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domingo, 30 de septiembre de 2018

Comunicado muy importante de la Oficina de Prensa de la Santa Sede

 29.09.2018

El Santo Padre ha decidido invitar a todos los fieles, de todo el mundo, a rezar cada día el Santo Rosario, durante todo el mes mariano de octubre y a unirse así en comunión y penitencia, como pueblo de Dios, para pedir a la Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia del diablo, que siempre pretende separarnos de Dios y entre nosotros.
En los últimos días, antes de su partida a los Países Bálticos, el Santo Padre se reunió con el P. Fréderic Fornos S.I., Director internacional de la Red Mundial de Oración por el Papa, y le pidió que difundiera su llamamiento a todos los fieles del mundo, invitándoles a terminar el rezo del Rosario con la antigua invocación "Sub Tuum Praesidium", y con la oración a San Miguel Arcángel, que protege y ayuda en la lucha contra el mal (ver Apocalipsis 12, 7-12).
La oración –afirmó el Pontífice hace pocos días, el 11 de septiembre, en una homilía en Santa Marta, citando el primer libro de Job-, es el arma contra el Gran acusador que "vaga por el mundo en busca de acusaciones". Sólo la oración puede derrotarlo. Los místicos rusos y los grandes santos de todas las tradiciones aconsejaron, en momentos de turbulencia espiritual, protegerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios pronunciando la invocación "Sub Tuum Praesidium".
La invocación "Sub Tuum Praesidium" dice lo siguiente:
“Sub tuum praesidium confugimus Sancta Dei Genitrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo Gloriosa et Benedicta”.
[Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!].
Con esta solicitud de intercesión, el Santo Padre pide a los fieles de todo el mundo que recen para que la Santa Madre de Dios, ponga a la Iglesia bajo su manto protector,  para  defenderla  de los ataques del maligno, el gran acusador, y hacerla, al mismo tiempo,  siempre más consciente de las culpas, de los errores, de los abusos cometidos en el presente y en el pasado y comprometida a luchar sin ninguna vacilación para que el mal no prevalezca.
El Santo Padre también ha pedido que el rezo del Santo Rosario durante el mes de octubre concluya con la oración escrita por León XIII:
“Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio; contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiae caelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude. Amen”.
[San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén].

sábado, 22 de septiembre de 2018

La política espectáculo y el Tribunal Supremo de EE.UU.


¡Hasta qué punto no se acepta la derrota!
Por Juan Meseguer, 19.09.2018
El juez Brett Kavanaugh, nominado por Donald Trump para ocupar una vacante decisiva en el Tribunal Supremo estadounidense, ve peligrar el visto bueno del Senado, tras haber sido acusado de una agresión sexual presuntamente cometida hace más de tres décadas. Antes de que surgiera esta acusación, el proceso de confirmación ya había entrado por derroteros inusualmente broncos.
El hecho de que unos jueces sean nominados por un presidente demócrata y otros por uno republicano, o que sea vox populi la afinidad de cada magistrado con la tendencia progresista o conservadora del Tribunal, indica que nadie espera de ellos que interpreten la ley en vacío: cada cual se acercará a la ley con sus mejores conocimientos jurídicos, pero también con una mochila de convicciones políticas, filosóficas, morales o religiosas.
Lo que sí cabe esperar de un magistrado del Supremo es que sea independiente; es decir, que interprete y aplique la Constitución, sus enmiendas y las leyes federales al margen de sus preferencias personales. Este es el sentido de las audiencias ante el Comité de Asuntos Judiciales del Senado: determinar si el candidato está capacitado o no para actuar de ese modo.
En esa decisión hay implícito un juicio político. Y, de hecho, el resultado de la votación depende en buena medida de quién tenga más senadores en la Cámara. Pero tampoco es extraño que el candidato se acabe llevando el voto favorable de algunos senadores del partido rival. Todo depende de si logra convencerles de que será un juez intérprete, no legislador.
Así las cosas, es razonable que los candidatos opten por la prudencia al expresar sus puntos de vista en temas sensibles. Y también lo es que, pese a la cautela de los examinados, el interés de los medios tienda a dirigirse hacia las controversias.
Todo esto era previsible en el caso de Kavanaugh. E incluso se esperaba que el tono de las audiencias subiera algo más de lo habitual, dada la trascendencia de la vacante en juego y dado que –de ser confirmado– Kavanaugh se convertiría en el segundo juez del Supremo nominado por Trump. Se esperaba, sí. Pero no en el grado de beligerancia que se ha visto.

¿Un torpedo contra la democracia?

El espectáculo comenzó fuera de las puertas del Senado. El primer día de los cuatro que duraron las audiencias, activistas disfrazadas como las oprimidas mujeres de la serie El cuento de la criada enviaron a la opinión pública el mensaje de que un Supremo con otro juez contrario al aborto abriría la puerta a una dictadura machista como la que pinta la serie.
Ya en el interior, la sesión fue interrumpida al menos 57 veces por personas del público –hombres y mujeres– que se levantaron para protestar contra el candidato. La revista Slate aprovechó para hacer demagogia y denunciar que mujeres preocupadas por el destino de sus cuerpos –en alusión a la supuesta revocación de Roe v. Wade que favorecería la nueva mayoría conservadora– estaban siendo expulsadas de la sala por la policía. Y aseguraba que, para ellas, la confirmación de Kavanaugh era “una cuestión de vida o muerte”.
La sospecha de que Kavanaugh era un amenaza para la democracia reapareció durante la comparecencia, esta vez traída por el senador demócrata Dick Durbin: “¿Usted comprende dónde nos encontramos como nación? Denos alguna prueba de su compromiso con las instituciones democráticas de este país, en un momento en que el presidente [Trump] parece dispuesto a dejarlas de lado”.
Y, por fin, la sospecha dio paso a la acusación: “Básicamente –dijo a Kavanaugh el senador demócrata Sheldon Whitehouse–, usted es un torpedo humano lanzado contra la investigación de Mueller [el fiscal encargado de investigar la supuesta trama rusa]. Así que, cuando llegue al Tribunal Supremo, la noqueará”.
Desde su cuenta de Twitter, Trump añadió dramatismo: “Las audiencias (...) son una muestra real de lo mezquinos, crueles, viles que son los del otro lado. Dirán cualquier cosa... para infligir dolor y vergüenza a uno de los juristas más renombrados que haya estado nunca ante el Congreso. ¡Una pena!”.

