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lunes, 6 de noviembre de 2006

Creación. ¿Por qué?

La vida misma

Las conferencias no eran precisamente lo que más atraía a Julián, pero no le quedaba más remedio que asistir a una que iba a haber en el instituto sobre "Las respuestas del feminismo", porque era parte de la preparación para un trabajo que le había correspondido hacer para exponerlo luego en clase. También le parecía interesante comprobar cuáles eran los argumentos de fondo sobre un tema del que tanto hablaban algunas de las chicas de su curso, incluida Paz, su hermana gemela.

El turno de preguntas sirvió para que se reafirmase la conferenciante. Sólo hubo dos intervenciones que la pudieron poner en aprietos. En la primera, una preguntó si esas investigaciones eran propiciadas por la "dotación instintiva" de sus agentes, pero la respuesta estaba llena de tecnicismos que Julián no entendía –ya antes el significado de algunas palabras se le escapaba, y había suplido por intuición–. La segunda consistió en preguntar si la experiencia familiar de la conferenciante confirmaba sus teorías, pero ésta –que parecía algo irritada al oír eso– vino a contestar elegantemente que eso era irrelevante para el tema.

—"¿Qué tal la conferencia?", preguntó uno de sus compañeros a Julián cuando se vieron antes de clase al día siguiente.

—"Uf, esa mujer sabía un montonazo", contestó, y pasó a explicar lo que había expuesto, o lo que había entendido de ello. El tema pareció interesar a su hermana Paz y a unas amigas suyas que también estaban por allí, y pronto se formó un nutrido y animado grupo, centrado sobre el tema de la famosa conferencia. Para sorpresa de Julián, entre las chicas había bastante menos admiración que críticas hacia las tesis de la conferenciante.

—"¡Pero si eso es lo mismo de Frankestein! ¡Como en la película, igual!", dijo Paz.

—"Mira, ¿sabes lo que te digo? Que cuando me toque, ya procuraré mirar bien con quién me caso, pero cuando me case quiero tener algún niño, no encargar un prefabricado" –fue la réplica de otra–. Julián no era de los que rectifican fácilmente, y mantenía que "a lo mejor es que yo no sé explicarlo muy bien, pero si la hubierais oído seguro que le dabais la razón en bastantes cosas".

Al día siguiente, Julián y Paz volvían a su casa acompañados por Miriam, una de las amigas de Paz. Salió de nuevo el tema de la conferencia, sobre todo porque Paz se sentía incomprendida.

—"Mira –le dijo Miriam–, de verdad que lo he estado pensando, y fríamente. Hace poco leí un artículo sobre ecología, y venía a decir que queríamos hacer un mundo nuevo fabricado, y cuando nos hemos dado cuenta nos estaba saliendo una porquería, y estábamos dejando el mundo hecho un asco. Y ésa quiere hacer lo mismo con la gente. Pues conmigo no, gracias".

—"Vaya, si lo ves así..."

—"¿Y cómo quieres que lo vea? Las cosas son lo que son, ¿no? ¿Y ésa qué pretende? Para liberar a la mujer, al final lo que quiere es fabricar otra cosa que ya no se sabe si es mujer o qué es. ¡Pues vaya plan! ¿O es que tal como somos no servimos? Si ése es su feminismo, por mí se lo puede quedar para ella solita".

—"Sí, supongo que sí", contestó esta vez Paz, un poco decepcionada por tener que darle la razón. En el fondo, empezaba a darse cuenta de que la solución a sus problemas pasaba por quejarse menos y aprender a madurar

Interrogantes

—¿Puede el universo ser resultado de la "combinatoria del azar"? ¿Por qué? ¿Es compatible con que haya una "línea evolutiva"? ¿Cuál es la razón? ¿Es la creación por Dios la única explicación posible del universo? ¿Podría deberse a algún otro ser? ¿Por qué? ¿Se pueden conocer estas verdades por la razón? ¿Añade la Revelación algún conocimiento? ¿Es la creación compatible con la teoría evolucionista? ¿En qué sentido?

—¿Es el ser humano simplemente una especie superior más evolucionada que las demás? ¿Qué le distingue? ¿Cómo se puede conocer que además de materia tiene espíritu? ¿Pueden explicarse inteligencia y voluntad como funciones corporales? ¿Por qué? ¿Es materialista la conferenciante? ¿Es congruente con ello lo que dice del comportamiento necesario determinado por su "dotación instintiva"? ¿Niega con esto la libertad? ¿Es certera la objeción que se le pone? ¿Por qué?

—¿Puede afirmarse que en la naturaleza hay desequilibrios e injusticias? ¿Por qué? ¿Puede decirse que todo lo creado es bueno? ¿Qué se quiere decir con ello? ¿Cómo se compagina con el hecho de que haya catástrofes naturales, defectos físicos, enfermedades, etc.?

