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sábado, 20 de junio de 2020

Tres modelos de empresa

Antonio Argandoña, Catedrático de Economía Universidad de Barcelona
Trabajando sobre la empresa como comunidad de personas, he vuelto a los tres modelos de empresa que mi maestro, Juan Antonio Pérez López, explicó en su obra «Fundamentos de la dirección de empresas» (Madrid: Rialp, 1993).
El primer modelo es el que él llama mecanicista. A los empleados solo les interesa lo que la empresa puede darles, la remuneración; a los propietarios solo les interesa el beneficio. La empresa es, por tanto, un mecanismo para colocar bienes y servicios a los clientes para, con su dinero, pagar a los factores productivos, que es lo que estos quieren. La eficacia es la norma, y se concreta en la maximización del beneficio. ¿Por qué es mecánico? Supongamos que aumenta la demanda: lo que hay que conseguir es que los trabajadores trabajen más horas y aumenten su productividad, lo que se consigue con dinero. Problema: el modelo es estático, la gente no aprende; si un trabajador está descontento solo tengo dos opciones: pagarle más o despedirle. La empresa no es una comunidad de personas.
El segundo es el psicosociológico. La gente no solo busca dinero, quiere trabajar donde le gusta. Hay que darles satisfacción y que aprendan conocimientos y capacidades, que se marchen a casa contentos e incluso aumenten su productividad. Inconveniente: estar más contento en la empresa puede ser contraproducente: a la gente le gusta hacer lo que le da la gana, pero esto suele ser enemigo de la disciplina y la eficacia. La empresa es una comunidad de personas, pero entendida como una manera de manipular a los empleados para que rindan más.
El último es el modelo antropológico. Las personas se mueven por tres tipos de motivos: extrínsecos (remuneración, reconocimiento), que da la empresa; intrínsecos (satisfacción, aprendizajes operativos), que se da a sí mismo el empleado, y trascendentes o prosociales, que se buscan en los demás (satisfacción de los clientes, ayuda a los compañeros) y que repercuten en uno mismo (porque ha aprendido a tener en cuenta las necesidades de los demás en sus decisiones). Estos últimos son los que crean la unidad de la empresa, cuando el empleado, lo mismo que el directivo y el propietario, se mueve pensando en cómo hacer propios los intereses de la empresa, de los clientes, de los compañeros y subordinados y de la sociedad.
La empresa como comunidad de personas no quiere decir dar palmaditas y sonrisas. Puede ser enormemente exigente, cuando procura que todos actúen pensando en el bien común de la empresa y de las personas. Pero, a la larga, es enormemente eficaz.

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