“Carnicería constitucional”

En este clima de gestos y palabras gruesas, no han faltado los titulares desmesurados, como el del columnista del New York Times Paul Krugman: “Kavanaugh matará a la Constitución”. En un artículo publicado antes de conocerse la acusación, sostiene que la confirmación de Kavanaugh daría lugar a una “carnicería constitucional”, entre otras cosas porque facilitaría el desmantelamiento de la reforma sanitaria de Obama. También afirma que “destruiría la legitimidad de la Corte”, con un argumento que revela la incapacidad del columnista para digerir la victoria de Trump: con Kavanaugh, explica, los republicanos habrían logrado llenar dos vacantes –la otra es la de Neil Gorsuch– con sendos nominados “por un presidente que perdió el voto popular y ganó la del colegio electoral con ayuda de una potencia extranjera hostil”.
La indignación de Krugman es comprensible en parte. Cuando falleció el juez del Supremo Antonin Scalia, de tendencia conservadora, le tocaba a Barack Obama proponer un candidato para cubrir la vacante. Pero los republicanos se negaron a abrir el proceso de confirmación, alegando que no procedía hacerlo en un año de elecciones presidenciales. Entonces ganó Trump y, meses después, nominó a Gorsuch. Ahora ha nominado a Kavanaugh y los senadores republicanos tenían prisa por confirmarlo antes de las elecciones legislativas de noviembre.
La polarización en este asunto también se explica por otro motivo: durante los últimos años, existía en el Senado una regla no escrita por la que los candidatos al Supremo debían ser confirmados por una mayoría reforzada de 60 senadores. Sin embargo, Trump animó a los suyos –y los suyos le hicieron caso– a saltarse esa regla en caso de obstruccionismo, por lo que Gorsuch fue confirmado por mayoría simple.
Ahora bien, hay algo inquietante en la argumentación de Krugman. De un lado, hace descansar la legitimidad de la corte en el color político de las ideas del candidato: legítimo es –viene a decir– quien está con Obama y los demócratas. De otro, descalifica de entrada a cualquier candidato que proponga Trump: dado que considera ilegítimo al presidente, cualquiera de sus nominados lo es.

Giro inesperado

Pero si algo puede cambiar decisivamente la suerte de Kavanaugh es la acusación de que, siendo estudiante de 17 años, habría intentado agredir sexualmente –ebrio y con ayuda de otro compañero– a una chica de 15 durante una fiesta. El candidato negó los hechos, presuntamente ocurridos a principios de los años 80. El caso ha recordado a la acusación de acoso sexual presentada por una mujer contra el hoy juez del Supremo Clarence Thomas, quien también negó la acusación y finalmente fue confirmado.
En defensa de Kavanaugh han salido 65 mujeres que le conocieron durante los años en que cursó secundaria (1979-1983). En una carta presentada ante el Comité Judicial del Senado, afirman que siempre “trató a las mujeres con respeto”. La mayoría de las firmantes han mantenido la amistad con él y no dudan de su integridad.
El pasado julio, antes de conocerse la acusación contra Kavanaugh, Amy Chua –conocida como la “madre tigre” por el exigente estilo educativo que aplica a sus hijas– escribió en The Wall Street Journal una apología del candidato que destacaba su papel como mentor de abogadas jóvenes. Chua ha conocido esta faceta gracias a su trabajo en un comité de la Facultad de Derecho de Yale, desde el que ha ayudado a colocarse como ayudantes de Kavanaugh a ocho mujeres.
Cuando la profesora de Yale les preguntó cómo les había ido, todas elogiaron la decencia de su jefe, además de sus cualidades profesionales. También elogiaron el impulso que había dado a sus carreras, justo lo contrario de lo que se reprocha a los poderosos cobradores de favores que ha destapado el movimiento MeToo.
La votación en el Senado estaba prevista para el jueves 20 de septiembre, pero se ha pospuesto. Tras el ajuste en el calendario, el lunes 24 iban a testificar ante el Comité Judicial tanto Kavanaugh como la mujer que lo acusa, Christine Blasey Ford. Pero esta ha solicitado que el FBI investigue los hechos antes de la comparecencia.

lunes, 17 de septiembre de 2018

La tolerancia cero aún no ha llegado al sector de la ayuda humanitaria


El informe es demoledor. Reconoce que los abusos sexuales en el sector han sido endémicos durante mucho tiempo. Denuncia que las autoridades de estas instituciones no han sabido afrontar el problema, y que han estado más preocupadas de proteger su reputación que de ayudar a las víctimas, mostrando una “complacencia rayana en la complicidad”. Critica la falta de transparencia para informar de los abusos. Y advierte que esta falta de respuesta ha favorecido que depredadores sexuales pasen de una institución a otra sin ser detectados.
El informe no tiene nada que ver con obispos ni con clérigos. Es un documento del International Development Committee(IDC), la comisión del parlamento británico que supervisa las actividades de las agencias de ayuda al desarrollo financiadas por el gobierno. Se refiere a esas ONG de ayuda humanitaria, que hoy día tienen para muchos la aureola de integridad y servicio desinteresado que en otros tiempos tuvieron las Iglesias.

Un trato no humanitario

Lo que ahora se califica de “secreto a voces” estalló el pasado febrero cuando The Times acusó a Oxfam de encubrir una investigación de 2011 sobre la contratación de prostitutas por parte del staff que estaba trabajando en Haití tras el terremoto de 2010. Personal que había ido a ayudar a la gente más necesitada y que abusó de su poder. La denuncia supuso un duro golpe para el prestigio de Oxfam, provocó dimisiones, entre ellas las del director ejecutivo para el Reino Unido, y supuso la pérdida de donantes. Luego surgieron acusaciones también dentro de otras ONG como Save the Children, Médecins Sans Frontières, y todo el sector de ayuda humanitaria empezó a estar bajo sospecha. Esto es lo que motivó la investigación llevada a cabo por el IDC, cuyos resultados se han publicado a finales de julio.
El informe sostiene que “el sector de ayuda humanitaria, colectivamente, ha sido consciente de la explotación sexual y del abuso perpetrados por su propio personal durante años, pero la atención que le ha prestado no ha estado a la altura de lo que requería el problema”. Es cierto que la explotación sexual y el abuso contra mujeres y niñas es endémico en muchos países donde trabajan. Pero, dice el informe, “es particularmente horrible encontrar pruebas de que el personal de ayuda humanitaria y de mantenimiento de la paz comete estos abusos en lugar de combatirlos”. La falta de información y la incapacidad de las víctimas para denunciar en esas situaciones hacen pensar al Comité que lo que ha salido a la luz es solo una mínima parte de los casos.
Pauline Latham, miembro del comité, explica que han escuchado testimonios de abusos como “violación, comida a cambio de sexo, llamar prostitutas a mujeres que en realidad están desesperadas por alimentar a sus familias, o chicas jóvenes que son objeto de trata y abuso por estos hombres”.

