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domingo, 13 de junio de 2010
SEXO, GÉNERO, CONFUSIÓN
La semana pasada el Hospital Clínic de Barcelona realizó la primera operación de cambio de sexo a un menor en España, con autorización judicial. La intervención ha sido recibida con ese tono de ¿por qué no?, tan habitual últimamente en una sociedad que prefiere dar por buena cualquier técnica sanitaria al servicio del deseo. Pero una operación de este estilo está lejos de encontrar la recomendación unánime de los especialistas.
La cirugía de “reasignación de sexo” se realizó sobre un chico de 16 años que se sentía como mujer. Toda la información procede del cirujano plástico que realizó la intervención, Iván Mañero, quien asegura que el chico se vestía de chica desde los cuatro años (¿a los cuatro años un niño decide cómo vestirse?). El paciente aquejado de este trastorno ha estado en tratamiento durante tres años, aunque no se dice si el tratamiento ha sido también psiquiátrico.
Sin entrar a valorar un caso cuya historia clínica se desconoce, llaman la atención las ideas sobre sexo y género que revela Mañero, en estos días de protagonista mediático. Al haberse especializado desde 1999 en cirugía para transexuales –dice haber realizado 500 intervenciones–, no es extraño que piense que no hay ningún problema. “Ya era chica. Como género se siente mujer mientras que sus genitales son masculinos. Eso hace que su vida no sea normal. Nosotros ponemos de acuerdo el sexo con su mente” (El País, 13-1-2010).
Sus palabras sugieren la idea de que el sexo de una persona es un mero accidente biológico que puede ser cambiado para seguir el género que uno siente o escoge. “El error es no diferenciar entre género, sexo y orientación sexual. Género es cómo me siento, si hombre o mujer. Sexo, cómo son mis órganos. Y orientación, con quién quiero mantener relaciones”. Ya se ve que aquí lo importante es el “siento” y “quiero”, no lo que “son” los datos biológicos.
Sin embargo, a pesar de la cirugía, algunos hechos biológicos no cambian. Cada una de las células del cuerpo de una persona tiene cromosomas que lo identifican como varón o mujer. Y, durante el embarazo, las hormonas prenatales han modelado de diferente modo el cerebro de los niños y el de las niñas. El propio Mañero reconoce que el paciente “deberá seguir un tratamiento hormonal femenino –estrógenos– durante toda su vida”. Tampoco podrá tener hijos, ya que evidentemente la “chica” no tiene ovarios.
Lo que la operación no arregla
Si no cabe duda de que la transexualidad o disforia de género es una enfermedad y un penoso conflicto, lo que no está tan claro es que la “reasignación de sexo” sea la curación. Destacados psiquiatras que han estudiados estos casos ponen en duda que resuelva los conflictos del paciente.
Uno de los que han examinado el tema es Paul McHugh, que fue jefe del servicio psiquiátrico del Johns Hopkins Hospital de la Universidad del mismo nombre. En un artículo publicado en First Things (noviembre 2004) contaba los estudios que realizaron al respecto en su departamento con pacientes que habían sido sometidos a este tipo de cirugía en su hospital.
En cuanto al tipo de pacientes, había fundamentalmente dos grupos. Uno estaba formado por hombres homosexuales que veían en el cambio de sexo un modo de resolver sus conflictos y su sentido de culpabilidad, para actuar sexualmente como mujeres con hombres. El otro consistía en hombres heterosexuales (y algunos bisexuales) a los que les excitaba vestirse como mujeres y para los cuales la transformación quirúrgica les otorgaba más verosimilitud.
“La mayoría de los pacientes localizados algunos años después de la cirugía estaban contentos con lo que habían hecho y solo unos pocos lo lamentaban”, cuenta McHugh. “Pero en lo que se refiere a relaciones, trabajo y emociones tenían los mismos problemas que antes. La esperanza de que superarían sus dificultades emocionales para resurgir psicológicamente no se habían cumplido”.
Otro estudio sobre temas similares realizado en los servicios psiquiátricos del Clark Institute de Toronto, identificó a este tipo de pacientes como hombres a los que les excitaba imitar a mujeres seductoras, lo que les llevaba primero a vestirse como mujeres y eventualmente hacia la solución quirúrgica. Como la mayoría seguían sintiéndose atraídos por las mujeres, se identificaban ante los psiquiatras como lesbianas (Quizá por esto Iván Mañero advierte que “puede haber un transexual homosexual”).
Tras estos estudios el departamento de psiquiatría del Johns Hopkins dejó de prescribir esta cirugía de reasignación de sexo para adultos. “Como psiquiatras, deberíamos tratar de arreglar sus mentes y no sus genitales”, dice McHugh. “Proporcionar cirugía para cambiar el cuerpo de estas desafortunadas personas era colaborar con su trastorno mental en vez de tratarlo”. Cuando el Johns Hopkins anunció que iba a dejar de hacer esta cirugía, muchos otros hospitales le siguieron, aunque otros centros siguen practicándola.
Frente a la idea de una mujer “atrapada” en un cuerpo de hombre (o viceversa), estos psiquiatras piensan que una persona puede sufrir este trastorno por experiencias negativas que en la infancia o en la adolescencia les llevan a no aceptar su masculinidad o feminidad. En un intento de superar este doloroso conflicto, fantasean con la idea de vivir como alguien del otro sexo. Esto puede llevar a vestirse y a identificarse más con el sexo opuesto, e incluso a engañarse con la idea de pertenecer a él.
Jóvenes confusos
Estos diagnósticos psiquiátricos, comenta McHugh, no han sido bien recibidos por los “activistas transexuales (a menudo aliados con el movimiento gay) que todavía sostienen que su disforia de género representa su verdadera identidad sexual”. “Uno podría esperar que aquellos que aseguran que la identidad sexual no tiene bases biológicas o físicas aportarían más pruebas para persuadir a otros. Pero he comprobado que hay un fuerte prejuicio a favor de la idea de que la naturaleza es totalmente maleable”, dice el psiquiatra.
También en España, la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales ha emitido un comunicado para “celebrar” la operación de Barcelona y exigir el derecho de un menor a operarse “si así lo desea, cuenta con un estudio profesional y el apoyo de su familia”. A su juicio, “el trámite judicial retrasa inexplicablemente la realización de la cirugía y vulnera el derecho al libre desarrollo del o de la menor”.
Pero no se acaba de entender esta inclinación por el quirófano, cuando la ley para el cambio de género, aprobada en España por el gobierno de Zapatero en 2007, y que fue saludada en su momento como “la más avanzada del mundo”, solo pide que al solicitante se le haya diagnosticado un trastorno (disforia) de género y que haya sido tratado médicamente durante al menos dos años, pero no exige que el tratamiento haya incluido cirugía de reasignación sexual (modificación de los genitales).
Por su parte, Mañero piensa que “cada vez operaremos a más jóvenes. La sociedad es cada vez más madura y hay mayor conocimiento”. Lo más probable es que efectivamente haya más problemas de identidad sexual entre los jóvenes, por la propia confusión que hoy se extiende entre sexo, género y orientación sexual, unida al imperio del deseo. Pero precisamente por eso la prudencia y los datos psiquiátricos aconsejan no precipitar decisiones antes de la mayoría de edad y proporcionar a esas personas toda la ayuda psiquiátrica necesaria.
Aceprensa
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