravalorado no sólo en el ámbito de su dignidad al ser concebida o al nacer, sino en casi todos los ámbitos de la vida social: estado, familia, economía, empresa, sexualidad… Su valor material y funcional es el que se contempla de hecho en la vida corriente…

De este materialismo procede un existencialismo que, simplificando, podría expresarse en la siguiente formulación: "como el hombre es sólo un momento de existencia histórica, su existencia vale de acuerdo al proyecto de vida que presumiblemente asumirá o puede asumir". Como pueden comprender, desde esta perspectiva, un niño africano o sudamericano en naciones con hambruna es mejor que no nazca o, si es concebido, le "haremos el favor" de no vivir una existencia con un proyecto deprimente; él mismo "no desearía nacer" en esas condiciones… Incluso deberíamos preverlas para no correr riesgos. De ahí las campañas de esterilización dirigidas por la ONU en los últimos decenios en países del tercer mundo. En Perú, por “misericordia”, aunque no manifestando su intención a las víctimas, fueron esterilizadas unas cientos de miles de “inditas” por mandato del gobierno Fujimori. Qué sospechoso es que los sensibles medios de comunicación europeos y norteamericanos no valoraran esta noticia.

Otra consideración importante. Al no mirarla de un modo des-ideologizado, se está descuidando gravemente lo que podríamos denominar “ecología humana”: es decir, el natural enamoramiento y atracción entre hombre y mujer, su tendencia a la paternidad y a la maternidad, a tener y a criar hijos, a formar una familia estable, etc. Al “des-legitimar” una fundamental ecología del hombre, los legisladores se están viendo desbordados precisamente por su capacidad legislativa. En cierto modo, se podría decir que lo tienen todo por hacer, todo por ”legislar”. La ley civil está tentada más que nunca a determinar y decidir sobre los derechos fundamentales del hombre. Y esto no se puede permitir –“pondrían en cuestión la legitimidad del Estado de Derecho”, con palabras de la Conferencia Episcopal Española- como nadie debe permitir ningún totalitarismo.

Antes de continuar, quiero que quede constancia, por lo que diré a continuación, que antes de ser Doctor en Teología (Roma, 1981), soy Biólogo, de la primera promoción de la Facultad de Biológicas de la Universidad de Valencia (1975).


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Persona humana y "vida humana" .

Un recto concepto de persona es clave para no alterar el significado de otro concepto: vida humana. Sólo así podría entenderse lo que la hace "respetable", e, incluso, "respetable siempre".

Si a la persona la definimos como un ser de valor moral, hemos de aceptar que es sujeto de derechos que deben ser reconocidos y respetados por los demás y protegidos por la sociedad. De distinto modo que las cosas –no poseen valor moral-, las personas son sujetos y no objetos; las personas son insustituibles. No pueden ser nunca consideradas simplemente como medios, sino ser consideradas siempre como fines. La existencia de las personas da origen a lo que Juan Pablo II llamaba la norma personalista. "Esta norma, en su contenido negativo, constata que la persona es un bien que no va de acuerdo con la utilización "(1).

No obstante “la difundida creencia” entre buena parte de los hombres y mujeres de la calle de que todo ser humano "es persona", están “muy equivocados”. Bastantes ideologías y poderes políticos y económicos, que en buena medida conforman la opinión pública mundial, muestran una marcada tendencia a considerar esta opinión como una forma irracional de pensamiento; sólo la falta de reflexión podría atribuir a todos los miembros de la especie humana dignidad de persona(2).

Según estos ideólogos, la pertenencia a una especie como la humana no tiene ningún significado moral (3). Ser humano no basta para ser una persona. Se requiere mucho más, para venir considerado como persona y, por tanto, como un ser de valor moral. Bastantes autores definen variados criterios, pero, en general, casi todos concuerdan en que, para ser persona, un individuo debe tener conciencia de sí en cuanto sujeto y tener "una desarrollada capacidad de razonar, querer, desear y relacionarse con los demás"(4).