Fracaso colectivo

¿Cómo reaccionaron las ONG cuando se producían denuncias de este tipo? El informe califica la respuesta de “fracaso colectivo” arrastrado durante muchos años. No se han investigado a fondo las denuncias y no se han puesto en práctica políticas eficaces para impedir los abusos. Como ha ocurrido con otras instituciones, el informe señala que ha habido más preocupación por proteger la propia reputación que por las víctimas. Solo se han tomado medidas cuando se ha producido una crisis, e incluso en esos momentos la reacción ha sido superficial.
El informe denuncia también la falta de transparencia, tan necesaria para implementar una política de tolerancia cero. “Es vital que las organizaciones de ayuda informen abiertamente sobre el número de denuncias de explotación sexual y abusos que reciben y de cómo son tramitadas”.
La falta de transparencia y de medidas de precaución ha favorecido que individuos acusados de abusos hayan podido moverse de una organización a otra. El IDC se declara alarmado por “la facilidad con que individuos conocidos como depredadores y potencialmente peligrosos han sido capaces de moverse por el sector de ayuda humanitaria sin ser detectados”.
Aunque ya hubo advertencias en 2002, cuando un informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados y de Save the Children documentaron casos de abuso, no se han adoptado procedimientos eficaces para abordarlos. “La falta de directrices claras y de buenas prácticas sobre el modo de gestionar las informaciones sobre casos de explotación sexual y abusos –tanto sobre el modo de llevar a cabo la investigación como de informar de los supuestos delitos a las autoridades competentes– deja a las organizaciones mal preparadas y pone en riesgo a las víctimas”, advierte el informe.

La respuesta de las organizaciones

Ante estas denuncias de abusos sexuales en el sector de la ayuda humanitaria, existe el riesgo de olvidar muchas cosas buenas que realizan estas organizaciones. Como también es posible que la mala conducta de una minoría de cooperantes empañe la reputación de otros muchos que realizan su trabajo con competencia y sacrificio.
En cuanto a la respuesta de las organizaciones ante casos de abusos, ya sean IglesiasONG, la ONUuniversidadesel ejército o Hollywood, es llamativo cómo se repiten los patrones: silencio, falta de transparencia, poca preocupación por las víctimas, mala gestión de las denuncias, fracaso a la hora de tomar medidas precautorias… Quizá esto nos indica que no son situaciones fáciles de gestionar ni exclusivas de un tipo de organización.
Lo que sí puede decirse es que algunas han reaccionado antes y mejor que otras. Es revelador que en 2002 estallara el escándalo de abusos sexuales de clérigos en la Iglesia católica y que también ese año se airearan los primeros escándalos en el sector de la ayuda humanitaria. No hace falta recordar las abundantes medidas y normas que se han tomado en la Iglesia desde entonces para aplicar la “tolerancia cero”. Ahora el informe del IDC anuncia una International Safeguarding Conference que tendrá lugar el próximo octubre para prevenir los abusos en el sector de la ayuda humanitaria. Tal vez pueden pedir experiencias a Roma.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Sobre el informe del Gran Jurado de Pensilvania


El informe del Gran Jurado de Pensilvania sobre abusos sexuales contra menores en seis diócesis de este estado ha acaparado la atención mediática. Pero más que aportar revelaciones inéditas, confirma las tendencias observadas tras el estallido del escándalo en EE.UU. en 2002. También en estas seis diócesis una minoría significativa de clérigos cometió abusos sexuales contra menores, en su mayoría varones; a su vez, los obispos no supieron escuchar a las víctimas y pretendieron gestionar la crisis con silencios, traslados y dilaciones; y también se observa que tras las medidas tomadas desde 2002 apenas hay nuevos casos.
El informe no hace revelaciones sustancialmente nuevas sobre la crisis de los abusos a menores, sino que documenta con nombres y datos lo ocurrido en estas diócesis en un periodo de setenta años, y recoge dramáticos testimonios de las víctimas, hoy adultos. Para valorar lo que aporta el informe, es interesante comprender su origen y comparar sus datos con los que se sabe por otras investigaciones.

La voz del fiscal

El informe del Gran Jurado es el resultado de una investigación, no de un proceso. El Gran Jurado –institución exclusiva de EE.UU.­– está formado por una veintena de ciudadanos legos, cuya función consiste básicamente en decidir si hay indicios suficientes para iniciar un juicio. Su tarea consiste en escuchar a los testigos de la fiscalía, requerir pruebas, evaluar la evidencia recopilada, para dar o negar su aprobación a una acusación.
Está presidido por el fiscal, no por un juez. Su labor se lleva a cabo sin presencia de abogados de la defensa, y generalmente sin que participen los acusados involucrados. Su potestad está circunscrita a la aprobación de la tarea llevada a cabo por el fiscal, puesto que el Gran Jurado no tiene medios propios para dedicarse a tareas investigadoras. Es decir, al escuchar a un Gran Jurado estamos ante la voz de la acusación impulsada por el fiscal, en este caso, del fiscal general del estado de Pensilvania, Josh Saphiro.

Acusaciones creíbles

El informe se refiere a seis diócesis de las ocho del estado de Pensilvania (Erie, Allentown, Greensburg, Harrisburg, Pittsburgh y Scraton), mientras que las otras dos, Philadelphia y Altoona-Johntown, ya fueron objeto de otros informes. De hecho, ya ha habido 10 informes previos de grandes jurados y fiscales sobre este problema en diversas diócesis.
El informe de Pensilvania cubre un periodo de unos setenta años, y cita los nombres de 301 sacerdotes contra los que existen “acusaciones creíbles” de abusos sexuales durante su ministerio, de los que habrían sido víctimas al menos 1.000 menores identificados. El informe reconoce que “muchos de los sacerdotes de los que hablamos ya murieron”.
Para medir la magnitud del problema entre el clero, es fundamental saber qué proporción de sacerdotes han sido acusados de abusos sexuales respecto al total de sacerdotes que han estado en activo durante esos años. Desgraciadamente, a pesar de sus 1.400 páginas, el informe del Gran Jurado no aporta este dato.
A nivel nacional, la investigación más sistemática y científica es la que hizo en 2004 –por encargo de la Conferencia Episcopal– el John Jay College of Criminal Justice (de la City University of New York), que la realizó de modo independiente con datos facilitados por las diócesis, referidos al periodo 1950-2002.
En esos 52 años, los denunciados por abusos sexuales a menores –excluyendo las denuncias que fueron retiradas o se demostraron falsas– supusieron entre el 4% y el 4,3% del total de sacerdotes activos en esos años. También se vio que la mayoría de los acusados (el 56%) fueron denunciados por una sola víctima, mientras que una pequeña parte (149) acumulaba más de un cuarto de las denuncias (27%).
Otro informe bien documentado sobre el problema de abusos a menores entre todo tipo de instituciones es el que llevó a cabo una Comisión Real en Australia en 2017. Según este informe, en el periodo 1950 a 2010 hubo acusaciones de abusos contra el 7% de todos los sacerdotes australianos. Si se mide por décadas, los sacerdotes diocesanos acusados fueron el 2,9% en los años 50, el 4,5% en los 60, el 4% en los 70, para caer al 0,2% en los 2000.
El informe del Gran Jurado de Pensilvania no aporta estos datos, lo cual puede dar una idea distorsionada y desprestigiar a todo el clero por la conducta delictiva de una minoría.
Teniendo en cuenta que en las diócesis de Pensilvania hay actualmente 2.509 sacerdotes, número que no sería menor en las pasadas décadas, el experto Padre Fortea estima que durante un periodo de 70 años hubo la presencia (íntegra o parcial) de unos  7.500 sacerdotes. Si hubo 300 sacerdotes acusados, significa el 4% del total, lo cual está en los niveles del índice nacional.

