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viernes, 22 de enero de 2016

Contracorriente (1): Las cualidades de los que gobiernan.

"Valoraciones éticas y antropológicas sobre el mundo de hoy"

Por Fernando Hurtado

(Nota: Cambio el título principal por otro que ya usó el famoso periodista Indro Montenelli, en su columna en el periódico italiano  Il Giornale Nuovo. Por supuesto, sin ninguna pretensión de compararme con él)

     Las personas que gobiernan han de ser los mejores, moral e intelectualmente; en todos los sentidos, sobre todo en el plano personal. Debe advertirse de manera patente. Como no hay muchas personas que reúnan esas condiciones, los ciudadanos han de saber elegir. Si colocan al frente de un gobierno a una persona sin valores, que se esperen lo peor. 

     La persona fiel a su compromiso matrimonial es más fácil que sea fiel a otros; la que es infiel en su matrimonio, tiene también connaturalizad y facilidad a ser infiel con los demás. 

     El materialismo no sólo supone la primacía de los bienes materiales sobre las personas, sino que llega a alcanzar al propio corazón que se hace duro, como de piedra, con los demás. El predominio de lo humano, es el predominio de lo espiritual, que es lo personal.  Para tratar a las personas como personas -a cualquier persona y siempre- debe haber una ausencia fuerte  en el que gobierna de materialismo. Con corazón materializado son más importantes las cosas que las personas, y sólo se ven masas cosificadas. Un ejemplo sencillo: el aborto supone supeditar la persona a cosas.

     El que gobierna debe ser el primero en afán de servicio, general y concreto.  Es deseable que tenga una dosis aceptable de inseguridad ante la tarea que tiene por delante, para no tomar decisiones solo. Hay que pedir consejo: es absolutamente necesario para ser prudente sumar inteligencias.  

     Deben gobernar los amantes de la libertad, y no los que quieren imponer ideologías, que por ser suyas, personales, o de su grupo, o de su partido, no son de todos, y supondrían una cierta violencia a la libertad, voluntad y conciencia  de los demás. Las ideologías -no las buenas ideas que alcanzan lo verdadero, lo bueno y lo bello- han de quedar fuera de la persona que gobierna. La idea de la búsqueda del bien para todos y con todos es lo propio del buen gobernante. La imposición de sus esquemas personales le convertiría en tirano. Tenemos suficientes ejemplos de tiranos, y de grupos de tiranos, en el recientísimo siglo y en el actual, para temer a las ideologías como al más peligroso de los virus. Sólo basta contar aproximadamente los centenares de millones de asesinatos que las ideologías han producido en los últimos 150 años (no he dicho por casualidad 150).

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