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martes, 23 de julio de 2019

Los mejores países que ayudan a la maternidad.



¿Cuánto ponen de su parte los Estados económicamente más avanzados para hacerles la vida más fácil a los padres de niños pequeños? Un informe de Unicef, Are the world’s richest countries family-friendly? , aporta algunas estadísticas sobre el tema, en el que las mejores menciones se las llevan, como sucede en otros estudios, los países nórdicos.
La investigación del organismo internacional, realizada con datos de 41 países miembros de la OCDE, ha comparado la situación de la conciliación en estos a partir de factores como el permiso de maternidad y paternidad, el respaldo institucional y laboral a la lactancia materna y la facilidad del acceso a guarderías y a una educación preescolar de calidad.
Los desniveles son abismales. Por un lado, Suecia, Noruega e Islandia –los tres en la cima de las políticas familiares– mantienen el mayor equilibrio entre todos esos aspectos. Noruega, por ejemplo, garantiza a las madres 45 semanas de baja, con el 100% del salario, y casi 10 semanas a los hombres. En cuanto acceso de los niños a la guardería antes de los tres años, tiene al 52% de esos menores matriculados, y al 90% de los de entre tres y cinco años.
¿Tiene fundamento la hipótesis de que, a mayor riqueza del país, más políticas a favor de la conciliación?
De ninguna manera. Por un lado, puede dar esa impresión el hecho de que Grecia y Chipre estén en lo más bajo del ranking (entre los 31 países que aportaron todas las cifras, pues no todos los 41 lo hicieron). La legislación griega, por ejemplo, concede 23 semanas de baja a las madres y solo tres o cuatro días a los padres.
Los porcentajes de matriculación de los menores en guarderías y escuelas son, en ambos países mediterráneos, mucho menores, no ya que los nórdicos, sino que los de checos y eslovacos, con lo que la conciliación se ve mucho más afectada: las madres disponen de menos tiempo remunerado en casa y los porcentajes de niños en guarderías y colegios se quedan por debajo de los de otros países. Así pues, ni tiempo para cuidar personalmente al bebé, ni acceso a las instituciones que pudieran hacerlo. Quien quiera quedarse a cargo o dejar a otro al frente de la situación, debe pagarlo.
Sucede en Atenas, pero 2.000 kilómetros al noreste, en la económicamente sólida Suiza, las madres disponen de ocho semanas y los padres, ni una hora. Y al otro lado del océano hay un caso aun peor: Estados Unidos, la potencia económica por excelencia, que no prevé –a nivel nacional– ni un solo día de baja pagada para madres ni para padres. “Algunos estados ofrecen programas asegurados de licencias de paternidad y maternidad remuneradas para trabajadores elegibles”, señala el informe. Pero nada más. De los otros factores medidos no hay ni una palabra respecto a EE.UU.: las fuentes oficiales no ofrecen esos datos.

Japón: un permiso imposible

El nacimiento de un bebé puede venir acompañado de mayores alegrías allí donde el padre sabe que, por ley, le corresponden 30 semanas de permiso remunerado (y a la madre, 36).
Las dan en Japón, el país donde el karoshi –la muerte por estrés laboral– se lleva por delante la vida de decenas de trabajadores, formados en una cultura del esfuerzo que estigmatiza la palabra vacaciones.
A cualquiera le agrada la posibilidad de tomarse un respiro para estar en casa y atender al niño. Pero no: los hombres japoneses no suelen hacer uso del generoso permiso. Apenas lo aprovecha el 6% de ellos, que ya es bastante, pues en 2007 solo el 1,5% se acogía a la baja.
Las razones para declinar están, por supuesto, muy relacionadas con la conocida obsesión de esa cultura con el trabajo: unos alegan que no pueden desatender la carga de tareas que tienen, otros temen perder parte de sus ingresos habituales, otros más afirman que les gustaría, pero que no pueden; otros, que no hay quien los sustituya en el puesto, y otros, que el tema no es visto con buenos ojos en su entorno laboral.
Como resultado, el permiso parental en Japón no goza de buena salud, salvo sobre el papel.

España: hurgando en el bolsillo

Cuando se publicó el informe de Unicef, en junio, España estaba en el lugar 14 de 41 en cuanto a políticas family-friendly. Quizás esa posición en el ranking haya cambiado –para mejor– con la extensión, desde abril, de los permisos de paternidad de cinco a ocho semanas. La perspectiva oficial es, además, ampliar ese período a 12 semanas en 2020 y a 16 en 2021.
Respecto a cuánto del total de permiso parental disfrutan los hombres españoles, la proporción sería el 12%, con lo que las mujeres tienen más del 80% del tiempo de esa licencia. Solo 11 países, de 31, superan a España en este sentido (el que más, Japón, donde los padres tienen teóricamente a su disposición el 46%). Otros quedan muy por debajo; como Malta, donde el beneficio en días a los papás para que cierren el ordenador de la oficina o cuelguen el mono en el taller, no llega ni al 3% del tiempo conjunto.
Ahora bien, en el tema de la accesibilidad a las guarderías, España –junto con el Reino Unido– no es de los más favorecidos: si bien tiene a un 40% de los menores de tres años matriculado en alguna institución (uno de los porcentajes más altos del bloque analizado), ello les supone a los progenitores españoles un esfuerzo económico importante.
Según el informe, el 18% de los padres de niños en esa franja de edad dice que le gustaría hacer un mayor uso de los servicios de cuidado y formación a sus hijos, pero que el costo monetario se lo impide. Por delante de los españoles, solo los británicos (22%) refieren la misma queja. Comparativamente, lo económico incide muy poco en la decisión de otros padres europeos de acudir a esos servicios. Solo un 1,8% de los noruegos plantea que el dinero es un problema, e igual afirmación hace el 1,3% de los búlgaros y el 0,9% de los checos. De los suecos, entretanto, ninguno se quejó de tener que palparse el bolsillo.
En este sentido, y entre las recomendaciones finales del informe, los autores animan a las autoridades de los países analizados a proveerles a los niños pequeños acceso, a precios asequibles, a centros educativos de alta calidad, sin reparar en las circunstancias personales o familiares de los beneficiados.
Asimismo, sugieren que se establezcan permisos de paternidad y maternidad a nivel nacional allí donde no tengan ese alcance, y que se articulen las condiciones necesarias para cerrar – donde la haya– la brecha entre el fin del período de baja parental y el momento de matricular al niño en una institución, de manera que el proceso de crecimiento y desarrollo del menor no sufra interrupciones.

En opinión de los investigadores, si las políticas estatales están debidamente orientadas a apoyar a la familia, los padres pueden encontrar un equilibrio entre el trabajo y su dedicación al hogar, y los niños, oportunamente atendidos, entrar en la vida “por la puerta grande”.

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