Las víctimas

El informe del Gran Jurado de Pensilvania identifica a unas 1.000 víctimas de abusos, menores de 18 años, aunque cree que deben de ser más, habida cuenta de que no todas denunciaron.
¿Qué se sabe de estas víctimas? “La mayor parte de las víctimas eran chicos, aunque también había chicas. Algunos eran adolescentes y otras se encontraban en la pre-pubertad”. Los abusos van desde los tocamientos a las violaciones.
Es significativo que en el caso de abusos perpetrados por clérigos, la gran mayoría son contra chicos. En cambio, según un análisis estadístico basado en 16 estudios y teniendo en cuenta todos los ámbitos, la tasa estimada de abusos sexuales contra menores es el 7,2% para los chicos y el 14,5% para las chicas. También en el citado informe del John Jay College se dice que los abusos fueron en su mayor parte contra varones (81%) y que el 76% de los menores no contaban aún 15 años. Los casos de pederastia propiamente dicha no eran los más frecuentes.
Las estadísticas de abusos sexuales contra menores en EE.UU. muestran que no es un fenómeno infrecuente. En 2010 los servicios de protección de menores de los estados informaron de 63.527 casos en ese año.

Pocas consecuencias penales

El informe de un Gran Jurado sirve para decidir si hay materia suficiente para iniciar un juicio. Pero para eso hace falta que los denunciados puedan sentarse en el banquillo de los acusados. En el caso del informe de Pensilvania las posibilidades son escasas. Hasta ahora solo dos de los casos mencionados han dado lugar a procesamientos. El informe reconoce que la mayoría de los posibles delitos han prescrito y que muchos de los acusados han muerto.
Pero esto ya se podía saber antes de iniciar la investigación. Por eso algunos comentaristas se preguntan por qué un fiscal general se embarca en una investigación tan amplia cuando no existe un claro objetivo penal. No hay que olvidar que el fiscal general es un cargo electo. Josh Shapiro es un político demócrata, judío, elegido como fiscal general de Pensilvania en noviembre de 2016, con experiencia política pero no de fiscal. Al poner en el punto de mira los abusos sexuales contra menores en la Iglesia católica, sabía que podía contar con la lógica indignación popular que provoca el tema y el consiguiente apoyo mediático, que favorece su imagen de político justiciero.
Su investigación ha dado cauce al legítimo dolor de las víctimas. Pero no puede decirse que haya aportado algo inédito, a diferencia de lo que supuso la investigación del Boston Globe en 2002. Desde que estalló el escándalo, se han desvelado los datos de sacerdotes acusados, ha habido juicios por pederastia de los que se ha informado puntualmente, las declaraciones de víctimas han aparecido en infinidad de medios, ha habido investigaciones dentro y fuera de la Iglesia, la Santa Sede y los obispos han adoptado medidas de “tolerancia cero” que han reducido drásticamente estos abusos. Así que el informe del Gran Jurado llega cuando ya se han producido cambios importantes. El propio informe reconoce que “mucho ha cambiado en los últimos quince años”, aunque en diversos momentos dice que no está claro si la actuación de la jerarquía de la Iglesia es ahora distinta. El jurado tuvo ocasión de leer las declaraciones escritas que les enviaron cinco obispos de las diócesis examinadas y de escuchar el testimonio personal del obispo de Erie Lawrence T. Persico, testimonio que el informe califica de “directo y sentido”.

La actuación de los obispos

Al describir la reacción de los obispos cuando aparecían abusos de clérigos contra menores a lo largo de esos años, el informe de Pensilvania muestra actitudes ya conocidas en otros casos: más preocupación por salvaguardar el buen nombre de la Iglesia que atención a las víctimas; ocultamiento y disimulo sin una verdadera investigación; intentos de solventar la mala conducta con traslados y atención psicológica; no advertir a las autoridades… decisiones que, como dice el Papa Francisco en su carta a raíz del caso, “aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad”.
Pero también en este aspecto ha habido cambios notables. Ya en 2002 la Santa Sede y los obispos de EE.UU. aprobaron nuevas normas para los casos de abusos a menores por parte de sacerdotes. La principal es que un solo caso probado llevará a que el culpable no vuelva nunca a ejercer el ministerio. La pena puede incluir también la pérdida del estado clerical. Estos delitos prescriben diez años después de que la víctima cumpla 18 años. Las normas dicen también que los obispos cumplirán las leyes civiles aplicables sobre comunicación de las denuncias a los poderes públicos.
Estas medidas han dado sus frutos. Como ha señalado el director de la Sala de Prensa vaticana en una nota, “la mayor parte del informe se refiere a abusos cometidos antes de los primeros años 2000. No habiendo encontrado apenas casos después de 2002, las conclusiones del Gran Jurado son coherentes con estudios precedentes que muestran cómo las reformas hechas por la Iglesia Católica en Estados Unidos han reducido drásticamente la incidencia de los abusos cometidos por el clero”.
También se empieza a notar un cambio en el modo de referirse con mayor claridad a las causas de fondo de este problema. Después de la publicación del informe de Pensilvania y de la dimisión del cardenal Theodore McCarrick por conducta homosexual, el obispo de Madison Robert Morlino ha escrito una carta pastoral en la que afirma: “Se ha hecho mucho esfuerzo para mantener separados actos que caen bajo la categoría ahora culturalmente aceptable de actos homosexuales y la categoría públicamente deplorable de actos de pedofilia. Es decir, hasta hace poco los problemas de la Iglesia se han presentado como problemas de pedofilia, a pesar de una clara evidencia de lo contrario”. Pero es hora de ser honestos. “Hay que admitir que hay una subcultura homosexual dentro de la jerarquía de la Iglesia que está causando una grave devastación en la viña del Señor. La doctrina de la Iglesia afirma con claridad que la inclinación homosexual no es en sí misma pecado, pero es intrínsecamente desordenada de modo que quien la sufre permanentemente no es apto para el sacerdocio”. El arzobispo de Denver, Mons. Samuel J. Aquila, ha agradecido a Morlino su carta pastoral.