Está claro que no todos los seres humanos tienen una capacidad desarrollada en este grado. No todos tienen conciencia de sí mismos como individuos, ni son capaces de relacionarse con los demás: entre éstos figuran los niños no nacidos. Tampoco los recién nacidos tienen conciencia de sí mismos como individuos, ni un niño posee la capacidad desarrollada de razonar, querer, desear y relacionarse con los demás durante un cierto periodo de su vida. Por tanto, según estos influyentes "pensadores", los niños -y los adultos que pudieran comportarse como ellos, quizá por malformaciones cerebrales- no pueden considerarse personas en sentido estricto. No son, por tanto, sujeto de derechos que deban ser reconocidos y protegidos por la sociedad.

Basándose en la idea del no ser personas de los fetos, bastantes justifican no sólo el aborto, incluso, el infanticidio. Es interesante, en este sentido, advertir como una autora que justifica el aborto porque no considera al feto como persona, rechaza sin embargo el infanticidio, pero por razones puramente pragmáticas. Piensa, en efecto, que sería equivocado matar un niño, "al menos en este país (los Estados Unidos) y en este momento histórico..., porque aunque los padres no lo quisieran y no sufrirían por su destrucción, existen otras personas que lo desearían tener y serían... de este modo privadas de una gran alegría. Por esto -continúa- el infanticidio está equivocado por las mismas razones por las que es erróneo destruir riquezas naturales o grandes obras de arte"(5).

La opinión de que no todos los seres humanos son personas, y de que sólo el ser consciente de sí mismo puede hacer legítima la consideración de persona, es sostenida por numerosos intelectuales en diversos países. Por otro lado, ha sido aplicada con todos sus efectos en diversas culturas, occidentales o no. Que esto es evidente se prueba por la difundida legalización del aborto, por el "benigno" rechazo de los recién nacidos con malformaciones, por las doctrinas de los movimientos "por los derechos de los animales", y por la filosofía de la eutanasia.

Hay que notar que, según esta visión, una persona es esencialmente un sujeto consciente de sí mismo como individuo. La toma de conciencia es el elemento más importante. No lo es, en cambio, tener un cuerpo humano, viviente, ser un ser humano, viviente. Presupuesto para este punto de vista es que los seres humanos no se diferencian tan radicalmente de los demás animales. Algunos -aquellos para los cuales el atributo "persona" es apropiado- simplemente se diferencian de los otros animales (y de los hombres menos capacitados) por su grado de desarrollo. Y en realidad, para algunos intelectuales contemporáneos, individuos maduros de otras especies animales, por ejemplo, el gorila, el chimpancé y el delfín, tienen en ocasiones más derecho de ser considerados personas del que puedan tener los niños no nacidos o recién nacidos, muchos chicos y muchachas retrasadas o adultos dementes(6).

Es un pequeño esquema, que dejo a propósito incompleto y servido para que lo piensen.


Notas

1. Karol Wojtyla, Amor y responsabilidad, Ed. Razón y Fe, S.A., Madrid, 1978, pp.37-38.

2. De este parecer es, por ejemplo, Peter Singer, Pratical Ethics, Cambridge University Press, Cambridge 1979, pp. 48-54.

3. Así piensa, por ejemplo, Michael Tooley, Abortion and Infanticide, en "Philosophy and Public Affairs", 2, 1972, 44, 48, 55. Del mismo autor es Abortion and Infanticide, New York and Oxford, Oxford University Press, 1983, pp. 50-86; en él explica más extensamente esta idea.

4. Uno entre muchos, Daniel Callahan, Abortion: Law, Choice, and Morality, New York, MacMillan, 1970, pp. 497-498.

5. Mary Ann Warren, On the Moral and Legal Status of Abortion, en "Contemporary Issues in Bioethics", ed. Tom L. Beauchamp and LeRoy Walters (2ª ed.: Belmont, CA: Wadsworth, 1982), p. 259. El ensayo original de Warren aparece en The Monist, 57, 1973.

6. Véase, por ejemplo, Peter Singer, Animal Liberation, New York, New York Review/Random House, 1975.

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