—¿Tiene consecuencias prácticas el saberse una criatura? ¿Puede decirse que tenemos un derecho a la disposición absoluta de nuestro cuerpo o de nuestra vida? ¿Por qué? ¿Se niega así la libertad? ¿Por qué? ¿Tenemos derecho a intentar cambiar nuestra naturaleza? ¿Por qué? ¿Resultaría posible? ¿A qué resultados daría lugar? ¿Tienen razón las amigas de Paz en sus críticas a la conferencia? ¿Por qué?

—¿Tiene el hombre dominio sobre el universo creado? ¿Por qué? ¿Tienen los animales algún derecho sobre el hombre? ¿Cuál es el motivo? ¿Es ese dominio absoluto? ¿Tiene el deber de respetar la naturaleza? ¿Supone ese deber el reconocimiento de Dios como Creador? ¿Tiene la ecología algún papel en la doctrina católica?

—¿Es acertado lo que piensa Miriam? ¿Qué juicio te merece el feminismo de la conferenciante? ¿Sería verdaderamente liberador? ¿Por qué? ¿Es la diferenciación sexual un enriquecimiento para la especie humana? ¿Forma parte de la personalidad? ¿Se empobrece ésta si se pretende suprimir o atenuar su modalidad sexual? ¿Por qué? ¿Puede existir un feminismo fundamentado en la doctrina cristiana? ¿Qué vendría a decir?


Así es la vida

La primera cuestión que surge con este caso es precisamente su tema: ¿trata esta lección de la Creación, o del hombre? La Creación abarca todo el universo creado. Por encima del ser humano están los ángeles, pero de estos se tratará en otro momento. Por debajo están los seres irracionales, pero éstos no presentan problema alguno, salvo en su relación con el hombre.

La conferenciante no se refiere a Dios ni a si el mundo es creado o no por Él, pero implícitamente lo niega. Tal como lo concibe, en su visión del universo Dios no tiene cabida. Esta conferenciante, afirma que el orden del universo puede deberse al azar o a otra causa, pero no considera a Dios. Para ella, la explicación última está en la materia. La materia no es inteligente, y por tanto su evolución no obedece a un plan, sino al azar. La materia en sí misma es uniforme, y sólo varía en cantidad y extensión: de ahí que los cambios queden reducidos a puras combinaciones "de lo mismo". Y eso nos da lo que para ella es la clave del universo: la "combinatoria del azar". Esto, en sí mismo es contradictorio, pues sólo un principio ordenador inteligente puede generar orden; decir que el azar es causa –por tanto, que el orden se da por casualidad– supone "personificar" la materia, dotarla de "intencionalidad".

¿No cabe por tanto admitir la evolución? Sí que cabe, pero el cristianismo ve más allá de las leyes de la evolución –que corresponde a la ciencia investigar, y sobre lo que hoy por hoy hay muchas incógnitas por despejar– el plan creador, más perfecto en cuanto incluye en los seres vivos un dinamismo perfeccionador. Desde la perspectiva cristiana, lo que sucede es que la evolución sin Dios sería un absurdo, pues de lo inferior, por sí sólo, no puede salir lo superior: nadie da lo que no tiene. Es más, en la misma narración del Génesis, se pueden descubrir indicios de una cierta evolución, no arbitraria, sino según los planes de Dios.

Pero la evolución tiene un límite: el espíritu. Éste no puede salir de la materia, sino sólo de un acto creador de Dios. Por eso, en el hombre, aunque el componente material pudiera ser el resultado la evolución –hipótesis no del todo comprobada aún por la ciencia–, no lo puede ser el componente espiritual, el alma. De ahí que negar a Dios conduce a negar el alma espiritual (la espiritualidad del alma se conoce, entre otros modos, por la espiritualidad de sus operaciones: las operaciones de la inteligencia y de la voluntad, aunque se expresen materialmente, trascienden la materialidad del cuerpo, del mismo modo que las potencias de las que proceden no pueden ser orgánicas, aunque tengan un comienzo orgánico). ¿Qué sería entonces el hombre? Un animal más, que sólo se distinguiría del resto por haber evolucionado más deprisa. Esto es lo que piensa la conferenciante, cuando afirma que el comportamiento humano viene determinado por su "dotación instintiva": puro instinto, que, por ser lo único determinante, no deja sitio para la inteligencia y la voluntad, ni siquiera para la propiedad fundamental de la voluntad: la libertad. Es una curiosa liberación la que apoya esta mujer, que nos rebaja al nivel de los animales: puro instinto, y determinado, sin libertad. Por eso dice que propiamente no hay culpables de la "injusticia" (otro concepto que indirectamente excluye a Dios: si el creador es Dios, difícilmente se puede concebir un Dios "injusto"): para que exista culpa debe haber libertad.

