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lunes, 25 de septiembre de 2006

CRISIS DE LA RACIONALIDAD POLÍTICA Y LEGISLATIVA



Fernando Hurtado

No me propongo en estas líneas hacer razonamientos contra el llamado “matrimonio” de homosexuales, o la adopción de niños por parejas del mismo sexo, etc., como ha permitido el Parlamento de este país; como tampoco, en algún otro caso, cuando se ha hablado del aborto, hablé sólo de la defensa de la vida. Como biólogo pienso que lo evidente-científico sólo puede ser negado desde la irracionalidad.

Prefiero detenerme precisamente en ESA IRRACIONALIDAD que hace enfermar la democracia, haciéndola totalitaria, trastornada y trastornadora de la vida social. Esa irracionalidad –con harapos argumentales- parece haberse apoderado de buena parte de la clase política europea. Y ESO ES MUY PRECOCUPANTE.

Las ideologías liberales-radicales, fundadas sobre la falta de trascendencia –lo intrascendente- y el relativismo moral, al privar a la democracia de fundamento de principios y valores, está difuminando peligrosamente la legitimidad de las normas y debilitando el ordenamiento jurídico. La política esta sufriendo la peligrosa tentación de una libertad sin los límites de la verdad objetiva sobre la dignidad del hombre.

Frente a la evidencia social de esta crisis del Derecho y de la Legalidad, los dogmáticos de la llamada ética laica buscan afanosamente criterios válidos y fundamentos irrisorios para decisiones políticas y jurídicas. Pero tales criterios no sobrepasan a aquellos que son capaces de ofrecer conceptos como el de opinión mayoritaria, orden de valores democráticamente reconocido; o lo que podría llamarse verdades convencionales . La razón es obvia: el pensamiento radical-liberal no permite afirmar una verdad objetiva e incondicional -sin condicionamientos- sobre el hombre.

En la 19e Conférence des Ministres Européens de la Justice, organizada hace unos años por el Consejo de Europa (La Valette-Malta), sobre el tema de la "corrupción" en la vida pública, se empleaban continuamente en las intervenciones expresiones como "crisis del derecho" y "crisis de moralidad", con referencia al descubrimiento en muchas naciones de graves irregularidades en la gestión de la administración publica. Estas vicisitudes han hecho hablar de crisis moral incluso a los más acérrimos defensores de la ética laica, pero no parecen "encontrar" el fondo del problema.

No pretendo pasar por sabio al afirmar que se puede definir certeramente ese fondo. El creciente empobrecimiento ético, la amoralidad permisiva de la actividad legislativa y jurisprudencial en muchos Estados, y el consiguiente debilitamiento progresivo de la racionalidad de las leyes, son las razones que determinan LA DEPRECIACIÓN DEL DERECHO y la pérdida de su función pedagógica y de su sustancial fuerza vinculante. Es evidente a todos -basta leer los periódicos- que la amoralidad del legislador y la del juez constituyen los más consistentes estímulos a la inmoralidad del ciudadano.

Desgraciadamente, la ética laica no admite estos conceptos de amoralidad y de inmoralidad, por eso propugna la separación entre moral privada y ética pública en el ámbito del llamado pluralismo ético. Es cierto que la Moral y el Derecho son dos ciencias diversas, pero lo son sólo en cuanto miran al hombre desde diferentes perspectivas. Pero en el centro de ambas debe estar la dignidad de la persona humana. De otro modo, el derecho, la ley -incluso si se la quisiese llamar democrática- sería antinatural, esencialmente inmoral, instrumento de un ordenamiento social totalitario. No hay espacio -en pura honestidad científica- para defender la legitimidad del derecho si a éste se le divorcia de la moral. Dado el hecho efectivo de la estrecha ligazón entre Derecho y Moral, no es en absoluto sorprendente que la actual crisis del Derecho vaya guardando el paso a la crisis de la Moral (simul stabunt et simul cadent, juntas estaban y juntas caen).

Ambas crisis tienen el mismo fundamento. Al negarse la verdad objetiva de la persona, se pierde la verdad objetiva del Derecho, y éste pierde su sentido y su virtud correspondiente: la justicia.

Los hombres de buena voluntad nos hemos de empeñar más que nunca en que no haya alianza entre democracia y relativismo ético; generaría totalitarismos -¿hitlerianismos?- capaces de negar que 2 más 2 son 4.

Quizá merezca la pena seguir en otro momento. Hasta entonces.

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