"Lo que el infierno no es"

Alessandro D’Avenia (Palermo, 1977) es doctor en Filología Clásica, profesor, guionista y autor de varias novelas juveniles que han obtenido éxito en Italia y en otros países. Su literatura se enmarca dentro de la literatura adolescente, pero transita por caminos distintos a los de los escritores más de moda.
D’Avenia emplea muchos ingredientes propios de este género: el mundo del instituto, las amistades, los primeros amores, la música, el fútbol, los conflictos que tienen con los padres y con la sociedad, etc. Sin embargo, no emplea un mensaje adulador: más bien, intenta que los adolescentes desarrollen al máximo sus potencialidades en el estudio, en la vida y en el amor. Como telón de fondo, se nota su formación clásica y el alto concepto que tiene de la buena literatura, de la que beben también sus personajes.
Su primera novela, Blanca como la nieve, roja como la sangre (2010), que se convirtió en película en 2014 de la mano del director Giacomo Campiotti, tuvo rápidamente un éxito popular entre los adolescentes, señal de que había conectado con sus gustos e intereses.
Lo mismo pasó con su segunda novela, Cosas que nadie sabe(2011), donde cuenta las vidas de un conjunto de personajes entre los que sobresalen Margherita, su compañero de instituto Giulio y un joven profesor de literatura al que le aterra el compromiso a casarse por miedo al amor. Como en la anterior, con mucha imaginación, el autor italiano vuelve a ensalzar valores como la amistad, el diálogo, la comprensión y el perdón.
Su tercera obra, El arte de la fragilidad (2017), tiene un carácter epistolar y un poco más ensayístico, pues se centra en la vida y obra del poeta italiano Giacomo Leopardi, lo que da pie al autor a reflexionar sobre la felicidad, la belleza y la fragilidad.

Un barrio marginado

Ahora aparece en español su última novela, Lo que el infierno no es (publicada en Italia en 2014), inspirada en experiencias juveniles del autor. El protagonista es el sacerdote don Pino Plugisi, profesor de Religión en el liceo de Palermo donde D’Avenia era estudiante.
a novela cuenta la relación que mantiene Federico, un joven de diecisiete años, con este sacerdote, párroco además en una iglesia del barrio marginal de Brancaccio. Federico es buen estudiante y muy buen lector. Está fascinado con las poesías de Petrarca y las novelas de Dostoievski. Encuentra en la literatura lo que la mayoría de las veces no le da la vida. Además, es un enamorado de las palabras, que le sirven para conseguir un fuerte anclaje en el mundo. Insatisfecho con la vida que lleva, acepta la invitación de don Pino para visitar Brancaccio.
Allí, Federico se encuentra con una realidad absolutamente desconocida para él. Se trata de un barrio miserable, con muchas lacras sociales, donde solo brilla la labor social y sacerdotal que desarrolla el párroco, preocupado de verdad por la situación de muchos niños y jóvenes del barrio, que crecen sin expectativas en un contexto marcado por las drogas, el paro, la violencia y las familiares rotas.
Los padres y las madres de los niños que frecuentan el Centro Padre Nuestro de la parroquia están en el paro, se dedican a robar o al trapicheo de las drogas o están sumergidos en la prostitución… Además, está el problema de la Mafia, que no ve con buenos ojos la actividad solidaria de don Pino.
Esta experiencia provoca en Federico, un joven de muy buenos sentimientos, una fuerte sacudida emocional. Decide implicarse en la actividad del barrio, lo que le provocará no pocos problemas con sus padres, su hermano Manfredi, sus amigos de instituto y… hasta con la Mafia. Sin embargo, gracias a don Pino y la literatura, conoce a Lucia, una joven del barrio, también excelente lectora, que comparte los mismos deseos que el sacerdote de transformar las vidas de los niños que se acercan a la parroquia. Pero nada en este barrio, con muchas carencias, resulta ni sencillo ni fácil de conseguir. Y las dificultades se acumulan en las vidas de estos protagonistas.

Sentimientos

D’Avenia salpica toda la novela de nobles sentimientos, en especial en los corazones de Lucia y Federico. También hay un elogio del poder transformador de la literatura y de la cultura. Hay muchos momentos interesantes, que ofrecen una imagen esperanzadora de la adolescencia, capaz de potenciar en su interior valores que a menudo se ocultan, aunque hay también una crítica –personificada en los amigos burgueses de Federico– hacia una juventud que solo vive para sus caprichos.
La novela destaca sobre todo la actitud vital de don Pino, un sacerdote que busca a Cristo en todo lo que hay a su alrededor, aunque esto sea desagradable, como sucede en el barrio de Brancaccio. Él intenta llevar el mensaje cristiano a personas que están abandonadas, olvidadas, especialmente a los más vulnerables: los niños. El ejemplo de don Pino es determinante para los vecinos y para Lucia y Federico, aunque él se quede solamente en el aspecto humano del mensaje del sacerdote y no capte el trasfondo espiritual.
La novela se dirige al público juvenil con un estilo poético, realista, directo, a veces exagerado e idealista. Para los lectores adultos, en cambio, pueden resultar melosas algunas escenas y expresiones, así como excesiva la moralina de la parte final. Pero, a pesar de eso, la novela emociona porque todo lo que aparece es auténtico. Además, no son temas muy explotados en la literatura juvenil: un sacerdote entregado a sus feligreses y a su barrio, y que se enfrenta a la Mafia; y unos jóvenes que comparten la aspiración de transformar un trozo de miserable realidad aportando cariño, aunque esta actitud les provoque no pocos problemas.

jueves, 13 de septiembre de 2018

¿Temporales o eternos?

