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lunes, 12 de octubre de 2009

Ágora: otra película contra la Historia



"Desmontando Ágora", La Razón 6 octubre 2009,
por Jesús Trillo Figueroa,
Abogado del Estado

El cine es un maravilloso medio para contar la Historia, pero tiene sus limitaciones: a veces, las ambiciones excesivas pasan factura. Los realizadores de «El Código da Vinci» pretendieron convertir a Magdalena en diosa y se pasaron. Amenábar pretende, nada más y nada menos, contar una historia a partir de la cual «el mundo cambió para siempre». Y se ha vuelto a pasar cuatro pueblos más. La película tiene tantos mensajes ideológicos que es imposible meterlos en dos horas y, al mismo tiempo, mantener un ritmo entretenido, interesante y espectacular.

El cine requiere medir las secuencias, los silencios, los tránsitos y, sobre todo, un guión que mantenga la atención del espectador. Es una pena, porque la película contaba con todos los mimbres: un gran director, una generosa producción, una preciosa actriz, un maravilloso decorado y una perfecta ambientación. Pero lo que pretenden es inyectar en una pastilla los siguientes mensajes: primero, que las religiones generan odio y violencia. Segundo, que el cristianismo es la más talibán de todas y la que empezó. Tercero, que existen dos mundos, por una parte, el de la filosofía y la ciencia, contrapuesto e incompatible con el de la religión. Cuarto, que el cristianismo al principio fue misericordioso, pero la jerarquía eclesiástica y la Iglesia son por definición intolerantes y fundamentalistas. Y, sobre todo, hay dos mensajes más que son especialmente queridos por la película y por toda la explosión de libros y propaganda que estos días se vienen haciendo: el cristianismo es la causa de la caída del Imperio Romano y de la desaparición de la sabiduría grecolatina. Además, es el culpable de la subordinación y dominación de la mujer por parte del hombre. En fin, Alejandría e Hipatia son el símbolo de una civilización grecorromana basada en la filosofía, la ciencia y la libertad, hasta que llegó el cristianismo y comenzó la oscura Edad Media. Demasiado para una sola película. Y la cosa continúa porque, según declara el director, «es increíble cómo se parece a la situación actual».

¿Es casualidad que desde julio hasta el estreno de la película se hayan publicado más de cuatro biografías sobre Hipatia, paradigma de las cuales es la de Clelia Martínez Maza, financiada por la Dirección General de Ciencia y Tecnología? Más de 10 novelas, ejemplo de las cuales es la escrita por el hermano de Carmen Calvo, ex ministra de Cultura, además de multitud de estudios de historia sobre la época. Y todo ello con el mismo mensaje. Que todo salga al mismo tiempo no puede ser casualidad. Una vez más, nos encontramos con un ataque ideológico perfectamente orquestado, del cual, por cierto, Amenábar suele ser pistoletazo de salida, como lo fue en el caso de «Mar adentro» con la eutanasia.

Ahora la cosa va directamente contra la religión y particularmente contra el cristianismo. Lo malo de la trama que cuenta la película es que es mentira desde el principio hasta el final. Forma parte de la estrategia de reescribir la Historia a la que es tan aficionada nuestra izquierda. Hipatia no fue asesinada siendo una joven tan hermosa como Rachel Weisz, de 38 años, sino que murió en el año 415 y tenía 61. No fue famosa por sus dotes de astronomía por más que en la película se empeñen terca y cansadamente, atribuyéndole haberse adelantado a Kepler más de mil años; sino porque era una «divina filósofa» platónica, en palabras del obispo cristiano Sinesio de Cirene –única fuente coetánea que se conserva sobre ella–, a la que llama en sus cartas «madre, hermana, maestra, benefactora mía». El citado obispo, a quien en la película se le hace traidor y cómplice en el asesinato de la filósofa, murió dos años antes que ella, así que es imposible que tuviera nada que ver con su muerte. Ella fue virgen hasta el final, pero no vivió la castidad como ha dicho la protagonista, que se ha declarado feminista radical, «para ser igual que un hombre y poder ejercer una profesión con plena dedicación». Lo hizo porque, coherente con su filosofía, ejercía la Sofrosine, es decir el dominio de uno mismo a través de las virtudes entendidas como el control de los instintos y las pasiones.