Aquí radica la principal contradicción de la conferenciante, que se pone de manifiesto en la primera de las intervenciones que se mencionan. Si todo es una línea evolutiva ciega, y el comportamiento mera función del instinto, no hay cabida para proponerse cambiar nada. Ni siquiera tendría sentido intentar convencer –la conferencia misma–, pues sólo cabe dejarse llevar.

Tampoco tendría sentido hablar de "derechos". Sólo los tienen las personas, los seres con inteligencia y voluntad, que tienen un valor en sí mismos. Los animales no tienen derechos –por mucho que algunos se empeñen en concedérselos, al menos en algunos casos– y en el mundo animal el individuo se subordina completamente a la especie. Es lo mismo que ha sucedido en las sociedades que han pretendido hacer un "paraíso" partiendo de una ideología que sólo veía en el hombre a una especie más evolucionada que otras: en nombre de "la utopía" han sacrificado muchas vidas. El marxismo y el nazismo han sido claros ejemplos de ello.

Lo que dice Miriam a Paz en el último párrafo es muy sensato, y nos pone en contacto con un tema que va cobrando una creciente importancia: la ecología. En un sentido amplio, significa respeto a la naturaleza. El hombre es el rey de la Creación. Es el dueño del mundo. Pero eso no significa que sea el dueño absoluto del universo. En primer lugar, no llega a abarcarlo, por mucho que cada vez sepa más de él y amplíe su dominio. En segundo lugar, debe cuidar de él, respetando su naturaleza. No se trata sólo de pensar que hay que legar a las generaciones futuras un lugar habitable. Hay que pensar también que la naturaleza misma se resiste a ser cambiada: cada vez que se intenta, no sale una naturaleza nueva, sino una degeneración de la que había. Esto debe hacer pensar al hombre, que ha de verse como un administrador de la naturaleza, situación que remite a un Dueño que nos la ha dado. La ecología, bien entendida, conduce a aceptar un Dios Creador.

Pero el homo sapiens, a diferencia de los animales, no siempre escarmienta. Cuando pretender sustituir a la naturaleza por la técnica –cosa distinta de desarrollar la técnica cuidando la naturaleza– está mostrando su fracaso en el mundo, hay quien quiere repetir la experiencia con el hombre mismo, quizá pensando en que ese tipo de experimentos "no contaminan". La conferenciante no lo disimula: quiere cambiar la naturaleza humana. Y deja entrever que uno de los aspectos de la naturaleza que quiere cambiar es la sexualidad misma: quiere eliminar la diferencia sexual. Aciertan las amigas de Paz en comparar esta pretensión con la historia de Frankestein: un producto fantástico inventado en el siglo pasado, cuando el descubrimiento de la electricidad podía hacer pensar que serviría para fabricar una especie de "superhombre". El resultado fue un monstruo. La conferenciante también pretende fabricar –el medio propuesto lo confirma: ingeniería genética– un "nuevo" ser humano. Si se le hiciera caso, se harían monstruosidades, y saldrían monstruos.

Hay por tanto también una ecología humana. La misma ley natural es ecología humana: pide al hombre que respete su misma naturaleza. Y esta ecología humana proporciona fundamentos para entender correctamente el feminismo. La naturaleza misma nos enseña la igualdad radical como personas del hombre y de la mujer en dignidad, en derechos y en deberes: y esta ha sido también la enseñanza de la Iglesia desde su Fundación –aunque en algunas épocas esta doctrina haya quedado oscurecida–. Pero también enseña que hay una diversidad sexual por naturaleza, que configura íntimamente la persona masculina y femenina. Y, para lograr plenamente lo primero, el camino no pasa por pretender ignorar lo segundo, y menos aún por pretender cambiarlo. Bien lo entienden las amigas de Paz cuando consideran la maternidad como una riqueza –para la conferenciante era sólo una carga–, y su sustitución por una fabricación como una aberración (de modo que implícitamente, por sentido común, es rechazado el aborto, que desde una perspectiva ecológica coherente debe considerarse como un atentado contra la misma naturaleza humana). Quieren hacerse valer como son, y es ése el auténtico feminismo: hacerse valer como mujeres, con sus riquezas propias, y no en la medida en que dejen de serlo, en su comportamiento, su actitud y su misma naturaleza; hombre o mujer son complementarios pero no incompletos (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 372).

El caso debe servir también para aprender a no dejarse deslumbrar por quienes se presentan con un cuidado atuendo de intelectualidad, porque a veces lo que se esconde tras toda esa apariencia puede ser... una monstruosidad.

Julio de la Vega-Hazas Ramírez

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