En el actual momento de desconcierto y crisis económica, que no muestra signos de disminuir, se buscan alternativas a los conocimientos económicos tradicionales. Una de las nuevas teorías ha dado en llamarse distributismo, basada en la tradicional doctrina social de la Iglesia sobre justicia distributiva.
La reciente encíclica de Benedicto XVI Caritas in Veritate supuso la aparición de economías alternativas, y al menos una de tales filosofías económicas emanada de las encíclicas sociales papales resurge, el distributismo. Una filosofía que suscita escepticismo, al ser considerada simplemente bucólica o todavía peor una sensibilidad estética sin auténticas soluciones prácticas.
John Medaille, un destacado neo-distributista, ha salido al paso de las críticas con un libro en el que expone su teoría ("Toward a Truly Free Market: A Distributist Perspective on the Role of Government, Taxes, Health Care, Deficits, and More).
Medaille, coeditor de la revista en internet "The Distributist Review" e instructor adjunto en la Universidad de Dallas, Estados Unidos, ha explicado a ZENIT su teoría.
Su libro comienza examinando las bases de lo que se considera generalmente "económico". ¿Estos supuestos básicos son la causa de la actual crisis económica global?
Los dos supuestos básicos en economía hoy —ambos equivocados— son que la economía es más una ciencia física que humana, y que no tiene nada que ver con la ética.
Desde finales del siglo XIX, la economía se mantuvo lejos de la justicia, especialmente la justicia distributiva, pero al hacerlo perdió la capacidad de describir con exactitud la actual economía. Por lo tanto, nadie debería sorprenderse de que el 90% de los economistas no percibieran los signos de alarma de la actual crisis financiera. Y lo mismo sucedió con las anteriores crisis. No se puede predecir la marcha de un sistema si no se puede describir este con exactitud.
Por otra parte, el distributismo afirma que la justicia no sólo es un problema moral sino un problema económico práctico, y que sin la justicia económica no se puede lograr el equilibrio. Cuando la economía abandona la justicia, el gobierno se ve constantemente obligado a intervenir para asegurar la estabilidad, incluso aunque las intervenciones sólo puedan ser a corto plazo.
Hemos abandonado la justicia a escala global, lo que ha llevado a un comercio crónicamente desequilibrado. Y cuando esto sucede, deja de ser un intercambio de bienes. Más bien se trata de un sistema por el que productores extranjeros financian nuestro consumo de sus bienes, un sistema que empobrece a ambas partes.
Mucha gente cree que la batalla por el alma del capitalismo se libra entre los seguidores de Keynes y los de Hayek. Pero usted cree que ambas teorías llevan a lo que Hilaire Belloc llamó el "estado servil". ¿Por qué? ¿Qué es lo que ellos y sus seguidores olvidaron?
El capitalismo y el socialismo no son realmente realidades opuestas; una es la continuación de la otra, y el distributismo es lo opuesto a ambas: es el libre mercado.
El capitalismo tiende a concentrar la propiedad en manos de unos pocos, por medio del acaparamiento del mercado, y el socialismo sigue haciendo lo mismo concentrando la propiedad en manos del estado. En la práctica, ambos sistemas acaban controlando los más importantes recursos del país por medio de unos pocos burócratas, que representan los intereses de los propietarios nominales, ya sean accionistas o el público en general, pero que actualmente controlan estos recursos para su propio beneficio.
Además, al concentrar el poder económico, también concentran el poder político, y las grandes corporaciones logran obtener amplios beneficios y subsidios, como vimos en la reciente crisis. Por tanto entre el estado gigantesco y la corporación imponente, el individuo es reducido a una situación de servilismo.
De lo que tanto el capitalismo como el socialismo carecen es de la voluntad de admitir que el poder sigue a la propiedad. Ambos sistemas pretenden crear libertad concentrando el capital, pero dado que esto también concentra el poder, lo que queda para la masa es el empobrecimiento.
El distributismo en cambio busca construir una sociedad de hombres y mujeres propietarios libres, conscientes de sus derechos y con los medios para defenderse contra las tendencias centralizadoras tanto del estado como de las corporaciones.
¿Qué es distributismo? ¿Cómo puede tal filosofía, que reside en una cierta cuota de intervención gubernamental, crear un verdadero "libre" mercado?
Actualmente no es tanto cuestión de lo que el gobierno debería hacer cuando de lo que debería dejar de hacer.
De hecho, la acumulación de propiedad normalmente depende del poder del gobierno; cuanto más alta es la acumulación de capital, más gruesas tendrán que ser las paredes del gobierno para protegerlo.
Hay, por supuesto, cosas positivas que puede hacer el gobierno, con una política impositiva, por ejemplo, o simplemente reforzando sus propias leyes contra el monopolio y el oligopolio.
Pero en general, una sociedad distributiva requiere un gobierno más pequeño con poderes adecuadamente distribuídos a lo largo de todos los niveles de la sociedad.