Hipatia nunca fue directora de la Biblioteca de Alejandría, ni ésta fue destruida por los talibanes cristianos. La biblioteca fue incendiada por Julio César, saqueada junto con el resto de la ciudad por Aureliano en el año 273, y rematada por Diocleciano en 297. Es verdad que en el año 391 fue destruido lo que quedaba del templo del Serapeo después de la destrucción por los judíos en tiempos de Trajano, y también el repaso que le pegó Diocleciano, quien, para conmemorar la hazaña, puso allí su gran columna, razón por la cual los cristianos lo destruyeron, ya que él era el símbolo de las persecuciones que sufrieron durante trescientos años. Pero lo que allí quedaba de la biblioteca era tanto como lo que restaba en otros sitios. El paganismo siguió existiendo en Alejandría hasta que llegaron los árabes. Y el neoplatonismo siguió floreciendo, hasta que lo recuperó el renacimiento cristiano. Por cierto, que yo sepa, su más brillante exponente se llamaba San Agustín, coetáneo de Hipatia.


«Ágora: Cirilo» (y II)


La historia de Hipatia ha sido objeto de manipulación por todas las tendencias ideológicas, desde la Ilustración hasta el feminismo radical más reciente. Para algunos, como Voltaire, «desde la muerte de Hipatia hasta la Ilustración, Europa está sumida en la oscuridad; la Ilustración, al rebelarse contra la autoridad de la Iglesia, la revelación y los dogmas, vuelve a abrir la iluminación de la razón». En la última versión feminista de Úrsula Molinaro, Hipatia es la campeona del amor libre, a pesar de que en realidad era virgen. La conclusión es que de la verdadera historia de Hipatia se pasa a la leyenda de Hipatia, que se convierte en la leyenda del Crimen de Alejandría, cuyo protagonista principal es el obispo Cirilo.

La película de Amenábar recoge casi todos los ingredientes de esta leyenda: Hipatia es símbolo de mujer libre que representa el fin de la cultura grecolatina y el comienzo del oscurantismo cristiano, asesinada por unos fanáticos talibanes cristianos al mando del obispo Cirilo. ¿De dónde surge esta leyenda? El primero que narró el crimen fue Sócrates Escolástico en el siglo V, un letrado al servicio del patriarca de Constantinopla Néstorio, enemigo del patriarca de Alejandría Cirilo. Pero la atribución directa a este último de la autoría del asesinato fue cosa del escritor pagano Damascio, que escribió la «Vida de Isidoro», que es una apología del paganismo durante el final del siglo V y principios del VI.

No obstante, la auténtica leyenda surge con la obra de John Toland en 1720. Éste era un irlandés, hijo ilegítimo de un sacerdote católico, que se hizo protestante y posteriormente activo militante del ateísmo en la Gran Logia de Londres. Después vino Voltaire; después, el historiador Edward Gibbon, quien, para argumentar su tesis acerca de que el cristianismo es la causa interna de la decadencia del Imperio Romano, utiliza la leyenda de Hipatia y declara a Cirilo responsable de todos los conflictos que estallaron en Alejandría en el siglo V. Más tarde llegarán las versiones románticas de Leconte de Lisle y otros, y finalmente el feminismo radical, para el que Hipatia fue la primera mártir de la misoginia propia del cristianismo. Todos los autores citados, y alguno más, tienen una cosa en común: son masones reconocidos.

