Madrid.- Ganador del Premio Planeta con 27 años (por La Tempestad) en 1997 y del Primavera de Novela (2003) más el Nacional de Narrativa (2004) por La vida invisible, Juan Manuel de Prada acaba de publicar Nadando contra corriente, una selección de artículos para “enjuiciar la realidad desde otra perspectiva distinta”. Asegura haber renunciado “a los honores de la cultura oficial”, pero no a influir en la sociedad. Pronto podremos verle dirigiendo un programa de Intereconomía TV para abordar “los grandes asuntos de nuestro tiempo”.
-Adelántenos cómo será el programa.
-Será un programa cultural en el que se abordarán los grandes asuntos de nuestro tiempo. El título, Lágrimas en la lluvia, es un homenaje a la escena final de Blade Runner. El cine de gran valía será punto de partida para un debate sobre grandes temas de nuestra época. Las películas serán enjundiosas, pero lo que se busca no es un comentario cinematográfico o de expertos. Tendrá un tono cercano y cordial. Es una fórmula arriesgada: hablar de asuntos de gran calado pero con un enfoque próximo, tratando de irrumpir en la intimidad del espectador.
-¿Lejos de la discusión política?
-Las grandes tendencias del pensamiento se explican desde la cultura, no desde la politiquilla de cada día. Desde la politiquilla puedes enconar o enardecer a la gente, pero si no logras alimentarla, nutrirla, procurarle un instrumento para enjuiciar la realidad desde otra perspectiva distinta, a la larga no consigues nada.
-¿Le parece inútil el debate político?
-Es muy importante la diatriba, la denuncia de los aspectos más puntuales de la actualidad, pero al mismo tiempo hay que ir nutriendo ese suelo que al final es de donde la raíz se alimenta. No me interesa dar caña, me interesa transformar la sociedad en la escasísima medida de mis posibilidades. Me interesa proponer.
-¿Cambia las tertulias por este programa?
-La participación en otros programas la voy a restringir. Esto es lo que anuncié y se disparató diciendo que me retiraba o que había arremetido contra la Cope. Ambas cosas son falsas. Lo que hice fue una defensa de un periodismo católico en el que creo, frente a otros en los que no creo.
-¿Cuál es la diferencia entre ambos?
-Ahora mismo el periodismo presuntamente católico confina la fe a los aspectos sobrenaturales, y a la hora de analizar los aspectos naturales de la realidad, termina acogiéndose a tal o cual ideología. Yo reivindico la posibilidad de un periodismo que enjuicie la realidad desde el pensamiento católico.
-Y eso, ¿cómo se hace?
-Decía Chesterton que católicos son los que están de acuerdo en los puntos del credo y son libres para discrepar en todo lo demás. Yo percibo muchas veces que en el ámbito del periodismo católico hay discrepancia en los puntos del credo pero absoluta unanimidad en todo lo demás. Eso es periodismo ideológico.
-¿De qué ideología?
-De cualquiera. Si la interpretación de la realidad se deja a las ideologías, el periodismo católico deja de tener sentido. Hoy la ideología que está impidiendo tener una mirada específicamente cristiana sobre la realidad es el liberalismo. Hace 20 o 30 años fue el socialismo. Antes, para ser cristiano había que enjuiciar ideológicamente la realidad desde presupuestos marxistas o posmarxistas. Hoy aprecio que ese velo ideológico es liberal.
-¿En qué se percibe esa influencia ideológica?
-En temas tan de rabiosa y desgraciada actualidad como la crisis económica, está impidiendo que medios de inspiración cristiana tengan una aportación sustantiva en el debate. Me parece demencial seguir defendiendo el capitalismo financiero en las presentes circunstancias. Un medio católico tendría que mostrar la posibilidad de nuevos fundamentos del orden económico.
-¿Basados en la doctrina de la Iglesia?
-Desde León XIII hasta hoy hay un riquísimo material para profundizar en una visión distinta de la economía. Una doctrina desarrollada, por ejemplo, con el distributismo, propugnado por G.K. Chesterton o Hilaire Belloc.
-¿Por qué elogia a los que ‘nadan contra corriente’?
-Por su grandeza de espíritu. Defienden unos postulados, una visión de la vida, pero son gente en primer lugar capaz de perdonar las debilidades ajenas y de reconocer el talento allí donde se encuentre. Esto cada vez es más difícil, porque vivimos en una España cada vez más enconada, más enquistada en sus odios, en sus prejuicios.
-¿Nadar ‘contra corriente’ es duro?
-Es extenuante, es plantar constantemente cara al curso de los acontecimientos. Pero como decía Chesterton, la única manera de saber que uno está vivo es nadar contra corriente. Los mecanismos de presión social son muy fuertes y hacen que mucha gente no tenga fuerzas.
-En su caso, ¿a qué tuvo que renunciar para no ser arrastrado?
-Hace 10 o 12 años recibía todas las semanas una invitación para viajar a todos los Institutos Cervantes del mundo. Ahora no recibo ni por recomendación. Renuncias a todo, a los honores de la cultura oficial, que son muy grandes hoy en día, porque evidentemente el poder constituido sabe perfectamente la importancia que tiene mantener apesebrados a una serie de representantes del mundo cultural. Pero no es solo eso. Mis libros se traducían antes hasta a 30 idiomas. Ahora mismo a mí no me traduce nadie, porque la prensa cultural con prestigio fuera de España no me considera. Te condenan al ostracismo. Renunciar a esto es muy duro y tienes que tener una Razón, así, con mayúscula, para hacerlo, si no, no habría manera.
-¿Qué hacer para nadar ‘contra corriente’?
-Me estremece la falta de un sostén cultural fuerte. Quienes combaten este modelo social están muy desguarnecidos culturalmente. Cuando te enfrentas a una corriente cultural muy poderosa, la tentación de atrincherarte, de recluirte en la ciudadela, es muy fuerte. Pero si te recluyes, dejas de tener los instrumentos para desenvolverte en el mundo, para que tu labor sea eficaz, para que otros se animen a nadar contra corriente. Hay que hacer como San Pablo en el Areópago. Se desenvolvía en el mundo con los instrumentos del mundo. Es muy importante dotar culturalmente a estos nadadores contra corriente que lo tienen muy difícil. Esto es lo que modestamente trato de hacer con suerte no siempre favorable.
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