Bartolomé de Las Casas no es el malo de la película, aunque tampoco es el bueno. Para defender una causa justa se valió de datos falsos o poco precisos, que más tarde empleó la propaganda extranjera con el propósito de levantar la Leyenda Negra contra España. En verdad, algunos conquistadores aprovecharon las encomiendas para abusar de los indígenas en contra de las recomendaciones de la Corona española, pero las cifras fueron exageradas adrede para que la voz de los críticos fuera escuchada. ¿20 millones de muertos causados por la violencia y abusos de los conquistadores? Los extranjeros dieron por buena esa cifra hasta que los propios enciclopedistas franceses cuestionaron su verosimilitud. El daño, no obstante, ya estaba hecho.
Nacido en Sevilla a finales del siglo XV, Fray Bartolomé de Las Casas era hijo de uno de los hombres que acompañó a Cristóbal Colón en uno de sus viajes y, él mismo, viajó en 1502 al Nuevo Mundo. Durante esta primera estancia en América, el sevillano se convirtió en encomendero, que era una forma de esclavitud encubierta.
Encomiendas, una esclavitud silenciosa
Esta institución sirvió para canalizar la ambición de los conquistadores de un sistema feudal en América, ante la incapacidad de las fuerzas reales de hacer valer su autoridad. Como explica el libro «La empresa de América: los hombres que conquistaron imperios y gestaron naciones» (EDAF), el proceso consistía en «encomendar» a un grupo de indígenas a un conquistador, un encomendero, como si se tratara de un vasallaje pero sin cesión de tierras.
Todo indígena varón entre los 18 y 50 años de edad era considerado tributario, lo que significaba que estaba obligado a pagar un tributo al Rey en su condición de «vasallo libre» de la Corona castellana o, en su defecto, al encomendero que ejercía este derecho en nombre del Monarca. Las encomiendas, no en vano, eran una cesión de los Reyes Católicosa cambio de que los conquistadores corrieran con los gastos de la evangelización, pues debían pagar, entre otros costes, el hospedaje del cura doctrinero.
En 1510, Bartomomé de Las Casas se ordenó como sacerdote y en los años siguientes ejerció como capellán castrense. ¿Cuándo se encendió en su ánimo esa preocupación por los indígenas? Tradicionalmente se emplaza sus preocupaciones a la matanza de indios en Caonao y la tortura del cacique Hatuey, en Cuba. Sin embargo, no sería hasta 1523 cuando ingresó en la Orden Dominicana y empezó su campaña en defensa de la población indígena y en contra de las encomiendas. Su texto clave fue «La Brevísima relación», dedicada al Príncipe Felipe con la intención de que el futuro Rey de España conociera las injusticias que cometían los españoles en América.
Guillermo de Orange ataca a España
El libro iba dedicado al Príncipe Felipe, pero quien más rédito le sacó a largo plazo fue Guillermo de Orange, el hombre que encabezaba en los Países Bajos la rebelión contra el Imperio español. Orange buscaba la forma de debilitar a España a través de la propaganda y se valió de las exageradas cifras del dominico para criticar la conquista de América y pintar a los españoles como esclavistas crueles. Coincidiendo con las negociaciones entre el nuevo gobernador de los Países Bajos, Alejandro Farnesio, y los líderes de las provincias de Flandes más católicas para volver a obedecer al Rey español, lo que vendría a llamarse la Unión de Arras, apareció en Amberes la primera edición francesa de la Brevísima.
El protestante flamenco que tradujo el texto le dio un título largo pero muy intencionado: «Tyrannies et cruautés des Espagnols perpétrées ès Indes occidentales, qu'on dit le Nouveau Monde, brièvement décrites par l'évêque don frère Barthélemy de Las Casas ou Casaus, de l'ordre de saint Dominique, traduites par Jacques de Migrode pour servir d'exemple et d'avertissement XVII provinces du pays». La estrategia de Orange pasaba por advertir a los católicos de que entenderse con los españoles era hacerlo con opresores de naciones, como así lo habían demostrado en las Indias, que no tardarían en hacer lo mismo en los Países Bajos.
Estas leyes consideraban a los reinos de Indias en los mismos términos que a otros tantos dentro del Imperio español –como podía ser Aragón, Navarra, Sicilia, etc– y clasificaba definitivamente a los indios como súbditos de pleno derecho de la Corona, lo que impedía que fueran esclavizados bajo ningún supuesto. Concretamente,el artículo 35 prohibía directamente las encomiendas y el artículo 31 ordenaba que los indios sometidos a encomiendas. Pero, ya se sabe, del trecho al hecho hay mucho trecho.
Los franceses del siglo XVIII cuestionan las cifras
Otras muchas leyes para atajar los abusos se sucedieron desde Madrid –al igual que las revueltas por parte de los encomendadores– y causaron la indignación de un Rey, Felipe II, acostumbrado a que sus órdenes se cumplieran al milímetro, pero que veía en la distancia con América una barrera insalvable: «Yo he sido informado que los delitos que los españoles cometen contra los indios no se castigan con el rigor que se hacen los de unos españoles contra otros (...) os mando por ello que de aquí en adelante castiguéis con mayor rigor a los españoles que injuriaren, ofendieren o maltrataren a los indios, que si los mismos delitos se cometieses contra los españoles».
Las buenas intenciones de Las Casas y su éxito político solaparon algo evidente: sus cifras no se sostenían, y así lo denunciaron un puñado de autores españoles con escasa repercusión. En el extranjero la Leyenda Negra dio por ciertas las palabras del fraile y hasta el siglo XVIII no se empezaron a poner en cuestión. En «El Ensayo sobre las costumbres» (1756), Voltaire reconoció que Las Casas exageró de forma premeditada el número de muertos e idealizó a los indios para llamar la atención sobre lo que consideraba una injusticia.
«Sabido es que la voluntad de Isabel, de Fernando, del cardenal Cisneros, de Carlos V, fue constantemente la de tratar con consideración a los indios», expuso en 1777 el escritor francés Jean-François Marmontel en una obra, «Les Incas», que por lo demás está llena de reproches hacia la actitud de los conquistadores. Así y todo, la Revolución francesa y la emancipación de las colonias en América elevaron a de Las Casas a la categoría de benefactor de la Humanidad e hicieron olvidar otra vez los trabajos de Voltaire. Asimismo, la emancipación de las colonias disparó la publicación de ejemplares de «la Brevísima».
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