Una de las grandes mentiras de la historia que se quiere propagar es que la mujer fue libre en Grecia y en Roma hasta que llegó el cristianismo y la sometió la sujeción del hombre; a esta idea también contribuye la película. Lo cierto es que en Grecia la mujer era considerada una cosa más de la casa, y en Roma, no era una «sui iuris», es decir, titular de derechos, sino que era considerada «capiti diminutio», como un niño o un incapacitado y, por tanto, estaba sometida a la tutela o la «manus» del padre o del marido. Por el contrario, fue el cristianismo el que consideró al hombre y a la mujer iguales en naturaleza, pues ambos son hijos de Dios y hermanos en Cristo; y prueba de ello es que las primeras manifestaciones de mujeres libres autodeterminándose, pese a la voluntad de sus padres o del estado, fueron las primeras mártires cristianas víctimas de las persecuciones romanas, tales como Inés Ágata o Cecilia. Y precisamente la explicación fundamental en torno al odio a Cirilo está en esta cuestión. Independientemente de que la carta de San Pablo a Timoteo no refleja precisamente una visión emancipada de la mujer, no es creíble que Cirilo la impusiera como literalidad a cumplir, porque es precisamente Cirilo quien más ha exaltado en la historia de la humanidad la condición femenina, pues a él se debe la expresión «Theotokos», palabra griega que significa madre de Dios.

El personaje del que hablamos, al que la película presenta con caracteres parecidos a Bin Laden para luego dejar en letras la explicación de que a ese «energúmeno» que ustedes han visto la Iglesia católica lo hizo Santo y León XIII lo declaró doctor de la Iglesia, efectivamente es San Cirilo de Alejandría. Él fue el que derrotó a la herejía Nestoriana en el Concilio de Éfeso del 431. En esencia, la disputa consistía en si María era madre de Cristo o madre de Dios. De la respuesta a esta cuestión surge algo muy importante: la doble naturaleza divina y humana en una persona llamada Cristo. Cirilo consiguió que se convocase un concilio en Éfeso, puesto que era el lugar donde vivió sus últimos años la Virgen María, y logró que la Iglesia declarase el primer dogma mariano de la historia: María, Madre de Dios. Hasta aquel momento nadie en la historia había conseguido colocar a un ser humano mujer por encima de cualquier hombre. Éste es el personaje que en el fondo persigue la leyenda de Hipatia; curiosamente, Beltrand Rusell comienza su «Historia del pensamiento occidental» con una irónica semblanza de San Cirilo diciendo: «El motivo principal de su fama es el linchamiento de Hipatia». Todo esto huele excesivamente a podrido.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

(PARTE 1): Excelente erudición la de este artículo, que confieso me ha conseguido poner en cuestión varios errores que daba por ciertos (sí, reconozco que soy lector de Gibbon... aunque no comparto la conclusión de que colocó el cristianismo como causa única de la decadencia de Roma). Sin embargo, recomiendo un segundo visionado de la cinta, si es que es usted capaz de soportarlo, para corregir alguna de sus observaciones incorrectas, supongo que basadas más en lo que se ha comentado alrededor de la misma que de lo que se puede ver en ella. Respecto a la condición femenina en la Antigüedad, queda claro en el diálogo que su padre Teón mantiene con amigos paganos en los baños que no se carga el muerto del sometimiento de la mujer al varón al cristianismo. Entiendo que haya gente desinformada que pueda alcanzar esa conclusión, ya que el eco de mil seiscientos años de tradición cristiana tiene más fuerza que el vago recuerdo de la realidad anterior, pero el guión no pretende sumarse al equívoco. Por otra parte, encuentro contradictorio (o he leído mal, tal vez) que Cirilo hubiera muerto dos años antes del asesinato de Hipatia cuando, en fecha posterior, organizó el concilio de Éfeso (ciudad escogida, tal vez, más por ser el último bastión del culto a la Diosa Madre que por haber acogido el último suspiro de María). No estoy de acuerdo con comentarios que he leído en los que se critica la religión como fuente de todo mal, pues creo que el hecho religioso es connatural al ser humano y, poniendo como ejemplo al cristianismo, es fuente de esperanza y barrera protectora capaz de proteger al débil de los abusos del poderoso, aun sin ser la única fuerza capaz de ejercer tan benéfica influencia. De hecho, la historia del siglo XX demuestra que el Poder, sin el contrapeso moral de la Religión, es capaz de desplegar una crueldad impensable (Stalin, Hitler, Mao, Pol Pot...). (SIGUE)

Oscar Eslava Álvarez dijo...

