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domingo, 25 de abril de 2010

EDUCACIÓN DE LOS HIJOS EN LA SEXUALIDAD




LA SITUACION


1. A diferencia de las niñas cuyos cambios, al llegar la pubertad, obligan a las madres a prestarles atenciones y explicaciones, en el caso de los varones sigue siendo infrecuente que su padre se adelante a realizar la misma tarea.

2. Unos piensan que a los 10-11 años es innecesario y que su hijo carece de cualquier interés o preocupación por ese tema. Que el problema afecta a hijos de otras familias que no tienen casi nada que ver con el estilo de la suya.

3. Además, razonan bastantes padres, las clases de Conocimiento del Medio y de Religión, proporcionan conocimientos científicos y morales suficientes para esa edad. Y no deberíamos olvidar que una cosa es lo que los niños estudian en los libros y otra lo que experimentan en sí mismos o en el ambiente que les rodea.

4. Todos tienen una gran curiosidad, que es ya indicio del profundo influjo que la condición sexuada del hombre varón o mujer ejercerá en la formación de su personalidad: están muy atentos a las conversaciones de los padres que tratan, aunque sea incidentalmente, estas cuestiones; buscan palabras en los diccionarios: y, por desgracia, siguen llegándoles interpretaciones antropológicamente reduccionistas y moralmente degradantes.

5. Tienden a adoptar conductas imitativas; y a experimentar con juegos y ficciones que revelan la profunda fascinación que empiezan a sentir. Por desgracia, algunos adquieren prácticas viciosas, con una responsabilidad moral limitada, pero que lastran la formación de una personalidad integrada.

CAMBIOS CORPORALES


6. Empiezan a experimentar el crecimiento y la erección del pene. Es muy raro que un padre explique que se debe a la acumulación de sangre en esos tejidos como un globo hinchado de agua que deja de estar flácido,  para permitir un día que el esposo deposite la semilla de la vida en el interior del cuerpo de la esposa.

7. Así podrían tener la tendencia a relacionarlo con algo "guarro". Hay que hacerles ver que, muchas veces, se produce espontáneamente como parte de su proceso de crecimiento y maduración. Les ayuda mucho escuchar a su padre que esos cambios corporales y otros tienen que ir acompañados también por una maduración de su carácter. Dios les prepara largamente para que lleguen un día a ser capaces de un amor tan grande que, con su futura esposa, puedan colaborar con Dios en el aparecer de la novedad más maravillosa de la creación: una nueva persona humana llamada a la vida y a ser hija de Dios, y del amor que puede ser su origen. Por eso se aprende a crecer de quienes les aman y les pueden ayudar: Jesús y sus padres; y también el sacerdote y el preceptor. Cuando uno no se educa bien, después es muy difícil que pueda amar bien. Y si se fracasa en amor, se sufre y se hace sufrir mucho. No hay que tener ninguna vergüenza de preguntar nada sobre la sexualidad, porque lo que Dios ha hecho bueno no es vergonzoso.

8. También conviene explicarles que esos movimientos corporales pueden causarles una pequeña incomodidad, y que no es indecoroso colocar bien los órganos corporales, ni practicar la necesaria limpieza higiénica. Algunas veces los movimientos corporales son provocados por el despertar de imaginaciones impuras, o inducirse por la advertencia de los valores sexuales de otra persona real o imaginada. En esos casos hay que aprender a no pasar del “ver inevitable” al “mirar voluntario”, o apartar una imaginación obscena centrando la atención en lo que hacen o en algo que les gusta y es bueno: charlar, cantar, leer, recordar un gran partido o película, pensar planes atractivos, etc. Siempre es una buena ocasión para pedir la protección de la Virgen María, Madre del Amor Hermoso, que les ayudará a triunfar en su educación para el amor. Hay que dejarles muy claro que sólo puede ser pecado grave lo que se advierte y consiente plenamente (y no las ocurrencias que no se admiten, los sueños, las poluciones nocturnas que aparecerán más adelante, aunque vayan acompañadas de imágenes, etc.).

