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sábado, 5 de mayo de 2012

La delicadeza, el pudor y American Pie


Blog de Hildy


He estado leyendo estos días un libro apasionante titulado “Retorno al pudor” (Wendy Shalit, Rialp). Está escrito en 1999, cuando la autora, doctora en Filosofía, contaba 24 años. O sea, llega a España con 13 años de retraso pero en fin, quién sabe, tal vez no estábamos entonces tan necesitados por estos lares de que se nos recordara que existe una cosa llamada pudor, y que lejos de ser una actitud propia de mojigatos, tiene el gran valor de que ayuda a respetar a las personas. En Estados Unidos el libro produjo una auténtica conmoción, y muchas publicaciones se hicieron eco de sus provocativas propuestas. Por ejemplo un tal George F. Will, en Newsweek, aseguraba que “es una llamada a las mujeres para que ejerciten su poderosa capacidad de transformar la sociedad”; mientras que Tamala M. Edwards, en Time, proclamaba que “este libro ha puesto el dedo en la llaga en una sociedad con una sobredosis de sexo”.
Entiendo que no es éste el sitio para hacer una reseña en profundidad de un libro que recomiendo encarecidamente, pero sí puedo dar alguna pincelada que viene al caso. Shalit habla del pudor femenino, la vergüenza natural para proteger lo íntimo de la mirada de quien no tiene derecho a acceder a dicha intimidad, y habla de cómo tal actitud se ha perdido debido a una tremenda presión social de la que son víctimas principales las mujeres. En efecto, las mujeres según Shalit se ven atrapadas entre la espada de las feministas y la pared de los conservadores, lo que las obliga en la práctica a emular a los hombres en promiscuidad sexual, a lograr y exhibir un físico imposible, a avergonzarse de reconocer que les gustaría amar a alguien para toda la vida, y sin necesidad de acostarse inmediatamente con él tras su primer encuentro.
Curiosamente ayer tuve ocasión de ver La delicadeza, un film romántico de los franceses David Foenkinos y Stéphane Foenkinos, que si no malinterpreté viene a reivindicar lo mismo. El amor de tu vida no tiene que ser necesariamente el tío buenorro y simpaticón al uso, puede que sea alguien tímido, con aspecto de oso grande de peluche, y con la delicadeza de recordar tu gustirrinín por los viejos caramelos Pez. Alguien torpón, con sentido del humor particular, sensible. También podía verse en ese film que el jefe de Audrey Tautou, a pesar de que tiene a su cargo algunas jóvenes con tipazo, remarcado llamativamente con su forma de vestir, se fija más en la Tautou, de la que llega a comentar que la tristeza del golpe de la tragedia –un dolor que procura guardarse para sí misma con actitud pudorosa– le ha puesto más guapa.
En fin, el atractivo por el sexo opuesto tiene evidentemente más componentes que el elemental del puro tirón físico de primeras, y no digamos, por supuesto, que la simple fisiología o la “obsexión” de la que hacen gala los impulsores de la saga American Pie, hoy recuperada en una nueva entrega, American Pie: El reencuentro, cuyo arranque, según se puede leer en esta misma web, “acumula más gracietas sobre masturbaciones que ninguna otra comedia conocida”. No parece que haya demasiada “delicadeza” en la recién estrenada película, y tampoco creo que sus responsables hayan tenido tiempo de leer un libro que originalmente se publicó el mismo año en que iniciaron sus andanzas Jim, Steve y compañía

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