Contrariamente a un sistema de economía y poder político concentrados, los sistemas distributistas descansan en una variedad de formas, desde la pequeña propiedad al poder económico distribuído: dueños de propiedades para el uso y gestión de una sola persona o una familia, cooperativas para empresas más grandes, propiedad pública local de recursos como el agua o sistemas de alcantarillado, etcétera.
De esta manera, tanto el poder económico como el político se distribuye a todos los niveles de la sociedad. Realmente sólo hay dos opciones respecto a la propiedad y el poder: concentración o distribución. El primero lleva al servilismo y el segundo a la libertad.
¿Cómo sería una sociedad distributista? ¿Hay algunos ejemplos en el mundo?
¡Buena pregunta! Cuando se trata de sistemas económicos, es mejor no quedarse totalmente en la teoría abstracta sino confiar sólo en sistemas que están sobre el terreno y que funcionan.
Por ejemplo, el capitalismo puro y el comunismo puro (al margen de los entornos monásticos) nunca han funcionado, y no hay ejemplos actuales que funcionen. El capitalismo ha sido siempre impuesto y sostenido por el poder gubernamental, mientras que el socialismo tuvo que permitir una cierta libertad de mercado para poder funcionar.
El distributismo, por otra parte, puede mostrar un cierto número de modelos que funcionan, tanto a gran como a pequeña escala. Está la Cooperativa Mondragón en España, propiedad de los trabajadores, que tiene cien mil trabajadores-propietarios y unas ventas de 25.000 millones de dólares. Está la economía cooperativa de Emilia-Romagna, Italia, en la que el 40% del producto interno bruto proviene de las cooperativas. Y hay miles de compañías que reservan un cierto número de acciones a los empleados, o les dan participación en la elección de los consejos de administración, cooperativas, mutuas de seguros y uniones de crédito.
La verdad es que el distributismo va de éxito en éxito, mientras que el capitalismo va tropezando de rescate en rescate de la bancarrota.
Lo interesante es que una empresa distributista como Mondragón ha sido capaz de construir sus propias redes de seguridad, sistemas escolares, institutos de formación, centros de investigación y desarrollo, y una universidad, todo de sus propios fondos y sin ayudas gubernamentales.
Está más cerca del ideal libertario que cualquier otro sistema que haya existido basado en el laissez-faire.
¿Cuáles son los principios básicos o los fundamentos que usa el distributismo para comparar y construir políticas alternativas?
Los principios más importantes del distributismo son la subsidiariedad y la solidaridad.
Entendemos por subsidiariedad que los primeros niveles de la sociedad, empezando por la familia, son los más importantes, y la mayor parte de las decisiones y la autoridad deberían residir allí. Los niveles superiores justifican su existencia sólo por la ayuda que pueden dar a los que están por debajo.
La solidaridad manda que toda decisión política tenga en cuenta a los miembros más pobres y más vulnerables de la sociedad.
Es difícil que se dé la subsidiariedad en una situación en la que el poder está concentrado; sólo mediante la difusión del poder económico y político (que en realidad son dos aspectos del mismo poder) pueden las comunidades locales y las familias prosperar.
¿Tiene el distributismo alguna base en la doctrina social de la Iglesia o las encíclicas papales, como la reciente Caritas in Veritate?
La subsidiariedad y la solidaridad son principios, por supuesto, extraídos de las encíclicas sociales y el distributismo debe mucho a sus fundadores católicos: G.K. Chesterton e Hilaire Belloc.
Dicho esto, un orden social distributista no depende de que se establezca antes un orden social católico. Sin embargo, creemos que tal orden social prosperará en un sistema distributista.
¿Puede resumir brevemente la solución distributista al que parece problema insoluble de proporcionar al mayor número de personas una atención sanitaria asequible?
Nuestro país ha vivido ya un gran debate sobre este asunto en el que se omitió el punto principal: que se basa en una distinción espuria entre socialismo y economía de mercado.
La realidad es que en atención sanitaria no tenemos nada. El Gobierno ya paga el 45% de los costes sanitarios, el "mercado" privado está dominado por monopolios impuestos por el Estado mediante patentes, licencias y "certificados de necesidad" para los hospitales. De hecho un mercado monopolístico hace crecer los precios constantemente.
El distributismo no sería muy útil si no pudiera resolver problemas como éste y puede hacerlo. Propongo una expansión de las autoridades que otorgan licencias para incrementar los suministros del personal médico; un modo de extender la investigación y el desarrollo sin recurrir a las patentes monopolísticas; la formación de cooperativas de doctores y otro personal que pueden prestar servicios tanto a las mutuas como a los centros privados de salud, ofreciendo la capacidad de conservar la salud en lugar de tratar enfermedades. El distributismo ofrece un nuevo camino para la mayoría de los más acuciantes problemas.
[Traducido del inglés por Nieves San Martín]
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