Se abren ante nosotros dos posibilidades: el tiempo, el pasar de los años, ¿es la única posibilidad de vivir que tenemos a disposición? ¿O bien, en el marco del paso de los años, el hombre decide su destino eterno? ¿Estamos hechos sólo para una existencia temporal, o estamos destinados a una existencia eterna? ¿Nosotros, vosotros y yo, poseeremos una vida eterna después de la muerte, o caeremos en el abismo de la nada perenne? Hay dos modos de contar nuestros años según la respuesta que demos a esta pregunta. «La inmortalidad del alma es algo que nos importa tanto, que nos toca tan profundamente, que es necesario haber perdido todo interés para hallarse en la indiferencia en cuanto a saber qué hay acerca de ello». Si contamos nuestros años permaneciendo en la indiferencia sobre lo que sucederá con nosotros después de la muerte, no llegaremos nunca a la sabiduría del corazón. Si contamos nuestros años conscientes de que nuestro destino está fuera del tiempo, llegaremos a la sabiduría del corazón. Si nos invade la duda, debemos buscar la verdad al respecto. 

martes, 11 de septiembre de 2018

Un oceano entre nosotros

The Mercy
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Reseña: 
En 1968 el navegante aficionado Donald Crowhurst (Colin Firth) se impone un objetivo épico: ganar la Sunday Times Golden Globe Race dando la vuelta al mundo en su velero, en solitario y sin escalas. En tierra deja a su mujer Claire (Rachel Weisz), su mayor defensora, que como él se enfrenta en solitario a otra aventura: seguir adelante con sus hijos y sin el amor de su vida. Mientras Claire se mantiene firme en su hogar, Donald continua su carrera en alta mar a pesar de los múltiples obstáculos... pero su meta, hoy, continúa siendo un gran misterio…
Se disfruta mucho más si se desconoce la historia real que ha escogido esta vez para llevar a la pantalla el realizador James Marsh. Como resultado, aquí no se habla ni mucho menos de superación personal; no acaba siendo una cinta inspiradora, más bien tiende a resultar un poco indignante. Se habla, eso sí, de las consecuencias de la soledad –el ser humano es social, necesita tener cerca a otros, sobre todo a la familia–, de sacrificio para sacar adelante a los vástagos, de la lucha del hombre contra la naturaleza, y sobre todo del lado oscuro del orgullo, y de la dificultad para hacer frente a las decepciones.
No parece caprichoso relacionar esta película con Un hombre para la eternidad, de Fred Zinnemann. Se ilustra en ambas, de forma complementaria, lo aparentemente banal que puede resultar cruzar el límite de nuestra conciencia, y las terribles consecuencias interiores –que no exteriores– que ello puede conllevar. Si el personaje de Tomás Moro explica cómo el agua que se escapa entre sus dedos sería su alma si aprobara el matrimonio del Rey, el personaje de Crowhurst tendrá que experimentar de facto cómo se le va el alma entre los dedos hasta no quedar nada.
Este sinsabor o sabor nihilista se compensa con el personaje de su esposa, interpretado por la fascinante Rachel Weisz. Toda una lección de amor de una mujer que apoya a su marido a pesar de las dudas, que se traga sus miedos por amor a su familia, y que perdona salvando siempre lo más noble de su esposo. 

lunes, 10 de septiembre de 2018

Elegidos para existir y vivir

Carlo Caffarra, "No anteponer nada a Cristo: Reflexiones y apuntes póstumos"

Cuando un hombre y una mujer deciden dar origen a una vida humana, sólo pueden desear un hijo. No tienen ninguna posibilidad de elegir este niño en lugar de aquél. Mis padres no me querían a mí, sino un niño, un hijo. Que el hijo deseado fuera yo, era algo que no estaba en sus manos. Lo impersonal no puede dar origen a lo personal; la naturaleza no puede llegar a decir “yo”. Una persona puede surgir sólo de la Persona. En el origen de mi ser no puede haber más que un acto de inteligencia y de elección: era conocido antes de existir y fui elegido entre otros posibles infinitos. La fe cristiana, en profunda sintonía con las exigencias explicativas de la razón, enseña que cada persona humana individualmente está creada por Dios mismo. Más concretamente, el espíritu humano puede tener origen directo e inmediato en Dios mismo. Ahora bien, la persona, en su núcleo fundamental, está constituida en el hombre por el alma simplemente espiritual. En palabras más sencillas: ninguno de nosotros existe por casualidad o por necesidad; cada uno de nosotros ha sido querido y elegido por Dios mismo. […] Esta posición originaria imprime en nuestra libertad, en su ejercicio, un significado indestructible. Si la persona humana, cada persona humana, ha sido pensada y deseada por Dios mismo, a cada uno de nosotros se le ha conferido una tarea, es depositario de una “misión” confiada, precisamente, a su libertad. El sentido de la vida no debe ser inventado, sino descubierto.

domingo, 9 de septiembre de 2018

MI EXPERIENCIA SOBRE UN ASPECTO DE LA VIDA DE MONS. ROMERO: SU RELACIÓN CON EL OPUS DEI


Cardenal Gregorio Rosa Chávez. Obispo auxiliar de San Salvador
Palabra n. 669, septiembre 2018, pp. 62-64

He pensado varias veces si sería interesante compartir mi experiencia junto a Monseñor Romero en un punto concreto: su relación con el Opus Dei. Pretendo sólo ofrecer algunos retazos y detalles que sólo yo conozco y creo que vale la pena compartirlos en vísperas de su canonización. Para ello utilizaré también una fuente casi inédita: sus apuntes de retiros espirituales desde antes de ser obispo hasta un mes antes de su asesinato.