(PARTE 2): Sin embargo, hay una tesis subyacente en "Ágora" que coincide con mi opinión al respecto: la Religión pertenece a la esfera de las pasiones irracionales, a las que se intenta dar una forma racional con calamitosos, cuando no hilarantes, resultados. Es capaz de dar consuelo y apoyo, de inspirar bondad y de dar esperanza a los oprimidos, pero no es capaz de explicar con eficacia el Universo en que vivimos. Y, como cualquier pasión, tiene dos caras: la bondad amorosa (Teresa de Calcuta, Francisco de Asís, Vicente Ferrer) y el fanatismo ciego y destructor. En la película, ambos extremos aparecen reflejados. El esclavo sin esperanza encuentra una nueva vida, los pobres y hambrientos tienen una mano que les alimenta, la idolatría hueca es derribada (al menos, hasta que se resuelva siglos más tarde el conflicto con los iconoclastas, y los ídolos regresen para dotar al corazón de los creyentes de un canal de comunicación y veneración con la divinidad). Pero la ignorancia y la fe ciega arrasan todo conocimiento que no sea el de Dios, quema los libros impíos, se ceba con los que tienen creencias diferentes y coloca a los enemigos de la fe en el punto de mira, cuando la fe debería ser algo privado, entre creyente y divinidad, imposible de imponer a los demás como no podemos imponer el amor. Esa tesis queda muy bien reflejada, en mi opinión. Podremos discutir la calidad de la película, o las distorsiones históricas (¿dónde estaban los eruditos cuando el clásico cine "de romanos" glorificaba a los mártires del cristianismo aun a costa de dar versiones sesgadas de la Historia?), e incluso la presunta motivación subyacente tras la cámara (según he entendido, desacreditar al cristianismo y crear una corriente de opinión condenatoria sobre el mismo), pero no podemos, seriamente, negar un hecho: con su empeño por ocupar todas las esferas de la sociedad, las tres religiones monoteístas que se expresan en los tres libros sagrados (Antiguo Testamento, Nuevo Testamento y Corán), fracasan al pretender abarcar áreas que les son extrañas, como son la política y la ciencia. La primera, porque acaba corrompiendo la pureza con que son concebidas, y la segunda porque carecen de instrumentos para manejarla, o al menos de la valentía de cuestionarse siempre todo lo que se cree inmutable, al menos hasta que los hechos lo demuestren. ¿Les ha tocado a Cirilo y los cristianos del siglo IV? Bueno, es lo que tiene la cultura que nos engendra: nos es más fácil revisar con talante crítico nuestro propio pasado que el de los demás. Entre otras cosas, porque los musulmanes no montan manifestaciones multitudinarias en nuestras calles para protestar porque a las mujeres se les permita pasear semidesnudas por la vía pública (¡Dios no quiera que no tenga que desdecirme!). Respecto a las insinuaciones de la mano de la masonería detrás de una presunta campaña... en fin, me parece demasiado jocoso para valorarlo. Tanto como pretender que el Opus Dei anda detrás de las riendas del poder a fuerza de colocar a alumnos de sus colegios en los resortes claves del poder. Encantado de haber leído su excelente exposición, y de haber contestado dentro de mis pobres, y desde luego muy inferiores, capacidades.

Anónimo dijo...

