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domingo, 24 de enero de 2016

Contracorriente (3): La familia es lo más importante.

"Valoraciones éticas y antropológicas sobre el mundo de hoy"

Por Fernando Hurtado

            Es la familia el ámbito donde se nace, donde recibimos la existencia; al principio muy débil pero ya fuerte por el amor de padres y hermanos. Al nacer nos encontramos perfecta, generosa y amorosamente sostenidos. No hay que temer la precariedad. Cada existencia recibida en la familia se convierte en centro para los demás componentes.

            Decía San Juan Pablo II que la familia es el ámbito más perfecto para el ser humano, porque es donde la persona es tratada más allá de la justicia. En el hogar no cuenta por lo que vale, o lo que tiene: si es más o menos inteligente, más o menos fuerte, más o menos sana, o bella, o deficiente… No, no se trata a la persona en la familia con sentido utilitario. El hijo es considerado en sí mismo, por el inestimable valor de su existencia, por su vida, y lo que significa dentro de la familia.  

            Aquí, nadie es medio sino fin;  se da la mejor relación entre personas: el amor. Los méritos son relativos. Todo es de todos, cada uno es igualmente importante y decisivo, es tratado igualmente, justamente, sin considerar diferencias ni clases.

            Al darse de manera natural la donación, la generosidad y el amor, es la escuela más eficiente de socialización, a nivel personal y con los demás. Así aprende el ser humano a relacionarse.

Con la ayuda de la prudencia de los padres, hemos aprendido a razonar, hemos sido guiados a conocer el mejor camino para el futuro.

En el amor de nuestros padres, hemos aprendido a amar; con ellos, hemos acogido quizá las vidas de nuestros nuevos hermanos que se incorporaban al hogar. Ellos han hecho que se desarrollara nuestra capacidad de amor al otro y la tendencia a la maternidad-paternidad. Hemos vivido con nuestros padres la abundancia y la escasez; hemos compartido las alegrías y las preocupaciones y tristezas; hemos sufrido por la pérdida de los seres cercanos; hemos aprendido a servir, a trabajar, a ser generosos, humildes, sencillos.

Y todos los pasos han sido dados gradualmente, sin generar desasosiegos o agobios.

La familia no es sustituible por nadie ni por nada. De ahí que el papel de los Estados sea subsidiario en la misión de la familia, porque es antecedido y es menos perfecto que ella; que lo suyo sea ayudarla a alcanzar su fin, no a sustituirla. Si hiciera los papeles de la familia, los hogares enfermarían de auténticos “cánceres sociales”.

Como la familia es la célula de la sociedad, si ésta es sana, la sociedad será sana y buena. Y de ella procederán nuevas familias, buenas familias.

De la posición y ayuda del Estado en este campo se puede deducir la categoría y legitimidad de los gobiernos, y el talante moral de los políticos. El respeto al principio de subsidiariedad –la ayuda y la no sustitución de personas y funciones familiares- es la principal señal de idoneidad de políticos y gobernantes.




           


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