Monseñor Romero y Don Fernando
El Padre Óscar Romero, como todos los obispos del país en aquel tiempo, recibió la visita del entonces Padre Fernando Sáenz Lacalle -Don Fernando- para pedirle que pusiera por escrito su apoyo a la canonización del fundador del Opus Dei. Es conocido el texto tan laudatorio que escribió el futuro arzobispo de San Salvador. Por cierto que cuando fue nombrado obispo de Santiago de María, suscribió a todos los sacerdotes de esta pequeña diócesis a la revista Palabra.
Siendo yo seminarista acompañé al Padre Romero un par de veces a la Residencia Doble Vía, en San Salvador, donde vivían estudiantes universitarios, la mayoría de la zona oriental del país, dirigida por la Obra. Él era muy cercano a la Obra y tenía como director espiritual a un sacerdote del Opus Dei. Creo que el último fue Don Fernando y con él consultó antes de aceptar la elección como obispo auxiliar de San Salvador. Consta que pidió a Don Fernando consejo en relación con el arzobispo de entonces, Luis Chávez y González y, sobre todo, con su auxiliar Arturo Rivera Damas. Y, por su parte, la Nunciatura le encomendó estar atento a la actuación de estos prelados e informar oportunamente al Vaticano si advertía algo en la línea pastoral de estos jerarcas que no estuviera acorde a las normas de la Iglesia.
Años más tarde, cuando Monseñor Romero sucedió a Monseñor Chávez en la sede arzobispal, entramos en un escenario muy diferente: Monseñor Romero, en su carta pastoral programática La Iglesia de la Pascua(abril 1977), hace un elogio bellísimo de su antecesor al afirmar que empuña el timón de la nave arzobispal “con el respeto y delicadeza de quien siente que ha recibido una herencia de incalculable valor para continuar llevándola y cultivándola a  través de nuevos y difíciles horizontes” (p. 5).
En la misma carta pastoral, justamente a la mitad del texto, describe su utopía de Iglesia, tomándola de los documentos de Medelllín: “Que se presente cada vez más nítido el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombre”(Juventud, 15).La palabra “pascual” aparece toda ella en letras mayúsculas en el texto. Estamos al inicio de su ministerio arzobispal y ya ha tenido que recoger el cadáver del primer sacerdote asesinado, el Padre Rutilio Grande. 
Esa utopía la hizo realidad, firmándola con su sangre: nos dejó una Iglesia martirial, libre ante todo poder y totalmente comprometida con los pobres y los que sufren. Monseñor Romero fue, como reza la bula de beatificación, “pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico del Reino de Dios”. 
Esta bella descripción del testigo de Cristo el mismo Papa Francisco la completó al día siguiente, a la hora del Regina Coeli, al señalar que “este diligente pastor, siguiendo el ejemplo de Jesús, eligió estar en medio de su pueblo, especialmente de los pobres y los oprimidos, incluso a costa de su vida” (24 de mayo 2015).
Estamos al inicio de tres años dramáticos marcados por una profunda polarización incluso dentro de la Iglesia. En El Salvador abundaban las “relecturas” de Medellín; es bueno recordarlo cuando acabamos de celebrar los cincuenta años de este acontecimiento capital para la Iglesia en América Latina. Y es oportuno subrayar que sólo en este continente se dio una “recepción” oficial de los documentos conciliares. Era una época en la que los matices apenas existían: “Tienes que definirte”, decían los más radicales apóstoles de la liberación, “o estás con el pueblo oprimido o estás con los opresores”.
Con esta realidad le tocó bregar al venerable pastor. Y en este contexto me confió que estaba recibiendo fuertes presiones para que obligara al Opus Dei a asumir de lleno esos planteamientos, que algunos consideraban “la línea de  la arquidiócesis”. A  pesar de todo, Monseñor Romero mantuvo la amistad y el trato con los miembros de la Obra, escuchando con atención sus observaciones y sugerencias. Prueba de ello es que el día de su muerte había pasado toda la mañana, por invitación de Don Fernando, que lo llegó a recoger al arzobispado, junto al mar. Les acompañaron varios sacerdotes y se dedicaron sobre todo a estudiar documentos relacionados con la formación sacerdotal. Al regresar del paseo, Monseñor Romero pasó por la casa de los jesuitas en Santa Tecla, y se confesó. Esto consta por varios testimonios, siendo el más fehaciente el de su confesor, el jesuita Segundo Azcue. Una hora después ocurrió el sacrílego asesinato.
El Opus Dei aparece de nuevo en escena cuando, después de la inesperada muerte de Monseñor Arturo Rivera Damas, inmediato sucesor de Romero, es elegido como arzobispo de San Salvador Monseñor Fernando Sáenz Lacalle, quien nació en España pero llegó a El Salvador recién ordenado sacerdote. Recordemos que la primera reacción de mucha gente no fue favorable a Monseñor Sáenz. En este contexto la revista Palabrapublicó una breve nota de Rutilio Silvestri en la que sostenía que era obvio  que el cargo recayera precisamente sobre uno de los mejores amigos del pastor asesinado, ya que por largo tiempo había sido su confidente e incluso su director espiritual. Sería interesante explorar en forma crítica esta faceta del sacerdote y obispo Óscar Romero, así como su relación con la Obra en los tres años de su intenso y difícil pastoreo de esta porción de la Iglesia de Dios.

La espiritualidad del Opus Dei en los escritos espirituales de Monseñor Romero
Como una contribución inicial voy a acudir a una fuente prácticamente inédita: sus apuntes de ejercicios espirituales, los cuales abarcan desde el año 1966, cuando aún no era obispo, hasta el retiro que realizó un mes antes de su muerte, en febrero de 1980. Estos apuntes ya están a disposición del público, aunque todavía en forma selectiva. Son en total 324 páginas. En cada página encontramos las notas escritas con su puño y letra, y, en la parte superior, la transcripción en letras de imprenta para facilitar la lectura del texto escrito a mano.
En el retiro que realiza junto al lago de Ilopango en septiembre de 1968 –el año anterior ha celebrado sus bodas de plata sacerdotales-, hay varias alusiones a Camino, el célebre librito de san JosemaríaEn la meditación sobre el pecado anota estos propósitos: 
“Más vida interior, más servicio a los demás. Negativamente: estrategia. Alejarse del peligro (Camino). Plan de vida. Luchar contra el pecado venial: sed perfectos. Ansia de reparación y penitencia (Camino). Hora de espiritualidad (…). Yo moriré. Otoño… yo seré hoja muerta (Camino). Humildad. El mundo seguirá. Nadie se acuerda de los que pasaron”. Y al hacer el examen de conciencia, anota: “Lo más importante, un acto de amor (Camino)”.
En estos detallados apuntes, encontramos al final varias referencias a la revista Palabra, una al meditar el evangelio de Marta y María (Camino: el sagrario en Betania). En la parte final transcribe esta cita de  una carta del Prelado escrita en 1950: “Cada uno debe santificar su profesión, santificarse en su profesión, santificar con su profesión”. Hay espacio incluso para una anécdota de San Josemaría, que dijo en una charla, al saber que acababa de morir su madre: “La madre del sacerdote debe morir tres horas después del hijo”.
Del 10 al 14 de noviembre de 1969 participó en el retiro predicado por el Padre Juan Izquierdo, del Opus Dei. En este momento, Romero se desempeña como Secretario General de la Conferencia Episcopal de El Salvador y sólo puede estar presente en forma intermitente porque debe cumplir tareas que le encomienda Monseñor Pedro Arnoldo Aparicio, presidente del episcopado. Sin embargo, deja constancia de su decepción porque no hay un clima adecuado para el encuentro con Dios: “Falta de recogimiento. La ‘mancha brava’ rompió definitivamente el silencio… Interrumpo mi retiro el 11, que lo dedico todo a preparar la agenda […]. El 12 amanezco de nuevo en Apulo. Haré lo que pueda estos tres días”. En la página siguiente, anota brevemente: “26 de enero (de 1970). Confesión con el Padre Javier”.
Pocas líneas más abajo encontramos esta frase, escrita el 21 de abril de 1970: “El Señor Nuncio me notifica voluntad del Papa. Debo responder mañana. Consulta con el Padre Fernando”.Al día siguiente anota lo que éste le dice; vale la pena transcribirlo íntegramente: “Elementos positivos: línea de dirección espiritual. a) Frente al problema base: tomarlo como sacrificio, expiación y tomar en serio la enmienda: fuga de ocasiones, vida intensa de oración y mortificación. b) Frente a la tentación de triunfalismo: ver una seria responsabilidad, un servicio nada fácil, un trabajo en la presencia de Dios. c) Frente a la tentación de pusilanimidad: verlo como trabajo ante Dios, servicio y orientación  a millones de almas. El Buen Pastor da su vida por sus ovejas”.
A renglón seguido, con fecha 8 de junio de 1970 (Colegio Belén), escribe: “El 21 de abril (¡21 tenía que ser!) como a las 6 p.m. me notificó el Señor Nuncio mi designación p. obispo auxiliar de Monseñor Arzobispo. Debía responder al día siguiente. Consulté al P. Sáenz, al Dr. Dárdano, al P. Navarrete”. Sigue un breve resumen de lo que cada uno de los consultados le dice.