9. Cuando han hecho algo que les inquieta, lo mejor que pueden hacer es consultar al sacerdote que les enseñará a distinguir lo que está bien y lo que está mal, lo que es más o menos grave. Y si han hecho o sufrido de otros -sobre todo si son del mismo sexo- algo que les da mucha vergüenza, con más razón hay que consultarlo porque se quedarán muy tranquilos y contentos para siempre.

10. Cuando han adquirido alguna costumbre viciosa, aunque no se exagere su responsabilidad moral -ya les ayudará el confesor-, tampoco conviene quitarle importancia (como si no fuera más que un erupto), ayudándoles a rechazar con energía y con la ayuda de Dios, las ocasiones asociadas a esas prácticas. Así aprenderán a integrar su sexualidad en su libertad y se harán capaces un día de la entrega amorosa de sí mismos.

11. Conviene hacerles ver que, como el hombre es capaz de utilizar de modo antinatural sus facultades (la inteligencia para hacer daño, la lengua para insultar), también puede usar mal los órganos sexuales. Lo que llaman una "paja" (masturbación) es una conducta antinatural, que ni siquiera practican los animales, salvo las conductas imitativas de los monos. Pueden responder a quienes les invitan a esos "experimentos" que eso es ponerse por debajo de ellos.

12. Se puede y se debe hablar bien de lo que Dios ha hecho bueno: del sexo, de la belleza femenina de las chicas. Pero ni ellos son cerdos ni las chicas son vacas, y tienen que saber cortar conversaciones de otros que tienen una visión exclusivamente zoológica de estas realidades. Pero también conviene ayudarles a comprender la diferencia entre una conversación impura, un taco, un chiste picante. Aunque suenen mal en la boca de un chaval bien educado, no todo tiene la misma relevancia moral. No todo es “guarro" o "impuro” en la misma medida. Gravemente impuro es la expresión o la incitación del deseo de realizar un acto sexual -"hacer el amor”- con una chica (con chicos no suelen decirlo), porque ese acto es verdadero y bueno cuando es la expresión corporal del amor del esposo a la esposa. Y no cuando utiliza simplemente a una persona como objeto de placer: ofende a la dignidad del amor, a la dignidad de quien habla así y de la persona de quien no habla.

Al explicar la sexualidad conviene evitar un enfoque utilitarista ("es para procrear hijos”) o hedonista ("es para producir placer"). La sexualidad es una dimensión de la persona orientada a un amor específico y muy profundo: el amor esponsal. Y el amor esponsal entre varón y mujer, cuando es verdadero, es una donación comprometida, fiel unión matrimonial indisoluble y abierta al don de los hijos. El placer que acompaña la unión conyugal es mucho más que un goce físico: es la alegría de una comunión personal y total.



EL PUDOR. OTRAS CAUTELAS


17. Los chavales tienen tendencias imitativas que les llevan, a veces, a experimentos (con objetos sustitutivos de una chica, o entre ellos). Hay que saber no hacer tragedias de comportamientos infantiles y, a la vez, poner de relieve su anormalidad (igual que es anormal la bestialidad).

18. Por eso, lo que más les ayuda en la educación para el amor es ver el ejemplo de sus padres fieles y enamorados: eso puede más que toda la presión de un ambiente neurotizado por una visión reductiva del hombre y de la sexualidad -separada del verdadero amor- que les llega en múltiples mensajes.

19. Sería ingenuo temer herir su sensibilidad y dejar que la destroce ese ambiente. Es preferible no preguntar directamente, sino dar por supuesto lo que es normal (“a tu edad, a los chicos les pasa..." ), o adelantarse a encontrar una salida a lo que no es tan normal ("hay chicos que, a tu edad, por afán de experimentar y por ignorancia hacen...,"). "Cuando a ti te pase o si a ti te ha pasado lo que tienes que hacer es...”). Les ayuda mucho comprobar que sus padres les comprenden y les ayudan a comprenderse, y les enseñan a poner en relación lo que van a experimentar, y sus luchas, con el amor en toda la belleza que tiene según el plan de Dios.

20. Además, la educación para el amor se va alcanzando por otros muchos caminos, en los que aprenden a adquirir el dominio de sí, característica de la libertad y en los detalles de generosidad propios del amor. Y con la confianza en la gracia de Dios de quien procede todo amor verdadero y, la fuerza para vivirlo.


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