El cristianismo no es una idea genial encontrada por alguien que buscaba una explicación de la vida del hombre. Es una persona -Cristo, Dios vivo- y un modo de vivir -el de Cristo-. Por tanto para juzgar a una persona que se dice cristiana, basta irse al evangelio. Si fulanito no respeta al prójimo no es cristiano; si utiliza la doblez, no es cristiano... Ya San Pablo escribe a los Gálatas llamándoles insensatos por estar viviendo "otro evangelio".
Quiero decir que los defectos de los cristianos no son defectos del cristianismo. El mismo evangelio los juzga y muy duramente.
Las abstracciones teóricas y las interpretaciones de la historia llegan a cansar, al menos a mi me cansan. Lo siento kailabaiselea: pienso que necesita la lectura vital del evangelio. Me parece -de verdad- que no simplifico.

Anónimo dijo...

Muy bien, Anónimo. Si la lectura vital del Evangelio es todo lo que hace falta para llegar a la esencia del menaje de Cristo, reconozco que me sobra todo lo demás: me sobran intérpretes doctorados, me sobra el clero, me sobra una cabeza de la congregación de los creyentes (o sea, la Iglesia) con infalibilidad. Es decir, me quedo con la reivindicación protestante de la relación directa entre el ser humano y dios. Por supuesto, también me sobra cualquier intervención de aquellos que vivan en el Evangelio para imponer su punto de vista a quienes no lo hagan, si estos no lo desean. He leído el Evangelio desde mis 15 años y he tratado de vivirlo con intensidad, incluso puedo afirmar que llegué a hacerlo hace años. El problema es que todo se derrumbó a mi alrededor al verme obligado a admitir que había perdido la fe en la existencia de un dios todopoderoso anterior a todas las cosas. Por fortuna para mí, creo, el mensaje dejó una huella, y reconozco que tuvo parte en las pocas cosas buenas que todavía hoy intento hacer, que nunca son las suficientes. Pero me llena de tristeza ver cómo la imperfección humana es capaz de retorcer lo mismo que para mí fue enseñanza para el bien y lo puede llegar a transformar en instrumento para servir a sus propios fines. Por eso sostengo que la religión, la que sea, debe permanecer en la persona y proyectarse sólo a través del testimonio de la vida de la persona, no imponerse en las vidas de otros.
Creo que me he metido en un jardín incómodo, en un foro que no suele ver ponentes como yo mismo, pero no por eso dejo de seguir la discusión con interés. Espero una respuesta.

Anónimo dijo...

Tienes toda la razon, kailabasilea. Lo que más oscurece al cristianismo es la vida de los cristianos; y lo que más la muestra, es la vida que se implanta en el Evangelio. El encuentro con Cristo siempre es personal. Cuando leo el Evangelio estoy leyendo una historia que no puede llevarme en sí misma al conocimiento personal de Dios; pero yendo con buena fe,Cristo se revela de manera vital a cada hombre. Y esto no es un proceso para algunos sino para todos. esta es la diferencia con Lutero que es un positivista, racionalista (no razonante), que quiere establecer las reglas que toca al Espíritu Santo poner. Había bebido demasiado de Ockam que aunque está a pie de los siglos XIII y XIV es la persona que más ha influido en nuestro tiempo. Lutero atrae, por medio de Ockam, que lleva al encerramiento del hombre en su razón.
No sé si he sido oscuro. Resumo: la lectura del Evangelio me hace conocer la historia de Cristo.El conocimiento personal, y la fe no se alcanzan por las propias fuerzas, aunque se alcanzan siempre si hay buena voluntad. Cristo pide confianza, no otra cosa.

Anónimo dijo...

pero si agora es un pedazo pelicula no teneis k mirar solo lo dice sino como lo dice a mi agora aunke no valla con mis priscipios pienso k la interpretaccion es muy buena!!

Anónimo dijo...

me gusto muxo habla muy bien sobre la historia de grecia...........

Anónimo dijo...

El problema es que la historia no fue así. Es una ficción, como el Código Da Vinci. Pero en este caso se vende por real.

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