Un guía seguro en medio de la tormenta
Lo que anota a continuación marcó a fuego al obispo novato: “La Asamblea Plenaria del Episcopado de Centro América y Panamá en Antigua Guatemala: 27 de mayo – 2 de junio. Asamblea plenaria del Episcopado de Centro América y Panamá en Antigua Guatemala. Verdadera gracia de primer orden: la convivencia con tanto obispo bueno, la reflexión de Mons. (Eduardo) Pironio, la liturgia, mi trabajo…”.
El querido obispo argentino, cuya causa de canonización ha sido introducida hace varios años, predicó en 1974, por invitación de Pablo VI, el retiro en el Vaticano. Este mismo retiro lo repitió al año siguiente, en julio, ante los obispos del Istmo centroamericanos en Antigua Guatemala. Monseñor Romero era en ese momento secretario adjunto del SEDAC (Secretariado Episcopal de América Central) y tomó nota en forma detallada de cada una de las doce meditaciones predicadas por Pironio. 
Allí comprendió Monseñor Romero el verdadero sentido de Medellín como acontecimiento salvífico que encarna en la dramática realidad latinoamericana las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Y allí se fortalece una amistad que convertirá al obispo argentino en su consejero, en su confidente e incluso en su paño de lágrimas en cada una de las visitas que el arzobispo mártir realizará al Vaticano. Esto aparece con toda claridad en el Diario de Monseñor Romero y es conocido por todos.
Sirvan estas líneas para entender mejor al primer santo salvadoreño. Que el aroma de su santidad -el romero es una planta aromática- se expanda a lo largo y a lo ancho del mundo.

sábado, 8 de septiembre de 2018

Entender de una vez por todas por qué la eutanasia es un crimen.

Eutanasia: el caso Eluana Englaro

Una de las tácticas para promover la eutanasia consiste en crear “casos” sobre los que todos hablan.
        En julio de 2008 la prensa relanzó, a nivel mundial, el caso de Eluana Englaro, una mujer italiana de 37 años que está en coma desde 1992.
        Los jueces acaban de determinar que los tutores de Eluana pueden interrumpir la hidratación y la nutrición de Eluana y provocar así una muerte terrible: de hambre y de sed.
        El caso sirve para alimentar el debate sobre la eutanasia. Se suceden, como en otros casos, las opiniones, los editoriales, las encuestas. Todo sirve para suscitar emociones y, en ocasiones, para ocultar la realidad sobre la mal llamada “muerte dulce”.
        Como el debate está en marcha, como la polvareda es enorme, busquemos al menos la respuesta a algunas preguntas que no podemos dejar de lado. En concreto, nos fijamos en tres preguntas.
        La primera: ¿es lícito provocar la muerte de un enfermo? La respuesta es, simplemente, no. Porque provocar la muerte, hacer actos destinados a matar, es siempre un crimen. Aunque algún día existan leyes que permitan la eutanasia; aunque la sociedad, bien dirigida por algunos ideólogos, llegue a pensar que sí sería lícito. El crimen es siempre crimen, y el homicidio convertido en algo “legal” es uno de los mayores desórdenes en la vida de los pueblos.
        La segunda: ¿cómo afrontar las peticiones de una familia o del mismo enfermo a favor de conseguir una “muerte digna”? Pues del mejor modo posible, es decir, con tratamientos paliativos y con un afecto sincero y constante. Así de sencillo y así de “fácil”. Porque el tratamiento paliativo puede incluso realizarse en casa, y porque llevaría no sólo a “ahorrar” (¿no será el tema del dinero la verdadera causa de tantos esfuerzos a favor de la eutanasia?), sino a tratar de un modo mucho más humano al enfermo. Y porque donde el enfermo se siente querido y es tratado convenientemente las peticiones de eutanasia son prácticamente nulas.
        La tercera, para que no divaguemos: ¿cómo muere una persona a la que se le deja de hidratar y de alimentar? Lo explica un médico italiano en una entrevista en la que trata el caso de Eluana Englaro:
        “Hasta ahora Eluana no ha sufrido, al menos así lo establecen las evidencias científicas disponibles. Pero si se le interrumpe la alimentación y la hidratación, preparémonos a un nuevo caso Terri Schiavo.
        Las úlceras que se le formarán en la piel, los labios resecos, las hemorragias, las convulsiones, la necesidad de morfina, como sucedió a Terri, todo esto ¿es un bien para Eluana?” (entrevista en Zenit, 10 de julio de 2008).
        Casos como los de Eluana Englaro, Piergiorgio Welby, Terri (o Terry) Schiavo, Ramón Sampedro, Nancy Cruzan... deberían ser tratados con el respeto que merece cualquier vida humana en sus últimos momentos.
        A la vez, se deberían mantener en pie los criterios básicos de la medicina y de la justicia.
        La medicina sabrá ayudar y alivar al enfermo en todo aquello que sea proporcionado y útil para su situación; a la vez, sabrá renunciar a lo “excesivo” cuando sólo lleve a alargar la agonía y a aumentar los dolores, mientras que ofrecerá siempre lo mínimo necesario (tratamiento del dolor, alimentación, hidratación, limpieza). No es un acto médico matar a un enfermo en coma a base de hambre y de sed.
        La justicia, por su parte, velará para que nunca haya seres humanos que puedan decretar la muerte de los enfermos, y promoverá sistemas sanitarios donde los tratamientos paliativos no sean un lujo de algunos privilegiados, sino el esfuerzo sincero de la sociedad para cuidar y atender de la mejor manera posible a quienes se encuentran en las últimas etapas de su existencia terrena.

Nivel récord de infelicidad

 P or MARK GILMAN, The Epoch Times en español Según Gallup, el aislamiento es uno de los principales problemas que afectan la felicidad de l...